ESTAMOS PUBLICANDO AHORA LOS RELATOS DE: GÉNERO: "LIBRE"; TEMA: "EMPECEMOS JUNTOS".

ÓRDEN DE PUBLICACIÓN EN EL LATERAL DEL BLOG. DISFRUTAD DE LA LECTURA, AMIGOS.


sábado, 31 de octubre de 2009

PREMIOS MÁGICOS.

Queridos Autores, otro tema más que se agota, tras brillar gracias a vuestra habilidad para relatar, para hacernos soñar e imaginar...

El castillo se vuelve a honrar con vuestra presencia....
Una larga andadura de temas, borbotones de letras y sentimientos plagan ya el jardín, el castillo, su puente y cada rincón del Reino de Comansi.

Tanto los príncipes, como todos los que participamos con nuestros textos, así como los que los leen y comentan o se guardan su opinión, estamos encantados de reunirnos hoy, de nuevo, para entregar esas tres menciones especiales a los relatos que más gustaron en esta ocasión...

Dejemos que el príncipe, como siempre, haga los honores... Silencio...

"Y por decisión popular, con el apoyo de éstos, sus príncipes, me complazco en anunciar, que los ganadores del Tema "Magia", son...



-Antiqva, por su relato titulado "El estigma del diablo".

- Marinel, por su relato titulado "La magia existe".

y...


- Julio, por su relato titulado "La magia está en tu imaginación".


Enhorabuena a los tres autores que, en esta ocasión, han sido los más votados. Este pequeño presente es vuestro. Podéis llevarlo como testimonio de la calidad y la buena acogida de vuestros relatos. Estaremos encantados si es ese vuestro gusto.




Y gracias a todos por la brillante participación y la dorada amistad que para este Reino supone contaros entre sus amigos...
Os queremos.

viernes, 30 de octubre de 2009

FIN DE LA MAGIA

El Reino de Comansi ha cerrado un nuevo Tema: "La magia", que nos ha transportado a mundos alternativos, preciosos, luminosos y, por supuesto, mágicos...

En breve se entregarán las tres menciones especiales y comenzaremos con la publicación del siguiente tema sobre el que habéis escrito: "El miedo", que seguro, provocará más de un escalofrío.

Los príncipes os saludan y os abrazan.

miércoles, 28 de octubre de 2009

EL GENIO DE LOS SUEÑOS

Cada noche antes de acostarse el tímido Saúl emite un suspiro de tristeza. Mañana es su cumpleaños, ya va a llegar a la primera quincena, sin embargo, por sus compañeros ha sabido que en la fiesta de celebración de mañana no acudirá Marina, ya que según cuentan está saliendo con un tal Dani.

Se pone a escuchar temas de Tommy Dorsey en su mp3 mientras observa las estrellas. Las cuenta y se queda pensando. Según observa las estrellas se da cuenta de que hay una que se mueve, que se separa de las demás. No sólo eso, parece que se dirige hacía él. Saúl no sabe como reaccionar y se queda pasmado. La estrella móvil resulta ser una capsula redonda muy luminosa. Se posa en la repisa de la ventana lentamente. Se abre una pequeña puerta y de ahí emerge un ser diminuto. Es un personaje con un bigote blanco y una chistera violeta con una raya roja.

-Buenas Saúl! ¿Que te cuentas?-le saluda muy alegre.
-¿Tu quién eres...? ¿Y cómo sabes mi nombre?
-Yo lo sé todo! para eso soy Kiprin El genio de los sueños.-da un ligero salto.
-¿El genio de los sueños? ¿Y a que has venido?
-¿Como que ha que he venido? No me has llamado
-Que te he llamado?
-Sí, cada vez que alguien cuenta 521 estrellas yo acudo a su llamada y vengo en su ayuda.
-Pero si yo...
-Déjate de rollos que te conozco bacalao.-coge de la mano a Saúl-Ven nos adentraremos en los sueños de esa muchacha.

Y al instante se transportan al mundo onírico de Marina. Se encuentran en un frondoso bosque, lleno de animalillos y pajarillos que bailan y cantan. Cerca de ahí hay un lago donde unos patos nadan en fila, excepto uno de color azul que se separa del grupo. Más en lontananza se ve la sombra de una mujer de cabello largo bañándose en la orilla del lago. Parece que tiene compañía, pues alguien le ayuda a salir a la superficie.

Saúl y Kiprin miran a su alrededor. Es Saúl el que se percata de esa sombra entre tanto animalillo del bosque.

-Veo a alguien a lo lejos... no alcanzo a ver bien.
-Esto es un sueño. Así pues vayamos allá.

Y de un chasquido se trasladan a la otra orilla. Para asombro de Saúl la mujer de sus sueños está en compañía del hombre de sus sueños, de ella.

-Maldita sea!!-exclama cabreado Saúl-Como demonios voy a competir contra eso.
-No desesperes que estoy aquí para ayudarte.
-Dos contra uno no vale.
-Te digo que te relajes.
-Si al tontaina del Dani le añades que suspira por El Duque ¿qué opciones me queda?
-No olvides que hago magia en los sueños, por eso soy un genio.
-Pues ya lo estás convirtiendo en un paramecio.

Marina se percata de que Saúl está muy cerca ya que sus gritos han acaparado la atención de los animalillos del bosque.

-¿Qué haces aquí?-pregunta Marina
-Bueno, me pillaba de camino a casa...
-Buena respuesta-le dice sigilosamente Kiprin.
-¿Y tú que haces en este lugar?
-No sé, siempre suelo estar por aquí.

El Duque se acerca y la rodea con sus brazos. Saúl se pone a la defensiva y añade:

-¿Y ese que hace aquí?-le pregunta maliciosamente.
-Se llama Miguel Ángel y siempre está por aquí.
-Pero tu no estabas saliendo con ese tal Dani.
-Sí, pero este es mi sueño y sueño lo que me da la gana. Lo que me recuerda. Cómo es que estás en mis sueños.
-No sé tu sabrás...

Los pajarillos del bosque reanudan su canto. Ahora se ponen a interpretar a capella el tema de Glen Miller "Serenata a la luz de la luna". El cielo cambia de color y la Luna sale sonriente y le sugiere a Saúl que le invite a bailar.

-¿Aceptas este baile?
-No sé...
-Venga, esto es un sueño, no es real. No tienes nada de que avergonzarte.

Y en un instante se encuentran en un salón de baile. Marina con un vestido amarillo claro y con lazo del mismo color con el que se sujeta el pelo. Saúl pantalón negro con chaque azul marino y una camisa blanca. La Luna les observa a través de la ventana. Kiprin dirige la orquesta canora. Bailan de un lado a otra. El Duque que se da cuenta de que no tiene nada que hacer toma un taxi y se va.

Suenan las las doce de la media noche. La luna se echa las manos a la cabeza. Kiprin trata de avisar a Saúl pero no se da cuenta. Chasquea los dedos pero su magia no responde.

Última campanada. Suena el despertador. Hora de volver a clase. Saúl se despierta y se da cuenta que se quedó dormido contando estrellas.

Una vez que ya ha llegado a las clases, observa lejano a Marina que habla con unas amigas. Se acerca tímidamente. Lo ve llegar.

-¿Qué haces por aquí?
-Me pillaba de camino a clase.
-Buena respuesta.-le dice sigilosamente uno que pasa por ahí entre comedidas carcajadas.
-Y tu, que haces por aquí. No llegaras tarde...
-Siempre suelo estar por aquí. Ahora me voy para adentro.

