ESTAMOS PUBLICANDO AHORA LOS RELATOS DE: GÉNERO: "LIBRE"; TEMA: "EMPECEMOS JUNTOS".

ÓRDEN DE PUBLICACIÓN EN EL LATERAL DEL BLOG. DISFRUTAD DE LA LECTURA, AMIGOS.


miércoles, 31 de marzo de 2010

ELECTROSHOCK

“Al abrir los ojos, podía ver perfectamente las algodonosas nubes que se movían perezosas…
Podía notar como el sol calentaba mi rostro.

¿Dónde estaba?

Un silencio atronador me rodeaba… y entonces, me dí cuenta de que no podía recordar…
En mi mano apretaba con fuerza, casi con desesperación, un botón amarillo, que desde luego, no pertenecía a nada que llevase puesto”.

¿Un nuevo estado de consciencia? ¿Una nueva sensación? Una miriada de pequeñas nuevas sensaciones se agolpaban en mi interior y era imposible medirlas, traducirlas. No sé si me sentía feliz en ese taciturno instante… Quizás la mejor palabra que me describía era nuevo. Eso es, me sentía nuevo; pero algo había pasado, algo había vivido que mi mente no llegaba a vislumbrar desde el recuerdo.

Sentí que respiraba más tranquilo; decidí levantarme y cambiar mi rostro de extrañeza por uno más inquisitivo; decidí caminar hasta encontrar algo que me sonara conocido, o bien encontrar una cara amiga; un buen café en algún lugar abierto y lleno de gente. Pero sabía que mi mano derecha llevaba la respuesta firmemente apretada. Ese botón me llevaría a donde tanto ansiaba llegar.

Caminé durante unos minutos hasta alcanzar una pequeña plazoleta, en la que huérfana de compañía se hallaba una escueta terraza. Sin saber porque me senté en una de sus mesas. Mi cabeza no dejaba de darle vueltas al origen de ese botón. Necesitaba descansar unos segundos y dejar que los recuerdos fluyesen por si solos. Únicamente así podría recordar quién era y cómo había llegado hasta allí.

Muy atento el camarero, un hombre que a mi parecer rozaba ya la ansiada edad de jubilarse, me sirvió un café acompañado de unos bollos cortesía de la casa. Saboreé cada migaja como si fuese la primera comida en días y tal vez lo era. Me desquiciaba y sobre todo me asustaba el no saber nada de mí que no fuese el presente que estaba viviendo. Empezaba a refrescar e nstintivamente metí mis manos en los bolsillos de mi chaqueta. Noté algo extraño en uno de ellos. ¿Una tarjeta? Lentamente la fui deslizando hacia el exterior preocupado por lo que en ella hubiese escrito. Una vez fuera, la dejé sobre la mesa. ¿y si de verdad no quería saber que era lo que me había llevado a ese lugar y a esa situación?

Después de unos instantes de indecisión la levanté y la leí. Los recuerdos fluyeron por mi memoria de tal manera que apenas podía retenerlos. Recordé las salas insonorizadas, las batas blancas y sobre todo las descarga eléctricas. Levanté las mangas de mi chaqueta y pude ver los pinchazos en mis brazos y las quemaduras de los electrodos que diariamente me colocaban los “doctores” que mi familia había contratado para currar mi enfermedad. Ahora recordaba perfectamente todo lo que había pasado.

Esa mañana, como cada día, el doctor Quintero y una de sus enfermeras habían entrado en mi habitación con la dosis diaria de tranquilizantes y barbitúricos, esperando encontrarme aún somnoliento por la toma nocturna. ¡qué equivocados estaban!

