ESTAMOS PUBLICANDO AHORA LOS RELATOS DE: GÉNERO: "LIBRE"; TEMA: "EMPECEMOS JUNTOS".

ÓRDEN DE PUBLICACIÓN EN EL LATERAL DEL BLOG. DISFRUTAD DE LA LECTURA, AMIGOS.


viernes, 29 de enero de 2010

NO ES LA PRIMERA VEZ...

... que en Comansi entregamos las menciones especiales...

Los relatos de "La primera vez que..." han sido bellos y suaves, tremendos y contundentes...

Está claro que somos capaces de recordar, con marcada tendencia, la primeras veces de cosas bonitas en nuestras vidas. Y eso es fabuloso. La mente separa sabiamente y aparta lo malo, lo doloroso, para quedarse con las experiencias positivas... En definitiva es lo más práctico. Y ya veis... Nos sale solo.
A veces, la mente se empeña en sacar y volver a sacar los acontecimientos dolorosos, como si eso los paliara, siendo siempre, todo lo contrario.
Gracias por mostrarnos esas primeras veces tan bellas e importantes. Y esas otras también terribles, aquí plasmadas... Como siempre, Comansi lleno de colores.

El Príncipe ha llegado y es el momento en que esta verborréica princesa, se calle la boca, je, je.

Hoy, tengo el honor y el placer de hacer entrega de los tres relatos más votados, lo sque a nuestro juicio y, sobre todo al vuestro, merecen ser destacados en esta ocasión.

Y son:



  • Seo ,con su relato "Una noche, dos historias". (Puedes leerlo, aquí)

  • Carlos (Hiletrados creativos), con su relato "La primera vez que la vi". (puedes leerlo, aqui)

y...


Enhorabuena a todos y en especial a estos tres Autores, que con los votos de los compañeros, han cautivado, una vez más, el corazón de quien tenemos el privilegio de leerles.



Es vuestro, amigos, por derecho propio. Tomad la imagen y llevárosla como muestra de nuestro cariño y admiración.
Enhorabuena a todos por participar con el entusiasmo y las ganas de siempre.

Enseguida comenzamos con la publicación del siguiente tema: "Noticias" del que, estamos seguros, disfrutaremos de cada letra.
Un beso,
Natacha

miércoles, 27 de enero de 2010

A LA ESPERA...

En breve entregaremos las menciones especiales a los tres relatos más votados, del tema: "La primera vez que..."





Un beso,
Natacha

lunes, 25 de enero de 2010

SIEMPRE HAY UNA PRIMERA VEZ


Siempre hay una primera vez, una primera vez para enamorarse, para trabajar, para vinos con amigos, para amar, para sufrir, …, en fin una primera vez para cualquier cosa, y en ocasiones el destino caprichoso nos obsequia con esa primera vez para sufrir, y para recordar, si para recordar.

No recuerdo muy bien si esta historia la oí, o me la contaron, aunque posiblemente solo sea producto de mi imaginación.

Se recostó sobre la pared, encima del jergón, aun magullado y con un pitido en el oído derecho producto del cariñoso trato recibido en la Jefatura Superior de Policía sita en la Puerta del Sol de Madrid, dos días más tarde le habían trasladado a prisión. Aquel invierno del 46, además de frio se había convertido en una pesadilla.

Miró la celda en la que le habían metido, que además compartía con otros cuatro, no tenía más de 12 m/2, sin ventanas a la calle, no sabía porque, y a la vista del trato recibido en Jefatura por preguntar, más valía no insistir, un sentimiento de impotencia y rabia le invadía, a la vez de la angustia que le oprimía el pecho por no poder hablar con su esposa, le habían robado su vida de un plumazo, y todo por hacer caso a su encargado, le dijo que tenía que ir a la Jefatura Superior de Policía, y comenzó su pesadilla.

Tomo un papelillo con su mano izquierda, curvándolo con su dedo índice y echando un poco de picadura, por lo menos le habían dejado el tabaco,- Pensó, ayudándose con los pulgares dio forma al pitillo, sellándolo con la lengua y dejándoselo en los labios, rasco una cerilla y lo encendió, el humo de la primera calada le dio un poco de calma, con un fuerte ademan de su mano apago la cerilla y la tiro al suelo, echo su cuerpo hacia atrás para estar más cómodo, y jugó con la siguiente bocanada de humo haciendo una rosquilla.