De pronto un coche que pasa cerca del centro para para dejar a un alumno. Lleva puesta la música, es un forofo del Swing y el tema de Glen Miller suena.

-¿Qué hace ese aquí con la música a todo volumen?
-Es Miguelito, el hijo del profesor de música.-le responde ella.-Aunque no sé que hace por aquí. Lo expulsaron la semana pasada. Esto es muy extraño, creo que esto lo he soñado o algo así. Sólo falta que me invites a bailar.
-Pues es una buena idea... pero no le importara a Da... Dani.
-¿Quien?
-¿No estás saliendo con Dani?
-No! Es un pintamonas. Sólo le dí unos apuntes.

Saúl respira más tranquilo y se acerca a ella con la intención de que le conceda el baile mientras dure la música, pero lo que suena es el timbre de entrada a clase.

-¿Qué vas hacer luego?
-No sé... no tengo nada pensado- le responde ella mientras todos están entrando en clase.
-Si quieres podemos tomar un café o lo que sea después.
-Bueno, porque no.

En un pasillo desierto sólo quedan ellos dos, iluminados por el fluorescente parpadeante que el conserje aún no ha cambiado. Ambos se van a sus respectivas clases. Mientras el conductor del coche sonoro se transforma en Kiprin. A su alrededor unos pajarillos emprenden su vuelo al cual se une Kiprin. da un pequeño toque al sombrero y añade:
-¡Voila!

$MK

lunes, 26 de octubre de 2009

ASTREA, SELENE Y YO

Estaba relajado, tumbado en mi barca, flotando a la deriva, observando el cielo estrellado, con mis manos cruzadas bajo mi cabeza sirviéndome de almohada. Las estrellas titilaban en miles de guiños luminosos. Selene, diosa Luna, proyectaba su luz sobre el mar en calma, convirtiéndolo en una balsa brillante.
El universo, perfectamente ordenado, sólo era perturbado por alguna estrella fugaz que, ocasionalmente, cruzaba el cielo, tímida, a gran velocidad, intentando escapar a mi atención…aunque no solían conseguirlo. Mi soledad me permitía concentrarme en el más mínimo detalle.
Selene…abrió los ojos.
-Aquí, detrás de mi hay una estrella tímida que no se atreve a dejarse ver.
-¿Qué?... ¿Quién habla? -Dije asustado, incorporándome en la barca, mirándola fijamente, mientras me sonreía y parpadeaba coquetamente.
-Quizá pensabas que podías ordenar el universo a tu antojo. No es tan sencillo… ¿Sabes?
Selene sopló en todas direcciones. Las estrellas comenzaron a descolgarse del cielo formando una lluvia finísima de puntitos luminosos que, poco a poco, iban siendo engullidos por las aguas del océano. El choque producía un musical chisporroteo y una luz especialmente blanca, que iba convirtiendo las oscuras aguas en un lago efervescente de claridad, donde el escaso oleaje, producía un reflejo suave y cálido que parecía hipnotizar.
-¿Es un sueño? Dije.
-No. Es un momento mágico. Si quieres ver la estrella. Apártame con la mano, y luego decides si cogerla o no.
-Apartar la luna…coger una estrella. En fin debo de estar soñando.
-Que incrédulo eres. Decídete, la magia es una ventana que permanece abierta por poco tiempo y…, si, además, no crees en ella, menos aún. Atrévete…vive este momento mágico.
-Está bien. –Dije poco convencido.
Aparté a Selene despacio, temeroso. El contacto con su forma redondeada, con su aura dorada fue sorprendentemente placentero.
Tras ella, tímida, esperaba aquella estrella fugaz. Intenté cogerla, pero se me escapó entre los dedos.
-Mira…si no crees en la magia. Estamos perdiendo el tiempo.
-Dame tiempo. Comprenderás que yo estaba aquí tan tranquilo disfrutando de mi pequeño universo ordenado, y, de un plumazo… ya no hay estrellas, puedo mover la luna con mi mano, y atrapar a una estrella. Siento decirte que esto es demasiado…raro.
-Vuelta la burra al trigo…Raro no…es magia. No seas cobarde…cree en ella…arriésgate…no tienes nada que perder. Coge la estrella.
Extendí mi mano, esta vez con más fe. Y la estrella se posó en ella. Su movimiento me proporcionó en leve cosquilleo. Sonreí… Oí su voz.
-Me gustaría sentarme en tu barca.
-¿No te gusta estar en mi mano?
-Es que…quiero saber que se siente al ser mecida por las olas.
Miré incrédulo a Selene, que me sonreía desde el lugar donde la había dejado apartada.
-Está bien. Te dejaré en el otro lado y, si quieres, charlaremos un rato, aunque no sé muy bien que es de lo que se habla con una estrella fugaz. ¿Aquí estás bien?
-Si.
Me retire al otro lado, con cuidado, evitando el balanceo de la barca que podía llevarme al agua si me descuidaba o me movía distraído.
-¡Ah! ¡Por Dios! Tú…tú… ¿Quién eres?, ¿de donde has salido? ¡Me va a dar un infarto! –Dije al girarme perdiendo el equilibrio, cayendo hacia atrás, acabando sentado junto a la soga del ancla.
-Soy Astrea. Una estrella solitaria. La estrella fugaz que has cogido.
-Pero ahora tienes forma humana…aunque luminosa.
Astrea era brillante con una aureola en forma de algodonadas y blancas alas. Sus brazos eran antorchas emitiendo una potente luz. Su pelo moreno destacaba sobre el azul cielo de un leve vestido que parecía flotar sobre su cuerpo, insinuando unas formas perfectas. Sobre su tez pálida, etérea, casi transparente, destacaban unos bellos ojos oscuros que, abiertos de par en par, parecían no querer perderse detalle de lo que le rodeaba, sobre todo… de mí.
-Sabes…has hecho realidad mi sueño. Nunca había descansado…siempre volando de aquí para allá, viajando incansablemente por el universo, sin poder detenerme a charlar con alguien. Las lágrimas comenzaron a fluir de sus ojos por la emoción.
-Por favor… no llores. Ni siquiera sé si yo he contribuido en algo a que tú estés aquí. Según parece mi único mérito ha sido creer en la magia…y la verdad…no estoy muy seguro de nada de lo que está pasando.
-¿Puedo darme un baño? Debe sentirse una sensación maravillosa.
-Cuidado…no te balancees…mucho…!cuidado!
-Vamos…hay que ser imbécil…quedarse dormido en la barca, y caer al agua –Me dije mientras subía de nuevo tras darme aquel inesperado chapuzón en el mar oscuro y frío.
–Magia…-Solté una carcajada.
–Lo ves todo está en su sitio…Las estrellas, la luna…Selene…-reí -¡Anda! y no te guiña ni nada por el estilo. Prueba a moverla con tu mágica mano –Volví a soltar una carcajada.
-Que incrédulo eres…-Oí-
Me giré…y me quedé petrificado, mientras una estrella fugaz descendía desde lo más alto del firmamento, pasaba acariciando la luna, se detenía ante mis atónitos ojos, extendía su aura, rodeaba mi cuerpo, y me besaba apasionadamente, alejándose con una sonrisa juguetona en la boca.
-Gracias…por convertir en realidad mi mágico sueño. –Susurró Astrea, mientras le dirigía una mirada pícara y cómplice a Selene.