Sin darles tiempo a reaccionar salté de la cama y con mi brazo derecho abofeteé a la enfermera que inconsciente cayó al suelo golpeándose la cabeza contra uno de los cajones de la mesilla. Por el charco de sangre juraría haberla matado. Fuera de combate la presa más débil salté loco de ira sobre el doctor que forcejeando intentó zafarse de mi ataque pero su final fue el mismo que el de su compañera. Una vez comprobé que estaba muerto lo desnudé y me puse sus ropas. No podía escaparme del manicomio vestido con el camisón. No llegaría ni al final del pasillo. Salí de mi habitación y comencé a caminar a un ritmo que sin llamar demasiado la atención me sacase cuanto antes de allí, pero Sofía apareció de la nada y me sujetó del brazo. La sujeté del cuello y de un empujón nos metimos en una de las salas de electroshock. La golpeé una y otra vez contra la pared, momento en el que sin darme cuenta arranqué uno de sus botones. El botón de mi mano. Era de la blusa de Sofía. Ella era la única que había creído en mí y yo la quería, pero ahora también estaba muerta. ¿Y si de verdad mis padres tenían razón y estoy loco?

Volví a meter en mi bolsillo el botón y la tarjeta. Pagué el café y me fui. Si mis recuerdos eran ciertos y no producto de la esquizofrenia, la policía estaría buscándome. Huí. Una nueva vida podía abrirse ante mí si lograba escabullirme, lo que aún no sé es si me la merezco o no.

Seo

domingo, 28 de marzo de 2010

A LAS PUERTAS DE MI SUERTE


“Al abrir los ojos, podía ver perfectamente las algodonosas nubes que se movían perezosas…
Podía notar como el sol calentaba mi rostro.

¿Dónde estaba?

Un silencio atronador me rodeaba… y entonces, me dí cuenta de que no podía recordar…
En mi mano apretaba con fuerza, casi con desesperación, un botón amarillo, que desde luego, no pertenecía a nada que llevase puesto”.

¿Un nuevo estado de consciencia? ¿Una nueva sensación? Una mirada de pequeñas nuevas sensaciones se agolpaban en mi interior y era imposible medirlas, traducirlas. No sé si me sentía feliz en ese taciturno instante… Quizás la mejor palabra que me describía era nuevo. Eso es, me sentía nuevo; pero algo había pasado, algo había vivido que mi mente no llegaba a vislumbrar desde el recuerdo.

Sentí que respiraba más tranquilo; decidí levantarme y cambiar mi rostro de extrañeza por uno más inquisitivo; decidí caminar hasta encontrar algo que me sonara conocido, o bien encontrar una cara amiga; un buen café en algún lugar abierto y lleno de gente. Pero sabía que mi mano derecha llevaba la respuesta firmemente apretada….....Doblé la esquina del edificio con la seguridad de qué si encontraba al dueñ@ de la prenda a la que pertenecía el botón
amarillo , podría desvelar todas mis dudas.

Al fondo de la pequeña calle casi en penumbra, distinguí un pequeño luminoso encima de las mugrientas puertas del bar " tu suerte “, así se llamaba el tugurio.

-menudo nombre, pensé......como mi suerte sea ésta voy listo-

Empujé las puertas hacia dentro ayudado por mi hombro derecho pues no quería tocarlas con las manos , mi mano derecha estaba tomando un cierto color azulado qué se estaba extendiendo por mi piel , por la fuerza en que apretaba mis dedos , para no perder el botón en un tonto descuido .
Pensando en un café caliente, me acerqué a la barra.

Bienvenido a casa señor --me dijo el joven qué servia detrás de la barra, tendiéndome su mano--
En ese momento una sensación extraña se apoderó de mi cuando al darle mi mano me dí cuenta, qué había perdido el botón amarillo.....en cambio, llevaba puesto un chaleco de lana escocés al qué le faltaba un botón, idéntico al qué había tenido en mis manos, hacía tan solo unos instantes .
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.....pensé en salir corriendo de aquél lugar; pero aquél joven me agarro del brazo y me llevó hasta el almacén .

Una estancia espaciosa donde las paredes estaban llenas de botelleros y víveres, en el centro, una gran mesa ricamente tallada con dos sillas enfrentadas , una tercera silla estaba ocupada por una mujer qué bajo la escasa luz .....No me dejaba ver sus rasgos.