-¿Qué he hecho?, ¿Me habrá denunciado alguien?, pero ¿Por qué?,……., Los pensamientos seguían martirizándole, había oído que era habitual las denuncias para quedarse con los bienes de otros, pero él no tenía nada más que su trabajo, su mujer y su hija de 4 meses.

Cerro los ojos y sin saber porque le vino a la memoria la sala de fiestas en el Palace Hotel, con su orquesta, sentado en el velador con su copa de coñac, llevaba su traje azul marino con una fina raya blanca, corbata con pequeños rombos granates, tipo nido de abeja, y zapatos ingleses, conocidos por Oxford.

A través de la bocanada de humo la vio llegar, su chica, con aquel vestido crema entallado, marcada la cintura con el cinturón y sus pechos turgentes que tanto le excitaban, sin dejar de mirarla, le ofreció la silla y se sentó frente a ella sin soltarle la mano, sus ojos verdes y su pelo largo, ondulado, negro azabache y recogido en las sienes hacían que no pudiese dejar de mirarla.
-¿Quieres casarte?,- La verdad es que nada más preguntarle, se dio cuenta de que seguramente se había precipitado, toda la semana preparando como pedirle matrimonio y de repente …, parecía tonto, de hecho no había sacado ni el anillo, que torpemente se apresuro a sacar, estar con ella le anulaba, pero estaba loco por ella.

-Desea algo la señorita,- Jaime, el camarero se acercó, justo lo que necesitaba, ahora parecería más tonto, tendría que volver al comienzo.

-Sí, un anís, gracias,- Jaime se dio la vuelta y despareció

-Sí

Se produjo un silencio que le pareció eterno

-Sí, si quiero, no me has preguntado que si me quiero casar, pues sí,- increíble, le había aceptado
La beso la mano y le invitó a levantarse dirigiéndose a la pista de baile, ni una palabra, con la fuerza de sus sentimientos a través de sus manos era suficiente, tenía ganas de gritar, de reír, de abrazarla, de….., era completamente feliz, y…. la cogió por la cintura dejándose llevar por la música, poco a poco sus cuerpos se fundieron en un abrazo, comenzó a sonar Perfidia, y el mundo desapareció, su mano derecha acaricio su espalada y la atrajo fuertemente junto a él, sentir sus pechos le hicieron desear estar solos, ella arrimo su mejilla a su cara y continuaron diciéndose todo sin decir, ...

-¿Eh!, despierta,- uno de sus compañeros de infortunio rompió el pequeño momento mágico que le había sacado de aquel sótano sucio y oscuro hacinado de otros semejantes que posiblemente eran tan desgraciados como él, dio otra calada al piti volviéndole el nudo en el estomago y la rabia ante la indefensión, como se apañaría su mujer y su hija.

-Al patio,- una voz ordenaba al tiempo que golpeaba la puerta…

Julio

sábado, 23 de enero de 2010

CARICIAS

Cuando la acaricié, un escalofrío recorrió mi espalda. Su tacto me sedujo, como la primera vez cuando no siendo más que un niño, la tuve entre mis brazos y mis dedos se enredaron en las hebras de su crin. Sofoqué una lágrima que desde algún rincón olvidado de mi corazón, pugnaba por abrirse paso hasta mis ojos, para desbordarse como un torrente de lava ardiendo por mis mejillas. Qué necio había sido, pensar que podría tenerla de nuevo sin ningún sacrificio por mi parte. Qué infantil mi ardor, que me inclinaba a perseguirla, aun a sabiendas del resultado final. ¿Qué pensaba yo? ¿Qué todo era tan fácil como acunarla entre mis brazos para poseerla? No, no podía ser tan sencillo. Y no lo fue.

Aquel día, cuando se apagaron las luces y me sentí inválido de ánimos, en el instante mismo que supe que me esperaba, un nudo se aferró a mi estómago, precipitándome al vacío.

