ESTAMOS PUBLICANDO AHORA LOS RELATOS DE: GÉNERO: "LIBRE"; TEMA: "EMPECEMOS JUNTOS".

ÓRDEN DE PUBLICACIÓN EN EL LATERAL DEL BLOG. DISFRUTAD DE LA LECTURA, AMIGOS.


sábado, 29 de noviembre de 2008

LA ESTRELLA DE LOS DESEOS

Cuenta la leyenda que hay una noche del año en que las estrellas dejan de ser estrellas y se transforman en hadas. Que una de ellas, la más bondadosa, brilla con más fuerza en el cielo y permite que nosotros, los humanos, la distingamos y admiremos por su belleza. En esa noche mágica, si le pides un deseo a ese hada-estrella iridiscente ella se apiada de nosotros y transforma nuestros sueños realidad justo al cabo de un año.

Nadie sabe cuál es esa noche especial en la que se lleva a cabo el milagro, y por eso hay que estar muy atento cada ocaso y tratar de encontrar en la inmensidad azabache algún indicio de magia.

Mi madre solía contarme esa historia cuando yo era una niña y nos sentábamos a charlar en la terraza de nuestro pisito de Málaga después de cenar. Yo, maravillada, alzaba la mirada al cielo y me perdía por entre el titileo de las constelaciones y el rastro centelleante y plateado de las estrellas fugaces.
Una noche de octubre llegué a casa después de pasar una agradable velada de cine y palomitas con mis amigos. Tenía quince años y la mente repleta de ilusiones y planes de futuro; con esa edad toda yo era alegría, una alegría inocente que aún no se había corrompido con dosis amargas de realidad o estrés.

Y la vi. Al sentarme en la terraza (tal y como hacía entonces y aún hago cada noche) y relajarme contemplando el cielo, divisé la Osa Mayor. Estaba enorme y radiante quizá por la atmósfera limpia y despejada, y entonces me acordé de la leyenda de la estrella de los deseos y sonreí. Cerré los ojos durante un minuto y pensé que sería maravilloso si ese hada-estrella pudiese hacer realidad alguno de mis sueños, como por ejemplo poder escapar de esa ciudad pequeña que me aprisionaba, conocer otros lugares y personas y, el más importante de todos, enamorarme. ¡Qué muchacha no sueña alguna vez con enamorarse de verdad, con ser correspondida!…

Han pasado muchos años desde entonces. Ahora tengo veintisiete y ya no creo en cuentos de hadas ni leyendas mágicas, pero anoche sucedió algo que hizo tambalearse por un segundo la base realista de mi razón.

Yo acababa de cenar y salí a la terraza de mi nuevo ático de Barcelona. Me senté a contemplar la ciudad cuando mi novio (con quien vivo) llegó de trabajar con una sonrisa enorme y una rosa en las manos.

—¿Sabes? —Me dijo dándome un dulce beso en la mejilla— Hoy hace un año que viniste a vivir aquí conmigo, y hace exactamente dos años que nos conocimos. ¿No lo habías pensado?

Pues no, lo reconozco. Sé que era nuestro aniversario (tenía un paquetito envuelto con cariño para él) pero no había caído en la cuenta de que fue ese mismo día (el quince de octubre) cuando le conocí.

Y ordenando fechas en mi memoria, le oí decir a mi lado:

—Mira qué cielo hay esta noche. La Osa Mayor parece que fuese a explotar, de tan brillante.

Quince de octubre. También fue un quince de octubre cuando le pedí mis deseos a mi estrella… y comprendí, sonriendo, que a veces no hay que perder la ilusión ni dejar de creer en la magia.

A fin de cuentas, incluso los astros de luz pueden retrasarse alguna vez pero siempre cumplen, aunque sea dieciséis años más tarde.

La Rizos

jueves, 27 de noviembre de 2008

CARTAS CONVICTAS


Esta es la leyenda de dos amantes, aunque predestinados, incumplieron una promesa y cometieron pecado. Jamás pudieron vivir su amor libremente, estaban encadenados a su libertad, muertos en vida. El amor que se profesaban les llevó a la locura y posterior muerte.



Era una cortesana de pelo largo castaño oscuro y ojos negros profundos, su belleza era conocida en todo el condado pero más conocida era su tristeza que arrastraba desde tiempo atrás. Un buen día se decantó por un caballero al que sólo conocía de oídas en las celebraciones de la corte noble. Sus hazañas, su caballerosidad y su sensibilidad estaban en boca de todo el mundo y ella quedó fascinada de las historias acerca de aquel supuesto caballero apuesto y misterioso, aunque más que fascinación, sintió curiosidad y se aventuró a escribirle. El intercambio de cartas era cada vez más frecuente, sus escritos iban tomando contenido alentador, palabras complacientes, música y poema para su audición, revelaciones y compromisos íntimos y profundos que ella anhelaba muchísimo.

Pasaba el tiempo y aquellas palabras tomaban ternura, los escritos sensualidad y aquel amor desconocido se convirtió real. Una noche lluviosa ella le citó en un lugar seguro y observaba a través de la ventana de su oculta morada la llegada de su amado, le veía acercarse hacia su portón galopando sobre su caballo andaluz. Ella se escondió detrás de las cortinas de la antesala de sus aposentos para oír la llegada de su amado, quería observar previamente su físico, aunque ese detalle poco le importaba, ya le quería antes de conocerle. El amante golpeo suavemente la puerta y la doncella le abrió. Le hizo pasar hacia los aposentos de la cortesana y por vez primera se vieron la cara. El caballero que tanta valentía derrochaba en sus cartas quedó inmóvil sujetando la cortina, no sabía qué hacer ante tanta belleza y ella tomó la decisión. Le cogió de la mano, le introdujo en sus aposentos y le besó tiernamente. Un temblor se apoderó de su cuerpo vigoroso a la vez que su corazón latía frenéticamente, no quería soltarla, deseaba con ansiedad ese momento y ella, después de todas aquellas cartas, estaba convencida de que sus palabras no sólo eran letras escritas con una tinta mediocre, eran sentimientos trasladados a poesía y plasmados con amor febril sobre un papel fino y suave, tan delicado como ella.

Le llevó lentamente sin separar sus labios y sus cuerpos hacia el lecho. Se recostaron y él comenzó a desabrochar lentamente los lazos de su camisón negro sedoso, lo retiró espalda abajo y comenzó un juego de caricias y besos suaves. Ella sentía un escalofrío recorrer su delicada piel, le gustaba, disfrutaba de la ternura y sensibilidad con que la acariciaba su amado, cada vez sentía más deseo de descubrir la pasión de sus escritos de una forma más intensa, más profunda. Aquellas palabras alentadoras que nacieron a través de unas cartas inocentes fueron forjando un amor verdadero, pero también un amor maldito, ese amor a ojos del más allá estaba manchado; no eran libres y el destino jamás les dejó reunirse de nuevo.

Cuenta la leyenda que sus espíritus vagan por la eternidad escribiendo cartas convictas destinadas a sus iguales.

©Fair Lady

martes, 25 de noviembre de 2008

EL NOMBRE DE DIOS


Hubo una vez una mujer que enloquecida por el ansia de saber quiso conocer el nombre de Dios. En aquellos tiempos todos sabían que Dios posee múltiples nombres que los hombres conocen pero eran conscientes de que al verdadero nombre de Dios, misteriosamente oculto al conocimiento humano, nunca había podido acceder ningún mortal.

La mujer, a pesar de que tenía profundos conocimientos sobre el Reino Celeste, ansiaba conocer más: “¿No podría (se decía), mediante el conocimiento del sagrado nombre de Dios, hacerme dueña de la sabiduría y verme convertida en un ser inmortal, como Dios lo es en el cielo y en la tierra?”

