ESTAMOS PUBLICANDO AHORA LOS RELATOS DE: GÉNERO: "LIBRE"; TEMA: "EMPECEMOS JUNTOS".

ÓRDEN DE PUBLICACIÓN EN EL LATERAL DEL BLOG. DISFRUTAD DE LA LECTURA, AMIGOS.


miércoles, 30 de septiembre de 2009

EL ESTIGMA DEL DIABLO

“Stigma Diaboli” de una bruja fosilizado en piedra.

Cuando corría el año 1695, Ricardo Monzón, agricultor de Montilla, presentó una denuncia ante el Santo Oficio. Acusaba a su vecina Margarita Cuevas de que esta, con magias de brujería, malograba todos los huevos que ponían sus gallinas. Todos ellos, inexplicablemente, cuando se abrían, estaban impregnados de sal. “Excelencia –había dicho Ricardo Monzón al Inquisidor-, por culpa de los hechizos de esa mujer hay en los huevos más sal que en las propias aguas del mar.” Además, habría argumentado nuestro hombre, Margarita mostraba en su pecho uno de esos estigmas con los que el Maligno marca a sus fieles más distinguidos. En efecto, aclaró Ricardo, su vecina tenía tres pezones en el pecho, en lugar de los dos que resultan habituales en las mujeres.

Se dice que los inquisidores admitieron la denuncia, de modo que pronto dieron comienzo los interrogatorios y las torturas que se prolongaron durante casi dos años. Margarita, al cabo, reconocería que todo aquello de lo que era acusada era cierto. Se declaró culpable, por tanto, de que los huevos de las gallinas de su vecino resultaran insoportablemente salados, así como de tener en su pecho, además de los dos habituales pezones, una tercera “tetilla” con la que, sin duda, la había marcado Satanás en el mismo momento de su nacimiento. En aquellos tiempos, el conocimiento científico estaba algo atrasado de modo que a los inquisidores ni siquiera se les pasó por la mente comprobar si los huevos que ponían las embrujadas gallinas estaban realmente salados o no. La bruja, apaleada, había confesado su crimen y eso les bastaba.

Mucho antes de que se hiciera desfilar a Margarita por las calles de Córdoba, camino de la plaza de la Corredera, en el Auto de Fe que se celebró en esta ciudad el 7 de agosto de 1699, las gentes de Montilla supieron que la misma noche en que Ricardo Monzón interpuso la denuncia, su esposa había abandonado el hogar familiar. Parece que su marido nunca supo aclarar porqué sabía que la vecina tenía tres pezones…

Señales malignas

Pronto, en el pueblo, corrió la voz de que el Inquisidor de Córdoba, don Iñigo de Meléndez, tras la confesión de Margarita Cuevas y el mágico suceso de los huevos embrujados, se había desplazado a Montilla guiado por el ánimo de investigar la posible presencia allí de otras brujas. Las gentes lo habían visto acompañado de cierta muchacha de Écija de la que decían que sabía reconocer en el cuerpo de las hechiceras el “Stigma Diaboli”, esa señal que el demonio marca en las gentes descarriadas cuando sus almas entran a su servicio… Pronto un miedo intenso sacudió a las mujeres montillanas.


Escena familiar de los felinos en reposo.


Poco después, sin embargo, todas ellas pudieron suspirar con alivio contemplando como con ciertas urgencias los hombres del Santo Oficio regresaban a Córdoba. Parece que la noche de antes de la partida, en ausencia de la Luna, cuatro gatos asilvestrados, tres de ellos blancos y el cuarto negro, habían atacado a la muchacha que don Iñigo de Meléndez había contratado, que mostraba ahora en sus delicados pechos, tras los envites gatunos, las marcas de trece de esos diabólicos estigmas.


ANTIQVA

lunes, 28 de septiembre de 2009

SAKIAIRA

I

Nací entre los muros de Zaratustra. Ese día las lágrimas del mundo eran de alegría. Los pájaros pintados en los altares de fuego, escaparon y entonaron melodías en mi cuna. Mi padre fue un río que bendecía con su limo. Callado me enseñó los principios de la vida sólo con ejemplos. Tenía la voz de las olas estampadas en las piedras intrusas. Me indujo a amar la oscuridad de la noche como al misterio más sagrado. De mi madre, sólo sé que, fue una hoja fecundada por el río y así nací con las fuerzas del agua que recorre las llanuras. Ella tenía ojos de canoas y hablaba como el sol naciente. Aliviada, luego de mi nacimiento fue a dormir por siempre en un nido entre los toros alados en bajorrelieve.

Espero las últimas horas de las noches para guardar las estrellas en el balcón de mi alma. Ellas luego saltarán, sin mi permiso para colgarse de esa sombrilla oscura que cubren los días. Desde allí lanzan hebras de poemas que prenden en los corazones enamorados. No son poemas terrenales, por eso tienen más música, es la melodía del profundo espacio.

No creas que estoy siempre en el mismo lugar, porque a veces me gusta transitar por la carretera que forman las nubes secundadas por las luces que el sol me prestó.

Siempre me preguntan cual es mi nombre, y vos también querrás saber. Me llaman SAKIAIRA y cuando me nombran voy prendida en un pentagrama con líneas de golondrinas, son las que viven en los muros de Zaratustra. Sí, en esos huecos encallados en los capiteles. Traen su doctrina como un tren de himnos con principios éticos que no temen a los terrenos difíciles de la vida.

Cuando llega abril me subo a un barrilete y muy arriba el viento me enseña que la muerte está acosando en cada momento, pero la muerte es mujer como yo y no le temo. La veo siempre secando el rocío, rompiendo los nidos y en el proyectil que se hunde en un pájaro. Desde el barrilete, pinto los arco iris, y enciendo de rojo el horizonte mañanero. Me ayudan las mariposas que vienen desde el otro lado del cielo, llegan en paracaídas de flores .Sus alas se sacuden para secar más rápido todo lo que pinto.


II


Un día de tormentas, vi que los océanos crecieron tanto y con sus olas salpicaron mi barrilete ,me avisaban que bajara para ver la tierra temblando, devorada en sus orillas por las aguas .Entonces quise llenarme del poder divino y hablarle, pero Dios estaba ocupado en la distribución de continentes y aguas. La fuerza de un huracán me llevó a una isla de caracoles donde los árboles habían desaparecido hacía mucho tiempo y en el suelo caracolado dormían miles de rayitos de sol. Vi un ángel que extendía sus alas invitándome a volar a un lugar donde se juntan el sol y la luna para repartirse los eclipses y las fases en una precisión matemática. Acepté y juntos fuimos a plantar latidos de estrellas, pero de pronto me enredé en un aro de Saturno. Cargué con una pequeña franja y viajé por encima de las galaxias. Deshilé a esa franja de Saturno, formé un enorme ovillo y fui cosiendo los días de modo armonioso, como formando un telar tomando el color de los desiertos y de las selvas, poniendo la humedad de la hidrosfera, el suspiro amoroso de Dios y todo el oxígeno del amor.