Una mano en mi espalda bastó para que volviera a la realidad. Un susurro al oído, una palabra de consuelo. Alcé el mentón, decidido. Entreabrí los ojos y me dirigí con paso vacilante hacia mi destino. Subí despacio los cuatro escalones que me separaban del miedo, de mi inseguridad. Atravesé el velo protector que encierra, al su otro lado, la magia. En silencio, recorrí los escasos metros que me separaban de ella.
Me senté a su lado, mi mano la acarició de nuevo, como en aquella ocasión. Su tacto me reconfortó. La sostuve entre mis brazos, la mecí con mi cuerpo mientras mis dedos la recorrían, ávidos.

El telón se descorrió silencioso y un pequeño fragor inundó el teatro cuando una tenue iluminó al cantautor que, sentado en un taburete, con una sonrisa torcida en su rostro, miraba a su público con las manos temblando imperceptiblemente sobre el diapasón de su guitarra.

Formé con mis dedos el acorde de Do, cogí la púa con mi mano derecha y la deslicé por las cuerdas, como tantas otras veces. Sin embargo, siempre, cuando llega este momento, siento que vuelvo de nuevo a ese pequeño local con manchas de humedad en el techo, olor a sudor y tabaco, entrechocar de vasos de cristal y risas ajenas a mi presencia y yo, subido a un pequeño escenario, con mi música, con mis canciones, luchando porque mi música llegara a algún lugar lejano. Tal vez, ¿hasta ti?

Firma del Aut@r: Bluesnight (Javier Marzo)

jueves, 21 de enero de 2010

MAR

Mar en calma

Mar -mi primer mar- se dibujó ante mí una tarde de otoño, bajo un manto de nubes grises y un ambiente de tenues silencios. Era una tarde de frío húmedo, de tristezas contenidas, de caminos solitarios, de existencias apagadas. Solamente el ocasional batir de las hojas, sacudidas por un viento inconstante, rompía el estático mutismo del atardecer. El amarillo con el que arropaban los árboles su desnudez, era lo único que sugería calidez en ese mar desdibujado... en ese mar de secretos.

Marea alta

Mar -mi Mar- se presento vestida de fragilidad. Su menudo cuerpo se achicaba con un instintivo recogimiento de hombros, con el que parecía proteger su pecho del frío. Me pareció que podría cogerla en brazos y apenas notar su peso. Su tez morena y su pelo negro no hacían más que resaltar su gran belleza. En el marrón de sus ojos escondía una mirada triste que su sonrisa no podía disimular. Me pareció estar ante el ser más bello que jamás había visto. Unas pocas palabras de presentación y un rápido adiós. No hubo más...

Mar de fondo

Al llegar la noche, mi mar se convirtió en océano y eché la balandra de mi corazón a navegar. Abandoné el puerto seguro de mi timidez y me encaminé lentamente hacía la delgada línea de mis sentimientos, esa que se extendía en el horizonte, justo donde el cielo se esconde detrás de las olas de alta mar.

No sé si en sueños o despierto -en ensoñaciones-, recorrí aguas cálidas, bordadas de soles y de ilusión. Moré noches estrelladas, prendidas de luceros. Crucé acantilados donde las sirenas entonaban seductores sones que llamaban al amor y al deseo. Y siempre creí verla en cada puerto. Tardé días en despertar de aquella noche…

Mar encumbrado

Mar -mi primer amor- cambió mi vida hasta el punto de conseguir que no reconociera mi pasado si no era pensando en ella. En cada movimiento, en cada emoción, en cada pensamiento, encontraba una parte de su alma encantada. En la oscuridad de sus ojos hallaba la luz de un sentimiento que me visitaba por primera vez, que me tomaba y que me arrastraba por senderos tan desconocidos como apasionantes. Fue lo más parecido a volar que he sentido en mi vida…

Y adverso temporal

Mar -mi primer amor- se acercó acompañada. Traía su mejor sonrisa y sus ojos tristes, llenos de la oscuridad que precede a la tormenta.

“Hola. Te presento a mi novio...”, me dijo.

Y sentí que me mareaba, que mi vida perdía su sentido, que se me escapaba el suelo de los pies, que el tiempo se detenía, que el pecho me estallaba, que el cielo me devoraba, que mi vista se nublaba… Durante un eterno segundo creí que mi corazón se detenía… Creí morir… Deseé morir… Estuve muerto…

Océano infinito

Mi María marinera -María del Mar-, prendió el amor en mi pecho por primera vez. Por aquel entonces, yo contaba quince años... quince años plenos de expectación y cubiertos de inocencia.