Tras muchos años de iniciación en los secretos del cosmos, la mujer había llegado a la conclusión de que Dios gobierna el mundo creado gracias al conocimiento que tiene de si mismo. Solamente él conoce su nombre sagrado, pensaba, y si ella lograba acceder a ese conocimiento era posible, incluso, que Dios quedara dependiente de ella. Conocedora de los Grandes Misterios, la mujer sabía que Dios, cada día, navega por el cielo en su barca solar, en su trono de los dos horizontes: el horizonte del este (el sol naciente) y el del oeste (el sol poniente). Por entonces, habían ya pasado muchos años desde que se había producido la creación y Dios estaba notablemente envejecido; sus fuerzas habían ido decreciendo de tal manera que un día, incluso, su propia saliva goteo de su boca y cayó a la tierra. La mujer, que se percató de ello, no dudó en amasar barro con esa saliva, de modo que dio forma a una serpiente a la que insufló la vida y dejó tendida en el suelo, en un lugar por el que sabía que Él habría de pasar.

Pronto, gracias a ese ardid, la serpiente, impregnada de la sustancia divina, terminó mordiendo a Dios y le transmitió su poderoso veneno. El Señor de los Cielos, que no sabía lo que le había ocurrido, se sintió gravemente enfermo. Había sido atacado por algo que él no había creado y que por tanto desconocía. Sentía, incrédulo, que el potente veneno se iba extendiendo por su cuerpo y se sentía impotente para encontrar la causa de su desgracia. Sintiendo la proximidad de la muerte tuvo que acceder, a su pesar, a solicitar la ayuda de los dioses de su cortejo.

Así habló, entre intensos sufrimientos, el Dios a las divinidades: “Soy el grande, el hijo del grande, y mi padre proyectó mi nombre; tengo multitud de nombres y multitud de formas, y mi ser está en todo dios… Mi padre ocultó mi nombre dentro de mí. No quería que las palabras de poder de cualquier vidente tuvieran dominio sobre mí…”

Sin embargo, a pesar de todo su poder, lo cierto es que ahora, con el desconocido veneno invadiendo su cuerpo, el corazón de Dios estaba ardiendo y sus miembros iban siendo poseídos por intensos temblores. Fue entonces, cuando ninguna divinidad era capaz de poner fin a los sufrimientos de Dios, cuando la mujer le habló: “Dime tu nombre, Padre santo, pues todo aquel que sea liberado por tu nombre vivirá”. Y Dios, entre exclamaciones de dolor, le fue diciendo algunos de sus nombres y virtudes, pero reservándose siempre su verdadero nombre, tan oculto como sagrado:

—“Yo soy aquel —le dijo— que, si abre los ojos, hace la luz, y, si los cierra, hace que nazca la oscuridad”; “Yo soy el que hizo las horas y creó los días”; “Yo soy el dueño del ayer y el que conoce el mañana”…

Pero la mujer, consciente de que el nombre secreto seguía oculto, insistía: “Lo que has dicho no es tu nombre. Oh, dímelo, y el veneno se marchará; pues aquel cuyo nombre sea revelado, vivirá.”

Se cuenta, así, que Dios, al fin, vencido por el dolor, tuvo que acceder a la pretensión de la mujer. Ese fue el modo en que esta pudo conocer el sagrado nombre de Él, el secreto que más ansiaba poseer. Ningún otro dios u hombre, solamente ella, habría de tener acceso, jamás, a ese conocimiento. E inmediatamente, tras esa estratagema, la mujer ordenó al veneno que saliera del cuerpo de Dios, de modo que este, al momento, se encontró recuperado. Desde entonces, todos los hombres sabemos que la mujer, a través de ese reprobable acto, pasó a poseer conocimientos sagrados que permitían que pudiera dominar el “Aliento de la Vida”, vencer los dolores y sufrimientos y conseguir, incluso, que los hombres pudieran despertar de nuevo tras la muerte.

Y fue así como aquella mujer logró verse glorificada en “Señora de la Vida y la Muerte”. Los humanos la llamamos Isis, pero creo —sinceramente— que nadie conocerá nunca su verdadero nombre.

ANTIQVA

domingo, 23 de noviembre de 2008

Extendimos una alfombra roja...


... una alfombra roja ha cubierto el suelo desde el palacete del jardín, ha sorteado los dos escalones que llevan hasta el puente levadizo y lo atraviesan...
El puente se encuentra bajado y los pétalos de flores nos dan la pista de por dónde caminar.
Atravesando el patio, una gran puerta engalanada de unas girnaldas que desprenden un aroma dulce y sensual nos invitan a entrar...



La Gran Sala del Palacio del Reino de Comansi está repleta, puedo ver Los príncipes paseando entre sus invitados.
Patrulich está al fondo de la sala, su hermosa cara recibe el sol que Aheo intenta tapar también con su mano a modo de solapa mientras charla con Sinkuenta que se dispone a tocar una pieza al piano.
Allí mismo, apoyado en la cola de hermoso piano blanco, está Antiqva, charla de Egipto con Bea, que ríe alegre. Bowman saluda tiernamente a la princesa y Cuando la luna se asoma le guiña un ojo cariñoso, como siempre.
Elessar acaba de entrar por la puerta y se presenta a un pequeño grupo, donde están Esther, con su traje largo, Fair lady que ríe divertida, Hadaluna que intenta esconder sin éxito sus alas bajo esa chaquetita de mohair y Hawkeye que no para de mirar... como si buscase a alguien...
Inés anda entre los invitados , cuando Isis de la Noche le pregunta algo... ¿Jerusalem? sí... me pareció verle con Jessica, hace un momento. Iban hacia la mesa alargada con Jorge Feníx, que hoy viene muy elegante con su traje. Josef está con ellos, encendiendo las velas de los candelabros, creo que Emig se lo pidió.
Por la puerta entran ahora, precedidos por Ataulfo, ese extraño personaje, La mary Venusina del brazo de la mendalerenda.
Detrás Leznari llega soriente y felíz saluda a Marinel que parece flotar por la sala.

Una densa conversación junto al velador del fondo mantienen María Rosa, Noche hermosa, que hoy si está bien linda con su traje negro escotado, Nuria dudando si tomar o no un refresco, Oscar que defiende alguna postura en la conversación mientras gesticula...

Pedro está hablando con un niño que se ha colado en la fiesta. Es tan chiquitín y le mira embobado... ¿Qué le estará contando? Señala hacia el jardín donde observa que Rafael Martínez, Rampy y Reina vienen ya deprisa, atravesando el puente.
Ricardo está sentado con una bonita bebé en sus brazos y Shanty intenta que Vegetable man salga del rincón más apartado y oscuro de la sala...

La princesa Natacha hace sonar una cucharilla contra el borde de una copa...

Ahora que estamos todos, esperaremos para que los invitados se acomoden y damos la bienvenida a los demás invitados que llenan esta Gran Sala hoy. Un día especial en Comansi.

Antes de nada, queremos agradecer su participación y las visitas al jardín para escuchar los bellos relatos que hemos compartido durante estas semanas.
Ha sido precioso. La calidad, inmejorable y la fiesta de hoy es para eso, para agradeceros a todos la participación. Para animaros a seguir haciéndolo y para deciros, a los que no habeís podido hacerlo por cualquier motivo, que no importa, que es un placer contar con vosotros de igual forma.
Hoy hacemos un pequeño homenaje... Tres de los relatos han sido los más votados por los lectores, seguramente son los que tocaron el corazón y la fibra de más profundamente, aunque la distancia entre los votos es muy poca...
Tomad este detalle como lo que es, un regalito, una mención especial, que solo destaca tres de ellos por no perder su emoción, pero cada uno de los textos sería merecedor.

El príncipe y yo estamos orgullosos de invitar a los siguientes tres amigos a subir aquí, recoger su premio y recibir nuestro aplauso, de todos los Autores Reunidos, que están felices de compartir este momento juntos.

Suban al estrado por favor...



Patrulich, por su texto "Un deseo cumplido", por tocarnos el corazón. Bailar con las palabras y verter sobre la pantalla una ternura sin igual.