Así el calendario contiene a todos los seres, a los animados y los inanimados. Eso sí, como me llamo SAKIAIRA y habito con los ángeles, me aseguré que la guerra no tenga lugar, porque en ese telar la maldad se filtra y cae al vacío inconmensurable. Este telar sostiene ejemplos valiosos, desprendidos de la órbita divina, se siembran ilusiones y concretan esperanzas.

Te aconsejo que dejes las tristezas en los pétalos de las rosas, la tristeza que salpica en cualquier momento queda triturada y cada pedacito se prende en los labios como sonrisa. Es así. No falla, prueba demoler lo malo con tu pensamiento y verás que tienes más fuerza que un tornado.

Stella Maris

sábado, 26 de septiembre de 2009

El reloj se puso en marcha ...

Pasad, Por favor... El Gran Salón ya está dispuesto...

Acomodaos donde más os guste...


Terminado el tema "Parar el tiempo", que ha sido francamente interesante y curioso... El Reino se dispone a entregar las tres menciones especiales, tal como hacemos al término de las publicaciones de los Autores.

Muchas gracias por la ayuda de vuestros votos a los textos, pues son determinantes a la hora de elegir los tres que más han gustado.
Gracias también por las críticas constructivas, que no hacen más que enriquecer nuestra manera de escribir... y a todos vuestros comentarios y a las visitas silenciosas...

Bienvenidos a los nuevos miembros y a los nuevos seguidores.

Bueno, aquí llega el Príncipe... Shssss, Escuchemos lo que tiene que decirnos:

"Los ganadores de los relatos de Género: Ficción y tema: Parar el tiempo son, en esta ocasión...




- Camino por su relato titulado: "Valió la pena"

- Joseín Moros por su relato titulado: "Margarita y el reloj"

y

- Javier Marzo por su texto titulado: "La urna"

A los tres, por su originalidad, su manera de atrapar la atención y sobre todo... por la calidad y calidez humana que desprenden sus almas, capaces de plasmar en las palabras sus sensaciones y convertirlas en historias que comparten con los demás...

Ya conocéis la imagen que identifica a los ganadores de cada tema... Es para vosotros.


Queridos Autores,
Nuestra más sincera enhorabuena. Esperamos que este pequeño presente quede colgado en vuestros blogs, (si ese es vuestro deseo, claro) como muestra de nuestro agradecimiento, amistad y reconocimiento.

Un beso a todos, queridos amigos... Este Reino sigue en pie, por vosotros, adorables y brillantes seres.

Los príncipes de Comansi.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Gracias.

En breve entregaremos las tres menciones especiales.

Mientras tanto, el jardín de Palacio está precioso... Ya sabéis que todas las variedades de flores están a lo largo de los tranquilos senderos... el estanque con los nenúfares... plagado de hadas juguetonas, deseosas de pasarlo bien.
Y el lago os ofrece la paz necesaria para una declaración de amor o un paseo de la mano de... ella.



Gracias. Hoy me asomé a la Torre Norte y pude veros charlando felices y una sonrisa se me pintó en la cara sin poderlo evitar...

Enseguida estará preparado el Gran Salón para esa pequeña reunión de amigos.
Un beso de los príncipes.

martes, 22 de septiembre de 2009

¿DIGA...?

Estaba sola, tranquila sin ningún propósito sino descansar del calor, al refugio del aire acondicionado de mi pequeño apartamento…

Fuera, el sol calentaba como lo suele hacer en agosto… implacable incluso a última hora de la tarde. Eran las ocho y la temperatura no bajaba de los 35 grados.

Hoy había sido un día difícil… Él no se presentó, no pude despedirme. Sabía que no vendría… sabía que no se atrevería… Tomé mi avión de todas formas… para no volver. Estaba claro que aquello no funcionaba. Yo no quería una relación asfixiante, como la que acababa de dejar atrás con mucho dolor y problemas.

Ser individuo y poder compartir buenos ratos, eso era todo. Sexo, risas, amor incluso… pero dos enteros que caminan, no dos mitades que han de complementarse…

Tiré la blusa en el suelo y solté el corchete de la falda, que se escurrió hasta mis tobillos sin un quejido, suavemente… de una patada solté un zapato y otro…

Encendí la tele, y me dejé caer pesadamente sobre el sofá… No sé el rato que pasó, tan solo quería estar allí tirada para siempre… bueno, al menos hasta el lunes. Adormecida pasaron deliciosos minutos y escuché a lo lejos el timbre de la puerta. No me voy a levantar me dije….
Pero el timbre sonaba y sonaba insistente, constantemente.

Buffff, Sin darme ni cuenta de cómo iba ataviada me acerqué a la mirilla y allí vi a una muchacha menuda y mal peinada que estaba inmóvil con el dedo sobre el botón del timbre con una extraña expresión en la cara, como atravesando la puerta que distaba apenas un palmo de su nariz.

¡Basta! Le grité sin abrir… ¡No quiero nada! ¡Márchate, chica!

Pero la condenada muchacha no soltaba el timbre, como una estatua, sin variar un ápice su rostro ni su postura…

¿Cuánto rato llevaba llamando? Diez minutos, al menos.
Miré, estirando el cuello, el reloj de la pared, sobre la tele… Las ocho… ¿Las ocho? No puede ser, Ese reloj se ha parado. A las ocho he llegado a casa del aeropuerto….
Fui a por mi móvil, mientras el endemoniado timbre sonaba ya a trancas y barrancas, a punto de quemarse…

Las ocho… ¡Joder! Pero no puede ser… De repente reparé en que la tele no sonaba. La imagen estaba detenida en ese estúpido anuncio de uno que lleva a sus dos niñas a un banco…. Golpeé la parte de arriba de la pantalla. Uy, algo raro pasa.
Me dirigí a la puerta decidida a abrirla y ver qué narices le pasaba a esa loca…

Al abrir, ni me miró, ni dejó de pulsar con el dedo índice.

¡No me oía! De hecho no podía verme ni escucharme, era como una estatua. Quité suavemente su mano del timbre y éste dejó de sonar por fin. Pasé la mano por delante de su cara pero la nena estaba en off.

Mucho silencio en el descansillo… El ascensor parado. Le llamé y escuché como las puertas se cerraban un piso más arriba y comenzaba a bajar. Normalmente se abrió, pero un tío con un maletín estaba en su interior, inmóvil, igual que la niña de la puerta.

Pero… ¿Qué….? ¡Oiga! Oiga, despierte, le zarandeé, y ya me atreví a tocar su cara con mi dedo, a ver si era de verdad…
Entonces comencé a buscar las cámaras para un programa de esos de bromas… ¡Venga, os he pillado! Hala, ya os habéis divertido bastante… He picado ¡Vale! Ya es suficiente…
Mientras gritaba como una loca por el pasillo delante del ascensor con los brazos en cruz y mirando para todos los rincones del techo… intentaba encontrar las cámaras ocultas.

No obtuve respuesta alguna. Nada. Ni flores, ni risas, ni un montón de gente desbaratando el chirigüito televisivo a mi costa.