Tras aquel segundo en el que perdí el sentido, volví a nacer a la vida, y vagué perdido por mi mundo, abandonado como estaba. Pero recuperé el aliento y descubrí que siempre puede haber algo aún mejor.


Suri (Cato)

martes, 19 de enero de 2010

ANGELA



Mi profesión es una de las más antiguas del mundo. Si bien nunca tendré un monumento en mi memoria –ni me interesa tenerlo- mi reputación la conocen quienes deben conocerla y apreciarla. Me la gané desde mi primer trabajo, sin experiencia en aquel entonces, pero con mucho potencial.
El piso donde me esperaban era muy elegante, con una colección privada de valiosos cuadros a intervalos regulares, cada uno con una nota sobre su autor y una crítica. Las esculturas de mármol procedían de diversos tiempos y culturas, y parecían reunidas allí con el único propósito de resaltar la jerarquía de su propietario. La temperatura era una constante que ignoraba el exterior, como si entrara a un mundo diferente, uno en el que muchos pensaban pero ni llegaban a imaginar como realmente era.

Un empleado se acercó a comprobar que no entrara con armas, cosa fácil de notar, pues mi escasa ropa no dejaba espacio para esos elementos. Sus manos se excedieron un poco en sus tarea, tras lo cual me indicó el cuarto donde me esperaba su jefe. Por el pasillo podía ver de reojo diversas personas en los cuartos laterales, unos fumaban o bebían, relajados y animados, otros aspiraban polvos. A unos se les veía su arma, a otros se les notaba el bulto de la misma.

Al final del pasillo, abrí sin anunciarme. El individuo en su interior interrumpió el movimiento de tomar su arma y cambió por completo su expresión ante mi presencia. Su miraba me recorría completa como desnudándome antes que sus manos.

-¿No sabes tocar a la puerta?

-Verás que sé hacer mucho más que eso. – le respondí.

Una de mis manos frenó su avance al posarse sobre su pecho. Mis uñas probaron sutilmente la firmeza de su torso, para luego empujarlo suavemente hacia la cama tras él. No tardó en desprenderse de su pistola, sus ropas, y sus preocupaciones. No había negocios, ni enemigos, ni tensión en ese cuerpo extendido bajo mis piernas, ni en ese rostro que acariciaba entre mis manos. Así de relajado estaba cuando con un movimiento brusco hice girar su cabeza y le rompí el cuello. Con la guardia baja estaban los demás mientas yo tomaba el arma de su jefe. Muy poca oportunidad tenían quienes estaban bajo el efecto de diversas sustancias, o quienes sobrios, no relacionaron mi nombre con la forma femenina de “ángel” o “mensajero”.

La sangre todavía fluía del cuerpo del guardia de la entrada, con peligro de alcanzar mis zapatos nuevos, cuando tomé mi celular y dije con satisfacción dos palabras:

-Está hecho.

Pronto hubo otro encargo para mi, y otro, y muchos más. No sé cuántas generaciones intentaron solucionar sus problemas de la misma manera, ni por cuánto tiempo continuarán haciéndolo. No he preguntado sus motivos, ni han preguntado lo míos, que adivinan más allá del simple afán de dinero. Solo sé que mientras los seres humanos no cambien de manera radical, ni le den a lo material y pasajero menos valor del que tienen, no debo preocuparme por quedarme sin trabajo.

Jorge Fénix

domingo, 17 de enero de 2010

MI PEQUEÑO

Envuelta en la neblina de los recuerdos de un niño de apenas seis años, se grababa aquella imagen…”La primera vez que le vi”.

De rodillas sobre el sofá, apoyado en el respaldo, observaba desde “mi ventana”, con la mirada inocente de un niño curioso, como mi abuelo, mi padre, y mi madre, bajaban de nuestro Simca 900 color crema. Mi madre llevaba en sus brazos a mi hermano, envuelto en una manta, no sabría decir si azul clara o blanca.