Marinel, por su texto "Bienvenue, Viaje soñado". Por su calidez, por hacernos viajar con ella a su destino mientras podíamos saborear sus mismas sensaciones.
Y
Jorge Fenix, por su texto "Viaje hacia uno mismo" por su originalidad, su profundidad. Su viaje que nos hizo pensar más allá de un avión y una maleta...




Este es vuestro regalo, que esperamos os guste... Os hacemos entrega con todo el cariño y la admiración. La amistad y el respeto de de cada Autor y amigo.





Sabemos que todos están de acuerdo con esta entrega, que son felices de compartir este momento y que su corazón late al mismo ritmo que el nuestro... por eso hoy, Comansi late con fuerza. Los latidos casi alcanzan al mundo real que bombea luz y cariño.


Gracias, ha sido hermoso y lo seguirá siendo mientras así lo deseemos.

Ahora podemos pasar al Gran Comedor donde un pequeño ágape nos espera...

Besos y cariños, seres especiales.
Emig y Natacha.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Cambio de rumbo...



Como bien sabéis ha terminado la publicación de los relatos referentes al Género: Aventuras y el tema: Viajes.

Ha sido un gran paseo por el mundo de lo real y lo ficticio que hemos podido disfrutar juntos.


En breve comenzamos con la publicación de todos vuestros relatos del Género: Fantasía y su tema: "Señales y leyendas". Será también un hermoso paseo por la imaginación, que creo que a ninguno de nosotros nos falta.

Emig y yo queremos agradecer vuestro interés, amistad y respeto con el que nos tratáis, con el que venis siempre a este singular espacio.
También os recuerdo que habrá un detalle para los tres relatos más votados por todos vosotros y a los que se hará entrega de una mención especial.
Eso será muy pronto.

Contamos con vosotros, aquí, en el Reino de Comansi, donde todo es posible, porque todos lo deseamos así.
El nuevo Género: Sueños con su tema: "Sueño, luego existo" está abierto y ya hemos recibido varios relatos... ¡Falta el tuyo! Animaros, es un bello tema del que todos andamos bien surtidos, seguro.

El Jardín de Palacio florece cada vez que un relato es dejado a sus puertas. Se fortalece su imagen y la amistad reparte ese aroma dulce que embriaga los sentidos...

Gracias, queridos Autores Reunidos. A los que estáis desde el principio, nuestro eterno agradecimiento por la confianza que tuvisteis al apostar por el proyecto.... A los nuevos, bienvenidos y estamos orgullosos de formar una gran "familia".

Os queremos.
Un beso y un cariño.






Emig y Natacha.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

LA SANGRE TIRA


Lo ven caminando, la mirada baja, por puertos lejanos, puertos de Galicia.

Ve salir los barcos, ve las despedidas. Recuerda a su hijo que se marchó un día, en busca de historias mejores a estas.

Él no lo quería y solo le dijo: “Es tu vida hijo haz lo que tu quieras”

Con mucha tristeza se marcho una tarde de aquella Galicia, despidió a su padre con falsas promesas de que volvería, a buscarlo un día.

Lo ven caminando, y siempre esperando que regrese un día, a esa, su Galicia

El está en América, formó su familia, tiene su trabajo, se olvidó del padre, que estaba en Galicia.

Y el camina triste por esas orillas esperando un día.

Se tejen los hilos, la historia, termina, el hijo del hijo que partió aquel día, le escribe a su abuelo, quiere ver Galicia, conocer su historia, la sangre le tira.

Se vistió de blanco, se puso la ropa que mejor tenia, y esperó ansioso, no ya en la orilla.

Fue hacia el aeropuerto, la sangre le hervía, por ver a su nieto que le prometía ver a su Galicia.

Con un fuerte abrazo sellaron sus vidas, el abuelo, el nieto.

¡Es la sangre y tira, en ésta Galicia!

María Rosa

lunes, 17 de noviembre de 2008

UN DESEO CUMPLIDO

El tinte púrpura se iba extendiendo más y más, abarcando la lejanía del horizonte y la cercanía del valle. Nubes como hilachas se abrían paso en medio de aquel manto, delgadas primero, ensanchándose después. Y la cara brillante del sol apareció, despegando despacito los ojos, bostezando, haciendo un guiño y sonriendo de a poco, a medida que sus brazos se estiraban en un cálido desperezarse.

Un rayo travieso de luz se coló por la ventana de una casa con techo de tejas, jugueteó con las cortinas blancas entreabiertas y acarició amorosamente el cabello de un niño que dormía, haciéndole cosquillas, abrillantando sus largas pestañas oscuras e iluminando su belleza infantil. Otro rayito se le unió, y otro más, y fueron tantos que Martín empezó a sentir un agradable calor y abrió los ojos. Tomó la mano luminosa del sol y sintió que se elevaba y salía por la ventana, liviano, contento y deseoso de vivir una aventura.

Desde los aires observó las nubes esponjosas, el césped de su parque recién cortado, las mariposas libando las flores, el techo medio descascarado de su casa, el arroyito sinuoso y angosto que mantenía el verdor del lugar sediento... Pero Martín quería ver otras cosas, cosas diferentes, lugares nuevos y divertidos y contarle a su mamá aquellas experiencias cuando despertara. Sabía que era un sueño, pero un sueño distinto.

Siguió columpiándose en brazos del sol, y vio más lejos un corral donde dormían acurrucadas las cabras junto con los perros; una colmena enorme suspendida de la rama de un árbol; unos peones ordeñando las vacas. Y un poco más allá había un caminito escarpado que se perdía entre la frondosa arboleda, que atrajo su curiosidad.

Martín siguió con su mirada hacia donde iba el caminito y casi al final se vio a sí mismo, de pie, pensativo, con cara de preocupado. Se sorprendió de verse, y un poquito se asustó, pero su curiosidad fue más fuerte y quiso saber qué le pasaba. Se fue metiendo lentamente en su cabeza para saber, para entender, para ayudar. Estaba triste porque había perdido su pelota de fútbol y no podía encontrarla, esa pelota de cuero nuevita que su papá le había regalado y que llevaba a todos lados consigo, la pelota "de la suerte", con la que había hecho tantos goles en la cancha del barrio. Se había ido muy lejos buscándola por todas partes, y no había sabido regresar a su casa.

Desde la altura, el niño quiso ayudar a su doble y miró aquí y allá, adelante y atrás, a un costado y al otro, hasta que halló el balón en brazos de un niño más pequeño que él, todo sucio y despeinado, descalzo y harapiento, que miraba su hallazgo con admiración y arrobamiento. Su mirada opaca se había iluminado y lanzaba destellos; en esos momentos aquel niño era feliz, aunque sabía que al volver a su casa iba a perder parte de su alegría, no obstante quería aprovechar ahora ese instante fugaz.

Martín volvió a acunarse sonriente en los brazos luminosos, a navegar por el cielo sentado en una nube, sintiendo una sensación extraña en el pecho. Quería volver a su cama para poder despertar y contarle al Martín real lo que había visto.

Cuando finalmente despertó, el sol entraba a raudales por su ventana y corrió a darle la bienvenida. Tarareaba despacito una canción mientras se vestía y salía apurado de la casa, bajo la mirada asombrada de su mamá. Buscó por todas partes su pelota nueva de fútbol, aquí y allá, adelante y atrás, a un costado y al otro, tratando de no perderse por un caminito largo... No la halló, pero de pie ante una cabaña semiderruida estaba el otro niño, el pequeño de ojos tristes ahora contentos, que jugaba con el balón que había encontrado atascado entre las piedras.

Martín sintió que su deseo de recuperar su pelota se había evaporado y en su lugar apareció una alegría infinita, una paz enorme y un deseo interminaaaaable de que aquel muchachito fuera feliz. Sabía que su balón estaba en buenas manos, o quizás, en buenos brazos, sabía que estaría bien cuidado y tendría algo que quizás a él le faltaba aprender: un verdadero valor por las cosas obtenidas.