Me ofreció un café, enseñándome una agradable sonrisa en su cara casi infantil...Me resultó imposible calcular su edad, pero no podía apartar mis ojos de su intensa mirada.

“Sólo puede recoger el qué ha sembrado " (Dijo tomando el último trago de su café), hoy es sábado y esta noche es la noche de las brujas, y debe de demostrar si es el más diestro, el más valiente, y el más ingenioso ....En ese caso encontrará la respuesta qué anda buscando.

¡Salgamos! me ordenó.

La puerta trasera del almacén se abrió y pude ver qué nos encontrábamos en el centro de un bosque --miré a mi acompañante -- ella se encogió hombros.

La Luna estaba encaramada al otro lado de la colina , y desde las ventanas góticas de las casas cercanas , se reflejaban las lenguas de fuego de las hogueras que estaban encendidas .
Ardientes escobas volaban a lo alto, daban volteretas y como estrellas fugaces se precipitaban al suelo, l@s jóvenes se apartaban y gritaban de alegría.

Si la escoba no estaba seca, los dedos cenicientos de su dueñ@ la lanzaban de nuevo a volar.....Hasta qué por fin la tiraban a la hoguera para qué acabase de consumirse cantando felices:

¡Vuela , vieja , con esmero,
¡Que es la fiesta del fuego!
¡Gira bruja, gira bien,
en la hoguera del saber !

Un@s muchach@s me dieron una bruja (escoba) encendida, y yo la hice volar dando varios giros en el aire...Subió tan alto qué casi la perdimos de vista en el cielo de la noche, y al bajar dibujó en el aire Caramelos, lazos, flores y corazones antes de caer directamente en la hoguera.

Las risas y los gritos no se hicieron esperar:

¡Tenemos rey, tenemos rey! jaleaban felices.

Me pusieron una corona de flores amarillas y naranjas, y me subieron a hombros....Yo mire a mi acompañante fijamente, y entonces la desee con pasión antes de quedarme dormido.
Cuando desperté estaba sobre una cama de helechos, sentí un placer inconfesable.

A mi lado dormía ella, sus pies descalzos y empapados en cenizas , descansaban en el húmedo suelo , busqué algo con qué protegerlos, y entre los guijarros que bordeaban el pequeño riachuelo encontré el chaleco de lana escocés .con todos sus botones cosidos en él . La miré y su rostro se iluminó con la luz del Sol de la Alborada ....sentí dentro de mi qué este momento era muy importante, de esos que te cambian el camino de la vida en unos instantes, con cuidado levanté los pies de mi amada y los posé encima del chaleco tapándolos.

A mi lado dormía mi sueño más deseado....ese que tanto tiempo había estado esperando.

De repente mi futuro se presentaba ante mi, tranquilo, dulce, pleno, enamorado.

Me quedé dormido plácidamente, y esta vez cuando desperté sus preciosos ojos me estaban acariciando con la mirada, ella llevaba el chaleco puesto, y susurrándome al oído me dijo -- ¡Te esperé tanto tiempo!--

Nos levantamos y abrazados, en silencio, nos dirigimos hacia el futuro, sin miedo.

El Sol ya estaba en lo alto del cielo.....la miré y su bella sonrisa iluminó mi mundo .


21 gramos de alma

miércoles, 24 de marzo de 2010

UN RAYO DE LUZ


Al abrir los ojos, podía ver perfectamente las algodonosas nubes que se movían perezosas… Podía notar como el sol calentaba mi rostro. ¿Dónde estaba?

Un silencio atronador me rodeaba… y entonces, me dí cuenta de que no podía recordar… En mi mano apretaba con fuerza, casi con desesperación, un botón amarillo, que desde luego, no pertenecía a nada que llevase puesto.