En esas estaba cuando mi móvil, de repente sonaba… El ring, ring de llamada desconocida. Corrí a cogerlo y me dí cuenta de que estaba semi desnuda... Espero no haber salido así en la tele.

¿Diga? ¿Sí?

“Esto es una grabación. Desde este instante tienes 48 horas para ti. Solo a quien toques despertará y podrá compartir ese tiempo contigo. Tu decides qué hacer…”

¡¿Quéeee?! Pero qué dice este chiflado. Miraba el móvil como si el pobre aparato pudiera contestarme por si mismo.

Perdón…

¡Vaya, el tío del maletín! Allí estaba, en la puerta de mi casa y yo, casi en pelotas…
¿Qué pasa? Le dije muy digna. ¿Es que nunca has visto a una mujer en ropa interior, cretino?

Él bajó los ojos (qué mono…) y balbuceó algo que no entendí…

Aproveché la coyuntura para ponerme la blusa que estaba junto a mis pies. Mientras intentaba pensar… Menuda estupidez.

Pasa, hombre, pasa… Lo hizo esquivando a la muchacha que ocupaba casi toda la puerta….
Espera, que la toco y que se quite ella (No puedo creer que esté diciendo esto…) Pero así fue. La toqué y pareció despertar de un profundo sueño. Algo confundida me miró interrogante…
¡No lo sé!, niña. Ni idea. Alguien me ha llamado y dice que por dos días el tiempo se ha parado… Pues ya podría haber empezado esto el lunes y no hoy…

Los tres nos miramos sin saber qué hacer.
Pues hala, cada uno a su casita dije empujando a los dos hacia la puerta, que yo tengo 48 horas para dormir…

Me tiré de nuevo al sofá, dormí un par de horas…y de pronto, el móvil sonó… Me sobresaltó… ¡Vaya sueño más estúpido acabo de tener… Parar el tiempo, valiente majadería…!

¿Sí? ¿Diga...? ¿Cariño? Vaya… Te esperé en el aeropuerto. Y ahora, ¿Para qué me llamas…?
Escucha… algo raro pasa…

Y al mirarme, descubrí que llevaba puesta la blusa…

Natacha.

domingo, 20 de septiembre de 2009

PARAR EL TIEMPO (POEMA)

PARAR EL TIEMPO

¡Ay si se pudiera detener el tiempo!
Hacer que no exista, un mañana, un luego.

Quedarse tan solo con los ojos puestos,
prendidos el uno, del otro en un vuelo.

¡Ay si se pudiera detener el tiempo!

Acaso no sabes que esto no es la vida
que lo nuestro un día se va la deriva
que por más que quiera, nunca, viviremos juntos.

Tú, en tu propia casa, yo en la mía, ausente
por eso quisiera detener el tiempo
cuando estás conmigo, que nada te aleje
que seas siempre mío.

Pero es imposible,
ya nada ni nadie, detendrá éste tiempo.
tan solo la muerte
pondrá fin a esto.



María Rosa

viernes, 18 de septiembre de 2009

EL RENACER DEL AVE FÉNIX

Las manecillas del reloj avanzan inexorables, arañando una existencia vacía, sin brillo, atrás quedaron aquellos días en que la sonrisa pendía de los labios, la cristalina carcajada avanzaba desde el diafragma hasta la garganta en un concierto bien orquestado de melodías. No recordaba en qué momento la sonrisa se había mudado de su rostro ocupado hoy por un extraño rictus.
Todo su cuerpo estaba en tensión, cada mañana empezaba una nueva carrera contra Cronos que la agotaba física y mentalmente sin lograr en ningún momento arañar ni un sólo segundo al dios del tiempo. Derrotada se entregaba cada noche más tarde a los brazos de Morpheo en un vano intento por recuperar parte del yo perdido.

Los jirones de su alma empezaban a ondear al viento sin que fuera capaz de reconstruirla, hacía tiempo que había dejado de tejer en la noches aquellos retales que se le desprendían durante el día, cada noche se reinventaba para salir con la luz del sol a la calle completamente distinta. Pero después de mucho esfuerzo logró convencerse de que crearse una realidad paralela no era la solución a sus problemas y exigía demasiada constancia.

Abocada al abismo de sus sentimientos, se paseó en el alambre de su vida, cada fragmento pasó ante sus ojos como si de una película se tratara, las lágrimas se derramaron cual torrente, a su paso arrastraban penas enmascaradas de sonrisas. La invadió una sensación de paz, al tiempo que una nebulosa blanquecina la envolvía en sus brazos y el dolor iba quedando relegado a un estado de semiinconsciencia, de nuevo oía la cadencia cristalina de la risa, y en sus labios la más hermosa de las sonrisas adornó su rostro.

La sorprendió el alba en aquel estado aletargado, se levantó como cada mañana dispuesta a comenzar una dura lucha, pero se sentía dichosa, por primera vez en mucho tiempo no tuvo que pintarse una gran sonrisa para lanzarse al mundo, su mirada brillaba, emitía destellos que no pasaban desapercibidos. Todavía era pronto para evaluar las consecuencias de ese viaje al interior de su alma, las respuestas a sus preguntas las tenía ella misma y durante años se había negado la posibilidad de conocerlas.

Las manecillas del reloj avanzaban con más lentitud de la habitual, en aquel instante comprendió que perder una batalla contra el tiempo no significaba ser derrotado en la guerra. Comenzó a organizarse de otra forma, en sus manos no estaba el parar el discurrir de las horas que se le escurrían entre los dedos como la arena, pero podía usar otro recipiente para retenerla.

De pronto ante su mirada incrédula, su vida había vuelto hacia atrás, a ese preciso momento en que dio un vuelco y fue expulsada del paraíso y arrojada ante las puertas de su infierno particular, aquél en el que se había visto sumida en los últimos tiempos. Comprendió en ese instante que comenzaba una nueva contienda que quizás le permitiría reparar el daño ocasionado, restaurar su alma.

Revivió con calma los acontecimientos de aquella mañana, el café se había quedado frío en la mesa, Toni estaba preparado para ir a la guardería, en la ducha el agua discurría y una cantinela envolvía la casa, sonrió en su interior, quizás todo había sido una pesadilla, y era el momento de despertar. Abrazó a su marido antes de salir, qué distinto era todo de aquel aciago día, cogió la mochila del peque, lo subió al coche y resolvió desayunar en la oficina.

El tráfico estaba imposible, pero una tranquilidad inusual en ella la embargaba, con una hora de retraso llegó a la escuela infantil, dejó a Toni, y enfiló con la misma cautela el camino a su trabajo, al llegar los expedientes se amontonaba en su mesa, se dio cuenta de que no saldría a hora de recoger a su hijo. Minuto tras minuto el reloj le recordaba el avance del tiempo, a media tarde llamó a su marido para que recogiera al niño. Aquel día Cronos avanzaba despacio, pero también ella parecía imbuida por esa lentitud. Pensaba que aquello era solo un sueño del que despertaría más tarde envuelta en un mar de lágrimas.