Calvarian

sábado, 24 de octubre de 2009

MAGIA


Palabra preciosas si las hay, con tantas y tantas formas.

Encontrar la magia de las palabras, en aquellos escritos que tocan el corazón y despiertan tanta ternura que conmueve.

Descubrirla en los ojos de los niños, en su mundo perfecto de todo inocente y brillante.

Existe la magia de los magos que asombran ante trucos que nos deja con la boca abierta.

En los brujos que transforman a sapos en príncipes y a simples plebeyas en princesas.

Aquella que nos hace recorrer mundos increíbles y vivir las más maravillosas aventuras con sólo cerrar los ojos.

La que podemos crear con nuestros deseos de que las cosas más imposibles cambien.

Pero la más hermosa magia es la del amor, la que hace que tu corazón lata más rápido cuando está por acercarse la hora de ver al ser amado, esa que te transforma en una persona realmente feliz con sólo saber que estás a su lado.

Y aunque muchos crean que no existe, hay magia en cada cosa que modifica la vida, que nos convierte en hadas y magos de nuestra historia.

Aunque no lo creas hay magia en cada cosa que cambias, en cada camino nuevo que transitas, en cada amor que comienza, en las pasiones que se transforman.

La magia está adentro tuyo, sólo tenés que encontrarla.


Aldhanax.

jueves, 22 de octubre de 2009

SIR SURIK


El hombre de la esquina seguía allí un día más, y ya iban quince días, pensaba para sus adentros Emilio, que a sus doce años observaba con asombro todo cuanto le rodeaba. Se preguntaba qué hacía allí, por qué no iba a trabajar al igual que todos los adultos del barrio, se preguntaba también de donde había venido, dónde vivía, por qué se pasaba las horas sentado apoyado sobre aquel viejo sauce, y sobre todo, por qué nadie reparaba en su presencia.

Aquella mañana de sábado sin obligaciones escolares se le antojó propicia para intentar un acercamiento con el “extraño hombre” al cual llevaba llamando así desde que le vio por primera vez ya que desconocía su nombre. A medida que se acercaba notaba que había algo en aquella figura masculina que le imponía, pero sin embargo no sentía miedo, aquel hombre no le asustaba, más bien le conmovía. Al acercarse más descubrió aquellas pequeñas arrugas que se acumulaban en los ojos y en la comisura de los labios, dándole un rostro de ancianidad que asombró a Emilio, pues lo intuía mucho más joven.

Un tímido ¿hola? titubeante salió de la boca de Emilio, el cual no obtuvo ninguna respuesta por parte del hombre misterioso. De repente algo llamó sorprendentemente la atención del niño, una caja de madera chiquita apoyada en el tronco del sauce. Un deseo irrefrenable le movía a abrirla, una extraña fuerza de atracción se apoderó de él, necesitaba abrir aquella caja, algo desde su interior le llamaba con fuerza. Entonces el hombre levantó la vista clavando su mirada azul de acero sobre la de Emilio.

- Ten cuidado con lo que haces, la última vez que un renacuajo la abrió terminamos en la prehistoria, cazando jabalíes con una lanza. –dijo el hombre de forma contundente pero sin hacer nada por evitar que el niño se acercara a aquella mágica caja.

Por supuesto la advertencia llegó demasiado tarde, porque antes de que hubiera pronunciado la última palabra, la caja ya se hallaba abierta de par en par; y de ella se desprendían rayos luminosos que centelleaban por todas partes.

- Vuelta a empezar, ¡es que uno no se puede tomar ni unas pequeñas vacaciones! –dijo el hombre con resignación; y sin embargo Emilio pudo ver en los ojos del anciano brillos de entusiasmo e ilusión ante un nuevo viaje, el cual él mismo también ardía en deseos de emprender.

- ¡Agárrate fuerte! –gritaba en anciano.

- ¿De dónde me agarro? – preguntaba Emilio el cual no veía sitio donde agarrarse.

- Pues al tronco del sauce. –le explicaba el anciano mientras la superficie empezaba ya a temblar.

- ¿A dónde vamos? –preguntó intrigado Emilio.

- Pues tú sabrás. Al lugar de tus sueños. –respondió el anciano.

De repente todo el barrio había tomado una nueva dimensión, un extraño color ocre; las calles habían dejado de estar asfaltadas para convertirse en caminos terrosos con algunas piedras. El anciano agarró fuertemente al niño de la mano y ambos se dirigieron a lo que parecía un mercado, eso sí, no era un mercado cualquiera, sino un mercado medieval. Al grito de ¡Agua Va!, ambos dos intentaban avanzar sorteando el agua que las mujeres de la casa arrojaban por las ventanas. Se adentraron en el mercadillo mezclándose con la gente del lugar, mientras Emilio se miraba así mismo vestido con aquellos pantalones cortos color marrón que se le antojaban muy ridículos; sobre sus hombros lucía un chaleco a juego con los pantalones junto con una camisa gris. Pero lo que más le impresionaban eran aquellos mocasines puntiagudos con los que tanto le costaba caminar.

Emilio estaba eufórico, miraba alrededor con esos ojos que envuelven la sorpresa de la novedad, que descifraban aquello con lo que siempre había soñado, y que sólo había podido acceder a través de los libros de la biblioteca de su abuelo.

El ajetreo de los caballos que cruzaban las callejuelas, los puestos de venta de comida y artesanía, las águilas que surcaban el cielo y hasta una hechicera que decía adivinar el futuro, junto con un joven ladronzuelo huyendo con un queso bajo el brazo, completaban aquella pintoresca estampa.
- A todos los señores de la villa, se les comunica que se anda buscando por casas y rincones, al joven caballero portador de sueños. El Señor Marqués junto con sus lacayos acudirá hoy al mercado, pues cuentan los rumores de la corte, que el joven Sir Surik se halla por estas tierras huyendo de su deber y responsabilidad de guiar a las gentes hacia sus bellos sueños e ideales.

–dijo el pregonero.

- Mi señor, ciertamente dicho caballero se anda por aquí, hasta mí llegó su perfume de sueños encantados. Sería menester preguntarle a la hechicera, pues ella con su magnífica intuición ha ayudado en otras ocasiones a vislumbrar caminos que se antojaban oscuros. –habló el quesero.

- El joven sir Suri, anda de la mano de un anciano, lo vi pasar hace ya un rato. –sentenció la hechicera.

La búsqueda no costó mucho, y en un instante el anciano y el niño se vieron rodeados por todo un tropel de gente que aclamaba: ¡Sir Surik, Sir Surik! ¡Es él, es él!

Un carruaje se detuvo ante ellos, y el Señor Marqués acompañado del Caballero de la Luz descendió salvando los escalones que le separaban del suelo. Pronto una espada se deslizaba suavemente por el hombro derecho de Emilio al cual el anciano había obligado a hincar una rodilla en el suelo.

- Mi querido Caballero, yo le declaro Sir Surik, portador de todos los sueños del reino, hacedor de magias, reclutador de nostalgias y melancolías; y en definitiva, repartidor de felicidad de todos los habitantes de estas tierras. Ahora debe cargar con su legado del cual ya no puede huir, y sembrar las semillas que se depositan en su interior allá donde sus pasos le conduzcan, en estos tiempos y en tiempos futuros, en esta vida y en vidas venideras.