¿Un nuevo estado de consciencia? ¿Una nueva sensación? Una miriada de pequeñas nuevas sensaciones se agolpaban en mi interior y era imposible medirlas, traducirlas. No sé si me sentía feliz en ese taciturno instante… Quizás la mejor palabra que me describía era nuevo. Eso es, me sentía nuevo; pero algo había pasado, algo había vivido que mi mente no llegaba a vislumbrar desde el recuerdo.

Sentí que respiraba más tranquilo; decidí levantarme y cambiar mi rostro de extrañeza por uno más inquisitivo; decidí caminar hasta encontrar algo que me sonara conocido, o bien encontrar una cara amiga; un buen café en algún lugar abierto y lleno de gente. Pero sabía que mi mano derecha llevaba la respuesta firmemente apretada…

Tras cruzar la avenida, adornada con luminosos ya apagados que anunciaban la Navidad, me topé con el “Nuevo México”. Alguna fuerza desconocida me animó a entrar. Saludé, pero nadie me devolvió el saludo, ni siquiera el camarero, a pesar de que, su mirada se había cruzado con la mía durante unos segundos. Mientras esperaba que me sirviera el café que había pedido, decidí ojear el periódico. Entonces, de súbito, supe que había estado antes en aquel lugar. Sabía que el camarero de hosco aspecto se llamaba Carlos. En ese momento, alguien, en el televisor, estaba informando de que tres españoles habrían sido secuestrados en Mauritania. Al parecer, formaban parte de una caravana que llevaba alimentos al Senegal. Carlos, tras la barra, a gritos, vociferaba en contra de los negros, y de los moros, y de Zapatero, y de los curas… ¿Quién será ese Zapatero?, pensé.

Fue entonces cuando el hombre entró en el bar. Portaba varias bolsas de plástico en las que acumulaba sus miserables pertenencias. Las depositó junto a la barra, a mi lado, y se encaminó a los servicios sin saludar a nadie. Algo en mi interior me avisaba de que yo conocía a ese hombre y que debía guardar las distancias con él. Intuitivamente supe que era un tipo peligroso.

-Vaya por Dios –escuché gritar a Carlos-, ya está otra vez aquí el Legionario… Veréis como me deja los servicios…

Para entonces yo estaba recuperando progresivamente la memoria. Era consciente de que el Legionario, ese mendigo de aspecto patibulario, era un desheredado de la fortuna. Todos le conocían en la ciudad. Su casa era la calle y muchas mañanas acudía al “Nuevo México”, para desesperación de Carlos. Allí tomaba un café, hacía sus necesidades y se aseaba un poco. Recordé que la gente contaba que en algún tiempo lejano, huyendo de las consecuencias de crímenes olvidados, había estado enrolado en la Legión. El barco que lo traía de regreso de África, cuando lo licenciaron, amarró en Algeciras. Allí tomó un expreso nocturno guiado por el ánimo de llegar a Madrid. Algo antes, sin embargo, de que el tren avistara Córdoba el revisor lo descubrió sin billete. Avisó a los dos números de la Guardia Civil que vigilaban el convoy y estos le obligaron a bajarse en la que en otros tiempos había sido mítica ciudad de los califas. Fue así como, obligado por las leyes insondables del azar, el Legionario se había asentado en los jardines y calles de Córdoba.

Estaba él todavía en los servicios cuando empecé a escuchar gritos en la calle. Afuera, al otro lado de la plaza, se había formado un tumulto de gente. -¿Qué pasará? –pensé. Carlos, para entonces, todavía no me había servido el café. Iba a reclamarlo cuando pude contemplar, dominado por el estupor, que varios agentes de la policía entraban en el “Nuevo México”. Repararon en las bolsas de plástico que el mendigo había dejado en el suelo y cruzaron con Carlos algunas palabras que no pude escuchar. Al momento, pistola en mano, se encaminaron a los servicios. De allí, sacaron al Legionario. Se lo llevaron esposado y encañonado. Cuando pasaba a mi lado, dirigiendo él su mirada al vacío, me di cuenta de que debajo de su raído abrigo vestía algo que parecía una vieja casaca militar, posiblemente un vestigio de su naufragio en las aguas de la Legión. La casaca estaba abotonada con botones de cobre amarillento.