Cuando les perdí de vista, salí corriendo hacia la escalera. Allí, mi madre, cansada, pero inmensamente alegre, apartaba la ropa que le cubría para que viéramos su último y pequeño tesoro. Aquella diminuta cosita inmóvil, que parecía dormir, cambiaría nuestras vidas para siempre.

No puedo imaginarme la “primera vez” que le dijeron a mi madre que su pequeño tesoro tenía un retraso mental severo. No puedo, ni quiero imaginarme las lágrimas de desesperación y tristeza que corrieron por su rostro, y la inmensa pena que sufrió. Yo… era demasiado pequeño. No puedo imaginarme el sufrimiento de mis padres en aquellos primeros viajes a Barcelona, al hospital San Juan de Dios, donde no les dieron esperanzas de que su hijo llegara a andar o hablar algún día, dado el pequeño tamaño de su cráneo.

Mis recuerdos se detienen en la tristeza de una infancia compartida con mi otro hermano, junto a mis abuelos, con las continuas ausencias de mis padres, con la familia decantando sus esfuerzos y atenciones en conseguir sacar adelante aquella “cosita” que el destino había puesto en nuestras manos.

No fue fácil. Mis padres estaban fuera de casa la mitad del año, en aquel hospital, donde mi madre aprendía a “educar” el cuerpo de un niño que, en un principio, se empeñaba en no vivir, vomitando todo lo que comía, pero con la prescripción médica de seguir dándole comida porque algo quedaría dentro que no expulsara, y le sirviera de alimento. Sé que fue aquel esfuerzo, aquella dedicación, aquel empeño, aquella férrea fuerza de voluntad, aquel amor y aquella esperanza, que sólo una madre puede tener, la que comenzó a sacarle adelante. Interminables sesiones de gimnasia, movimientos articulares, masajes y demás, finalmente… dieron sus frutos…
Los médicos no se explicaban la evolución de aquel “pequeño”. Pronto comenzó a hablar, con el peculiar estilo que le sigue caracterizando, cortando palabras, cambiando fonemas, mezclando significados… En definitiva, era el nacimiento de su lenguaje particular.

Tengo el orgullo de haber presenciado, junto a mi abuela, una de sus más importantes “primeras veces”…cuando comenzó a caminar. Fue una tarde fría, de un viernes del mes de noviembre, en el pasillo de mi casa, contradiciendo las previsiones de los galenos que, con pesimismo o quizá realismo, no creían que anduviera nunca, o, si lo hacia, sería a los 4 o 5 años. Tenía 19 meses… Mi abuela le seguía… agachada, pendiente en todo momento de que no se cayera…al otro lado del pasillo, yo, con mis casi 8 años, de rodillas, le esperaba, con cierto temor al ver aquellas piernitas enclenques y aquellos piececitos que calzaban ya unas botas ortopédicas. Pero llegó hasta mi, con los ojos cruzados por un estrabismo terrible, que hubo que operar, con su perenne nigtasmus, (puedo imaginarme la desesperación del cirujano operando aquellos pequeños ojos que, a pesar de la anestesia, seguían moviéndose) mirando, seguramente no viendo más que una imagen difuminada, pero sonriendo como nadie puede sonreír. Como olvidar aquello…

Y… ha habido tantas otras primeras veces…

La primera vez que durmió fuera de la habitación materna, lo hizo conmigo. Los médicos recomendaron esa pequeña independencia, y quien mejor para llevarla a cabo que su hermano mayor. No fue fácil. Movía las piernas continuamente, rozándote hasta dejarte en carne viva como a mi madre. Acabé buscando soluciones…durmiendo protegiéndome con las rodillas, o con mis piernas sobre las suyas. Finalmente, con un par de patadas a tiempo, su pequeña cabeza captó el mensaje…

-Este tiene una mala leche de cuidado…-Debió pensar

Más tarde llegó la primera vez que fue al colegio; la primera vez que botó el balón de baloncesto varias veces seguidas, coordinando el movimiento de sus manos con la subida y bajada de la pelota; la primera vez que jugó al tenis siguiendo la bola por el sonido del bote porque no la veía hasta que la tenía encima; la primera vez que se ató los cordones de los zapatos por obra de su profesor, que bendita paciencia la suya, lograr que aquellas esbeltas, pero rígidas y nerviosas manos fabricaran aquella lazada imposible; la primera vez que se abrochó un botón; la primera vez que consiguió darse la cremallera del chándal; la primera vez que firmó con su nombre de forma legible; la primera vez que leyó y comprendió la frase. La primera vez que…

Este año hemos tenido otra…”primera vez”. En agosto fue de campamento. No quise hablar con él mientras estuvo de viaje. No quiero que piense que todo el tiempo estamos pendientes de él, aunque sea así. Ya se encargó a su regreso de preguntar si le eché de menos. Prefiero darle a estas cosas el aire de normalidad que su madre no es capaz de dar, porque una madre es lógico que pierda cierta perspectiva.

