ESTAMOS PUBLICANDO AHORA LOS RELATOS DE: GÉNERO: "LIBRE"; TEMA: "EMPECEMOS JUNTOS".

ÓRDEN DE PUBLICACIÓN EN EL LATERAL DEL BLOG. DISFRUTAD DE LA LECTURA, AMIGOS.


sábado, 30 de mayo de 2009

GRAFITI

Carlo y Poli se sentaron en el bordillo de la acera. Contemplaban el grafiti del muro que los separaba del ferrocarril y del resto del mundo; nunca habían salido del barrio. Esa larga calle junto a otras dos paralelas y unos cuantos callejones que las unían era todo cuanto conocían; allí se habían desarrollado las aventuras que la imaginación de sus diez años eran capaces de crear.

Jugaban a la vida que creían que llevaban sus padres y hermanos, quienes a menudo desaparecían por una temporada en sus destartalados coches y aparecían a veces con dinero y un pequeño regalo para las madres. No había suficiente, y las madres desaparecían a diario subiéndose a un autobús que aparecía y desaparecía al final de la calle. Algunas de las chicas jóvenes desaparecían por la noche en los mejores coches, con las mejores ropas, repeinadas y con falda corta, y aparecían a media mañana despeinadas, con la pintura de la cara distribuida en manchurrones y con aspecto general cansado. Aparecer y desaparecer; esa era la cadencia y variación que marcaba los ritmos de sus vidas.

A veces el hermano de Carlo traía comics de aventuras y los devoraban con avidez en ese mismo lugar. Esa era la única noticia que asimilaban de que otros mundos existían, totalmente distintos a este, con grandes edificios en vez de chabolas, coches flamantes y ruido; mucho ruido. A los pocos días se llevaban esas historias con las promesas de traer otras; ‘las tengo que cambiar’, decía el hermano de Carlo, y regresaban a la rutina de la soledad, esperando su regreso; pero esta vez no regresó.

—Mi hermano no ha vuelto esta vez —dijo Carlo— y mi madre está llorando. Primero muere mi tío, y ahora esto. Algo ha pasado, pero no me lo quieren decir.

Seguían mirando el grafiti, tristes, con impotencia por no tener edad de participar en las rutinas de los mayores, con sus imprevistos y sus peligros.

—He oído en casa que lo han detenido, —comentó Poli— pero que no era para tanto; que peor ha sido lo de mi hermana.

—¿Qué la paso?

—La violaron ayer.

Se quedaron callados de nuevo. Ninguno de los dos sabía qué podían hacer, cómo consolar a los padres y hermanos que lloraban con dolor a escondidas de los más pequeños; ellos.

—Mi madre dice que en este mundo no hay más que problemas, —afirmó Carlo— y que nadie hace nada por resolverlos.

—Carlo, —preguntó Poli— ¿Existirá un mundo sin problemas?

—No lo creo —respondió con decisión— pero sí debe existir uno en el que alguien intenta resolverlos.

—¿Dónde crees que está ese mundo?

Carlo se puso en pie y recogió una piedra del suelo; tras unos segundos de silencio la lanzó con fuerza al grafiti.

—Detrás de ese dibujo, —respondió— ¿Vienes?

—¡Vamos!

Siguiendo la calle y la carretera del autobús, sería fácil ser encontrados. Había que arriesgarse. Sabían que los mayores escondían cosas en uno de los callejones levantando unas tapas del suelo, y que por ahí iba el agua de la lluvia y la que tiraban por el retrete; ese agua iría a algún sitio, como vieron en los comics, y por allí tendrían que ir. Calcularon la distancia y el camino a seguir para atravesar el grafiti por el subsuelo, luego buscarían una salida hacia arriba; la primera que encontraran. No les importó tener que andar con el agua fecal por las rodillas; lo preferían a las ratas que paseaban por el lateral del túnel. La luz del día que entraba por rejillas superiores los guiaba, pero intuían que sería imposible subir hasta ellas para salir. No importaba, buscarían otra más accesible. Por fin llegaron a una salida vertical que tenía una escala metálica y comenzaron a subir, pero llegaron a una gran sala con unos escalones estrechos en una pared que daban a una puerta. Había que seguir subiendo, y tras la puerta, más extraño todavía, una escalera de caracol les invitaba a continuar subiendo. Tardaron unos veinte minutos en llegar a una habitación sin más adornos que el agujero por el que llegaban, un ventanuco alto por el que entraba luz y mucho ruido y una puerta metálica. Se preguntaban si llegarían a algún sitio en algún momento. Abrieron la puerta y salieron a la terraza de un edificio muy alto.

Habían cambiado los colores; en esta parte del mundo los colores eran diferentes, no brillaban y el ruido que subía de las calles era ensordecedor, debía de haber miles de flamantes coches y autobuses ahí abajo. Carlo y Poli no se atrevían a decir palabra, estaban maravillados, contemplando por las ventanas de otro edificio a personas moviéndose en su interior. Y de pronto, oyeron voces provenientes de otra puerta parecida a la que atravesaron para llegar allí. Tenían que continuar.

Carlo abrió tímidamente la puerta y se quedaron paralizados por lo que tenían ante sus ojos. Allí estaban hablando amigablemente Supermán, Batman, y Spiderman. Batman advirtió su presencia y cogió unas ropas de encima de un banco de madera.

—¡Vaya, habéis llegado! —dijo— ¡Poneos esto y a trabajar!




Tito Carlos

jueves, 28 de mayo de 2009

LOBOS EN LA NIEVE


Quedé impresionado cuando contemplé la proyección de aquella película legendaria, Doctor Zivago. Por la noche, mientras dormía, estuve embargado por sueños extraños en los que, quizás, llegué a presentir cosas que es posible que algún día viva realmente.

La película mostraba escenas espectaculares de la Gran Guerra de 1914, de la Revolución Rusa y de los enfrentamientos civiles entre las tropas comunistas y las que seguían apoyando al régimen de los zares. Lo que más me impactó fue contemplar las inmensas llanuras de las estepas rusas, cubiertas por la nieve, por las que avanzaban los escuadrones de caballería tratando de alcanzar a unos enemigos vaporosos que se esfumaban en aquel inmenso infierno blanco.

En mis ensueños, influidos por lo que había contemplado aquella tarde en la gran pantalla, me veía vestido con un atuendo militar, portando un fusil y aparentemente posando en una inmensa planicie nevada, similar a aquellas por las que había visto cabalgar a los escuadrones de cosacos. La imagen sugería que un gélido viento lo impregnaba todo y mi cara, aterida, acusaba el frío inmenso de aquel inhóspito lugar. Alguien me había repetido varias veces que era necesario que vigilara a los lobos.