Atraído por el creciente bullicio me olvidé del café que Carlos no había llegado a servirme y salí a la calle. Un grupo de unas diez o quince personas, al otro lado de la avenida, junto a los jardines, se arremolinaba. Una ambulancia y varias unidades policiales estaban estacionadas con las luces intermitentes encendidas. Crucé la calle y me acerqué al grupo. Un hombre, empapado en su propia sangre, estaba tirado en suelo…

-Ha sido el mendigo –decía alguien-. Sin cruzar palabra le ha clavado un inmenso cuchillo… Después, ha tirado el arma en aquel soto y se ha alejado… Hemos visto que entraba en el “Nuevo México”. Allí acaban de detenerlo.

Me acerque. Horrorizado pude contemplar de cerca al hombre que yacía en el suelo. Su pecho estaba atravesado por lo que parecía ser la bayoneta de un CETME (1). El médico que lo atendía, volvió su cabeza:

-Acaba de morir –exclamó, mientras cerraba con su mano los ojos del hombre-. Tiene en sus manos un botón amarillo –avisó a los policías-. Posiblemente se lo arrancó a su asesino…
Fue en ese momento cuando sentí que una luz inmensa salía del cadáver y me envolvía girando de manera vertiginosa…

-¡Señor –pensé- ese hombre muerto soy yo…!

Dominado por una sensación jamás conocida de angustia, sentí que la luz se hacía dueña de mí y me desplazaba con ella… En pocos instantes me sentí lejos, muy lejos… ¿Quién sabe a donde me conduciría?

1)- CETME: fusil de asalto ametrallador. Arma usada en el ejército español en los tiempos del franquismo. Todo sugiere que el Legionario, cuando se licenció, no llegó a devolver su bayoneta de reglamento.

ANTIQVA

domingo, 21 de marzo de 2010

EL DUEÑO DE MI LIBERTAD

"Al abrir los ojos, podía ver perfectamente las algodonosas nubes que se movían perezosas…
Podía notar como el sol calentaba mi rostro.
¿Dónde estaba?
Un silencio atronador me rodeaba… y entonces, me dí cuenta de que no podía recordar…
En mi mano apretaba con fuerza, casi con desesperación, un botón amarillo, que desde luego, no pertenecía a nada que llevase puesto”.

¿Un nuevo estado de consciencia? ¿Una nueva sensación? Una mirada de pequeñas nuevas sensaciones se agolpaban en mi interior y era imposible medirlas, traducirlas. No sé si me sentía feliz en ese taciturno instante… Quizás la mejor palabra que me describía era nuevo. Eso es, me sentía nuevo; pero algo había pasado, algo había vivido que mi mente no llegaba a vislumbrar desde el recuerdo.
Sentí que respiraba más tranquilo; decidí levantarme y cambiar mi rostro de extrañeza por uno más inquisitivo; decidí caminar hasta encontrar algo que me sonara conocido, o bien encontrar una cara amiga; un buen café en algún lugar abierto y lleno de gente. Pero sabía que mi mano derecha llevaba la respuesta firmemente apretada…Ese botón amarillo esconde mis recuerdos, mi ayer.

Solo el dueño del faltante botón podrá entrar en mi mente y descifrar el misterio, vagué por las calles de la nada, buscando con afán desmesurado algo que me indicara donde estaría mi conciencia anterior.

Mis pasos me llevaron hasta un despoblado, en el cual se levantaba una carpa de circo, una larga cola de niños pujaba por entrar, saqué mi boleto, y me senté para ver el espectáculo.
Animales domesticados, trapecistas, malabares, hacían la delicia de niños y adultos.

De pronto, como dentro de una nube apareció el mago, un silencio casi sepulcral invadió la sala.
Comenzó, a deslumbrarnos de tal manera que yo ya había olvidado lo que estaba buscando, el dueño del botón amarillo.