Las sombras envolvían la calle cuando salió de su despacho, pensó con tristeza lo difícil que sería llegar a una casa deshabitada, sin que nadie la esperara, sin duda su sueño había terminado y la realidad se imponía amenazadora. Al llegar a su hogar las luces le dieron la bienvenida, en su interior la cocina bullía, y las risas impregnaban el salón. Entró despacio, como si temiera romper el encanto de la escena.

Le robó horas de nuevo a Morpheo para contemplar a su dos hombres, qué distinto era de hacia un año, cuando despertó en la cama de un hospital, con su marido lloroso, cuán ruin fue la noticia de la pérdida de Toni. Jamás pudieron superar como pareja la muerte del pequeño y se quedó sola en aquella casa llena de recuerdos, temía dormir, y que la magia finalizara.

El sueño la encontró desprevenida y sucumbió a su abrazo, a la mañana siguiente el silencio volvía a ser el dueño de su vida, miró el reloj, a su lado las sabanas conservaban la tibieza de otro cuerpo, se levantó con inercia y si dirigió al fondo del pasillo, en una mecedora dormían los dos amores de su vida, se preguntó si había roto el maleficio, y se dispuso a vivir otro día de felicidad.
Las sombras se adueñaron de nuevo de su vida, el sueño tenía un final, pero ahora sabía que si bien no podía recuperar todo lo perdido, sí podía luchar de nuevo por su felicidad. Llamó a la única persona que había amado en su vida, a la que seguía recordando día a día y se propuso construir con ella un nuevo hogar. En su mente una duda, que se disipó apenas una voz masculina ocupó el otro lado de la línea. Se abría una esperanza y se cerraban las puertas del infierno.


Carmina

miércoles, 16 de septiembre de 2009

SOLO DOS DÍAS

Ya no puedo llorar más. Las lágrimas no consiguen purgar mi dolor. Debo decirte adiós para seguir adelante. Por eso he decidido escribirte esta carta, resguardada por la soledad de la noche y la oscuridad de mi habitación:


Amado hijo:

Hace tres noches que no logro dormir. Cada vez que cierro los ojos, veo tu cara reflejada en mis pupilas y escucho los pitidos de esas malditas máquinas, que te mantenían conmigo. Sólo dos días, 48 malditas horas. Sólo pedía eso y el Dios que dicen nos guía no nos las concedió. Quería sacarte de ese hospital. Quería que notases el sol en tu piel y el aire en tu rostro. Quería volver a casa. Pero la enfermedad era más fuerte que tus minadas fuerzas. No eras tú el que sobrevivía en esa cama. Hace meses que te habías ido y raras veces volvías a este mundo, al notar el roce de mis manos o los besos que dibujaba en tu frente. Abrías muy despacio tus ojitos y dejabas escapar una sonrisa, que me daba fuerzas para continuar al pie de tu cama. Siempre fuiste más fuerte que tu padre y que yo.

Si pudiese dar marcha atrás y parar el reloj. Si pudiese tener ese escaso margen de tiempo, esas 48 horas, mi niño estarías en tu cuarto, con tus juguetes. Con papá y mamá.

Había preparado tus cosas, tus cochecitos, tu cama, que sé que echabas de menos. Pero el tiempo se nos fue. Después de tanto pelear, se fue. No te imaginas lo que me duele decirte adiós. Me cambiaría por ti, sin pensarlo, con los ojos cerrados. Pero ahora sé que estés donde estés mi niño por fin descansas.

Esta noche volví a soñar contigo. Te vi corriendo, saltando y riendo feliz en el jardín de casa, jugando con Rufo. Siendo un niño, que era lo que debías de haber sido. Si ese ente que vive en el cielo existiese nos habría dado el tiempo suficiente para dejar el hospital y viajar a casa. Pero amor eres tan maravilloso que no podía esperar más tiempo para tenerte a su lado. Aunque la envidia es un pecado, sentía envidia de ti y de mí. Él nunca quiso dejarte, pero te le escapaste de entre sus ángeles, para venir a tocar mi corazón.

Perdona que la tinta de mis palabras esté corrida, pero mamá necesita llorarte para poder permitir que te vayas.

Te querré siempre. Espérame un ratito, que pronto subiré a arroparte.

Mamá

lunes, 14 de septiembre de 2009

TIEMPO VIEJO


El brillo o los visos de su ausencia meciéndose en placard de mis recuerdos sin memorias una hoja y una papel sobre la mesa testigo de cada letra y versos que se frustran al mirar su retrato fijado a la pared como el epitafio de su inexistencia...tan irreal como incoherente allí tu rostros detenido...Obligándome amarte quizás como bendición convertida en maldición; trazando tu rostro enigmático he indescifrable para mis analfabetas letras que siendo no son nada; asesinadas por unas cuantas puñaladas de tu indiferencia...Abandonada entre la ausencia de lo que solo queda de ti, sombras que son las inquilinas de tus agonizante rastro; obligado a mi existencia efímera y pasajera a vagar entre la niebla de tu desprecio he indiferencia te busco anhelante entre mis versos y palabras esperando encontrar algo de ti que me de una señal de mi; de que quizás por alguna remota idea a un no te has marchado y sigues aquí conmigo...

Me aferro a tu retrato con mis ojos llenos de ti; el reflejo de tu imagen se hace visible en mis pupilas que lloran tu ausencia y que maldicen tu existencia caigo de rodillas esperando que algún ser al cual algunos se aferran escuche mi suplica mientras reniego el de por que amas?

Te miro desde mi ventana y solo se que te amo y que quizás esta sea mi condenación amarte entre el silencio conformándome solo con amarte....Amor que nació un verano de abril amor que se hizo viejo con el pasar de los años y que hoy hace estragos en mi pelo ya emblanquecido; sin dejar pasar este cuerpo que ya viejo tembloroso camina cerca de la ventana cada mañana con la pocas fuerzas que me regalan; para verte una vez mas...Solo una vez mas, por que quizás mañana no te vuelva ver; sonrió al ver que la vejez no ha llegado solo a mi... Es gracioso saber que yo una vieja pueda amarte como aquella niña de quince años que un día conociste con la sonrisa nueva y con lo ojos llenos de vida y saber que hoy estoy aquí suplicado al cielo un día mas...¿Pero esperen que pasa? para donde se lo llevan? Dije - cálmense me decía un enfermera mientras que mis fuerzas se agitaban entre mi desespero unos cuantos enfermeros pasaron mientras yo escuchaba un ¡lo perdemos!- Enfermeras vengan se nos va

No comprendía lo que sucedía pasaron algunos minutos mientras el alma se me iba con el...
Algunas enfermeras salían moviendo la cabeza y repitiendo hicimos lo que estaba en nuestra manos pero era su tiempo unos cuantos enfermeros salieron con la camilla -pero si, allí estaba su rostro pálido y moribundo era el mientras que lo mire el mundo se detuvo y pareciese que caía en mil pedazos algunas enfermeras corrieron hacia mi; cuando desperté pensé en El… Salí a buscarlo con la pocas fuerzas de que conservaban a un camine tanto, tanto; preguntaba para que me dieran razón de el estas me llevaron a un solo lugar a su tumba si ahí estaba su nombre caí de rodilla ante El y recosté mi cuerpo...