Mientras tanto, veía como los soldados de mi compañía, para protegerse del frío, se habían refugiado en unas trincheras cercanas. Esperaban que el cabo furriel y otros dos hombres acudieran portando un cajón de madera en cuyo interior viajaban los chuscos de pan y las latas de sardinas que habrían de constituir el almuerzo en ese día de maniobras en la nieve.

Era frecuente que por las noches, mientras dormíamos en el barracón, escucháramos en la lejanía el aullido de los lobos. Ahora, en nuestro avance por aquellos campos helados, estábamos cerca de ellos y el sargento había seleccionado tres o cuatro hombres para que estuviéramos alerta mientras los demás reponían fuerzas en aquellas abandonadas trincheras. Nuestra misión consistía en mantener alejados a los lobos que pudieran rondar por aquellos parajes. Nos dijeron claramente que si alguno de ellos se acercaba lo único que teníamos que hacer era disparar al aire y asustarlo. No se trataba de disparar contra ellos sino solamente de infundirles temor y hacer que se alejaran.

Como en la película, me veía posando en la nieve, azotado por el viento, mientras a lo lejos, en la neblina, tres hombres se acercaban portando penosamente, dos de ellos, una especie de cajón. Allí venía nuestro almuerzo. Mi misión era impedir que los lobos se acercaran demasiado.

Viví esta escena con tal intensidad que todavía sigo pensando que es posible que fuese un ensueño premonitorio. Quizás en esta vida, o en otra vida futura, esa imagen llegue algún día a hacerse realidad. Es posible, incluso, que haya sido una escena real, vivida en un tiempo ya pasado.



ANTIQVA


martes, 26 de mayo de 2009

NUNCA DEJES DE VOLAR

Palabras… hay mucha gente que aun no sabe el poder de atracción que ejercen con nosotros con solo leerlas, es lo único que piden, a cambio, si te dejas llevar, si tu imaginación te lo permite, te transportaran a mundos lejanos llenos de sensaciones, de aventuras…

No os podéis llegar a imaginar cuanto hecho de menos mi infancia, mi gran inocencia, mi imaginación en su máximo esplendor…

Hay veces que consigo viajar a esos años de fantasía, donde la magia emerge de cualquier sitio, donde se respira otro aire, donde nada importa. Tal vez si ahora mismo consigo concentrarme pueda viajar al mundo de los recuerdos...

Tengo la boca pegajosa. Me relamo, sabe a chocolate. Acabo de merendar lo que más me gusta, un mendrugo de pan con un par de onzas de chocolate. Estoy escondido tras el sofá donde se sentaba mi padre, donde soy invisible, todo está en el más absoluto silencio. A mi rededor no hay nadie, ni mi madre con esa enorme barriga donde por unos meses estuvo viviendo (y ganduleando) mi hermana, ni mi padre que debe estar trabajando, ni siquiera mi hermano gemelo buscándome para las continuas batallas de indios y vaqueros, príncipes y ladrones o cualquier otra pelea de bandos que se preciase (recuerdo una entre ranas y sapos que no podían coexistir y luchaban por reinar un lago, yo tan solo era un renacuajo, la última esperanza de los sapos verrugosos, y por ser tan pequeño solo podía deslizarme por el suelo, mientras el, el mas hermoso príncipe “rano” que nunca existió, podía saltar encima de mí. No hace falta decir quien ganó… yo, porque al saltar sobre mi se escurrió y se abrió la frente. Sin duda fue mi mejor victoria)

Estoy solo... ¡Oh! No, no estoy solo, tengo en la mano un viejo libro que desprende un intenso olor a magia, a aventuras, a inocencia…Miro la portada. Ya lo recuerdo, ya sé que libro es, y rápidamente comienzo a pasar una hoja, y otra, y otra más.

Llegados a este punto os tengo que contar un secreto, pero debéis prometer no contarlo nunca. ¡Shh! Ahora acercaros a mi lado:

Yo soy El principito… Si, seguro que habéis leído el libro de Antoine de Saint-Exupery que narra algunas de mis aventuras. Yo fui el que viajó por varios planetas, y conoció a todas esas personas, hasta que en uno de mis viajes fui a parar a un planeta llamado Tierra y hablé con un piloto de aviación que se encontraba en medio del desierto, él es el mismo que plasmó mi viaje.

Me hubiese gustado que hubiese sido diferente, que mis amigos me hubiesen creído y hubiesen venido conmigo, ellos estaban ensimismados con la pelota, las peleas para ver quien era el más fuerte, y los enamoramientos precoces mirando de reojo a las niñas. He de reconocer que a veces yo también lo hacía, pero normalmente me sentaba en algún banco o esquina hasta que me golpeaba la pelota, me peleaba, y miraba de reojo sonrojado a las niñas.

También me hubiese gustado que el aviador hubiese contado todos los lugares que visité, pero sería imposible que hubiese papel para escribirlos todos, porque viví una historia interminable, di la vuelta al mundo en 80 días, luego fui al centro de la tierra, para terminar haciendo muchísimas leguas en un viaje submarino. Fui al país de nunca jamás, al país de las maravillas, subí a grandes navíos, y visité lugares donde habitaban princesas y príncipes así como brujas malvadas y hechiceros maléficos, o piratas con la barba de diferentes colores, parches en los ojos y patas de palo. También conocí a grandiosos dragones, hadas traviesas, gnomos sabios, elfos juguetones, y a los liliputienses…

Pero también descubrí que hay mundos que te visitan ellos a ti, durante los sueños, y convierten a estos en pesadillas, aunque solo hayas leído, sin que se enterase nadie, unas pocas líneas de un libro de adultos.

El libro era de mi madre, era el que estaba leyendo por entonces, lo vislumbré sobre una mesita y no me pude resistirlo, lo cogí velozmente y me escondí detrás del sofá, el único lugar donde me hacía invisible, (lo supe porque nunca nadie supo donde estaba, o tal vez me descubrieron y dejaron que me hiciera invisible) y leí esas pocas líneas y lo dejé estar porque tuve miedo, y al llegar la noche me visito ese payaso sanguinario. Desde entonces es un trauma infantil. Nunca lo he terminado de leer, como tampoco he visto la película. No tengo miedo a los libros de miedo, ni a las películas de terror, ni siquiera a los payasos, solo al payaso de It de Stephen King.