Nos miraba con una mirada penetrante imposible de esquivar, se dirigió a mí como si fuera el único espectador, y me pidió concentración, sacó de adentro de una caja un saco amarillo, mostró al público que le faltaba un botón.

Me pidió que introdujera mi mano en el bolsillo de mi pantalón y que sacara lo que encontrara.
Para asombro e incredulidad de los presentes, yo mostré mi botón amarillo.
Me pidió que se lo entregara, que ese botón debiera estar en su lugar, para que yo volviera a ser el de siempre.

Apresuré mi paso hasta en el centro de la pista, y al momento de entregarlo, se hizo la luz, un resplandor brillante iluminó el circo.
El botón encontró el dueño y yo mi libertad.

María Rosa

jueves, 18 de marzo de 2010

EL CHICO DE MIS RECUERDOS

“Al abrir los ojos, podía ver perfectamente las algodonosas nubes que se movían perezosas…
Podía notar como el sol calentaba mi rostro.
¿Dónde estaba?
Un silencio atronador me rodeaba… y entonces, me dí cuenta de que no podía recordar…
En mi mano apretaba con fuerza, casi con desesperación, un botón amarillo, que desde luego, no pertenecía a nada que llevase puesto”.

¿Un nuevo estado de consciencia? ¿Una nueva sensación? Una mirada de pequeñas nuevas sensaciones se agolpaban en mi interior y era imposible medirlas, traducirlas. No sé si me sentía feliz en ese taciturno instante… Quizás la mejor palabra que me describía era nuevo. Eso es, me sentía nuevo; pero algo había pasado, algo había vivido que mi mente no llegaba a vislumbrar desde el recuerdo.

Sentí que respiraba más tranquilo; decidí levantarme y cambiar mi rostro de extrañeza por uno más inquisitivo; decidí caminar hasta encontrar algo que me sonara conocido, o bien encontrar una cara amiga; un buen café en algún lugar abierto y lleno de gente. Pero sabía que mi mano derecha llevaba la respuesta firmemente apretada…
Salí en busca de una respuesta, alguna pista o señal, pero no conseguía reconocer ni a la más mínima persona, ningún lugar, ningún recuerdo.

Entonces, le vi a él, un chico de pelo castaño y ojos claros.

Momentáneamente me vino un recuerdo; era yo, llorando, aunque no encontraba el por qué, no sabía que razón.

Le pregunté al chico sin miramientos y él me contestó:

- ¿No sabes quién soy yo? Es increíble que ya no te acuerdes de mí – y se fue.

Yo estaba confusa. ¿Por qué me habría dicho eso?

Me volvió a venir otro recuerdo… yo besaba a ese chico, y luego volvía a llorar.

No entiendo como se puede besar a una persona a quien quieres y llorar por su culpa. Me entró un dolor de cabeza en ese momento, como una punzada. Fui a tomarme un termagil.
En mi casa (que era lo que mejor recordaba), estuve pensado sobre lo sucedido y llegué a la conclusión de que ese había sido mi novio.

Me vino de nuevo otro recuerdo; salía un chico al que yo también... besaba. Normal me pareció que mi “ex-novio” estuviera peleado conmigo.

Al día siguiente, me fui a pasear al bosque. Allí reconocí los distintos lugares de éste, sobre todo uno de ellos, un gran una zona de pendiente resbalosa junta al río.

Allí encontré una camisa...con botones iguales al que ella tuvo en su
mano la primera vez que no recordaba. Me vino de nuevo el dolor de cabeza junto a un recuerdo... mi ex-novio y el otro chico, mi novio peleaban; yo los separé, y mi ex-novio, al que yo llamaba Jake se dio la vuelta para irse.

Me resbalé mientras recordaba y casi caigo por la pendiente.

Volví por un camino distinto por el que había venido.

