Estoy en esta cama; flotante y acomodada. En medio del profundo sueño en el que me encuentro, escucho de lejos el villancico del canto de los niños. Se que la nieve que cae es tan blanca como mis canas y si estuviese fuera, la brisa cortaría aun más mi piel vieja y arrugada. El ángel me ha dicho, ésta es mi última nochebuena. Anhelo el momento en el que pueda descansar y estar sobre una nube junto a ellos. En medio de un camino de rosas, tigres y querubines; regreso 76 años a mi infancia.
La magia de la navidad está en la puerta; mi amoroso padre dice que ni mi hermana, ni yo, podemos acercarnos al pesebre, el niño está naciendo en medio de un destello de luces y estrellas de dulces y diferentes olores. Ha leído nuestra carta con la huella inocente que deja el aprendizaje de la gramática y la caligrafía. Traerá los regalos que merecen las niñas buenas. Pasó la media noche; ansiosamente corremos hasta el pesebre. Tenemos nuevos juguetes. En el cielo se ven ruidosas chispitas de colores. Todos nos besamos y abrazamos; nuestros padres y vecinos se estrechan con fuerte afecto la mano. Dicen: pronto reunidos, los estábamos esperando.
Mi madre sonríe y dice que antes de jugar con los regalos, debemos darle al niño la bienvenida. Su cálida voz; acompañada de campanas y coros celestiales, entona suavemente el villancico que ahora escucho de boca de los extraños niños:
“amada abuela; ahora duerme en paz y sueña para siempre…”.
Yinna Rincón.
La magia de la navidad está en la puerta; mi amoroso padre dice que ni mi hermana, ni yo, podemos acercarnos al pesebre, el niño está naciendo en medio de un destello de luces y estrellas de dulces y diferentes olores. Ha leído nuestra carta con la huella inocente que deja el aprendizaje de la gramática y la caligrafía. Traerá los regalos que merecen las niñas buenas. Pasó la media noche; ansiosamente corremos hasta el pesebre. Tenemos nuevos juguetes. En el cielo se ven ruidosas chispitas de colores. Todos nos besamos y abrazamos; nuestros padres y vecinos se estrechan con fuerte afecto la mano. Dicen: pronto reunidos, los estábamos esperando.
Mi madre sonríe y dice que antes de jugar con los regalos, debemos darle al niño la bienvenida. Su cálida voz; acompañada de campanas y coros celestiales, entona suavemente el villancico que ahora escucho de boca de los extraños niños:
“amada abuela; ahora duerme en paz y sueña para siempre…”.
Yinna Rincón.
8 comentarios:
Los sentimientos familiare son, sin duda, los más hermosos si fueron buenos...
Gracias por estas lindas líneas, amiga.
Natacha.
un relato muy tierno y un final feliz con un bonito sueño en su mente...besos
Conmovedor de verdad. Un hermoso homenaje a las personas que ya nos dejaron y sembraron una imborrable huella en nuestro corazón.
Besos.
Los buenos recuerdos nunca mueren, se quedan agazapados y prestos a salir de nuestros sueños cuando el corazón nos lo pide...
Muy emotivo y bonito.
Besos.
La muerte es un renacimiento, por lo menos es la mejor forma de verla para mi.
Poder disfrutar de los recuerdos y saber que son nuestras tantas experiencias.
Un sueño sereno ...
un abrazo!
Hermoso sueño para partir junto a él.
BESOS
Hermosos.... gracias por los comentarios..
Precioso...
Besix
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