Y entonces vuelvo a la realidad, al ser que recuerda todos aquellos lugares, y que ha viajado por todos ellos, y me doy cuenta que lo sigo haciendo, que sigo viajando, que sigo teniendo algo de esa inocencia, que soy un niño grande, como también me doy cuenta de que cuando esa inocencia se consuma y me haga definitivamente un adulto, iré al rebufo de los niños y volveré a viajar y a reencontrarme con esos viejos amigos que conocí, que luego lo haré de la mano de mis hijos y más tarde de la de mis nietos, hasta que llegué el momento de viajar a un lugar que no conozco y que tarde o temprano tendré que visitar.


Leinad23


domingo, 24 de mayo de 2009

RECIÉN ESTRENADA

El día era realmente caluroso. Sentía resbalar por mi piel las gotas producidas por la transpiración. Sin embargo seguía allí tumbada en la arena, mirando el infinito cielo y a aquellas aves blancas cuyos gorjeos incesantes parecían reclamar mi atención.

Una de ellas se posó sobre la arena, acercándose hasta mí con sus graciosas patas zigzagueantes.

La gaviota paró ante mis piernas con cierta osadía; o eso me pareció. Tras unos instantes de miradas cruzadas, del pico de la gaviota emergió una voz, que lejos de asustarme, me pareció conocida e incluso esperada.

-El secreto está en que dejes de verte limitada, prisionera de un cuerpo carcelario. El secreto, repito, está en saber que la verdadera naturaleza vive con la perfección de un número no escrito, simultáneamente en cualquier lugar del tiempo y el espacio.

Aquellas palabras calaron hondo en mi persona, tanto, que a partir de ese instante, no cejé en el empeño de intentarlo día y noche. Y a pesar de mis esfuerzos, no logré moverme ni un milímetro de aquella postura horizontal en esa playa de ensueño.

-Debes olvidarte de la fe, de creer que puedes hacerlo. La cuestión está en entender cómo se hace, tal como hiciste para volar...

De repente, y sin previo aviso, lo comprendí a la perfección...

-¡Es cierto! ¡Soy una gaviota perfecta y sin limitaciones!

-Claro, Marinel, tan solo tenías que entenderlo.

-Quiero aprender a volar como tú.

-Para volar tan rápido como el pensamiento y a cualquier sitio que exista -dijo-debes empezar por saber que ya has llegado...

Y así comencé mi vuelo…

El barco se alejaba de la costa y yo había elegido este medio de transporte para no llamar la atención de aquel que dejaba en la orilla del mar, y que me había regalado vivencias extraordinarias, poemas de belleza luminosa, compañía mágica e inolvidable…

Aún me parecía escuchar su voz en mis oídos, susurrándome versos que aleteaban alrededor, haciendo a mi piel erizarse.

Jamás intimamos hasta el punto de romper ese mágico, y otrora insospechado encuentro.

Su casa fue guarida para ese halo misterioso que él descubrió en mí al verme aparecer de la nada, subiendo la escarpada ladera hasta su hogar.

No obstante me ofreció cortésmente su mano, y desde ese instante, nuestras esencias se encontraron en un plano más allá de lo cognoscible.

En las noches de tormenta, allá en Isla Negra, nos sentábamos al calor del fuego tomando unos mates, o unos sorbos de vino cálido y subyugador, mientras me narraba historias de su vida pasada de primera mano, a viva voz. Esa voz como adormecida, que acunaba mi ansia por saber y la saciaba.

Nunca preguntó de dónde o cómo había venido. Era como si mucho antes de que yo apareciera, supiese de mi existencia y la esperase.

Se limitaba a contarme, a enseñarme, a hacerme partícipe de sus sueños, dichas y sufrimientos más recónditos. Y yo, escuchaba, me empapaba de él y de esa vida que tanto había ansiado conocer y que por obra del destino y sus misterios, ahora vivía de manera tangible.

Pero todo toca a su fin, y hube de partir, pues viajar en el tiempo y el espacio, reconcome el cuerpo, lo agarrota y entumece hasta endurecerlo tanto que la vejez se puede instalar de forma prematura; y con ella, la tan temida muerte.

Marché una mañana hacia el puerto, acompañada por él.

Al despedirme, sus besos en mis mejillas absorbieron la sal de mis lágrimas. Tomó mis manos y posó en ellas un papel cuidadosamente doblado.

Sentada en el camarote; ya más calmada tras haber derramado una pequeña parte de ese mar que nos habita, estuve preparada para leer aquellas letras.

Amiga, no te mueras.

Yo soy el que cortó las guirnaldas rebeldes
para el lecho selvático fragante a sol y a selva.

El que trajo en los brazos jacintos amarillos.
Y rosas desgarradas. Y amapolas sangrientas.

El que cruzó los brazos por esperarte, ahora.
El que quebró sus arcos. El que dobló sus flechas.


Me quedé con esas estrofas grabadas en la mente, aquel retazo de unos versos titulados “Amiga no te mueras”, que quedaron prendidos en mi alma para siempre.

Salí al aire, pues como recién estrenada gaviota, necesitaba de la libertad que da el viajar sin miedo y sin impedimentos…


Marinel.

viernes, 22 de mayo de 2009

Y DALE CON LO DEL ANILLO

–¡Qué no, qué no, qué no y mil veces no! –gritó Pedro una vez más a la desesperada.

–¡Maldito niñato de los demonios! –le espetó Gándalf malhumorado–. ¿Cuántas veces quieres que te lo repita? ¡Es tu destino y debes de cumplirlo!

–A la porra con mi destino. ¿Cómo debo decírtelo? ¡Qué no me peleo yo con nadie, por muy monstruo que sea, por una mierda de anillo!

En ese preciso instante al anciano mago se le cambió la faz de la cara tornándose oscura y de aspecto siniestro, la luz de la sala se amortiguó como eclipsada por un oscuro nubarrón y un trueno sobrecogedor bramó por toda la estancia provocando un temblor generalizado... Y su voz resonó como salida de ultratumba.

–¡¡¡Pedro Bolsóm, de Bolsóm Cerrado; descendiente directo de la más alta estirpe de Hobbits valerosos portadores del anillo. Tu apellido y tu linaje te obligan a continuar con la honorable misión de portar el codiciado anillo de poder a las oscuras tierras de Mordor y destruirlo en los fuegos fatuos del abismo primigenio. Así que no te vuelvas a atrever a contradecir mi sagrada palabra....!!!