@Patrulich

sábado, 15 de noviembre de 2008

VIAJE A CAPRI


Compramos los boletos sin pensarlo ni dos veces. Entramos a la pequeña barcaza tomados de la mano, alimentados de nuestros sueños. El barco era como una galera amplia de un solo piso, donde el tumulto y las voces extranjeras se escuchaban por los largos pasillos. Arriba tenía una escotilla para quienes preferían ver y sentir el oleaje del mar y la brisa casi encima de la cara.

Nos sentamos en una banca a la orilla de un ventanal. Junto a nosotros, una mujer rubia, joven, de buen aspecto, nos sonreía con ojos de complicidad. Invitada por su sonrisa, le pregunté de dónde era y ella, en un idioma ininteligible, contestó algo que no entendí.

El día lucía radiante; los tibios rayos del sol se filtraban a través del enorme ventanal y Capri, a pesar de su cercanía, aún no se distinguía en lontananza. Antes de hacer el viaje, mi madre nos había puesto en antecedentes sobre la belleza de sus paisajes y nos habló de la gruta azul, donde las barquitas de remos entran y salen en justa sincronía con las altas y bajas del mar. “Es como de ensueño, habían sido sus palabras, por nada del mundo se lo pierdan”.

Esto había sido un mes atrás y ahí estábamos: escuchando el estrépito de las amarras cuando el pequeño barco fue liberado del muelle. Rápidamente estábamos alejándonos de las costas de Nápoles. Cada paisaje, cada curva y cada línea iba disminuyendo de tamaño y el mar iba quedando como único horizonte visible.

En cuestión de minutos y como por arte de magia, la luz del sol se ocultó y en su lugar, unas nubes negras acompañadas de un fuerte ventarrón asomaron a la superficie. Las olas del mar que hacía un instante lucían quietas, aumentaron intempestivamente de tamaño. El ruido del barco chocando contra las olas se hizo estrepitoso y ya no era posible sostener una plática sin tener que gritar o acercar el oído a la boca del que hablaba.

La pequeña barcaza comenzó a mecerse al compás del viento. Sandro y yo hacíamos esfuerzos por entendernos con la rubia de al lado, pero pronto me di cuenta de que una de sus frases quedó suspendida en el aire. Volteé la vista hacia el lado derecho y vi que mi marido estaba tan blanco como la espuma que vomitaba el mar.

El corazón comenzó a latirme descompasadamente. Sandro padecía de mareos y yo siempre le tuve miedo a los lugares encerrados: era una fobia de la infancia, de esas que no se saben en qué momento se forman. Y ahora este viaje se presentaba como una dulce promesa, con un billete de pago por adelantado, pero con el terror como única condición.

Sandro se levantó y se agarró como pudo a una columna gruesa frente a nuestros asientos. Tomó la pilastra como si de eso dependiera su vida; su respiración era rápida, agitada, y su cara reflejaba no solo malestar, sino los signos evidentes de quien muy pronto, iba como el mar, a vomitar el desayuno ante las miradas perplejas y curiosas de todos los pasajeros: decenas de ojos curiosos estaban clavados en él, sobre todo, porque era el único que se había levantado. Mas aún, porque se soltó de la pilastra y empezó -en un intento de calmar su mareo- a resoplar fuertemente, haciendo respiraciones de yoga e iniciando un ritual de movimientos de jalar y meter el aire utilizando manos y brazos. En cada movimiento del barco, parecía que Sandro se caería de bruces al suelo. Al verlo –es cierto-, su aspecto lucía risible: unos ojos desorbitados, una tez pálida, una boca que echaba y aspiraba el aire con desesperación y unas piernas que apenas podían sostener su propio peso, pero en esas condiciones, solo podía ocuparme del fardo de mi propio temor.

Yo estaba muy asustada y para aligerar mi desazón, traté de distraerme mirando hacia la ventana. El corazón aún me latía y sabía que si no hacía algo, podía llegar a sentir terror. No se veía nada: todo estaba gris, oscuro, vacío. Debajo de esa pequeña barca, había un mar furioso que nos atacaba por todos los flancos.

No sé ni de dónde saqué la fuerza necesaria para charlar con mi vecina de al lado, en un idioma que nunca había practicado. Entre gritos -que me daban cierta calma porque ahí sacaba todo mi miedo- y en un chapuceado italiano le pregunté de dónde era, a qué se dedicaba y por qué viajaba tan sola. La incomprensión la completamos a señas, con una sonrisa medio forzada por ambas partes. Ahí descubrí que mi italiano no era tan malo y que en la necesidad somos capaces de mover hasta montañas.

De los cuarenta minutos de ruta Nápoles-Capri, hicimos una hora. Bajé con Sandro otra vez de la mano, con un mareo que nos tambaleó de lado. El sol apareció no más tocamos la isla, la cara de Sandro volvió a su color natural y después de superados los inconvenientes, fue uno de los días más gloriosos de nuestro viaje a Italia.


Shanty


jueves, 13 de noviembre de 2008

PARIS

“Antes de morir, yo tengo que conocer París”.

Esto decía siempre Raimundo desde que tuvo uso de razón. Como casi todo el mundo, también él tenía en mente un lugar al que quisiéramos ir, al menos, una vez en la vida.

Los ojos, como dos grandes bolas de cristal multicolor, se le iluminaban a Raimundo con la emoción de mirar el Sena, la torre Eiffel al fondo, acompañada por el paso del autobús que transportaba pasajeros con destino a la Concorde. París siempre había sido su sitio soñado. Ese lugar que cada uno de nosotros tenemos programado ir al menos una vez en la vida, era, para Raimundo, París.

Y allí estaba, atónito, agarrado al brazo de su hijo, rumbo ambos hacia el Arco del Triunfo, la Rue Rivoli o la plaza de la Opera. Quizá subir Montmartre hasta el Sacré Coeur le resultase algo cansado, pero no podía perder semejante ocasión.

Sentado en un café, recordaba Raimundo, emocionado, algunos retazos de su vida, aunque vagamente. La edad y el derroche de su hijo brindando con Burdeos en la mesa 3 de Maxim´s no le acompañaban en sus intentos.

Mucho hubieron de andar padre e hijo antes de volver al hotel; ese que se encuentra en la Place Vendôme y que es una maravilla. Raimundo lo había conseguido.
Una vez vencidos su obsesión y sus anhelos, se sentía sencillamente feliz y todo lo que le rodeaba le resultó maravilloso. Sabía que no lo olvidaría el tiempo que le durara la vida… O si...

Lo que no sabía Raimundo era que su hijo le había regalado aquel viaje aprovechando la última oportunidad que le quedaba.

Tan sólo una semana después de la vuelta, Raimundo precisó de ayuda profesional definitiva. Su hijo se ocupó, del mismo modo que se había estado ocupando los últimos meses de que su padre pudiera llevar una vida digna. Aquel día entró por la puerta una enfermera especializada en el cuidado de enfermos de este tipo.
A Raimundo le gustó su acento francés:

- ¡Ah!, es usted francesa – dijo - ¿Sabe?, antes de morir, yo tengo que conocer París



Rafael Martinez.

martes, 11 de noviembre de 2008

NUEVAS FRONTERAS

Técnicamente muerto. Así me definirían centenares de doctores en medicina de aquellas épocas pasadas de la humanidad. Incluso en la actual, cualquier médico de cabecera no sabría afirmar con certeza que la vida no me había dejado.

La adolescencia es una etapa de transición. Para mí fue más que eso porque viví en poco tiempo los pasos de curiosidad ante las cosas que me interesaban, llevándome un impulso como deseo irrefrenable hacia todo lo que decía de la vida más allá de lo que vemos. Así encontré a Julio Verne y sus profundas lanzas hacia horizontes lejanos donde la imaginación de muchos no sabía llegar. Isaac Asimov me entretuvo, al igual que Arthur C. Clarke con sus odiseas. Pero ellos eran meros aficionados para mí, porque apenas arañaban vestigios del lugar donde mi imaginación pretendía llegar.