Esta vez, me vino un recuerdo de nuevo pero que no me dio dolores de cabeza; mi novio se caía por la pendiente escarpada y se daba contra las rocas del río. Yo lloraba desesperadamente.
Al momento lo comprendí todo.
Mientras caminaba, vi ropa por el suelo y...encontré al chico de mis recuerdos, mi novio o al que yo creía que lo era. Estaba medio desmayado y yo le di agua de la pequeña botella que llevaba en mi bolso; el me llamó, me dijo Susi, por fin juntos.

Rocío.

lunes, 15 de marzo de 2010

EL CORAZÓN DE LA FLOR

“Al abrir los ojos, podía ver perfectamente las algodonosas nubes que se movían perezosas…
Podía notar como el sol calentaba mi rostro.
¿Dónde estaba?
Un silencio atronador me rodeaba… y entonces, me dí cuenta de que no podía recordar…
En mi mano apretaba con fuerza, casi con desesperación, un botón amarillo, que desde luego, no pertenecía a nada que llevase puesto”.

¿Un nuevo estado de consciencia? ¿Una nueva sensación? Una mirada de pequeñas nuevas sensaciones se agolpaban en mi interior y era imposible medirlas, traducirlas. No sé si me sentía feliz en ese taciturno instante… Quizás la mejor palabra que me describía era nuevo. Eso es, me sentía nuevo; pero algo había pasado, algo había vivido que mi mente no llegaba a vislumbrar desde el recuerdo.
Sentí que respiraba más tranquilo; decidí levantarme y cambiar mi rostro de extrañeza por uno más inquisitivo; decidí caminar hasta encontrar algo que me sonara conocido, o bien encontrar una cara amiga; un buen café en algún lugar abierto y lleno de gente. Pero sabía que mi mano derecha llevaba la respuesta firmemente apretada…
Por una ignota razón, mientras tomaba el camino, la premura inicial de saber, se iba postergando. Algo me decía, que dejándome llevar averiguaría todo.
Comencé con pasos lentos, sin prisas, como queriendo favorecer a los hados para que tuviesen tiempo de mostrarme lo que tuviesen a bien, en ese paraje soleado.
Intuía, no sin sentir brotar algo de romanticismo de mi alma, que aquello era magia, una especie de sortilegio creado para mí procedente de esa nada desconocida; soñada quizá por mentes alojadas en los misterios cognitivos de ese cerebro, capaz de albergar ilusiones sin fin, esperanzas en ocasiones ingratas, sueños que ver cumplidos.
Una fina llovizna emergió de la nada. Era fina y suave, parecía que el sol traspiraba delicadamente. No fue óbice para continuar mi camino. Tampoco tenía alternativa, pensé.
¿Qué hacer ante un suceso así de inesperado? ¿Cómo resolver este enigma, cuya pista principal era un pequeño botón amarillo atrapado entre mis dedos?
Me dije a mí mismo, que siempre hay algo que hace saltar la chispa de la consciencia; y es en ese momento, cuando el recuerdo encuentra nuevamente su lugar y nos hace volver de ese limbo en el que nos encontramos.
Creí recordar fugazmente haber leído algo sobre ello…
La mirada, me mostró un valle verde entre montañas que arropaban maternalmente un pequeño pueblo alojado en sus faldas. La hora era la del crepúsculo, y por tanto, las luces de los hogares titilaban ya en algunos ventanales.
Suspiré e hice acopio de valor para comenzar mi descenso, una bajada leve, que en mi interior asemejaba ser el más difícil trayecto de mi vida.
Llegué algo cansado; un tanto taciturno, pero sobre todo ello, la esperanza gravitaba en derredor mío.
Un personaje apareció junto a la primera casa con la que topé. Era un hombre mayor, de esos cuya edad es un misterio.

-Disculpe buen hombre, ¿podría decirme en qué pueblo estoy?

El anciano o no tanto; de forma inesperada, clavó su mirada no exenta de asombro, en mi persona. Me observó de abajo arriba inspeccionándome con descaro. Pero esperé pacientemente.
A todo esto, la lluvia mansa de minutos antes, se había embravecido
calando mis ya mojadas ropas.