–¡Prrrrrrr! –interrumpió el pequeño hobbit formando un círculo con los dedos índice y pulgar y llevándoselos hacía la boca para exhalar una sonora pedorreta.

El rostro de Gándalf volvió a la normalidad en un suspiro, desapareciendo al mismo tiempo la tenebrosa oscuridad y demás efectos misteriosos con igual rapidez con que surgieron.

–¡Joder, joder y joder! –maldijo para sí mismo–. ¿Qué habré hecho para merecer esta condena? Ya te he dicho que no irás solo; tendrás que formar la Compañía del Anillo, con enanos, elfos, hombres,...

–Mira tío, el hecho de que seas inmortal no te impide reciclarte un poco de vez en cuando, ¿no crees? ¿Pero tú sabes lo que estás diciendo? ¿Qué Compañía ni que niño muerto? Los enanos ya no son lo que eran; desde que se quedaron obsoletas las mazas para la guerra, tan sólo te los encuentras en los circos haciendo el payaso o toreando con un grotesco gorro de bombero en la cabeza. Con los elfos tampoco se puede contar en estos tiempos; con esas ridículas orejas no se atreven a bajar de los árboles porque los niños les tiran piedras. ¡Y qué te voy a contar de los hombres! Dale una espada a cualquier príncipe de hoy en día y te preguntará que dónde está la cinta que hay que cortar para inaugurar no se qué monumento. ¡Qué no, hombre, que los tiempos han cambiado, a ver si te enteras de una vez!

–¡Me da igual! –volvió a gritar el mago pataleando obstinado en el suelo como un niño caprichoso–. Tus descendientes siempre han sido los portadores del anillo y tú debes de seguir la tradición, así que, pongas como te pongas, te va a tocar hacer el viaje y afrontar los peligros que se tercien.

–¡Ni muerto, vamos! –contestó Pedro para la desesperación del anciano–. Además, ¿qué te crees? ¿qué no he visto la peli? Sé de sobra que mi antepasado Frodo poco tuvo que ver con la desaparición de ese estúpido anillo. Si no llega a ser por su amigo Sam, otro gallo le hubiese cantado.

–Así es, pero por desgracia la estirpe de Sam se perdió hace lustros, así que tendrás que buscar nuevos amigos que te acompañen. Seguro que no te faltarán amistades ávidas de nuevas aventuras en pos de salvar a la humanidad.

–Tú flipas, viejo. ¿Qué quieres, que me tomen por tonto, o qué? Te crees que la gente no tiene otra cosa que hacer más que ir de acá para allá con un anillo al cuello, matando orcos y jugándose la vida por el rollo ese del bien y del mal. ¿Acaso te va a pagar eso la hipoteca o te va a ayudar a encontrar curro? –sentenció el hobbit.

–¡Pero qué estás diciendo, pequeño insensato! Estamos hablando de impedir que la humanidad caiga en la era oscura y tú me sales con hipotecas...

–Eso, en la oscuridad me voy a quedar yo si no consigo pasta para pagar el recibo de la luz, así que vete a otro con ese cuento, que el menda éste se queda en casita. Poco tranquilo que estoy yo aquí con mi tele y mi PlayStation para ponerme ahora a correr aventuras como un loco.

–¿Y ahora qué hago yo con este anillo? –preguntó Gándalf resignado.

–Y a mí que me cuentas –le respondió Pedro sin parecer importarle en nada la desesperación del mago–. Además, ¿se puede saber qué pasa con esos anillos? ¿es que crecen en los árboles, o qué? Si es que no hay manera de terminar con ellos, ¿no te das cuenta?

–El mal siempre halla la forma de resurgir de sus cenizas –dijo el anciano con solemnidad–. Por eso no debemos bajar nunca la guardia ante esta amenaza constante.

–Sí, eso mismo dijo el expresidente Bush después de la caída de las torres gemelas y mira en qué lío nos metió. Anda y vete a darle la lata a otro ingenuo, viejo pesado, que yo ese rollo ya me lo conozco.

–Esta juventud... ¡Qué poco respeto! Es que no hay manera de hacer carrera con ellos –concluyó Gándalf al tiempo que se alejaba cabizbajo.

Y así fue como la Tierra cayó sin remedio en la más lúgubre y sombría Edad Oscura, donde políticos, banqueros y demás criaturas carroñeras y sin escrúpulos dominaron la totalidad del planeta por tiempo indefinido.

Pedro Estudillo

miércoles, 20 de mayo de 2009

Menciones especiales al Amor imposible.

¿Dónde está el Reino de Comansi?

Para que nos vamos a engañar…
Comansi es un lugar donde todos querríamos perdernos alguna vez…



Hace pocas fechas vi una interesante entrevista sobre la creatividad en los más pequeños… de cómo ésta desaparece por culpa de la educación que damos a nuestros niños…

Los adultos con creatividad son tachados, en muchas ocasiones de “infantiles”, “divertidos” “flipados”… y, en el peor de los casos de “chiflados” “locos” o incluso “idiotas”…

Comansi nació espontáneamente, de la creatividad más pura. De mi propia “idiotez” (parte de mí, que adoro profundamente). Es un lugar, que fue tomando forma allí mismo donde se creó… Comenzó como un ensueño. Algo indefinido…
Y creció un bello castillo, unos jardines que han ido preñándose de animales mitológicos, ninfas, mariposas con rostro, bellas criaturas que se pasean por allí sin que nadie ponga cara de asombro por ver un pequeño unicornio rosa correteando tras una frágil mariposa azul, que se permite el lujo de casi dejar atraparse…

Un lago surgió una bella noche de luna llena, y así permanece siempre la luna en Comansi... Como un gran queso de bola… Tenemos dos lunas, la del cielo y la del lago… ambas nos miran amables.

Sí, puedes pasear por su orilla tomado de la mano de quien desee quedar allí contigo, cualquier noche de éstas… No importa quien seas, cómo te llames o qué ropa lleves. En Comansi nada desentona… no hace frío, ni calor… no es de día ni de noche…
Puedes sentarte con los pies dentro del estanque del príncipe (que él mismo llenó de nenúfares de colores de terciopelo) su agua siempre es templada y abraza tus pies, formando ondas que descomponen el cielo anaranjado…

Sus verdes son tan variados como puedas desear, y la brisa roza tu piel con aromas indescriptibles… a chocolate, a una tarta en el horno de la abuela, a pan recién hecho… a piel de bebé… a besos de amor… a risas infantiles…

Hoy, quería hacer un homenaje a la imaginación… esa que algunos adultos esconden bajo el poder o la “inteligencia”, bajo carreras universitarias y corbatas bien ajustadas… bajo faldas de tubo y altos tacones que no te permiten caminar.