Gran fue mi asombro cuando tropecé un buen día con H. G. Wells y sus viajes en el tiempo. Una adrenalina de fascinación recorrió mi cuerpo al comenzar su lectura. Aunque quedé despagado por la forma que utilizó para sus viajes, pues una máquina no era lo que yo imaginaba como medio; sin embargo, la idea caló en mí, pues por fin alguien de este planeta escribía sobre el tiempo, como si todo estuviera ahí y nunca en realidad hubiera desaparecido: tan sólo es nuestra conciencia, que únicamente permite visitar un presente a la vez y, por lo general, al nacer ya marcamos esa pauta dentro de un mismo estado del tiempo…

Así era mi teoría del tiempo y la forma de viajar a través de él: desde la conciencia. Con mucha paciencia e interiorizando cantidad de filosofías, escritos antiguos y quizás algunos prohibidos por altas jerarquías sociales, encontré la puerta a un estado de conciencia que me llevaba allá donde quería, con la única cláusula de letra pequeña que decía que quien se iba volvía, pero el cuerpo quedaba en un estado de aparente muerte, debido al profundo sueño en que se sumía la consciencia física.

Si tuviera que dar una conferencia sobre mi vivencia en este sentido, la iniciaría así: ¿Han oído alguna vez hablar de los mundos paralelos?

Stephen Hawking y otras eminencias han encontrado insinuaciones de lo que digo. Incluso la creciente física cuántica se acerca a la posibilidad de los múltiples universos. No obstante, todo es teoría informal porque ciencia y espíritu no se ponen de acuerdo nunca.

Yo soy ciudadano de a pie, y desde lo que soy he buscado y encontrado la solución vislumbrando el umbral y sobrepasando las nuevas fronteras. He descubierto algo que va más allá del propio viaje y su destino, pues la transición desde el primer viaje me ha hecho ver de cerca, despertando mi sensibilidad desde esa conciencia que contempla más allá de lo tridimensional, parte del mundo invisible que nos rodea desde siempre a toda la humanidad.

Cualquier pensamiento generado desde cualquier mente es llevado por alguna forma de energía, que algunas ciencias del espíritu señalan como devas. Éstos son quizás los ángeles de la religión que más conozco. Entonces deduje que los pensamientos llegan a su destino, inexorablemente. También he adivinado tras mi cerrar de ojos y posterior viaje hacia esas cumbres fronterizas, que las fuerzas de la naturaleza están vivas más allá de lo que presagian nuestros ojos. He observado silfos del aire, como salamandras del fuego, ondinas del agua y las hadas de las flores… también la tierra tiene sus elementos invisibles pero vivos.

Al volver de cualquiera de estas salidas, me preguntaba si realmente le haríamos daño a un bosque, sabiendo que en realidad está animado por tantos seres que viven en otros planos más allá del que percibimos desde los cinco sentidos…

Cuando viajas a otros tiempos, lo haces como alguien que nadie puede ver. Pareces el “gran hermano” que todo lo observa desde donde está, y te acercas a cualquier lugar sin temor que un estornudo despierte tu conciencia o avise a cualquier persona cercana. Gracias a esta peculiar expansión de la conciencia, seguía de cerca escenas, algunas horribles, como algún castigo en la época medieval donde eran frecuentes las ordalías o juicios de Dios. En algún momento presencié el ver caminar a un acusado sobre nueve rejas de arado puestas al rojo vivo con los pies desnudos. Posteriormente entendí que si días después las plantas de sus pies estaban sanas, entonces era absuelto.

Otro detalle que me impactó de esa Edad Media era que los castillos levantados para contener a posibles invasores eran con frecuencia nidos de bandidos con los que los mismos señores feudales sembraban la inseguridad de sus vecinos con sus rapiñas.

Las guerras y las luchas señoriales iban siempre acompañadas de incendios y devastaciones impiadosas, pues ese era el mejor modo de arruinar al enemigo. Por supuesto que las clases rurales, innegablemente las más necesitadas, eran las más afectadas por estas calamidades inesperadas… Curiosamente, este hecho me hizo recordar con estupor el terrorismo actual, llevándome a sospechar que también hay señores feudales hoy en día, interesados en crear discordias en el mundo.

No sólo contemplé desavenencias parecidas a las contemporáneas. Lo que no aparecía desde el signo inequívoco del amor en mis presentes físicos actuales lo encontré en esas lejanas tierras, donde mi conciencia era luz y medio de vida. En una de mis salidas más adoradas a la época medieval, me sorprendió visitando un castillo una misteriosa dama, oculta en una torre gris tejiendo un tapiz; ella me vio perfectamente. No nos pudimos tocar, pero ella me veía sin duda. Parecía una relación virtual que en ningún momento quise desaprovechar. Nuestras conversaciones fueron tertulias interminables y con un afecto muy singular y cercano. Ella no pareció desde el primer momento sorprenderse de mí y ninguna mueca de extrañeza o temor acompañaban sus palabras. Una indescriptible aura de amistad nos envolvía en cada encuentro y le prometí que nunca dejaría de verme.

Era princesa, según pude saber más adelante. Se llamaba Aelia y, aunque ninguno de los dos aprovechamos el maravilloso evento para hablar de nuestras respectivas épocas, pasamos maravillosamente el tiempo que convinimos conversar… sólo de ambos y, como si nos conociéramos de siempre, empatizamos desde el primer instante. Creo que ella me esperaba, como yo la buscaba… Así es el tiempo y somos las personas. Quizás llevamos dentro lo que somos y seremos, como lo que queremos…

Emig

Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano... ¿entonces, qué?
S.T. Coleridge

domingo, 9 de noviembre de 2008

QUERIDA PEQUEÑA

Sabía que le llegaría el turno, que todo era cuestión de esperar el momento adecuado y ese momento se acababa de plantar ante ella. -¡Ven pequeña! Le comentó el encargado de acompañar a los elegidos hasta la zona de información, zona esta totalmente distinta de aquella que se utilizaba como recepción de aquellos y aquellas que volvían después de finalizados sus trayectos.

—Mira, pasa por ese largo pasillo azul y al final de el encontrarás las respuestas a tus preguntas.

—Tengo un poco de miedo –dijo la pequeña-

—No lo tengas, sabías que llegaría este momento y has de aprovechar desde ahora cada instante que se te plante ante los ojos; anda, ve y no temas.

La pequeña, como todos la llamaban, se desplazó por el largo pasillo azul y al final de él comenzó a sentirse distinta, comenzó verse vulnerable y eso no le gustaba, pues eran sensaciones nuevas. De repente un sentimiento se apoderó de ella y en su mente comenzó a escuchar unas dulces palabras:

—Bueno pequeña, ya estás aquí, preparada tal y como te dijimos que deberías estar ¿sabes de que va todo esto? –ella respondió mentalmente-

—Pues no, lo desconozco, sólo me han dicho que sería la gran aventura.

—Efectivamente pequeña, será la gran aventura, la gran aventura de la vida. Hace unos nueve meses alguien ahí abajo decidió que quería que alguien le acompañase en su propia aventura de vida y aquí creemos que tú serás el alma ideal para hacer que esa petición pudiese convertirse en una realidad; así que hemos pensado y decidido que sea hoy el día en el que debas nacer y tomar posesión de tu cuerpo material.

—¿y eso duele, porque me han dicho que después de nacer, muchas veces se sienten dolores? ¿eso es malo?

—No es malo querida pequeña, pero es necesario; vas a ser humana y cuando lo seas y tengas la edad adecuada como para poder comprenderlo, verás que los humanos hay cosas que no las entienden si no es con dolor.

—Pero si aquí estoy bien ¿por qué he de partir para hacer feliz a otros?

—Porque esos otros partieron en su día hacia sus aventuras particulares pero como humanos que son, al igual que lo serás tu en breve, olvidan que su aventura consiste en ser y hacer felices a los otros y ahogan sus días en penurias y complicaciones que ahora no podrías entender, por lo que desde aquí, nos encargamos de vez en cuando de ponerles a su lado a otra persona que forme parte de esa aventura y les recuerde que sobre todo hay que ser felices.