Soy consciente de que habrá miles de cosas habituales que en su vida nunca tendrán su primera vez, pero el hecho de ayudarle a conseguir alguna de ellas supone para mi un reto y un orgullo, porque conmigo aprendió a tener alguna “primera vez” mi hermano Jesu, un tipo genial.

CALVARIAN

viernes, 15 de enero de 2010

LA PRIMERA VEZ QUE...


No podía salir de mi asombro, iría de vacaciones. Mis tíos me estaban invitando a su casa en la playa.

Sería una aventura fantástica aunque me daba tristeza dejar a mis hermanos en casa, pero no me atrevía a preguntar por qué no íbamos todos, sabía que jamás invitaban a nadie, así que debía considerarlo como un honor que me llevaran a mí.

Mamá trataba de conformarnos, diciéndonos que podríamos escribirnos o hablar por teléfono, aunque para esto debíamos ir a la casa de la vecina ya que en casa no contábamos con ello.
Era muy extraño imaginarme cómo sería estar sola. ¿Cómo haría para explicar con palabras lo que experimentaría tan lejos, en un lugar extraño? Y por las noches trataba de fantaseaba.
Mi ansiedad era enorme, nunca en mis 8 años había salido de casa, lo más lejos que habíamos ido y fue todos juntos era a la feria del pueblo vecino. ¡Qué gran día fue ese! ¡Cómo nos divertimos! Y cuántas cosas compartimos, los juegos mecánicos que nunca habíamos visto, la gran kermesse donde ganamos tantos y tantos premios. Pero ahora estaría sola, tenía miedo de aburrirme, de no saber qué hacer. Y a la vez deseaba ir a conocer ese lugar que tantas veces representé en mi cabeza como un sitio mágico.

Era terrible la espera, la zozobra por el viaje, la preparación, verla a mamá tejiendo y cosiendo la ropa que llevaría. Porque no había dinero para ropa nueva. Algunas tías me compraron zapatos, ¡zapatos! ¡Qué cosa más horrible! Había pasado mi vida descalza o con alpargatas gastadas de tanto juego, y ahora escuchaba decir que no era propio para una nena, que debía aprender modales, que cuando fuera con los tíos, no podía comportarme como en casa. Hasta creí escuchar a mamá dar las gracias al cielo de que no fuéramos todos, por el dinero y por lo revoltosos que éramos. Me encogí de hombros haciendo caso omiso a sus palabras.

Mientras preparaba mi valija, cada uno de mis hermanos me trajo algo para que no lo olvidara. La pena me embargaba, tres meses sin ellos, sería toda una vida. A los 8 años eso significa una eternidad. Y el mejor regalo fue el que me trajo Sofía, mi única amiga, la que vivía al lado de la granja, era una muñeca preciosa que habían hecho ella y su mamá para que me acompañara y no me sintiera tan sola.

Esa noche miré la maleta con tristeza, nervios y alegría, una extraña sensación que no había experimentado nunca.

No pude dormir daba vueltas y vueltas en la cama. Escuchaba la respiración acompasada de mis hermanos y sentía que ya comenzaba a añorarlos.

Cuando Joaquín nuestro gallo cantó, ya estaba vestida y sentada en la cama pensando y despidiéndome en silencio de mis hermanos. Besé en la frente suavemente a cada uno de ellos, eso era algo que sólo podía hacer mientras dormían porque parece que a los varones no les gustan los besos. Siempre que los besaba para demostrarle mi cariño pasaban su manito por la cara a modo de limpiar el beso, o tal vez lo hacían para que me enojara, cosa que era muy frecuente y no sólo con lo afectuoso, pero los amaba con ellos vivíamos grandes aventuras, nos contábamos todos nuestros secretos, conocíamos de memoria todos los lugares sagrados que habíamos descubierto.