Un voto para la imaginación… esta princesa no permite que le abandone, puesto que allí encuentra tantas cosas bellas. Todo es a medida de sus gustos… todo es amable y brillante…

Hoy, Comansi es el lugar. Su velador y su jardín… donde entregamos las tres menciones especiales a los Autores más votados, que tal como los príncipes, son adultos tocados por esa maravillosa varita mágica que es: La Imaginación.

Gracias por guardar un cachito del niño que todos llevamos dentro. No dejemos que nunca se marche…



El velador se viste de gala, con guirnaldas de campanillas azules y blancas, con flores de azahar… para recibir a los premiados…

El príncipe, como es costumbre, tras pedir silencio a todos los invitados pronuncia:


Los tres Autores más votados, y por lo tanto, ganadores de esas tres menciones especiales, son:

Camino, con su relato “Mi círculo perfecto”

Ruth Carlino, con su relato “Un día en la vida de Darwin”

Y

Oscar Javier
, con su relato “Crepúsculo”.


Esta es nuestra pequeña muestra de agradecimiento. Llevarla con vosotros, al menos en vuestro corazón...




Si siempre es complicado elegir, esta vez lo ha sido aún más si cabe… Todos los textos han sido fabulosos. Gracias por vuestros votos que han determinado que estos tres, sean los destacados.

Enhorabuena a todos los autores por participar en este hermoso proyecto llamado Comansi…
Ya mismo empezamos con la siguiente tanda de genialidad.

Gracias
Emig y Natacha.

lunes, 18 de mayo de 2009

CREPÚSCULO


La miro, es tan hermosa, radiante, seductora, tierna, simplemente hermosa… si tan sólo supiera que no puedo estar un instante más lejos de ella, si pudiera decirle todo esto que siento, la manera como el corazón se me consume en medio de la mortal encrucijada del destino, que parece habernos condenado al vacío de la ausencia…

Ella me mira, sonríe y mi alma parece volar dentro de mi, es como si esta oscura existencia se llenara de esperanza, al menos por un momento que parece eterno… se acerca, sus ojos claros revestidos por un brillo que no es otra cosa que el efecto de la bondad de su ser…

La aparto, mi brazo la desvía en su intento de abrazarme, me duele, pero no puedo… ahora me desgarro por dentro porque se que con esto le destrozo su alma… ella llora y no soporto sentir que es por mi culpa… volteo mi rostro para mirarla, y al hacerlo con mis lagrimas le pido perdón, y entonces, con una dulzura de la cual sólo ella es capaz, la sonrisa reaparece en su rostro y extiende su mano hacia mi, es como si nada temiera, mientras yo lo temo todo… tembloroso tomo su mano, suave como… no puedo… la suelto y caigo de rodillas al suelo… no puedo y se que con esto le hago daño, ahora no soy ya capaz de mirarla a los ojos… no quiero verla, no quiero ver su mirada invadida de tristeza, no quiero hacerle más daño, no es justo, no lo merece, porqué, porqué el destino es tan injusto…

Ella se acerca, me abraza por la espalda, y siento que el vacío que llevo dentro ya no duele, es como si no lo recordara, como si nunca… no puedo más, la miro y mis ojos son incapaces de ocultar la mezcla de amor y angustia que llevo dentro, esta vez no puedo contenerme y respondo a su abrazo, ella sonríe, no puedo soltarla… siento cómo su ser torna a la nada la fuerzas la abandonan y yo no puedo dejar de abrazarla… la lastimo, es mi amor el que la esta consumiendo, es su amor el que impide que la suelte, le cuesta respirar y aún dentro del dolor conserva la mirada serena y un brillo de esperanza y alegría en su ojos, como si no fuese el final, como si tuviéramos la eternidad para los dos…

Se va, está fría, su abrazo se apaga y su cuerpo se desvanece entre mis brazos… ahora está allí, en el piso, mientras yo la miro horrorizado, sintiéndome culpable por amarla… ahora huyo, corro escondiéndome del mundo, solo, condenado a ser incomprendido, llevando este secreto a mis espaldas… porque nadie jamás entendería… cómo yo… la muerte… me pude haber enamorado de la vida.


Kadosh. (Oscar Javier)

sábado, 16 de mayo de 2009

TU FRIALDAD


Tu amor hacia ella es grande
Mucho más que el universo
Jamás sentiste hacia nadie
Lo que tu corazón sufre en silencio.

Te sientes abandonado,
Sólo, triste, cansado
Por mucho que pidas al cielo
Ella no estará a tu lado.

Sabes que jamás será tuya
No te merece, eso es cierto,
Solamente te conformas,
Con un simple “te quiero”.

Ella es fría como el hielo
Su amor hacia ti no es sincero,
Quizás por las circunstancias
Su ausencia quema en tu pecho.

No desistes en tu empeño
De luchar a toda costa,
Arriesgando cualquier cosa,
Por verla solo un momento.

Sufrirás toda la vida
Por ese amor que deseas.

La batalla está perdida
Aunque tú no lo creas.

Y por mucho que le pidas,
Que le ruegues, que le llores
Ni aún rogando te daría,
El amor que tú le implores.

Mª JOSE

jueves, 14 de mayo de 2009

MI PRINCIPITO


Abro la caja de mis secretos de cuando era niña y allí estaba su foto. La de Javi mi amigo de la infancia, mi príncipe valiente en el juego de príncipes, princesas y dragones.

Aún recuerdo aquél día, apoyados en el árbol al atardecer, en el que me decía:

—Alicia eres mi princesa y espero que un día seas mi reina.

—Claro, Javi; tu eres mi príncipe azul y un día viviremos en nuestro castillo y tendremos una niña que será nuestra princesita.

Cogió una arandela de un juego suyo y me la puso en el dedo.

“Con este anillo nos hacemos novios y prometemos no separarnos nunca...”

Me tomó la manita delicadamente y una vez puso el anillo acercó mi mano a su boca y la besó como un caballero. Me sentí una princesa de verdad y le di un besito en la mejilla. Era tan feliz, tan joven y mi príncipe azul estaba a mi lado y en este cuento no había ninguna bruja mala, así que era el mejor cuento que podía vivir.

Ya era tarde y se estaba haciendo de noche así que nos despedimos quedando al día siguiente en el mismo árbol a la misma hora.