—¿y a los que no se les envían pequeñas como yo, no son felices?

—No querida, no, la cosa no es así, tu harás feliz a muchas personas, a las que te esperan y a las que irás conociendo, pero eso no quiere decir que no sean felices personas que no te conocerán; los hay que cumplen su aventura con pocas ayudas, pero la cumplen al fin y seguramente alguno de ellos o ellas se encarguen de hacerte feliz a ti.

—¿pero si yo soy feliz, como van a hacerlo?

—Eres feliz pequeña, pero te tocará sufrir, cuando dentro de unos minutos hayas nacido, olvidarás por completo de donde vienes y según crezcas las dudas de a dónde vas, irán haciendo mella en ti, pero sabemos que conseguirás que tu aventura al final tenga el final que deseamos.

—¿pero me han dicho que ese final es la muerte?

—Creo que ya debes nacer, acabas de comenzar con tus dudas...feliz aventura pequeña, feliz aventura.


Ricardo Colomer

viernes, 7 de noviembre de 2008

EL VIAJE DE VUELTA


Para ella, viajar era hacer un examen: probarse en otro entorno, sentirse en otros ojos, oírse en otras voces. De pequeña había llevado la cuenta exacta del número de aviones en los que se había montado, seguía mentalmente cada uno de aquellos trayectos que le habían proporcionado una medida más exacta de lo que era el mundo, le habían demostrado que estamos más cerca unos de otros de lo que pensamos y que somos tan insignificantes que desde allá arriba ni siquiera se ven los seres humanos y, mucho menos, sus inmensos problemas o sus notables logros.

Luego, el número de aviones y trayectos se incrementó de tal manera que le resultó imposible mantener la cuenta y perdió su rastro. Pero seguía sintiéndose igual de nerviosa ante cada desplazamiento, su estómago se agitaba y su ánimo se alteraba. Iba anticipando la ropa que llevaría en el viaje y los días previos calculaba cuidadosamente el tiempo que llevaría lavar y secar dichas prendas para que todo estuviera listo en el momento en que, cuidadosamente dobladas, las metiera en la maleta.

Entonces, la sola idea de introducir en aquel rectángulo sus cosas la ponía de mal humor. Allí no había sitio para nada y siempre tenía que elegir, discriminar entre las cosas, descartar lo más abultado, en definitiva, dejar atrás parte de su mundo. Siempre surgían los ‘por si acasos’, por si llueve, por si hace frío, por si me invitan a cenar, y al final, con una maleta llena de ‘por si acasos’ y agotada por el esfuerzo se sentaba sobre ella para conseguir a presión echar los cierres alrededor de la panzuda valija, primero los de los laterales y luego el cierre central.

Esa noche le resultaba difícil conciliar el sueño. La anticipación de lo que iba a vivir se apoderaba de su cabeza hablándole en otras lenguas, poniéndole ante los ojos de la mente imágenes exóticas traídas por inexplicables premoniciones o, tal vez, sacadas de la portada de alguna revista de viajes. Sentía que hasta su cuerpo se volvía extraño, se desplegaba, y se desenvolvía en nuevas situaciones remotas. Otros ojos la miraban desde otras caras tratando de interpretarla en mentes que procesaban el lenguaje de otra manera y le asignaban calificativos formados con otras letras.

Era una nueva oportunidad. Podía salir del estrecho fichero en el que la habían encasillado los que se movían a su alrededor. Era la ocasión para hacerse de nuevo. Quizás el recorrido del avión desde su salida hasta su llegada fuera como un parto, ahora consciente, en el que por fin tuviera la posibilidad de ser efectivamente lo que era, no lo que los otros habían decidido y, así, acabar con todas aquellas frases como: ‘Te conozco como si te hubiera parido’ que tanto la habían maltratado. Por fin, podría ser diferente y no sentirse amenazada, como cuando no encajaba en aquel mundo estrecho en el que le había tocado vivir. En ese nuevo entorno no estaba obligada a encajar, puesto que siempre podría justificarse a sí misma diciendo que no era de allí, que procedía de otro lugar y que no seguía las mismas pautas que los demás. Su unicidad se aseguraba.

Tras facturar, se sentaba obedientemente en el asiento marcado en su tarjeta de embarque procurando aparentar que era aquella una experiencia normal en su vida a la que no le daba la menor importancia, mientras por dentro sus tensos esquemas se hacían trizas. Miraba por la ventanilla como el suelo se alejaba y ella se elevaba hacia esa nueva vida única y diferente que le esperaba.

El avión finalmente apuntaba su pico a tierra y, tras desplegar los alerones, se posaba en el aeropuerto de destino. Los carteles le recordaban silenciosamente que todo era diferente y ella, con paso firme y mirada altiva, seguía su marcha deseosa de mostrar a los que se tomaran la molestia de mirarla que dominaba la situación y se desenvolvía como pez en el agua.

Y así era, porque al poco tiempo se daba cuenta de que no podía huir de sí misma, de que sus problemas habían viajado con ella, quizás agazapados en los huecos entre los ‘por si acasos’ de su maleta. Al tiempo, sus nuevos amigos, usando otros procesos mentales y otras letras, habían construido los adjetivos necesarios que la introducían, una vez más, en el mismo fichero que ocupaba antes de salir de casa.

Dejó de contar aviones, dejó de deslumbrarse por los escenarios y supo que la vida es en sí el viaje en el que realizar los cambios y, entonces, empezó a viajar por dentro. Había emprendido el viaje de vuelta.

Sinkuenta

miércoles, 5 de noviembre de 2008

CAMINO A DENEB

Cuando inicié el viaje no sabía que me encontraba ya en él, al percatarme de ello la alegría invadió todo mi espíritu. El Gran Mago dispuso que fuera ante la Madre Luna para que me hablara respecto a este viaje. Cierto es que no sabía nada al respecto, excepto que había sido elegida para realizar la travesía y mi intención no era cuestionar, pues cuando estuve frente al Gran Mago recuerdo que me lo informó sin usar palabra alguna, solo magia envolviendo mi corazón.

La Luna, bondadosa como siempre, tomó mi mano y sólo pudo decirme unas cuantas cosas pues mirándome a los ojos me afirmó que únicamente yo podría sentir y explicar semejante travesía. No negaré que en ese instante la nostalgia me invadió y se lo hice saber… siempre supuse que llevaría conmigo un compañero de viaje, tal aventura lo ameritaba: compartir cada paso del camino, abrazarnos el corazón mutuamente, tomarnos la mano con fuerza ante la adversidad… y hubiera seguido con más ideas de no ser porque la Luna me miraba guardando un largo silencio… entonces me quedó claro que no debía permitir que esa suposición (generadora de otras más), llenara mis momentos presentes. Cuando la Luna leyó este pensamiento en mí, continuó su charla y me habló de las provisiones necesarias para el viaje, me las obsequió en un pequeño saco para tenerlas cerca cada que necesitara de ellas durante el camino… también me dijo que estaría presente, dispuesta a escucharme cuando le requiriera; sólo escucharme, pues si buscaba respuestas ésas solo las encontraría en mí y cuando no fuera así, me sugirió desechar las preguntas para las que no las hallara pues seguro no me tocaba a mí responderlas y en ese viaje se trataba de no preocuparse y disfrutar de todos los momentos…

Apareció el Gran Mago, me dijo que nunca me soltaría de la mano, que siempre estaría conmigo y le creí. La Madre Luna me obsequió una constelación, me pidió escoger y no lo pensé mucho, elegí la de alas blancas del cielo boreal. Argumentando que mi elección era obra de la causalidad, comentó que mi destino de llegada estaba en esa nube de estrellas… había tantas…

Ambos me envolvieron en su abrazo y me posaron nuevamente en la faz de la Tierra… Bien, ¡ahora a caminar!- pensé en voz alta y me dediqué con gran entusiasmo a cumplir mi misión.