El suave aleteo de una mariposa azul sobre su rostro, despertó a Emilio, o sir Surik, del letargo al que se había entregado junto al tronco de un sauce. Volvía así a su “mundo normal”, pero junto a él una caja de madera, que al abrirla sorprendía con un mensaje envuelto en pergamino, en el que se leía: Sir Surik, en esta vida y en vidas venideras.

Ruth Carlino

martes, 20 de octubre de 2009

VICTIMAS DE LA MAGIA

Un sacerdote entra en la prisión.
Le conducen hacia la última celda del corredor de la muerte. Una mujer va a ser ajusticiada al caer la noche.

Vengo a confesarte, hija.
No, no quiero confesar. No creo en Dios. ¿Sabe padre?
Pero, ¿Por qué? Confesar no está nunca de más. Debes arrepentirte de tus pecados...

Yo, verá, antes creía en Dios. Creía que el destino no estaba escrito. Que arrepintiéndonos, podíamos ganar el cielo. Pero ya no lo creo. Estoy desengañada. Haga lo que haga... todo está escrito. La magia hace su trabajo a su antojo…

No debes hablar así. Dios existe y desea ayudarte. Venga, cuéntame tus temores.

No creo que esto le importe mucho, pero... si quiere... se lo contaré.

La mujer hizo una pausa y tragó saliva, como preparándose para lidiar un difícil animal.

Verá, yo tenía una amiga que decía que era adivina. De hecho, vivía de ello. Su consulta siempre abarrotada de mujeres y hombres ansiosos de saber, de conocer su futuro. Yo la conocía desde niña y, desde siempre, ella aseguraba saber el futuro de la gente. Según Teresa el destino estaba escrito para todos nosotros y nada podíamos hacer...

Pero hija, eso son pamplinas... Deberías saber que las personas, en nuestra ignorancia, aceptamos cualquier cosa que nos haga sentir bien. Con Dios es diferente, es más fácil...

No, no. Déjeme que le cuente.
Un día, ella me dijo que había visto su propia muerte para el sábado siguiente y que estaba muy asustada. Claro, yo me reí de ella. Me gustaba pincharla y provocarla. Pero esta vez estaba asustada de verdad.
Me dijo que se encerraría en casa. Que cancelaría todas las citas con los clientes de ese día y, que ni siquiera descolgaría el teléfono. Yo reí y reí. Padre, déjeme tomar un poco de agua.

Un sorbo de agua se le hizo necesario para poder continuar.

Si, no te preocupes, aún tenemos tiempo.

Bien, pues cuando llegó el sábado yo me acerque a su casa para fastidiarla un rato y ¡Ni siquiera quería abrirme la puerta¡ ¿Qué le parece? Al fin conseguí que me abriese y se enfureció conmigo. Me ordenó que me marchara...

Tuvimos una pelea horrible:

Teresa me dijo ¡Que demonios haces aquí! ¡Te dije que no quería ver a nadie! No eres capaz de respetarme.

Perpleja le contesté: ¿Se puede saber qué te pasa? Creo que te estás excediendo. Teresa, estás completamente obsesionada con esto. ¿De veras crees que has visto tu propia muerte? Entiendo que estafes a la gente, pero estamos hablando de ti...

Teresa me espetó: ¡¿Sigues sin entender nada, verdad?! Yo no engaño a la gente, ¡Maldita sea! ¡Lárgate de aquí!
Teresa se acercó a la ventana dándome la espalda para ni siquiera ver cómo me marchaba. Yo estaba absolutamente ofendida y decidida a pedir explicaciones. Me acerqué a ella y, pegándole un pequeño empujón en el hombro, y con mi cara a unos pocos centímetros de la suya, le grité:
¡Vale! Me iré. Pero con una condición. Demuéstrame tus habilidades. Nunca has querido leerme el futuro. Soy tu mejor amiga, y puesto que "vas a morir hoy...", creo que tengo derecho a una consulta gratis.

Teresa, gritando aún más que yo y diría que asustada:
¡No, de ninguna manera! ¡Vete de una vez!
Asqueada le dije: ¿Lo ves? no eres más que una farsante. Deja de mirar por la ventana, no me des la espalda y ¡Dime! ¡¿Cuándo moriré yo?!
Teresa estaba furiosa: ¡Está bien! Tu lo has querido. ¡Escucha! ¡Por venir hoy aquí MORIRÁS!
Le llamé loca y le abofetee . Entonces comenzó una terrible pelea entre la dos.
Un fatal empujón le hizo caer por la ventana...

El sacerdote, que casi no había parpadeado tomó las manos de la mujer entre las suyas.

¡Santo Dios! Es terrible...

Ya lo ve, padre. Ella tenía razón en todo. Murió aquel día. Y dentro de unos minutos, la silla eléctrica me espera por su asesinato.
Si no hubiese ido aquel día... Pero el destino estaba escrito. Yo no soy culpable. Sólo soy una víctima de mi propia vida. Cuéntele eso a su Dios.

Un carcelero apareció en el umbral de la celda y le anunció que el tiempo había terminado.
El momento había llegado. El sacerdote intuyó que la mujer no deseaba ser acompañada hasta la silla y haciendo una señal de la cruz en el aire se dispuso a abandonar la celda.

La mujer le detuvo un instante con sus palabras:

Adiós padre, gracias por venir. Cuídese y... ¡Ah! Tenga cuidado mañana, cuando cruce la calle...

Natacha.

domingo, 18 de octubre de 2009

MAGIA EN LA PLAYA

Y la muerte se pronunció.
Fría y calculadora, súbita como un rayo en el estío, impredecible e incuestionable.
Y, como siempre, perturbadora.
Sólo contaba con cuatro primaveras de vida, si es que el tiempo puede tener alguna relevancia cuando hablamos de lo único capaz de trascenderlo.
Quizás más importante que el cuándo, fuese el cómo.
Finalizaba agosto. El mar se encontraba encrespado, color aceituna y olor a invierno prematuro; en el cielo aborregado, un rastro de rescoldo y ceniza indicaba la marcha reciente del astro soberano hacia el otro lado del mundo.
El aire acariciaba las frías aguas del océano justos antes de abrazarme con su gélido aliento.
La playa parecía desierta; al fin era mía.
La estela cremosa de las olas invadiendo la arena y cubriendo mis pies desnudos, absorbía mi atención por completo, retrasando el momento en que me percatase de lo que ocurría a pocos pasos de mí.
Cuando lo hice, la primera impresión fue de incredulidad, sólo durante un interminable segundo, luego, miedo.
El murmullo sordo que envolvía mi paseo, procedente de las pocas almas que acompañaban mi trasiego, fue transformándose en grito atropellado: ¡Mi hijo, mi hijo!, eran las únicas palabras que escupía aquella madre, atormentada por la impotencia, arrodillada junto al cuerpo inanimado del muchacho, hundida en un abismo de tierra apelmazada y agua salada.
No sé de dónde empezaron a aparecer tal cantidad de personas corriendo en la dirección del suceso, bajo la mirada vacía de una gaviota altiva e indiferente, ajena a la tragedia que tan consternados tenía a otros. También yo me acerqué con precaución.
Cuando pude apreciar su rostro azulado entre el gentío, lo tuve claro: no respiraba.
Nunca llegaré a entender qué hacía aquel pequeño en el agua a esas horas, ni en qué pensaba su madre mientras lo engullía una ola traicionera, pero... ¿acaso puede importar eso?
Un niño siempre será un niño, y una madre siempre será una madre, y... yo soy yo. Al instante supe lo que debía hacer.
Dejando el miedo a un lado, me colé como una sombra entre los curiosos y los aprendices de médico, hasta tener el cadáver a mis pies; me agaché y le coloqué con suavidad mi mano derecha en la frente.
No llegué a ver sus ojos arenosos abiertos, pero tampoco fue necesario.
Me retiré cuando tuve que hacerlo, como cuando llegué, casi inadvertido por los demás.
En cuestión de segundos y entre grandes arcadas, el pequeño escupió todo el agua que contenían sus pulmones. Abrió los ojos y lloró amargamente, ante el alborozo de todos los testigos, incluidos aquellos que la presencia de la aflicción había mantenido a distancia, que entonces sí se acercaron, atraídos por la irrupción repentina de la dicha.
Yo sólo me quedé el tiempo justo de obtener mi recompensa: el abrazo sincero, entre lágrimas y sollozos, de una madre a un hijo y de un hijo a una madre. ¿Puede haber muestra de amor más auténtica?
Después de aquello no volví a materializarme más en ese mundo. Mi cometido ya había sido cumplido.