Al día siguiente Javi estaba en el árbol cabizbajo y creí adivinar unas lágrimas en sus mejillas y le pregunté:

—¿Qué te pasa?

—Que mi papá lo trasladan a Madrid y nos tenemos que ir con él y yo no quiero, yo quiero estar contigo, Madrid está muy lejos.

—Escapémonos...

—¿Dónde?

—Al bosque, allí viviremos y comeremos frutas de los árboles y nos haremos nuestra casita de madera, así no nos separarán.

—Vale mi princesa.

Nos internamos en el bosque, hacía frío pero estábamos juntos y era lo que importaba. Se oían ruidos y yo me asustaba pero él estaba a mi lado y me miraba como diciendo: ”yo te protegeré” y eso me hacía estar más tranquila.

Nos quedamos dormidos, acurrucados uno en el otro y de repente se veían luces y perros que nos asustaron con sus ladridos, y al fondo se oía:

—¡Alicia, Javi!

Eran nuestros padres. Empezamos a correr para que no nos encontraran, sabíamos que eso iba a ser nuestra separación, pero aún así los perros hicieron bien su trabajo y nos encontraron.

Nuestros padres tiraban cada uno de uno de nosotros y enfadados por habernos escapado, no lo entendían. Nosotros no soltábamos nuestras manos hasta que al final por la fuerza nos separaron, nuestras últimas palabras fueron:

—Siempre serás mi princesa.

—Y tu mi príncipe Javi, pero vuelve pronto por favor.

No lo volví a ver más, sólo tenía el anillito que me puso en el dedo, que no me lo quería quitar nunca y mi madre no lo entendía. Hasta que un día lo guardé en un cofre por miedo que se perdiera, pues me iba a la playa y se me podía caer por el mar.

Siempre me he preguntado, qué hubiera sido de ese amor tan tierno y dulce si hubiéramos seguido juntos. Nunca lo sabré, sólo se que ningún amor ha sido tan puro y bonito como mi primer príncipe azul, Javi.


Esther

martes, 12 de mayo de 2009

QUÉDATE


“Oírte hablar de los límites, me desconcierta, pues según mi perspectiva y que finalmente comprendo, es mía, aquí los límites no tienen cabida. Pero si prefieres, guarda dentro de ti el sentimiento y quédate.

Mira el traslúcido cielo sonreír a pesar de cualquier sentimiento humano, siente la caricia del viento a pesar de cualquier lágrima o escucha la melodía matinal darte la bienvenida aunque hayas decidido quedarte… nada cambiará, cada cosa seguirá ahí, viviendo el correr del tiempo… y yo quiero caminar. Pero si es tu decisión, quédate.

Entenderás que todo razonamiento no servirá para hacerme cambiar de opinión, en estos casos en los que el protagonista es el amor, es cada espíritu el que impulsado por la fuerza que emana del corazón ante el ser amado, decide el camino.

Una vez más puedo brindarte el panorama: movimiento o quietud. Poner el alma en la lucha por este amor sin importar que haya germinado a enormes distancias entre nuestros abrazos o, simplemente creer que no crecerá ni se fortalecerá, negarle la existencia y admirar el paso de la vida, como espectador y no artista; no artífice, no cómplice del universo, no sembrador de sonrisas. Quédate si bien te parece, tranquilamente y aguardando el viento que pueda llevarte por dónde elija, pues seguramente al no permitirte la felicidad mucho menos querrás ir en contra de la corriente ya que es mucho más fuerte al estar originada en tantas historias tuyas bañadas de convencionalismos… aunque, entonces ya no son tan tuyas, pero así lo has creído.

Este amor sentido no encontraba imposibilidad alguna hasta ahora, cuando me hablas de que no es correspondido… sé que no lo has dicho explícitamente, mas al hablar de los límites me lo das a entender. Estoy aquí con el alma dispuesta a acariciar tu corazón en cualquier lugar en donde te encuentres, tan cerca o tan lejos y aunque para ti sea una situación insalvable esta distancia entre tu tierra y la mía, para mí no es sino el anuncio de que el amor puede siempre unir cuando nace…pero esa es mi interpretación, no me culpes pues me dabas señal de que así era, el amor surgiendo, enlazando.

Quédate… escucho tu respirar turbado, quizá sea de no saber que más decir o de querer correr y liberarte o simplemente es tu respirar. De cualquier manera, quédate mirando el brillo del sol bañando algún espacio escondido del bosque, a escuchar la sonrisa de la mariposa que tras recorrer distancias colosales se posa finalmente en la flor a beber el ansiado néctar o, simplemente admira a la Luna que osadamente apura su aparición en el cielo al atardecer a pesar de habérsele condenado a no mirar a su amado Sol… hasta la Luna ha sorteado los obstáculos por amor…

Un amor no correspondido, eso sí que le da imposibilidad de crecimiento a cualquier semilla en el corazón… porque el amor es el AMOR y yo te amo. No esperes que deje de amarte así de pronto, de hecho no sé si lo haré, porque te amo. Tendré que aceptar tu decisión de quietud y no movimiento. Ahora me voy, pero no hay problema, quédate… si lo prefieres, quédate.”

Aún recuerdo palabra por palabra… ahora, no quiero quedarme…

Han pasado sólo unos minutos de que cerró la puerta y sonriendo ya voy a alcanzarle, porque al igual que él, para mí ahora lo único que hace imposible al amor es no corresponderle. Me sorprendió verle aquí, frente a mí después de viajar un largo camino desde el norte, para abrazarme. Confieso mi turbación y el sentimiento de no saber qué pueda pasar, dos personas tan lejanas y tan cercanas al mismo tiempo… pero lo amo… y no, no quiero quedarme, quiero disfrutar con él la aparición de la Luna acariciando a su amado Sol.

AHEO

domingo, 10 de mayo de 2009

AMOR EN POTENCIA


Algunos piensan que si la nariz de Cleopatra hubiese sido unos dos centímetros más larga, la historia del mundo sería diferente. Pienso que nunca sabremos cuáles eran las dimensiones exactas del naso de Cleopatra o de las virtudes de Marco Antonio. En lo que sí nos hace pensar todo esto es acerca de lo delicado del destino, que puede cambiar a cada momento por mínimos detalles, y el carácter caprichoso y persistente del amor. Este poderoso sentimiento ha creado relaciones que parecían improbables y otras que hubiésemos tachado de imposibles o condenadas al fracaso: Marco Antonio y Cleopatra, Abelardo y Eloísa, Romeo y Julieta, Batman y Robin, etc.