Los primeros días de viaje de vez en vez aparecía la nostalgia, ¡rayos! ¡de repente muy instalada en mi corazón!... afortunadamente llevaba el saco de provisiones así que para alejarla tomaba de él unas cuantas “sonrisas del Gran Mago” y una porción de “evitar suposiciones”, debo confesar que incluí estos alimentos en todas las comidas al día… ¡suerte que el saco no tuviera fondo!

Por otro lado, me hice adicta a las porciones de “fuerza y “valentía”, el viaje requería de mi espíritu entero y fortalecido para enfrentar las nuevas condiciones y poder transmitirlo a quien llenaba de ternuras mientras me dirigía hacia la constelación. Una de sus estrellas me miraba, la más brillante, me sonreía todo el tiempo aún con cielo nublado… de hecho su luz me hacía seguir y transmitir la emoción de la vida misma y las hermosas sensaciones de ser cómplice en el surgimiento de una nueva… ahí supe que hacia esa estrella en particular me dirigía.

Al iniciar el cuarto mes del viaje, me miraba constantemente al espejo ansiosa de ver y disfrutar los cambios exteriores… ¡pero nada de eso!, sentía algo así como la necesidad de hacer visibles para los demás la fortuna de haber sido elegida para esta aventura… recurrí al saco para calmar mi ansiedad y sí, me alimenté entonces de “paciencia” y “serenidad”, ¡esa Luna había pensado en todo! Recuerdo que aún no me cansaba tanto… yo seguía caminando, viviendo los caminos hacia la estrella cada vez con más emoción por tocar su magnífica luz.

Los siguientes meses de viaje fueron tan intensos… parecía que me había comido la Luna, ¡pero llena!, por supuesto ya estaba más que contenta con mi nueva apariencia, además el brillo en mis ojos era su reflejo y, las mejillas sonrosadas la calidez de las ternuras del Gran Mago. Recorrí paisajes hermosos: amaneceres que me acariciaban, sonrisas prodigadas por las tardes llenas de paz, miles de pensamientos alados al leer y estudiar para forjar una vida mejor, magníficas escenas nocturnas con una que otra luciérnaga recordándome que aunque pequeña, su luz es incandescente… grandes aprendizajes obtuve y viví emociones miles siempre procurando transmitir todo a mi interior para que mi estrella me sintiera y por extensión mía las viviera… yo creo que así fue porque muchas veces sentí su pequeña mano tras la piel como en un querer estar ya fuera. La verdad es que eso de seguir caminando me sacaba ya varios suspiros de cansancio pero recuperaba la entereza al alimentarme de “sonrisas del Gran Mago”, “fuerza” y “paciencia”…¿la golosina? … dulces “rayitos lunares”.

El término del viaje se veía cercano, para entonces ya sabía el nombre de la estrella sonriente… aún me faltaba el caminito invisible, ese que al dar cada paso va apareciendo, así era de incierto el momento final, ya antes me lo habían dicho… pero el deseo de abrazar a mi estrella podía más, así que dejé el miedo de lado, tomé el saco y comí “valentía”, confieso que en doble porción.

Después de unas horas llegué finalmente ante mi estrellita, miré hacia atrás y me sorprendí del camino hermoso que anduve, la aventura que nos había significado a ambas… y en ese momento la infinita felicidad de tocarla y tenerla por vez primera entre mis brazos invadía mi ser… un beso de bienvenida en la frente selló nuestro encuentro exterior, porque ya nos conocíamos de antes.

Ahí terminó ese viaje que no era más que la antesala del que viajo ahora y en el que lo más interesante es que la aventura aún no termina… el Gran Mago sabe por qué hace las cosas…

¿Qué quién es él?, su nombre es Amor… ¿el nombre de la estrella?...
Deneb… el nombre de mi hija.

Aheo

lunes, 3 de noviembre de 2008

TREN HACIA LA FELICIDAD

Sentada en el tren veo el paisaje pasar, un paisaje que no sé si volveré a ver o no, pues este billete tiene ida pero no vuelta. Quiero cambiar mi vida, me agobia todo lo anterior, mi trabajo estresante de secretaria, mi novio acaparador, mi madre que todo lo que hago parece que salga mal..

He cogido las maletas sin avisar a nadie más que un post-it en la nevera, he puesto “me voy de viaje necesito tiempo para mi, ya llamaré un beso ”Tengo tropecientas llamadas en el móvil que no pienso contestar pues quiero llegar primero a mi destino".

Me dejo envolver por la música a la vez que veo el paisaje pasar a toda velocidad.

()musica

“Me vestí de traje y luego en el parque arranqué una flor, me monté en un tren que según me dijeron llevaba a tu corazón, pero me quedé dormido y llegue hasta la ultima estación y allí no había nadie tan solo estaba yo...” “..ya no queda nada más decir que adiós y eso me duele..” Esta canción siempre me identificó ahora quedaba eso decir adiós, y voy a la última estación que este tren me permite Sevilla, una ciudad que espero que me devuelva la felicidad.

Entre canción y canción el viaje se pasa volando y eso que son ocho horas de tren, con Alex Ubago envolviéndome con sus letras, su música... Al menos sé que llego allí y tengo trabajo y un lugar donde dormir gracias a mi amiga Verónica que me acoge por un tiempo. Al menos no estoy sola del todo pero esto es una gran aventura para mí, nueva ciudad, círculo de amigos, lejos del calor de la familia, a valerme por mí misma y para comprobar si ese novio que tengo es o no la persona que quiero a mi lado, si necesito volver será que es nuestro destino y sino seguiré adelante mi vida.

Al fin llego a la estación y la ciudad me envuelve con su encanto, mi amiga vive cerca de la catedral en pleno centro, al ver todo esto creo que conseguiré ser feliz en esta aventura que es el vivir. Pienso descubrir esta ciudad rincón por rincón un poquito cada día todos sus encantos pues no hay nada mejor que conocer bien el lugar donde vives. Para mí es la ciudad perfecta para vivir, sus gentes, su calidez y alegría y lo bonita que es... Sevilla pienso disfrutarte, vivirte, sentirte, ser una más de tu comunidad de gente.

Empieza para mí una nueva aventura vivir sola, por el momento no echo a nadie de menos, soy feliz, mi amiga Verónica me recibe con los brazos abiertos y con su gracia andaluza ¡ainss que acento! Llegará el día que se me pegue y todo lo sé.

Tengo unos días libres antes de empezar a trabajar, seré una turista más pero una turista que a diferencia del resto se piensa quedar a vivir aquí, en esta bonita ciudad que te acoge como si vivieras aquí de por vida.

Tiro la vista atrás y veo mi oficina con un montón de papeleos, mi novio que no me deja ni salir y todo el día está llamándome a ver qué hago y mi madre que si puedo ser más que una simple secretaria. Ahora miro delante de mí, estoy en un parque el de María Luisa, se respira paz, tranquilidad, respiro hondo y disfruto de este aire tan puro que en mi ciudad no lo tenía, qué delicia y ese piar de pájaros de fondo y mi amiga diciéndome que todo irá bien y que si aquí seguro encuentro hasta el amor de mi vida.
Pero eso ahora no me preocupa, me preocupa vivir feliz disfrutando de los pequeños detalles, si en esta aventura se tiene que cruzar el amor conmigo que lo haga pero no lo andaré buscando. Mi amiga se me queda mirando diciendo:

—¡Qué fuerte eres amiga mía!

Y le contestó:

—Fuerte te hace la vida con sus desengaños y me he llevado tantos que no dejaré que me hagan daño, que me manipulen o dispongan de mi, ahora soy dueña de mi propia vida.

De repente suena el móvil de nuevo, es mi madre:

—¿Dónde te has metido loca?

—Estoy en Sevilla.

—¿Qué? ¡Vuelve en el próximo tren desagradecida!

—Lo siento lo he decidido este billete no tiene vuelta mamá, se feliz aquí llevo unos minutos y ya lo soy, ya te llamaré…

Nada más oírla como empezaba de nuevo a mandar sobre mi pensé que tenía que quedarme y probar mi felicidad en esta bella cuidad. Sevilla ya te considero mi casa, mi viaje acaba aquí.