Pedro Estudillo

viernes, 16 de octubre de 2009

LA MULATA DE CÓRDOBA


En Veracruz, durante la época del virreinato, cuando los españoles aún subyugaban a México, vivía una mujer célebre por su belleza y por ciertos dones sobrenaturales que poseía: La Mulata de Córdoba. Una época se ha edificado sobre una anterior, no se supo entonces ni se sabe ahora cuál fue su nombre verdadero, pero la historia inscribió en sus páginas lo ocurrido con esta mujer extraordinaria. Gracias a su maravilloso arte, a la edad de doce años atrajo a sí una clientela dispar que la visitaba asiduamente y con igual sentido de humildad: indios y españoles, pobres y ricos golpeaban su puerta. Ora La Mulata prepara pócimas para curar el mal de amores de un muchacho, ora mezcla yerbas para sanar las heridas de sus hermanos esclavos. Por lo común, descifraba el futuro de los curiosos en las cartas o en los astros, y era, ciertamente, una mujer entendida que hizo las veces de consejera en virtud de su saber, al punto de consternar al párroco del pueblo, quien alarmado se percató de que los siervos de Cristo la preferían a él. Miguel Velázquez nació en Sevilla, España. Un día, habiendo salido de su parroquia para hacer un peregrinaje a la ciudad, en el medio de la selva lo sorprendió la noche, la cual esmaltó los alrededores con sus sombras impenetrables. El corazón de Miguel comenzó de pronto a latir rápidamente, cuando susurros, humanos o no humanos, vibraron entre las hojas; le sobrecogió el temor, como a buen cristiano, pero no lograba recordar sus rezos, y ya dándolo todo por perdido, una voz dulce y femenina habló, apaciblemente, en aquel sitio apartado: “Buen hombre, perdone que lo importune, no me hubiera atrevido a molestarle si no fuese porque me pareció que se hallaba extraviado.” Miguel contempló a la mujer y recobró la serenidad al reconocer el rostro broncíneo de La Mulata de Córdoba. Ella le obsequió una piedra verde que irradiaba una luz preciosa con lo que Miguel pudo proseguir su peregrinaje sin mayor contrariedad. Dado que toda persona que se distingue de los demás por alguna razón se convierte en objeto de antipatía, La Mulata se había hecho también de enemigos. Otros curas, idiotizados por la fiebre del fanatismo, la miran con recelo desde el púlpito; el Santo Oficio la sigue discretamente, sus manos inquietas, con dedos blancos y sarmentosos, esperan el momento justo para echarle sus redes fatales. Si no hubiese sido porque La Mulata era muy querida entre la gente, que le debía enorme gratitud, ha mucho tiempo que la habrían arrojado a las llamas. Quienes la temían, aseguraban que era una siniestra bruja y que un jinete, el diablo, acudía a su casa a eso de la media noche, quizá para recordarle que su alma era suya, y esto porque se contaba que la vendió a cambio de sus poderes mágicos. Se relataba que, al llegar el personaje demoniaco, un furioso incendio se desataba en el interior. Creían que era su amante y que por ello La Mulata despreciaba de continuo a los muchos pretendientes que la solicitaban. Para su mala suerte, un hombre importante que ocupaba un puesto elevado en la iglesia católica prestó oídos a las acusaciones. A los que la acechaban, a esos instigadores de odio, les fue concedida su venia para apresarla. El primero de diciembre, La Mulata escuchó un vocerío fuera de su hogar. El escándalo era mayúsculo. Abrió la puerta y vio a un hombre, alto y fornido, que leía una severa orden: “Por incurrir en prácticas contrarias a la fe cristiana, la mujer conocida como La Mulata de Córdoba es sentenciada a muerte…” La Mulata no se inmutó, sólo pidió que se le permitiera llevar consigo algunos objetos personales. Y fue así que la terrible bruja fue encerrada en prisión, y fue así, también, que su leyenda comenzó a labrarse un lugar en el bagaje cultural de México. Un mañana, el carcelero que hacía su ronda habitual observó a la cautiva rayando las paredes con carbón. La Mulata estaba muy ensimismada en su obra, pero al poco le miró a él y le preguntó: “¿Qué le falta a este navío?” Rechinando los dientes, dijo el carcelero: “Condenada mujer, no te arrepientes de tus pecados, en vez de suplicar la misericordia del Altísimo, te empeñas en vanos pasatiempos. Salva tu alma”. “Mas, precisamente, eso es lo que estoy por hacer”, replicó la mulata, quien, sonriendo, saltó al navío que había dibujado. Nunca más se volvió a saber de ella.

Carlos (Hiletrados)

miércoles, 14 de octubre de 2009

LA MAGIA ESTÁ EN TU IMAGINACIÓN

Sentado frente a la caja de cartón que aquella mujer le dio en el parque, pensaba:-¿Que había querido decir con aquello que la caja haría realidad cualquier sueño que él fuese capaz de plasmar con colores?

Decidió mezclar el rojo cadmio y el cobalto, resulto un violeta cálido, comenzó a pintar y sin saber cómo se me encontró volando sobre un mar tranquilo, con montañas al fondo, entre las que se interponía un manto de niebla, pero no lograba alcanzarla.

-Solo puedes entrar usando tu imaginación,- Un pequeño lucero apareció frente a él, y sin esperar respuesta desapareció.

Buscó en sus bolsillos, encontró el pequeño escarabajo de cristal que un egipcio le regalo en aquel mercado, frente al templo de Kom Ombo, detalle por comprarle las chilabas.
De repente el escarabajo comenzó a brillar con una luz intensa, con destellos que pasaban de un azul marino intenso, hasta terminar siendo un violeta casi blanco que cegaron sus ojos, quedando envuelto en sus rayos.

Lentamente comenzó a cruzar la niebla, apareciendo ante él un valle. El escarabajo cambio a un color azul celeste, estaba casi a ras de suelo, rozando flores de un color blanco, otras carmín intenso, naranjas, entró en un manto de florecillas pequeñas color violeta con pétalos amarillos, de un perfume intenso, que le adormeció, los pétalos amarillos se le enredaron en los pies y le arrastraron al fondo de una cueva, no podía ver nada.