¿Qué tiene de imposible el amor? Por el contrario, es uno de los fenómenos más frecuentes y cotidianos, que no conoce de obstáculos, ideologías, distancias o fronteras. Así fue como nos conocimos, mi cielo, por habernos buscado durante toda la vida hasta encontrarnos y comprender que somos el uno para el otro. De no haber sido por internet, hubiera sido por cartas, un viaje, un intercambio estudiantil, o cualquier otra circunstancia. Como dice el escritor y filósofo Paulo Coelho: “cuando realmente queremos algo, el universo entero conspira para que lo consigamos”. Yo te quiero mucho. No te considero mi amor imposible sino mi gran amor, mi sueño, mi meta y mi manera de viajar, mi inspiración y mi ánimo.

En el pasado no tuve mucha suerte en el amor. Acostumbraba pensar que estaba “enamorado del amor”, porque las mujeres no se fijaban en mí, aunque te cueste creerlo. Algunas se fijaron, pero no con mucha suerte: una compañera que resultó ser lesbiana y me quería como amigo, otra chica que me hablaba de platos voladores hasta que un día decidió encontrarse con ellos en su supuesta base bajo el mar (nunca nadie volvió a saber de ella), y otra cuyo padre no aprobaba la relación, pero gracias al cielo tuvo mala puntería.

Esta vez comprendo que encontré en ti al amor, y que las personas de mi pasado no encajaban en mi destino. Contigo me siento feliz y completo, desde que enciendo la computadora hasta que la apago, y después, cuando pienso en ti, le hablo a tu foto y le doy besos.

Cuento los pesos que voy ahorrando para poder viajar, los días que faltan para expresarte personalmente lo que siento por ti. Me despido por ahora, enviándote muchos besos y abrazos. El futuro nos encontrará juntos, mi amor.

PD: supongo que tu padre no tiene armas… ¿o sí?

Jorge Fénix

viernes, 8 de mayo de 2009

LLEGAR A TI

Y sé que quieres volver,
volver y volver y mis sentidos te atrapan y no te dejan ir,
mi cuerpo te pide,
quiere tu piel, tu sabor, tu calor.

Mi mente se nubla al pensar en ti,
en tu esencia recorriendo cada pliegue que te regalo como una
ofrenda a los dioses,

y sentir brotar el te amo en mis labios
y no quererlo pronunciar.

Y soñar con tenerte una y otra vez,
sentir que tus palabras son de verdad,
y tus besos algodón de azúcar en lugar de hiel,
y volver a sentirte, a soñarte a perderte,
a intentar tenerte, pero, te vas.

Y en tu marcha me dejas sola,
perdida en mis pensamientos
que traen a mi recuerdo el sabor de tus besos,
amarga dulzura es perderte de nuevo.

Atalanta

miércoles, 6 de mayo de 2009

UN DIA EN LA VIDA DE DARWIN



Darwin daba piruetas sumergido en el fondo de la piscina, todavía faltaban dos horas para que alguien alertara la tranquilidad del acuario, dos horas que a él le parecían interminables. Darwin no sabía de horas ni de relojes, pero sí percibía que aún le quedaba mucho tiempo de ociosa calma; tiempo que él emplearía en dar piruetas silenciosas para no perturbar a sus compañeros que dormían plácidamente flotando a su alrededor. Mientras se deslizaba de un lado al otro de la piscina, iba asomando la cabeza para ver si salía pronto el sol, pues poco después del amanecer aparecería Carolina, como cada mañana, con su traje de neopreno que le sentaba tan bien.

Todavía no se había abierto la verja y el finísimo oído de Darwin ya había escuchado el chasquido metálico de las llaves al abrir la cerradura.

- ¡Por fin! – se dijo lleno de entusiasmo.

Como siempre, él era el primero en darle los buenos días a su monitora, le encantaba aquel momento, en el que asomaba el hocico al borde de la piscina y se dejaba acariciar el lomo por ella. Carolina siempre le dedicaba un afectuoso saludo, de hecho era su delfín preferido, ningún otro saltaba como él, ninguno le obedecía a la primera. Pensaba que era el delfín más inteligente del mundo, pues todo lo que se proponía con él lo conseguía, y aquello la llenaba de satisfacción y orgullo a la vez; y esto Darwin lo percibía y por ello cada vez intentaba hacer los ejercicios mejor, necesitaba desesperadamente escuchar los elogios de Carolina todos y cada uno de sus días, así como que ella le enseñara aquellos peces tan ricos; siempre se quedaba embobado mirándola y esperando que le diera de comer en la boca, pero esto nunca sucedía y más de una vez algún compañero había saltado y le había arrebatado la recompensa, a lo que Carolina siempre respondía:

- Hay qué ver Darwin, tan listo para unas cosas y tan atontado para otras.

Las horas pasaban entre piruetas, saltos, silbatos y deslizamientos acuáticos. Los días siempre eran iguales pero para Darwin no eran motivo de rutina, sino todo lo contrario, cada día aprendía algo nuevo y disfrutaba contemplando a su amada Carolina, cada día le parecía muy diferente al resto.

Al llegar la tarde todos los delfines estaban listos para dar lo mejor de sí mismos en la gran función. Después de algunas acrobacias y coreografías en las que hacían girar los aros al ritmo de la música, venía la “actuación estrella”; Darwin era presentado con todos los honores, le fascinaba aquello, le hacía sentir importante, pero sobre todo le gustaba porque Carolina siempre sonreía y le aplaudía en aquel momento, mientras lo animaba diciendo:

- Llegó el momento chico, demuestra todo lo que sabes hacer.

Darwin no necesitaba más para sumergirse hasta el fondo de la piscina y salir disparado hacia el firmamento realizando un salto que casi rozaba los tres metros de altura. Luego transportaba a Carolina de punta a punta deleitando a la multitud de espectadores que allí se congregaban.

Pero como cada día, llegaba el atardecer, y con ello todo el bullicio y color que a Darwin tanto le gustaba, se iba difuminando, dejando paso a la tranquilidad que tan poca gracia le hacía. Miraba nostálgico como los niños iban abandonando el recinto junto a sus padres, y como Carolina iba recogiendo sus cosas para marcharse. Sin duda alguna, aquel era el momento más duro del día para aquel joven delfín, trece horas le separaban de volver a ver a su amada Carolina.