Poco tiempo después la encontraron muerta reposando al lado de la lapida con su rostro tranquilo y sereno quizás como si lo hubiera esperado toda vida...Bien dicen que algunas almas no podrán estar juntas en la tierra pero si son pacientes y esperan si en el cielo. El tiempo se detuvo para estos dos viejos que lo vieron pasar a su lado tan deprisa temeroso lento y rápido, tiempo que los llevo a un mismo lugar y tiempo que se detuvo para ellos por que quizás este paso tan rápido que necesitaba descansar...Y es a si como el tiempo de estos dos viejos paro en una tumba sin importan los minutos horas y segundos que se marcaran en el reloj


Venus…

sábado, 12 de septiembre de 2009

UN PARÉNTESIS EN EL TIEMPO

Aquella tarde al salir de mi casa, como siempre, tomé un taxi. Al acercarme al chofer para decirle donde quería que me llevara, quedé muda de la impresión. De inmediato di vuelta la cabeza y comencé a mirar por la ventana, disimulando que no le reconocí.

Sentía que me observaba por el espejo retrovisor, yo trataba de mirarle de reojo y asegurarme que realmente era él. La manera en que iba vestido era muy similar a la que le conocía. Su voz… la oí tantas veces!!!. Se parecía, pero han pasado tantos años que podría haberla olvidado.

De repente, en un semáforo en rojo, apoya su cuerpo en la puerta del auto y a la vez su codo en la ventanilla, tomó su barbilla con la mano izquierda. ¡Era él!. ¡El solía tomar esa posición cuando conducía.!

En ese momento mi respiración se detuvo por unos segundos, me puse más nerviosa de lo que ya estaba y comencé a pensar que no podría ser real lo que me estaba sucediendo. Esas cosas sólo pasan en las películas ó a los demás, nunca me sucedería a mi.

Continué mirando por la ventanilla del auto y pensando si era o no él. El único hombre del que había estado enamorada de verdad y al que había dejado escapar por inmadura y caprichosa.

Cerré los ojos al atardecer que se dejaba caer por la cordillera, y en un instante estábamos, sin darme cuenta, en un lugar lejos de la ciudad y del ruido. Cuando me incorporé para ver que pasaba, el me observaba fijamente. No pude seguir esquivándolo, asi que al fin lo miré a los ojos y de inmediato saltó al asiento de atrás y se puso sobre mi, tan cerca que creí que me desmayaba.

Sus hermosos ojos verdes se clavaron en los míos. No dejaba de mirarme. No se cuanto tiempo estuvimos así. Yo no lograba emitir palabra, y creo que la angustia hizo que comenzara a rodar una lágrima por mi mejilla, la que al llegar a mis labios fué detenida por sus besos.

No hubo palabras, no hubo reproches. Volví a sentir la tibieza de sus labios sobre los míos, su lengua volvía a explorar cada breve espacio de mi boca. Besó mis ojos, mi frente, mi naríz, mis orejas, mi cuello.

No quería abrir los ojos, sólo sentirlo, abrazarlo y aferrarlo a mi cuerpo. Sólo pensaba en volver a tener sus manos y caricias sobre mi piel.

Se agarró de mi cintura y comencé a sentir su respiración en mi cuello, mientras que a lo lejos escuchaba el sonido que emitía mi cuerpo que ya empezaba a descontrolarse... Luego, una voz que me decía...

-Señorita, ¿le sucede algo, se siente bien?.

Abrí mis ojos. Estaban llenos de lágrimas, me sentía muy agitada. ¡Había sido todo tan real.!

-Ehhh, si claro, estoy bien, ¿ya llegamos?- dije, volviendo a acomodarme en ese asiento.

Una corriente helada me recorrió de pies a cabeza. Sentí que volvía de abrir y cerrar un paréntesis en el tiempo.

Sin querer aun mirarlo a la cara, le pregunté por el costo del viaje y de inmediato se giró para decirme: -Son dos mil pesos señorita-.
En ese momento. Sólo en ese instante, me atreví a mirarlo de frente a los ojos.

Definitivamente no era él.


Creo que preferí que así fuera. No habría soportado su mirada acusadora, o el que no me hubiera reconocido. O peor aún... su indiferencia.

¿Dónde estás?, ¿Con quien?, ¿Eres feliz?... ¿Me recuerdas como yo a ti?

LA DE LOS SUEÑOS.

jueves, 10 de septiembre de 2009

LA URNA

Gerard abrió la puerta del laboratorio y empezó correr por el pasillo iluminado, por diminutas luces de neón adosadas al techo. Preso de una gran excitación, chocó de frente contra el guardia que vigilaba el acceso al Centro de Control.

- Lo… lo siento – consiguió articular entre torpes balbuceos, a sus pies, la placa de identificación se había desprendido de su uniforme y yacía boca arriba con su foto mirándole acusadora.
- ¡No se puede pasar! El Área está cerrada a todo personal ajeno al lanzamiento.

La voz del guardia armado sonó dura y enérgica, a través de la rejilla que ocultaba su boca. El casco protector le cubría la cabeza y el rostro, con una mínima abertura a la altura de los ojos, protegidos por una lámina de plástico irrompible.

Gerard recogió su identificación y miró con fijeza a los ojos del guardia. Dos fríos lagos azules le aseguraron que no iba a ceder por mucho que insistiera. Esa batalla estaba perdida. Derrotado, dio media vuelta y dirigió sus pasos vacilantes hacia la sala de descanso. Hacía tres días que fue destituido de su cargo como Supervisor de turno por el Almirante Svyatoslav sin motivo alguno. Desde entonces, había vagado por los laboratorios de pruebas, observando el software Beta que se emplearía en el procesamiento del Proyecto Génesis. Hasta ahora habían utilizado la versión 3.0, y su labor en estos momentos consistía en solventar varios fallos de secuenciación para la nueva versión. Pero la Urna, como era llamada coloquialmente la Transmisora de Hipnorealidad por el personal del Caribdis, la nave insignia de la Flota, se encontraba en el Centro de Control. Al menos la operativa. En el laboratorio nº4 se encontraba la versión “Cero”, que fue utilizada para las pruebas preliminares con primates.

- ¡Esa era la solución!

Gerard se sintió impulsado por una repentina euforia. Todavía no estaba todo perdido. Echó a correr por el pasillo, entró en el ascensor y pulsó la tecla del nivel 7. Debía llegar hasta el laboratorio y poner en funcionamiento la Urna “Cero”.

Durante los últimos tres días se había devanado los sesos en busca del por qué de su sustitución.

Las pruebas con los voluntarios humanos habían constituido un éxito sin precedentes, a no ser que contara los fallos en el regreso. La teoría de la Hipnorealidad aseguraba que el individuo viajaría mentalmente a un tiempo prefijado. Hasta ahí se había comprobado su viabilidad a través de los informes realizados por los voluntarios a su regreso. El problema era que no todos habían regresado, o al menos, no todos vivos. El último voluntario lo encontraron al abrir la Urna, con la garganta degollada tras ser inducido al S. XV en plena Batalla de Azincourt.