Terminado el desayuno llegó el auto con los tíos, bajaron con toda esa aristocracia que los caracterizaba, siempre los había visto como si pertenecieran a la realeza, demasiados puntillosos para mi gusto. Pero quería conocer la playa, y además que mi papá estuviera orgulloso de mí.
Los saludé con dos besos como solían hacerlo, subieron mi valija, mamá me entregó una cartera con todo lo necesario para el viaje, agarré mi muñeca, besé a mamá y papá y partí rumbo a la aventura.

El viaje fue muy largo y pasé la mayor parte durmiendo. Llegamos a la noche, mi tía me dijo que no podríamos ir a ver a la playa ese día.

Una vez acomodada en mi habitación, comencé a escribirles a mis hermanos del viaje para no olvidar ningún detalle. Pero creo que me quedé dormida antes de terminar.

Por la mañana ya preparada después de desayunar y ayudar con los quehaceres salimos rumbo al mar.

Cuando llegué, me quedé sin aire, la emoción que me embargó lleno mis ojos de lágrimas y no podía parar de llorar.

El Mar, qué hermoso era, cuánta agua había, y las olas me asustaban. Me quedé allí parada sin decir nada, sólo contemplando eso que no tenía palabras para describir.

¿Cómo les podría transmitir a mis hermanos aquello que estaba viviendo?

Supongo que pronto encontraría la forma, era mi primer día y todavía me esperaban muchas cosas más por vivir allí.

Aldhanax

miércoles, 13 de enero de 2010

OLVIDANDO RECORDAR

Quizás este atrapado por aquella gran ciudad, por su constante bullicio fabricado a base del motor de los coches y sus cláxones , por las obras, por el silencio de las personas que en ese estado me ensordecen, por mi propio silencio. Y me doy cuenta que estoy allí en medio, inmóvil, dejándome encadenar por todos ellos… La gente pasa por mi lado, algunos a metros de distancia, pero siento de todos ellos su roce, su carga de vicisitudes, sus recuerdos. En mi mano prisionero se encuentra un sobre blanco, y recuerdo que acabo de salir del hospital, allí me lo dieron, incluso, sorprendentemente, aún recuerdo su contenido, Alzheimer, pero siento una extraña preocupación, extraña porque no me preocupa la enfermedad, si no porque me doy cuenta por primera vez que quizás desde que nací tengo una “enfermedad” parecida, que quizás todos la tengamos, y pienso y luego recuerdo que no recuerdo todo lo que quisiera, ni siquiera todas aquellas primeras, y por tanto especiales, veces de todo lo nuevo que descubrí. Recuerdo aquel primer beso, pero no el tiempo que hacía, lo que hice, lo que hablé, ni siquiera recuerdo lo que sentí, tampoco recuerdo aquel primer último beso, supongo que no lo hago porque no creí que lo fuera. Y me doy cuenta que la vida respira constantemente primicias, que todo lo son, y que nosotros, conformistas, incrédulos, no somos capaces de exprimir, incluso diría que apreciar, y sobretodo de transportar a través del paso del tiempo y volver a experimentar todas aquellas primicias tal y como fueron. Entonces ¿Cómo somos capaces de llamar a eso recuerdo, si al hacerlo no conseguimos recordarlo al completo?

Donde antes había ciudad y ruido ahora solo hay desierto. Mi mano ya no aprisiona aquel sobre blanco con los resultados, y ya no sé si tengo Alzheimer o si nunca lo tuve, lo que sé es que ya no recuerdo quien soy, ni siquiera mi nombre, pero camino por aquellas altas dunas apreciando y grabando todos los detalles en la primera fotografía del nuevo álbum de mis recuerdos.