Darwin entonces volvía al fondo de la piscina emitiendo tristes quejidos, allí, en lo más hondo, solitario, dejaba pasar imágenes por su mente, imágenes de ella, de sus caricias, de sus sonrisas, de sus miradas, imágenes llenas de luz, de color, de alegría. Era entonces cuando como cada noche miraba a las estrellas y pedía su deseo personal, siempre el mismo, deseaba que Carolina se convirtiera algún día en delfín; y con estos pensamientos se dormía, soñando que ambos eran dos delfines que surcaban el inmenso mar...

Ruth Carlino

lunes, 4 de mayo de 2009

EL REENCUENTRO


Se amaban desde siempre; se amaban tácitamente; se amaban sin decirse palabras de amor; se amaban a distancia. Soñaban el uno con el otro, vivían encuentros imaginarios, crecían en sus mentes fantasías de amor y de pasión, entremezcladas por el sabor amargo de lo irrealizable.

Eran dos extraños, románticos y enamorados, separados por vidas y mundos diferentes, pero cercanos en el espíritu. El tiempo los fue alejando y desviando hacia rumbos contrarios; lucharon desesperadamente por olvidarse del otro, y en un momento creyeron lograrlo, al conquistar nuevos espacios, al abocarse con esmero a sus tareas, al educar a sus hijos.

El tiempo transcurrió... pero las dos mitades tendían a unirse y a consumar aquel deseo loco, largamente presente en sus idilios de fantasía. Sus almas estaban ligadas por un hilo invisible y elástico, que no permitía su total disgregación, y vanamente trataban de escapar. La fuerza de ese amor parecía invencible; el interés, puro; la ternura, una bendición.

Y volvieron a cruzarse sus caminos un día...

Todos los esfuerzos que habían hecho para conseguir mantener en alto las barreras protectoras fueron inútiles. Ambos sabían que su unión era imposible: ya habían iniciado vidas propias, que excluían al otro y lo transformaban en un simple espectador.

La razón y el deseo libraban una durísima batalla que ya iba extendiéndose demasiado...

Durante el reencuentro, los ojos de ella, brillantes de emoción, lo miraban con amor y como pidiendo perdón. Las manos de él, nerviosamente entrelazadas, le acariciaban la piel sin tocarla. Hablaban de sí mismos, de sus anhelos, de sus ideales, y se refugiaban en la compañía del otro, tan ansiada. Y las horas se hacían minutos encantados, llenos de promesas no pronunciadas.

Al despedirse, se miraron con intensidad diciéndose en silencio "siempre te voy a querer", ansiando- él que ella y ella que él- comprendiera sin necesidad de palabras, creando una vibrante electricidad en su entorno, que resultaba imposible dejar de percibir.

Ella partió, sintiendo el eco de los latidos de su corazón, que llenaba su cabeza. El la vio partir y suspiró, sabiendo que aunque sus caminos fueran distintos, nunca serían opuestos y que algún día sus almas, aunque quizás no sus cuerpos, permanecerían unidos por siempre.


@Patrulich

sábado, 2 de mayo de 2009

UN AMOR MADURO


Una mañana, aparentemente como todas las demás, para sorpresa de Perla, quien estaba casada con Raúl, un poco más de veintiséis años.



Los dos hijos de la pareja, -ya casados y estando en otras ciudades, con sus familias formadas y una vida cómoda-, muy debes en cuando visitaban a sus padres.

Perla, una mujer que canalizaba su falta de afecto y atención a través de la limpieza; tanto, que podrías comer tranquilamente en el piso-como quien dice- por tener ese hábito de la pulcritud.

Raúl, trabajaba en una inmobiliaria propia, donde desfilaban secretarias todo el tiempo y con las cuales tenía aventuras amorosas, no porque fuera lindo sino por su dinero.

Esa mañana de domingo, Perla dormía plácidamente y mientras que Raúl la observaba, de repente se le ocurrió una idea, bajó por la escalera y notó su baranda sin una gota de polvillo, iba descalzo y al pisar la alfombra le resultó suave y limpia.

Llegó a la cocina y notó que su blancura y brillo, le daban cierto resplandor, que le molestaba a su vista; preparó un desayuno para los dos, -como él creía que se lo merecía- hasta colocó una flor.

Al subir al dormitorio, Perla seguía dormida…, la despertó y ella exaltada se fija el reloj y dice: ¡por Dios, es tardísimo, voy a prepararte tus cosas, llegarás tarde!, Raúl le contesta: ¡pero si hoy es domingo!, Perla dice: ¡por eso nunca estas, siempre tienes trabajo!

Raúl, le muestra la bandeja con todo preparado, corre las cortinas para que entre el sol y le dice que le pareció buena idea tomar el desayuno en la cama, -la cara de asombro, con sus ojos llenos de emoción- lo mira y no lo puede creer.

Perla estaba desorientada, no entendía y le preguntó -¿porqué no vas hoy al trabajo? - Y él le contestó que no tenía que hacer, que prefería quedarse en casa y disfrutar el día; Perla pensaba en las veces que se lo había pedido, sin tener eco.

No pudiendo más le recrimina; ¡No será que tu amante te dejó plantado, porque yo de tonta, tengo solo la cara y jamás me creí tus negocios los fines de semana. Desde las sombras yo te seguía y observaba como entrabas a esos hoteles caros. Ahora, quiero la verdad!

Raúl queda paralizado, ella sigue pidiendo explicaciones, ¿te fundiste? y por eso hoy no trabajas,” no hay plata no hay mujeres” o me vas a decir que de la noche a la mañana me descubriste a tu lado, después de dieciocho años que ni me tocas, que es la edad de nuestro hijo menor.

Perla, había despertado de su vida de cenicienta y comenzó a manifestar, todo lo que antes no había podido, porque nunca estaba para escucharla; ¡dime que hemos hecho estos últimos años, tú te la has pasado bárbaro y yo…, he perdido el tiempo al lado de una persona a la que le resultaba invisible!

¡Ahora soy vieja! y creo que te has mirado al espejo tú también, ¿qué puedes hacer?¡ Es obvio, quedarte con lo que hay, la mujer que siempre te amo, cuidó y respetó!

Raúl ya no sabía que hacer, si tenía toda la razón, la había hecho sufrir, más que a nadie en este mundo y lo único que se animó a decir fue, - te pido perdón – Perla, llorando se le acerca, le toma las manos y le dice – yo ya te perdoné mi amor -.

Raúl, la abraza, se sentía protegido, acaricia su espalda y le dice lo mucho que la ha extrañado.


Kuoremio