Fue entonces cuando Gerard se planteó la viabilidad del Dilema. La teoría defendida por algunos de los científicos del proyecto sostenía que: “era posible que los viajes en el tiempo inducidos en la mente, fueran de hecho, verdaderos. De modo que la mente del viajero llegara a suplantar la de una persona real en el tiempo y lugar al que era inducido”. Con, o sin sentido, Gerard había llegado a creer en esa teoría. Sobre todo desde la noticia de que el Presidente de la Federación Universal (FU), Tsubasa Hinata, había sido invitado por el propio Almirante Svyatoslav a probar la Urna, en un gesto de autosuficiencia.

Desde entonces Gerard empezó a atar cabos, y llegó a la conclusión de que el Almirante pretendía asesinar al Presidente induciéndolo en algún momento crítico de la Historia, más si cabe, al conocer la pasión del propio Tsubasa por la II Guerra Mundial.

Las puertas del ascensor se abrieron al alcanzar el nivel 7. Pasó su identificador por el escáner y entró en el Laboratorio nº 4. Las luces se encendieron al acceder al interior gracias a un detector de movimiento. Estaba solo en el inmenso laboratorio. Se dirigió al lado opuesto de la sala, oculta por un manto de fibra metálica se encontraba la Urna “Cero”, con su alargada forma que recordaba un antiguo sarcófago egipcio. Encendió los monitores, retiró la protección de la urna y abrió su tapa de Kevlar. En el interior, el líquido amniótico empezó a burbujear cuando los niveles adquirieron el nivel adecuado.

La decisión estaba tomada, debía volver a algún tiempo indeterminado del pasado y evitar que el Presidente entrase en la Urna.

Tecleó la secuencia de lanzamiento en el ordenador principal, se desnudó y, tras dejar el proceso en automático, se sumergió en el cálido líquido, que lo recibió como el acogedor vientre de una madre. Se ajustó la mascarilla y pegó a su piel los parches autoadhesivos, de los que colgaban finos cables que controlarían sus constantes vitales. Suspiró, y dejó caer la puerta de Kevlar con suavidad, mientras su cuerpo se hundía en el fondo de la Urna. El sonido del cierre automático le llegó atenuado en el interior del sarcófago.

En la pantalla del ordenador, la orden automatizada comenzó su marcha atrás. 10, 9,8, 7, 6, Gerard cerró los ojos, mientras una sensación de aturdimiento le embargaba. 5, 4, 3 ya no había vuelta atrás…2, 1. Cero.

Gerard abrió la puerta del laboratorio y empezó correr por el pasillo iluminado, por diminutas luces de neón adosadas al techo. Preso de una gran excitación, chocó de frente contra el guardia que vigilaba el acceso al Centro de Control.

- Lo… lo siento – consiguió articular entre torpes balbuceos, a sus pies, la placa de identificación se había desprendido de su uniforme…El bucle seguía su curso…

Autor: Javier Marzo

martes, 8 de septiembre de 2009

MARGARITA Y EL RELOJ


El sonido de la primera campanada estremeció la vieja catedral, los oídos de la niña quedaron retumbando. Miró hacia abajo, a través de la escalera de caracol, vieja y cubierta de telarañas, tropezó una mariposa muerta y la miró caer hasta que desapareció en la oscuridad. Levantó la cabeza y el miedo intentó hacerla regresar, pero ella quería ver el reloj.

Ese reloj hace sonar las campanas y marca el paso del tiempo—siempre le contestaba la abuela, a su insistente pregunta, recordó la niña.

Tenía siete años y la falda roja le quedaba larga, se enredó con un clavo doblado de la escalera y resbaló hacia atrás, por fortuna pudo aferrarse a uno de los maderos. Se quitó los zapatos para no hacer ruido en el piso de tablones y siguió adelante, lo más rápido que pudo, su pequeño corazón repicaba como otra campana. Abajo, fuera de su vista, entre la multitud de cabezas agachadas, estaba la abuela, rezando al igual que las demás personas; la anciana no se percató de la ausencia de la nieta. Mientras tanto, las campanadas siguieron una tras otra.

Veloz subió por la compuerta y su pequeña cabeza de pelo negro y ondulado emergió. Miró a los lados, la luz del día entraba por los cuatro ventanales a su alrededor. Entonces lo vio.
Tiene ruedas con dientes, como dijo el abuelo—pensó la niña.

Miró a lo alto y vio las campanas, enormes, macizas, moviéndose como enormes montañas de metal. Algo le llamó la atención, un interruptor eléctrico, parecido al que su abuelo tiene en el patio para encender el compresor de aire, cuando va a pintar el vehículo de algún cliente.

¿Si lo muevo se detendrá el tiempo? claro que sí, porque las campanas no podrán sonar—se preguntó y se dio respuesta, usando la misma lógica de siempre, tan veloz y asombrosa para sus abuelos, y que los hacía reír la mayor parte de las veces.

Corrió, se afianzó con sus dos pequeñas manos a la palanca y con el peso de su cuerpo la barra de plástico negro cayó. La séptima campanada no llegó a ocurrir. Los badajos quedaron suspendidos en el aire, como en una fotografía.

La niña se asomó por cada una de las cuatro enormes aberturas. Los vehículos y la gente se mantenían detenidos, las nubes, y hasta las aves, se veían suspendidas en el aire. Bajó corriendo la escalera de caracol y llegó hasta su abuela, ella estaba intentando detener la caída de su rosario, la reliquia se encontraba a pocos centímetros del suelo y la cara de la mujer estaba congelada en un “¡Oh!” de sorpresa. Las llamas de las velas no se movían y el único sonido era el de los suaves pasos de la pequeña. En su traviesa cara surgió una sonrisa de satisfacción.

Yo tenía razón—pensó, y comenzó a correr y saltar descalza por la iglesia, como siempre quiso hacerlo. Gritó a voz en cuello todas las canciones de su infantil repertorio, se acercó a esos señores que antes le inspiraban temor, y gritó los alaridos más molestos que se le ocurrieron.

Después pidió disculpas y repitió el recorrido por las naves de la vieja catedral.

—Ya es suficiente diversión por hoy—sonó una voz.

La niña volteó y allí estaba una anciana, su sonrisa era tranquila y sus vestidos parecían pasados de moda, o tal vez de una moda muy nueva, no estaba segura.

—Yo también, de niña, hacía eso—dijo la mujer—, lo detenía moviendo una palanca; la quitaron cuando lo convirtieron a reloj eléctrico.

La niña se recuperó del susto y preguntó:

— ¿Cómo te llamas?

—Margarita, igual que tú. Ahora sube y levanta el interruptor, después baja con cuidado y regresa al lado de tu abuela. La próxima vez, cuando vuelvas, seguiremos hablando, ¿Te parece bien?

—Sí claro señora Margarita.

—Hasta la próxima vez, niña Margarita.


Joseín Moros

domingo, 6 de septiembre de 2009

UNA VIDA MÁS

¿Un par de días?