-¿Quién eres tú para venir a mi mundo?,- La voz salía de un intenso punto de luz plateado, no supo que responder.

Su escarabajo de cristal comenzó a cambiar de color, abrió la mano, tenía un color verde esmeralda, y los pétalos amarillos le soltaron.

-Necesitaría tener una linterna,- Como si el escarabajo pudiese leer su mente tomó un tono anaranjado brillante que dejó la cueva como inundada por el sol.

-¿Cómo saldré de aquí?,- pensó mirando a su alrededor

-¡Eh!, ¡Cuidado!,- Grito un pequeño ciempiés. El miriópodo pegó un pequeño salto para no ser pisado.-¡Perdona!,- Sí que tiene genio el bichillo

-¿Cómo se sale de aquí?,- No se podía creer que estuviese hablando con un bichejo como ese.

-¡Y yo que sé!, siempre he estado aquí.

-No le hagas caso, es un cascarrabias,- Intervino un pequeño escarabajo cornudo que pasaba.

-Te he oído,- contestó el ciempiés, - sabes que aquí se está seguro, ¿para qué va a querer alguien salir fuera y morir.

-No le hagas caso, tu escarabajo de cristal tiene la solución,- Parecía que todos conocían el poder de aquel escarabajo de cristal.

-Tienes que creer en él,- Una luciérnaga entró en la conversación. Tenía unas alas de mariposa grandes, de un tono azul con pequeños destellos y pequeñas briznas de polvo que se precipitaban al suelo, de sus antenas transparentes salía un pequeño sonido casi imperceptible, trato de moverse pero no pudo.

-Pero, ¿Cómo se sale de aquí?,- Insistió.

-Emplea tu imaginación,-Le contesto la luciérnaga perdiéndose en la cueva dejando una estela de polvillo brillante que delataba su marcha.

Miró el escarabajo de cristal de su mano y recordó lo que le dijo el egipcio sobre el escarabajo:”Es mágico, su magia te cuidará cuando uses tu imaginación, pero recuerda, la imaginación es magia”.

-Sí, si que es mágico, en menudo lio estoy metido, estoy preso en esta cueva.

Una mota se le metió en un ojo, trato de librarse de ella y se vio sujetado por la mano, se precipitaba contra ella, cerró los ojos ante el golpe y lo que notó fue luz, abrió los ojos y se encontró volando por encima de unas grandes montañas, un gran manto de nieve cubría los pinos de navidad, a su lado volaban dos grandes águilas.

-¡Estoy libre!, -La oscuridad de la cueva quedaba tan lejos….., la sensación de libertad era tan grande y a la vez en su interior tenía pánico a precipitarse hacia el suelo

-¡Arriba que no vas a llegar!,- La voz de su madre acababa de sacarle de su sueño, trato de volver a él pero no fue posible, se incorporó y observó que en su mano derecha tenía un escarabajo de cristal de apenas un centímetro.


Julio

lunes, 12 de octubre de 2009

LA VARITA MÁGICA

El otro día me pasó algo raro, algo muy extraño, mi hermana pequeña Carmen y yo paseábamos agarradas de la mano por la orilla del mar, dábamos saltitos para evitar que las olas, nos mojaran los pies, pero era inútil, siempre acababan espingándonos, mi madre ya cansada de tanto pasear se sentó en la toalla contemplando el mar, mientras que nosotras seguíamos jugueteando entre el balanceo de las olas. En nuestras carreras casi nos chocamos contra una señora que paseaba por la orilla.

- ¡Ay! perdone, lo siento mucho. Dije yo rápidamente,
- No te preocupes hija, no pasa nada, ¡vaya! Que niña más guapa llevas de la mano.
- Somos hermanas, dijo Carmen tímidamente.
- Si pues os parecéis mucho, no podéis negarlo. ¿Cuántos años tienes pequeña?
- Siete.
- Anda, la edad perfecta, la edad de la magia.
- ¿La edad de la magia?- Carmen me miraba un poco asustada, no sabía si aquella señora, la estaba tomando el pelo.
- Si, si, toma, ya veras, coge esto.
Aquella señora estiró la mano, y le dio a carmen un palito de madera de unos cuarenta centímetros de largo y muy delgado, parecía que lo acababa de coger del agua, pues estaba aún húmedo.
- Vamos pequeña, no tengas miedo, no tienes nada que perder.
- Cariño,- le dije yo para que no ofendiera a la señora, pensando en tirar aquel palo hacia el mar, en cuanto nos perdiera de vista la buena mujer.
Carmen cogió aquel palo con extrañeza, pero aun así, le dio las gracias a la señora, en ese momento una ola nos golpeo hasta las rodillas, cuando volvimos a mirar hacia la señora ya no estaba.

Mi hermana no quiso tirar aquel palo de nuevo al mar, así que nos lo tuvimos que llevar a casa, “un telar más había dicho mi madre, cuando la vio aparecer con él. Se paso jugando toda la tarde con él, era su varita mágica, a cada momento nos la posaba en la cabeza y decía, “abracadabra, que te crezca el pelo”,( a mi padre que el pobre tiene esa típica M de Mc donalds en la frente) “abracadabra, que tu blusa sea rosa”, “abracadabra que esta noche cenemos pizza”, “abracadabra que tata me compre una vaca de juguete”, “abracadabra que me dejen comer un helado gigante”, “abracadabra que mañana haga bueno”, “abracadabra que la bandera de la playa sea siempre verde”,…

“abracadabra, abracadabra, abracadabra, abracadabra”, así durante toda la tarde, mientras bailoteaba por todo el salón.

Así que llego la hora de cenar, y cenamos pizza, y salimos a dar un paseo por la calle, y encontramos una heladería pequeñita, escondida entre dos grandes tiendas, que ponían bolas de helado gigantes, y en un puesto de esos que ponen en los paseos marítimos, había vaquitas de todos los tamaños y compramos una, y a la mañana siguiente la bandera de la playa era verde. Y un camarero torpe tiró la copa de vino tinto sobre mi blusa blanca favorita, y… no, el pelo de mi padre no creció, creo que era demasiada magia para un solo día, pero estuvo bien intentarlo.

Carmen estaba contentísima porque todos sus deseos se habían cumplido, pero al mismo tiempo estaba un poco triste, porque cuando se despertó a la mañana siguiente, ya no encontró su varita magia, supongo que no tendrá nada que ver, pero esa noche, mi madre bajo la basura a hurtadillas.

Quien sabe, tal vez fue magia, o tal vez suerte, pero aún así, el brillo de los ojos de esa niña, al ver que todos sus deseos se cumplían, mereció la pena.