Dedicado a la ciudad de Sevilla que he visitado en dos ocasiones y me ha encantado.

Esther

sábado, 1 de noviembre de 2008

SANCY

Tántalo es una ciudad de ladrillo rojo y azulejos azules. Cuando sale el sol el color llena de vida las calles, pero media hora antes del atardecer no queda nadie en las calles. Se dice que los dioses mandan monstruos horribles para vigilar que nadie beba ni coma. Una ciudad de perversión sin límite esperando el castigo divino, haciendo honor a su nombre. Pero lo que me había traído aquí era Sancy. Según la leyenda Sancy era un diamante de mas o menos 55 quilates tallado en forma de pera que desapareció durante la revolución francesa, pero para conseguirlo debo encontrarla a ella.

Me senté sobre una butaca con vistas al mejor bar de la playa y pedí un bourbon con hielo. Era cuestión de esperar. Antes de que me acabase la copa apareció saliendo de una limusina, con un rico del brazo. No pude evitar esbozar una sonrisa, ella siempre había sabido rodearse bien. La seguí con la vista y la vi meterse en el reservado del bar. Escribí una nota y fui hasta la barra. Le dí 20 pavos al camarero y le dije que le diera la nota sin que el tío lo notara. Sabia que esta práctica era habitual en estos círculos, y que no me defraudaría. En efecto, acto seguido pude ver como ella torcía el gesto y se disculpaba (seguramente diciendo que iba al baño) y se encaminaba a mi posición. Realmente estaba hermosa cuando se enfadaba.

—¿Se puede saber que coño haces aquí? ¿Es que me estas siguiendo?

Su bikini rojo me recordaba las noches intensas que habíamos pasado juntos, y el olor de su champú me llegaba claro como un rayo de sol. Me tomé un par de segundos para disfrutar de su presencia.

—Tranquila. He venido por negocios. Sancy está aquí.
—¿Pero qué?? ¿Qué dices? ¿No puede ser?!
—Debajo de mí esta la respuesta, ya sabes, solo tienes que mirar bien...
—Vete a la mierda. Esos tiempos han quedado atrás.
—Está bien, entonces ¿qué iba a hacer aquí sino?
Había conseguido reducir su enfado y a la vez demostrarle que no estaba aquí por ella, bueno, no totalmente. Pero eso no debía saberlo.

—La he visto cariño.

Con toda la tranquilidad del mundo saqué el periódico local de la semana pasada. El conde Jonestown y su esposa asistían a una recepción con la reina de Inglaterra, y como era obvio, no podían resistirse a enseñar sus mejores galas. Sonreímos y eso es todo lo que necesitábamos para recordar viejos tiempos en la cama.

—Quiero que me lo cuentes todo —dice ella.
—Es fácil. El sistema de seguridad es impenetrable.
—Entonces ¿cómo va a ser fácil?
—Confía en mí.

Partimos hacia la mansión y esperamos la noche. Allí estaba el guardia de la entrada principal como cada noche a la misma hora, haciendo su ronda. Y como cada noche también se había traído un bocadillo oculto en el uniforme. El sabia que a esta hora concreta los demás daban la vuelta a la casa y el debía estar vigilando la entrada. Como siempre se sentaba en el butacón de los condes, en su porche de la entrada. Faltaban pocos segundos para que un pequeño regalo que había dejado oculto hiciera su aparición. De repente se oyó un grito de terror, y vimos al guardia correr como alma que lleva al diablo hacia la parte de atrás de la casa. Nos metimos en la el jardín y corrimos hacia la entrada. Según nos acercábamos oíamos los gritos ahogados y guturales que había grabado en un cinta y puesto escondido con el temporizador. No pude evitar esbozar una sonrisa. Ella entendió lo que había pasado y empezó a sonreír. Ahora venia la parte mas difícil. Cogí la vara de hierro y forcé la puerta para entrar. La alarma sonó de inmediato y nos dejo medio sordos, pero aún así podía oír aun los gritos despavoridos del guardia de la entrada. Corrimos a escondernos dentro de la habitación principal. Gracias a dios la condesa tiene un fondo de armario estupendo para estos casos.

—Ahora te toca a ti cariño —dije yo.
Se puso manos a la obra y en pocos tiempo encontró la caja fuerte y la abrió de par en par.

—¡Aquí está! ¡Era cierto aquí está!
Sacó un diamante del tamaño de un puño en forma de pera. Lo sujetaba con saña y pude ver que realmente era feliz, con aquella piedra legendaria en sus manos. Me miró con cara inquisitiva.

—Se ha activado la alarma silenciosa y la casa esta sellada porque has abierto la caja —decía yo, —en menos de 2 minutos estará aquí la policía... Pero no te preocupes, ningún sistema de seguridad deja morir a sus propietarios por un incendio.

Sin esperar respuesta cogí una silla y encendí un mechero. Lo acerqué al sistema de detención de humos y empezó a llover dentro de la casa, a la par que se abrían puertas y ventanas, Nos dirigimos a la playa, y llegado el acantilado me paré.

—Al otro lado hay decenas de policías esperándonos. Lo se porque ya me habían registrado la habitación esta mañana.

—¡ENTONCES PORQUE COÑO ME HAS LLEVADO CONTIGO! PORQUE HEMOS IDO A ROBAR EL TESORO DORADO DE TU VIDA!
Esbocé una sonrisa y me dispuse a contestar.

—En parte para demostrarme que podía, y en parte porque quería descubrir algo.... Te quiero. Desde la primera aventura en Amberes siempre lo he sabido, pero eres la única persona a la que no puedo descubrir. Necesitaba saber si tu me querías a mí, sabia que podía robar esa piedra y sabía que tu la ansiabas. Ahora veremos quien sale vencedor.

—Yo.... No podía articular palabra. No tenia palabras y estaba a punto de descubrir su verdadera cara. Yo creo que te quiero.. —empezó a llorar, —pero esto es demasiado importante, no puedo.... —sacó la piedra del bolso y la miró con deseo.
—Si te deshaces de ella no podrán inculparnos de nada.

Entonces ella se metió la piedra de nuevo en el bolso y su cara cambió de repente. Ya no tenia nada que yo desease, su propia hambre la había devorado por dentro.
—¡Esta piedra es la solución a toda nuestra vida! Todo el mundo me recordará! Sus pupilas brillaban mas que nunca, pero esa luz ya no me interesaba. Dentro de esos ojos habitaba todo lo que yo no quería ser.
—Vete si es lo que quieres. No te lo impediré.
—Hubiese sido un magnífico final. Se dio la vuelta y salió corriendo. —¡Te enviaré una postal!

Yo corrí en dirección a la playa, buscando la tumbona donde me había “hospedado” horas atrás esperando su llegada. Saqué el paquete que había enterrado y allí estaba, inmaculada como la primera vez que la vi.

Sancy, el diamante mas perfecto del mundo jamás hallado, debajo del periódico donde después de la recepción de los condes, venía un artículo sobre un asalto a la galería de arte propiedad de Robert Smith, el mayor coleccionista de diamantes del mundo. Habían asaltado la galería pero no habían robado nada, aunque en la foto aparecía un Smith rabioso y desesperado, espetando cosas al viento.

Obviamente, nadie iba a ser tan tonto de llevarse a Sancy a una recepción y humillar nada mas y nada menos que a la reina de Inglaterra, por no hablar de llamar la atención de hacienda sobre un diamante perdido desde hace siglos. Decenas de réplicas de Sancy se habían encargado para las esposas de los hombres muy ricos y circulaban por todo el mundo. Solo era cuestión de fijarse bien.

Mientras una lágrima recorría mi rostro no pude dejar de ver multitud de coches patrulla a toda velocidad surcando la noche. Quizás saliera con vida para poder vengarse, pero esos disparos en la noche no pintaban nada bien.

Vegetable man