No, con eso tampoco bastaría. Sé, que no quedaría satisfecha y necesitaría probablemente una vida más… mucho más tiempo. No obstante; válgame ese período, para meterme dentro de aquellos instantes y saborearlos mucho más. Fueron tantos sentimientos hermosos, que se me hicieron fugaces, como todas las cosas buenas que se nos cruzan en el camino de la vida.

La noche era luminosa, despejada y feliz. O yo la sentía así…

Su oscuridad parecía menos densa que nunca. Sus estrellas, luciérnagas espléndidas, sacadas de los cuentos de hadas que leía en la infancia o que ahora lee mi pequeña.

El arrullo de las voces; que para otros oídos desacostumbrados, pudiera parecer ruido, parecía música poetizada a los míos predispuestos. Las risas me parecían cálidas y melosas, me acariciaban los sentidos haciéndome sentir felicidad. Y tu mano en la mía, era ese barco al que asirme para viajar en el ancho mar, sin sentir que su bravura pudiera volcar mi maderamen.

Si por momentos, tus dedos acariciaban mis cabellos, como tantas otras veces, la seguridad era total.

Estábamos reunidos junto a la mesa, no recuerdo si todos, pero sí muchos de los hermanos, con sus respectivas parejas y criaturitas pululando por doquier.

Yo, te miraba de reojo en más de una ocasión, pues ya te sabíamos voluble. Extremadamente delicada, cual flor que ha tenido su período de esplendor y va cerniéndose sobre sí misma hasta cerrarse.

Sin embargo, tu sonrisa feliz, huidiza, pero feliz, conmovía mi espíritu y hacía volar mi alma.
Notaba la esperanza gravitar en mis entrañas.

La alargada mesa estaba a rebosar de platos apetitosos, de esos que te gustaban desde siempre y los que repentinamente comenzaron a gustarte.

Sobre todo, abundaban los dulces variados, cuya atracción hacia ellos, que siempre tuviste, se había incrementado de forma desmesurada.

Todo para nuestra princesa.

Parecía que el buitre de negro plumaje y ansiosas garras, no planeaba sobre nosotros con pico ceñudo.

Todo era casi perfecto.

Alegría, fue la reina de aquel día memorable. Nos era tan necesaria, que quisimos alargarla, estirarla cual goma elástica para no perderla. Hubiésemos querido congelar esos momentos sin que el tiempo inmisericorde los rozara ni de lejos.

De sobra es sabido que eso es un imposible.

Habíamos paseado por los alrededores. Por la montaña agreste y por entre las casas vecinas, donde los perros ladraban a nuestro paso, como celosos guardianes.

Caminábamos lento ¡Tanto!

Sonreíste en más de una ocasión oyendo mis quejas por los odiosos bichos. Reíste con ganas al verme correr ante una avispa zumbona que me perseguía pícara. Tomamos de aquellas flores silvestres de hojas blancas y brillantes que tanto te gustaban, porque adornaban tu casa al secarse guardando su belleza. Nos perfumamos las tres, con matojos de tomillo y romero que crecía libre en el campo.

Las tres hermanas, las tres jinetes como yo decía siempre. Las tres flores de la misma rama. El amor nos acompañaba y dos de nosotras soñábamos con que esos momentos se hicieran eternos.

Tú nada sabías…

Siempre he pensado que quizá no querías saberlo, que huías de la realidad voluntariamente, por no caer en sus brazos dolorosos y difuminarte con demasiada prontitud.

Peleaste con uñas y dientes para zafarte del destino cruel que te aguardaba escondido tras bambalinas.

Y ese día, calladamente, sería el anterior a la caída en picado.

Por eso lo guardo entre algodones. Lo tengo guarecido de tormentas, en esa cueva que he decorado para él.

La llené de tus cuadros de acuarelas, de tus poemas y escritos, de tus dibujos.

La iluminé de tu espíritu risueño, de tu amor incondicional, de tu esbelta figura.

No pude despojar al cielo de estrellas para colgarlas en esa cueva preparada para ti. No pude, porque desde el momento en que partiste, supe que una estrella más había ocupado su puesto en el collar de la noche constelada…

Marinel

viernes, 4 de septiembre de 2009

UN INSTANTE

¿Por qué nada se mueve? Yo mismo no puedo moverme; ni siquiera parpadear. Tengo los ojos abiertos y no siento nada, ni siquiera se cual es exactamente la postura de mi cuerpo aunque debo estar tumbado. Veo mi brazo y mi mano cerca de mi cara, y entre los dedos esa mujer tan asustada con el gesto de un grito que no oigo y que… no se mueve, no se mueve a pesar de la posición de sus cabellos separados de la cara por el viento o por su propio movimiento. Pero ¿Qué hago yo aquí?

Debo recordar. Hoy he desayunado en casa; mi pobre madre lo tiene preparado cada mañana y a veces solo puedo consumir la mitad de lo que me ofrece; le digo que tengo prisa, pero en realidad es que no tengo tanto apetito a esas horas. La doy un beso y me despido de ella hasta la noche siguiente; pasaré el fin de semana con Juana en la casa de la sierra.

Ahora veo una mota de polvo, o quizá sea polen, suspendido en el aire y totalmente quieto. Las copas de los árboles están inclinadas apuntando todas en la misma dirección; es decir, hay viento, pero nada se mueve. El aspecto de la mujer es de parálisis absoluta; me mira horrorizada y no cierra la boca en un grito permanente que no percibo.

Nada más salir del portal de mi casa llega Juana en su coche. No me deja conducir; nunca lo hace, pero le insisto cada vez que me acomodo en el asiento de acompañante. Venía nerviosa por la hora a pesar de no haber quedado con nadie, y ni siquiera me da un beso como saludo.

Generalmente solo quiere que nos besemos cuando estamos solos o mientras vemos la puesta de sol desde el mirador de la casa. Pensé que hoy tendría que esperar hasta la noche.

Un pájaro está a punto de posarse sobre una rama, y su imagen está congelada justo en ese momento, todavía con las alas sin plegar y con la vista fija en el punto en que va a posarse. ¿Qué está sucediendo? ¿Se ha parado el tiempo? La nubecilla de polen sigue ahí, quieta, el pájaro congelado aún en el aire a unos milímetros de la rama, la mujer horrorizada sigue en su posición sin dejar de mirarme…¿estará ella pensando como lo hago yo?

Procuro no hablar con Juana para no discutir mientras conduce; a veces suelta el volante, gesticula con sus manos exageradamente y mira demasiado tiempo hacia el acompañante. No puedo decirla nada en esos momentos, pero procuro advertírselo más tarde. Hoy no ha hablado demasiado pero estaba muy nerviosa y despotricaba de todo aquel que se cruzara en su camino, un taxi, un autobús, una abuelita que tarda en cruzar… así hasta salir de la ciudad. Tal y como ha sucedido otras veces.