Camino

sábado, 10 de octubre de 2009

MÁGICAMENTE (final)

-Mira la sonrisa de esa chica, la que camina junto a esa tienda- el niño miró donde la mujer le señalaba- ves, eso es magia, eso casi nadie puede verlo
-¡Eso lo ve todo el mundo! mira el hombre que hay enfrente como se la ve
-Mírala bien, fíjate en la magia que desprende la sonrisa, en la felicidad que emerge de su cuerpo, en la luz que emiten sus ojos- El niño la miró y se sorprendió- Pues eso no es nada amiguito, ahí hay la magia más potente que existe, lo que aún eres demasiado joven para verla- Al niño le daba igual lo que decía la anciana, estaba anonadado mirando la gente que pasaba, las flores… de repente alzó la cabeza al cielo, y se sorprendió, estaba boquiabierto. A partir de ahora, mirara donde mirara todo era diferente, conocía la magia.
La anciana se alzó, cogió la silla orgullosa, y se introdujo en la tienda, el niño la siguió aún con la boca rozándole el suelo, no podía articular palabra.
La anciana le miró y sonrió.
-Haber ¿estás atento?- movió la cabeza tímidamente- fíjate bien en mis manos, no separes tus ojos de ellas, ¿Vale?- las situó delante de el- Estate pendiente ¿si?- asintió- un segundo después una luz violeta brotó de ambas manos, y al juntarlas una pequeña llamarada emergió tan solo un ínfimo espacio de tiempo, ahora en las manos arrugadas de la anciana apareció una barita mágica- Ahora ya eres mágicamente humano, y estoy segura que esto te ayudará.
La puerta de la tienda se abrió, ambos se volvieron
-¿Mama?-murmuró Lucas- ¿Qué haces aquí?
-¿Eso no debo preguntarlo yo?- se puso a gritar histéricamente- he estado buscándote por todos los lados, ¿Tu no tenías que estar en el parque?- la madre de Lucas miró a la anciana, y esta con un gesto le pidió calma- Me tenías asustado- y lo abrazó durante varis segundos.- ¿Cuánto tengo que pagarle por las molestias ocasionadas?- pronunció varios segundos después
-Al contrario, debería ser yo quien tendría que pagarle, ha sido un enorme placer- asintió la mujer, y se lo agradeció
-Venga vamos- pronunció la madre de Lucas
-Espe…
-Tenemos prisa hijo- segundos después ya estaba prácticamente volando de nuevo. La anciana miró entre sus manos, no había podido darle la varita mágica.

En uno de los teatros más importantes del mundo daban una función de magia, pero no una cualquiera, esta era diferente, todas los son, pero esta era realmente especial. En la vigesimocuarta butaca una señora algo jorobada, pero sobretodo, muy anciana disfrutaba del espectáculo. Al finalizar, permaneció sentada hasta que todo el público se había marchado. Un chico, minutos después, le llamo la atención de que ahí no podía estar.
-¿Me podría hacer un favor?- asintió- ¿Le podría entregar este paquete a Lucas Segura Muñoz?- Y lo depositó en sus manos antes que contestara
-Claro que si
Mágicamente Lucas había terminado una función más, ahora ya en el camerino, tan solo era Lucas. Bebía agua, cuando la puerta sonó
-Me han dado esto para ti
-¿Quién?
-Una señora- le habrá gustado el espectáculo pensó
Abrió la caja y descubrió sorprendido mágicamente aquella barita que no pudo coger de aquella vieja tienda hacía muchísimo tiempo atrás. Casi habían pasado veinte años ya. Rápidamente cogió la nota y la leyó
“Intenté localizarte, pero al tiempo me enteré que ese mismo día os marchasteis de la ciudad… pero bueno, al fin y al cabo la magia es magia, y si crees en ella acaba encontrándote. Al fin llega a tus manos lo que es tuyo. Te has convertido en un gran mago, y sobretodo en mágicamente humano Lucas Seguro Muños que tenía 7 años y que iba al colegio Jaume March, y que creó mucha magia en mi corazón”


Leinad23

jueves, 8 de octubre de 2009

MÁGICAMENTE (primera parte)

Tras el cristal de un escaparate de un viejo y pequeño establecimiento situado en una callejuela de las afueras de una vieja ciudad, se encontraba Lucas con las manos apoyadas en él, intentando vislumbrar algo en el interior. No era la primera vez que bajaba a esa tienducha intentando conseguir lo que andaba buscando. Lo llevaba haciendo desde un par de semanas atrás, a la salida del colegio. La primera vez que pasó por el lugar, iba con su madre, cuando apreció un rótulo “Mágicamente” apagado ante sus ojos, miró rápidamente la tienda, pero su madre andaba con prisa y le arrastraba, alguna vez que otra había llegado a volar literalmente. La tienda estaba cerrada, se dijo. Así que volvía un día más, y otro, y al siguiente, y siempre regresaba decepcionado y con la cabeza gacha a su casa. Ese día no iba a ser diferente. Solo dió la vuelta, cuando el repliqueo de unas pequeñas campanillas sonaron al chocar la puerta con ellas.
- Hola hombrecillo ¿Qué te puedo ayudar en algo?- pronunció una anciana rechoncha y algo jorobada. El niño se dio la vuelta, y al verla tembló de pánico, quería correr, pero no pudo ni pestañear.
- ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras mal?- preguntó la señora preocupada- ¿Te doy un vaso de agua? Venga entra dentro un momento
-Nnnnnnoooo…-dijo con voz temblorosa el niño- ¿Mmmee… vvvass… aaa… coommmmeer?- La anciana sonrió enseñando al completo la dentadura postiza de enormes y amarillentos dientes, lo que aterró más si cabe al niño
-¿Pero como te voy a comer?- sonrió- No entres si no quieres, pero supongo que mirabas a través del cristal por algo ¿no?
-¿Eres una bruja?- la vieja sonrió y negó- ¿Y porque tienes una verruga en la nariz?
-No es una verruga, es un lunar, lo que es un poco grande
-¡Ah!
-Y bien ¿Querías algo? ¿Vas a entrar o no?- El niño la miró aún algo asustadizo y negó- Bueno pues yo me vuelvo para dentro, aunque no lo parezca es una tienda- Lo miró varios segundos he hizo el gesto de volverse, el crío suspiro y lanzó al final lo que quería preguntar desde hacía tiempo
-¿Sabes hacer magia?- La anciana lo miró, alzó su vista al rótulo que colgaba encima suyo e hizo como si no supiera de que hablaba. Miró a ambos lados dándole secretismo al asunto
-Antes de que te hable de estos temas, me tiene que decir quien eres y cuantos años tienes. Tengo que asegurarme de que no corro peligro contándote esto.
-Me llamo Lucas Segura Muñoz, tengo 7 años, voy a segundo de primaria de la escuela Jaume March, tengo una hermana pequeña, mis padres, mi hermana y yo vivimos en la calle….
-Vale, vale- interrumpió la anciana- menudo entusiasmo- Lo miró de arriba abajo como si lo evaluara- ¿Y porque preguntas por la magia?
-Porque todo el mundo dice que no existe, mi padre, mi madre, mi amigo Juanjo Lupe…
-¿Y tu que crees?
-Que si existe, pero no consigo verla.
-¡Ah! Y quieres verla para contárselo a todos, y burlarte de ellos
-No, no, no, ¡que va!, solamente quiero verla para saber que existe realmente, no se lo voy a contar a nadie, ni siquiera se me va a escapar. Además si ellos no quieren creer en ella es que son tontos- sonrió.
-Vale de acuerdo- permaneció en silencio varios segundos- Te voy a contar un secreto, pero no puedes decirlo a nada, ¿Vale?- el chaval asintió- ¿Lo prometes?- El niño volvió a asentir excitado. La anciana volvió a mirar a ambos lados, se inclinó y le susurró al oído- Yo no sé hacer magia, pero la he visto.- El niño se desilusionó.- ¿Quieres que te enseñe a verla?- Se le iluminaron los ojos.
-Espérame un segundo, que voy a coger una silla, comprenderás que yo ya estoy muy mayor para estas cosas- el niño entró con ella y descubrió el mundo de artículos de magia que se encontraba tras la puerta, y que no conseguía ver a través del cristal. Cargó la silla, y la siguió.
La anciana plantó la silla en la acera y se sentó. Lucas la observaba extrañado
-¿Estas preparado?-
¿En la calle? ¿Alguien hace magia en la calle? Pensó Lucas. Asintió para si mismo y comenzó a mirar a todos lados
-Mira el cielo- Lucas obedeció- eso es magia- el niño la miró contrariado, engañado y dolido- Claro, claro, tu no puedes verla aún.
-¿Porqué? Si no he hecho nada malo
-Pero no crees en ella
-Si, si que creo
-No de corazón
-Ayúdame, te lo suplico ¿Qué tengo que hacer?