-Anda joven, dijo por fin, date prisa que la noche cae y esta agua se convertirá en aguacero en muy poco.

Diciendo esto se alejó con una rapidez impropia de la edad que aparentaba.
Decidí sin más remedio, deambular por aquellas callejuelas, ahora sí, con el ansia apremiante de encontrar un lugar donde guarecerme. Doble sin pensar una esquina, y fue al hacerlo cuando un no sé qué, recorrió mis adentros.
Fue como una pincelada de color abriéndose paso en el desteñido lienzo de mi confusa existencia.
No anduve mucho cuando tropecé con algo o alguien.
El torrente de agua caída del cielo era ya feroz y caminaba con la cabeza gacha.
Levanté como pude la mirada y entonces como surgido de una cascada, apareció su rostro…
Vi de inmediato lágrimas en sus ojos. Poco después, aprecié la lluvia deslizándose sobre el paraguas que nos resguardaba.
Elevé mis ojos hasta ese cubículo, inesperado cobijo traído por un ángel…

…-¡Es muy infantil!

-Sí, es cierto, pero al verlo supe que era para ti.

-Ya…¿por qué?

-Es como tú, ¿no lo ves?
Es blanco como tu piel y amarillo como ese sol que tanto adoras. Además es una flor y te gustan tanto que…

-¿Dónde lo compraste?

-En la ciudad, en una tienda de flores.

-¿En una tienda de flores? ¡Qué curioso!

-La encargada, me comentó que tuvo esa idea y estaba teniendo un éxito arrollador. Ya ves, entré para comprarte un ramo y dártelas al volver, y me vine con esta…

-Me encanta, sobre todo lo original que son los estambres, su corazón, por decirlo de otro modo. Así en relieve, ¿te has fijado?

-Sí, me gustó porque eran pequeños botones amarillos. Algo muy original…

Esta conversación paseó por mi mente cual pájaro en débil rama.
Me trotó el corazón.
El viento acercó a mis oídos una voz dulce, un aroma floral…

-Vamos a casa, la cena está a punto…
Me dijo.

Abrí mi mano enrojecida por la presión, miré el botón fijamente, logrando balbucear:

-Lo encontré junto a la entrada, al salir…

Ella miró con tristeza…

-Lo eché en falta cuando cayó el paragüero al marcharte…

Comenzamos a caminar bajo aquella margarita de nylon, cuyo corazón condujo al mío de regreso al hogar.

Tiempo habría de hacer venir a esos recuerdos que aún permanecían sumergidos en las turbulentas aguas de la inconsciencia, en las

incógnitas escondidas de los porqués… MARINEL.

Marinel.

lunes, 8 de marzo de 2010

HOY SON NOTICIA... LOS PREMIOS

Queridos Autores, amigos y plumas de este ave llamado Reino Comansi...

Tenemos el placer, una vez más, de entregar esas tres menciones especiales a los relatos que más os han gustado.
Con algo de retraso por problemas técnicos y de palacio (ya sabéis que siempre van despacio...), me dispongo a dar la palabra al Príncipe, mientras os acomodáis para escuchar y recibir ese cariño que con tanto agrado os ofrecemos.

"En esta ocasión, y con motivo de los relatos sobre "Noticias",
los tres textos más votados son:



Carlos, por su texto "Un condenado a muerte" (lee aquí el texto)

Antiqva, con sus letras tituladas: "Señales celestes" (lee aquí el texto)

Y por último...


Marinel
, por su texto "Sueños utópicos" (lee aquí el texto)






Es para vosotros, tomadlo con todo nuestro aprecio, respeto y cariño. Vale tanto como un cachito de nuestro corazón.

Enseguida comenzamos con la publicación de los relatos del tema "Empecemos juntos".
Os queremos, como el primer día.
Un beso,

lunes, 1 de marzo de 2010

EN BREVE...


... entregaremos las menciones especiales a los tres relatos más votados, del tema: "Noticia".
Gracias por vuestra participación.
Besos desde el Reino Comansi.
Natacha.