Si; se ha parado el tiempo. Si el tiempo se para, se para todo lo demás. La velocidad es el espacio recorrido en un tiempo determinado; sin tiempo, no hay movimiento. Por eso no puedo moverme; la quietud absoluta es esto. Y por eso no siento nada; no sé ni en qué postura me encuentro ya que no siento la presión de mi cuerpo sobre ninguna superficie; como un estado de ingravidez. Pero, ¿Por qué se ha detenido el tiempo? ¿Existimos sin esa cuarta dimensión?

Juana iba muy acelerada, demasiado, pero no le decía nada. El ruido de los neumáticos en las curvas debía haberle hecho recapacitar, pero hasta ahora nunca había sucedido nada. Hasta ahora. Subiendo el puerto a esa velocidad no podía haber reaccionado con ese camión tan lento, prácticamente parado a la salida de la curva… Ha sido eso; un accidente… recuerdo salir disparado atravesando el parabrisas; mucho dolor y después nada…

Por el peinado y la camisa a cuadros esta mujer era la conductora del camión; o su acompañante. La pobre no tiene culpa de nada pero está muy asustada; ahí sigue paralizada, como el polen y el pajarillo. ¿Qué me ha sucedido? Supongo que puedo pensar porque la velocidad del pensamiento es superior a la de la luz; o no hay forma de medirla ya que es independiente del espacio y del tiempo y todo lo que estoy pensando lo hago en un instante tan pequeño que no hay tiempo que lo mida… Un instante; un punto en la línea del tiempo.

Quizá es este el último instante de mi vida y por eso mi mano, los árboles, el pajarillo, el polen, la mujer asustada… están desapareciendo, difuminándose, sumiéndose en una claridad indicativa de la nada…

Tito Carlos

miércoles, 2 de septiembre de 2009

FOTOGRAFÍA EN EL ALCÁZAR


Timoteo de las Casas, funcionario de Correos, cuando falleció dejó una herencia tan modesta como su propia vida. Su viuda, doña Paula, tras los funerales, convocó a sus dos hijos en la cocina familiar. Allí, sobre la mesa, había colocado tres cajas de hojalata en cuyo interior se conservaban a salvo de las humedades las pertenencias del difunto.

En la primera de las cajas, envuelto en plástico, estaba guardado un pequeño fajo de billetes. Doña Paula, ante sus hijos, lo contó: “Aquí hay 20.800 pesetas”, concluyó la mujer. “Con este dinero y con la pensión de la Mutualidad podremos irnos defendiendo”, sentenció.

En la segunda de las cajas, envuelta en un trapo anaranjado, había guardado el difunto una máquina fotográfica Leika que en los últimos años le había proporcionado momentos felices. Amante de la fotografía nuestro hombre, privándose de otros caprichos, había adquirido esa máquina con la que en ocasiones especiales retrataba a su familia.

En la tercera caja, finalmente, estaban amontonados varios cientos de imágenes que Timoteo había tomado en esos años de afición. A su lado, envueltas en plástico, estaban también depositadas ocho monedas, algunas de plata y otras de cobre, emitidas en los tiempos en que en España reinaba Alfonso XII. Nadie supo nunca donde guardaba Timoteo los negativos de las fotografías. Jamás aparecieron.

Requeridos por doña Paula para que se repartieran esos “recuerdos” de su padre, Esperanza, la hija, más sentimental, se decidió por la colección de imágenes y por las monedas alfonsinas que, ¿quién sabe porqué?, uno de los abuelos del difunto había decidido hacía muchos años conservar.
Salvador, el hijo, tras escuchar las palabras de su hermana, decidió quedarse la maquina Leika. Aunque no sentía interés alguno por la fotografía se prometió a si mismo que aprendería a usarla, quizás como un acto entrañable de homenaje a su padre.

.../…

Era sábado y aquella tarde Salvador se acercó a los jardines del Alcázar de la ciudad con la idea de tomar algunas fotografías. En su mano, enfundada, portaba la cámara que había heredado de su padre. De manera paulatina, ¿quien sabe como?, se había ido aficionando a su uso, de modo que al fin compartía la pasión que había poseído a don Timoteo durante los últimos años de su vida.
En la escalinata de la torre de los Leones, se topó Salvador con una niña que vestida “de Primera Comunión” jugueteaba con sus primos. “Niños –exclamó- posad un momento y os haré una foto”, pero no tuvo tiempo de hacerlo… En el momento en que los niños, formalitos, posaban, llegó allí un grupo alborotado de jóvenes. Salvador no lo dudó y los invitó a unirse al grupo. Ninguno de ellos conocía a los niños, pero aceptaron entre risas.

Fue entonces, en el instante en que pulsaba en el disparador, cuando el fotógrafo reparó en el modo tan bello en que estaba posando una de las jóvenes, rubia, que parecía mirar al cielo mientras sonreía de una manera angelical… Entonces, al momento, cuando apretó el pulsador, fue cuando sucedió algo insólito…

“Que ocurre –le dijo la muchacha rubia de la sonrisa- que todos se han quedado inmóviles… Nadie se mueve… ¿Qué pasa…?” En los ojos de ella se percibía el modo en que la sorpresa y el miedo, en similares proporciones, se habían mezclado…

“No te preocupes –respondió él- me ha pasado alguna otra vez… Son cosas de la cámara, creo que tiene demasiados años… A veces, cuando tomo imágenes, al pulsar, pasa algo y durante un tiempo el mundo queda en suspenso… Pero no es nada grave… Solamente algunas personas especiales, como es tu caso, escapan de esa influencia. A mi, por lo que ves, tampoco me afecta. No te preocupes, amiga, pronto todo volverá a ser normal…”
“Ven -prosiguió Salvador- vayamos a aquella fuente y bebe un sorbo de agua, te encontrarás mejor… No tengas miedo… Nada va a suceder… Ven… Toma mi mano…”

La muchacha, confusa, como caminando entre las nubes, aceptó la mano de Salvador y los dos se encaminaron al cercano surtidor… No entendía nada de lo que estaba pasando, pero se sentía atraída por aquel joven que no parecía apreciar nada extraño en la tan insólita situación que estaba viviendo.

Para entonces, él solamente pedía al cielo que “aquello” duraba todo el tiempo posible… Aquella joven, tan encantadora, le resultaba bellísima y deseaba tener tiempo para conocerla. Así fue como caminando de la mano, entre las sonrisas de él y el indudable sentimiento de temor de ella, llegaron a la fuente. La joven sentía el frescor del agua en sus labios cuando algo, de súbito, rompió el hechizo. Se escuchó una voz… Alguien gritaba:

“María, por Dios, ven aquí, que todos se han ido –exclamaba un joven delgado cuya silueta, al lado de ella, se recortaba en la fotografía-. “¡Vamos…, que nos quedamos rezagados…!”

¡Adios, adios…! –exclamó la muchacha-, “Me está llamando Antiqva…! ¡Adios, amigo…! Espero que algún día nos des una copia de esa fotografía” –terminó diciendo mientras se alejaba-.
En aquel momento, ella no podía sospechar que muchos años después, cuando contemplaba una colección de fotografías anónimas alojadas en Internet, Antiqva habría de reconocer la imagen.

ANTIQVA