(continuará…)

Leinad23

martes, 6 de octubre de 2009

LA MAGIA EXISTE

Sentada en el crepúsculo de su alma, dejaba transitar sus pensamientos por el jardín de su espíritu incansable. Ese que busca infatigable, cualquier vestigio que hiciera saltar la chispa de su creencia absoluta en la “Magia”

Miraba entretenida el aleteo de una mariposa, que volaba buscando el lugar idóneo donde posarse. Y sonrió…

Notó el bullir de las hormigas laboriosas sobre la tierra esponjosa, canalizando su esfuerzo en conseguir un invierno placentero, recolectando para los duros y largos días pintados de grises tonalidades.

Detuvo su mirada en las incólumes montañas. Magníficas e inamovibles, se mostraban altivas y lejanas, más, cuando posabas los pies en su paisaje, las hacías tuyas sintiéndolas cercanas, acogedoras, absolutamente presentes.

Notó el calor de los largos rayos solares, recorriendo su espalda desnuda, y supo que la estaba poseyendo desde su altura infinita y fogosa. Se dejó arrastrar sin recato, y echó su cuerpo hacia atrás, en intento de hacerse suya por completo. Entonces divisó las nubes de apariencia algodonada y hasta creyó sentir su comodidad subida a ellas.

Éstas, espléndidas inspiraciones eternas, la acogieron en su seno, adormeciéndola. Sus párpados pesaron de repente tanto, que supo de inmediato de la entrada al mundo de los sueños. Soñó en una mirada profunda, casi animal. Unas manos recorriendo su piel hasta electrizarla, escuchó un golpeteo acelerado…

Su corazón.

E intuyó la pasión desbordante del encuentro amoroso en las fibras de su ser.

En los brazos de Morfeo dio forma a un paisaje en el que ríos y mares su fundían, en el que las flores primorosas regalaban sus perfumes y apariencias coloridas, en el que animales variopintos se acercaban a husmearla y de fondo, se escuchaban ruidos, entre los que distinguía claramente voces queridas. Algunas infantiles y otras no tanto. Algunas vestidas de ancianidad.

Y reconoció de nuevo el amor, en todas sus facetas…

Ese reconocimiento, la hizo estallar de felicidad por dentro, despertándola al presente físico anterior al alunizaje en los mundos de ensueño. La luna ya decoraba celestial e impresionante la cúspide del techo del mundo. Y sonrió mirando las diminutas estrellas acompañantes. Se afanó buscando las constelaciones brillantes en sus formas, mientras una ligera brisa erizaba su piel.
Inhaló el aire nocturno ansiosamente. No quería dejar de regalarse con todo lo que estaba sintiendo en ese día en el que había decidido descubrir, si esa “Magia” en la que creía; existía de verdad, pensando que sería acertado hacer su investigación; perdida entre la naturaleza sabia, abnegada, inamovible, eterna y llena de misterios.

Absorbiendo con detalle, cada nimiedad que la rodeaba, cada sentimiento que venía precipitado a su memoria, cada recuerdo, cada anhelo que albergaba el centro de su vestimenta corporal, la hicieron comprender; que la existencia de esa magia, residía en la vida en sí.

Cada átomo que conformaba la existencia limitada del ser humano, era por sí mismo, una partícula de magia. Y cada instante de paso en este agitado mundo; podía ser todo un espectáculo maravilloso donde la magia podría ser la protagonista, la maga alucinante, que dejara embobado a un público despierto a sus trucos fascinantes.



Todo estaba en querer apreciarlo, en desear notar las vibraciones positivas de esos instantes, donde el mejor regalo de vivir, era sentirlos. Saber que el hecho de sentir, era la “Magia” creada para nosotros de forma misteriosa e incomprensible, pero hermosa hasta el infinito… Miró en derredor levantando sus manos hacia el cielo, entendiendo…

Marinel.

viernes, 2 de octubre de 2009

LA CARTOMÁNTICA

Las cartas produjeron un sonido susurrante al rozar con la superficie de la mesa. La mujer sintió en su cuerpo esa música tranquilizante, le recordaba su poder sobre mucha gente. Greñas blancas cubrían sus ojos, dándole aspecto de cachorro hambriento y feroz. Frente a ella estaba un hombre, tan viejo como ella. El individuo la miraba con temor reverente, la cartomántica se lo había implantado con trabajo cuidadoso de años. La receta fue sencilla: aterrorizarlo con una predicción espantosa y asegurarle la evitaría con sus hechizos.


Fuera de la habitación esperaban otros consultantes. En la última predicción había vaticinado una desventura impenetrable, una tragedia incomprensible. Todos resultarían afectados, había dicho, y angustiados se preguntaban por qué. Estaban allí repletos de frágil esperanza, no estaban seguros sí la mujer podría esta vez alejar el mal. Siempre lo había hecho, desde considerables años atrás. Cuando ocurrieron cosas funestas, no pronosticadas por ella, su explicación siempre fue la misma:

—Lanzaron un mal. Sé quiénes fueron, no puedo decirlo, es gente conocida, está prohibido nombrarlos —y lo decía en tono bajo, mirando hacia los lados con ojos perrunos.

—Dame el dinero —dijo en ese momento al hombre frente a ella— debo comprar objetos mágicos y hacer sacrificios cada noche,… ¡No hables con nadie! ¿Qué dicen los demás? —preguntó, imitando el tono de voz de las pitonisas en la TV.

—Están asustados —contestó el hombre, frotándose los dedos con gestos nerviosos— les preocupa lo costoso de las cosas. Están pidiendo un milagro, algo que lo evite sin que nos cueste el dinero de la comida.

—La desgracia ocurrirá si no hacen lo que digo, —insistió molesta y comenzó a barajar las cartas con destreza, — mira, mira, aquí se verá —y lanzó tres cartas para reforzar sus palabras. Entonces dio un gemido cuando las miró.

— ¿Qué pasa? —preguntó muy asustado el viejo.
— ¿Qué es esto? ¿Qué será? —dijo la mujer en voz baja, irguiendo el cuerpo como para alejarse de las barajas.

El hombre frunció el ceño y la duda que siempre estuvo en su conciencia se asomó con fuerza.
— ¿Qué será?... —pensó— nunca había dicho eso, ¿en verdad sabrá de esto?
En ese instante el techo crujió y un trozo cayó en la cabeza de la pitonisa. La mujer murió sin producir algún sonido.

Un año después, viendo el futuro con optimismo, todos decían aliviados:

—Ella hizo el milagro. Nada nos pasó y salió gratis.


Joseín Moros