Leinad 23

lunes, 11 de enero de 2010

LA VIDA Y LAS PRIMERAS VECES

La vida esta llena de primeras veces:

• la primera sonrisa, (creadora de hadas),

• la primera palabra, (creadora de sonrisas),

• el primer paso, (creador de expectación),

• el primer diente, (creador del primer dolor),

• el primer corte de pelo,(creador de admiración)

• el primer día de guardería, de colegio,(creador del futuro)

• los primeros amigos, (creadores de la persona que serás)

• la caída del primer diente,(creador de madurez)

• la Primera Comunión, (creadora de ilusiones)

• el primer amor,(creador de sentimientos)

• el primer beso, (creador de sensaciones)

• el primer corazón roto,(creador del mayor dolor jamás imaginado)

• la primera noche de fiesta, (creadora del vicio, y la perversión)

• el primer chupito,( mas perversión)

• la primera borrachera, el primer cigarro,(aun mas perversión)

• la primera perdida humana, (esa que no olvidaras jamás)

• la primera relación seria (creadora de madurez)

• la primera vez que escribiste algo (creadora de tu propio mundo)

• el primer trabajo, (creador de futuro)

• la primera casa, (creadora de de la palabra hogar)

y por fin, te das cuenta, de que todo pasa por una razón, de que las primeras veces crean vida, te crean a ti, los sueños, las ilusiones, siempre hay una primera vez para todo, siempre.


Camino.

sábado, 9 de enero de 2010

LA OTRA


Llegó a casa y siguió directo al cuarto, no habló con nadie hasta la hora de la cena. Bajó y apenas comió; mientras todos miraban la TV él fingió estar atento al programa, su pensamiento viajaba por el mundo de la fantasía. Un rato después, en silencio, subió a su habitación y se bañó, por fortuna ella no le hizo pregunta alguna respecto a su mutismo, no habría tenido una respuesta adecuada.

Cuando ella fue a dormir, fingió estar roncando, no era así, seguía pensando en aquellos ojos y aquella cabellera. Hoy la había tenido muy cerca, fue cuando preguntó si quería algo. Se había quedado sin palabras, negó agitando la cabeza, entonces fingió concentrarse en los papeles, movió los ojos y vislumbró sus piernas. Aquellos zapatos le parecieron rojos recipientes de flores y el perfume de su cuerpo le recordó frutas desconocidas.

Se levantó muy temprano, antes que ella, su mirada lo mantuvo intranquilo mientras desayunó. Salieron juntos y se despidió con un beso rápido en la mejilla, notó su desconcierto, olvidó ser un poco más cálido, cometió un error, podría sospechar.

El día fue una combinación de infierno y paraíso terrenal. Cuando ella no lo miraba sació sus ojos observándola. No pudo ver directo aquellas pupilas adoradas, sintió calor en todo el cuerpo y ganas de salir corriendo. Pasó algo terrible, ella le habló y él quedó sin palabras, fingió estar distraído con los papeles y logró superar el momento infernal, entonces su sonrisa remató la situación: el trató de imitarla y le salió una mueca, por lo menos así le pareció, por la manera como los músculos de su cara respondieron cada uno por su cuenta. Los golpes de su corazón le hacían temblar el pulso y luchó para evitar que su fisonomía enrojeciera.

Transcurrió la semana más terrible de toda su vida, nunca se había sentido tan extraño: feliz y sufriendo. Los amigos se quejaron de su torpeza, tenía la mente en otra parte. El sábado fue agónico: quería verla y no tenía escusa para acercarse al lugar donde ella vivía, se habría conformado con distinguir a lo lejos el edificio, imaginarla riendo en la sala de su casa. Le dolió el pecho cuando sospechó otra persona cerca de ella, apretó los ojos, sacudió la cabeza y una lágrima salpicó la grama. Nadie se dio cuenta y fingió limpiar alguna partícula extraña en su cara.
El domingo estuvo peor, ella cantaba en la iglesia y el movía la boca, la voz no le salió, tenía ganas de llorar. Rehuyó su mirada inquisitiva y se dedicó a realizar cosas atrasadas en la casa: limpió el cuarto y organizó la biblioteca. Fingió no darse cuenta cuando ella enderezó varios libros que había colocado al revés.

Tuvo un sueño intranquilo, no hizo ruido alguno, ni siquiera tosió, tenía temor de llamar su atención. Cuando casi estaba aclarando el día se levantó en silencio y entró al estudio. Abrió una gaveta y allí estaba la tijera, la tomó y estuvo pensando un momento, buscó sobre un estante pequeño, encontró la botella. No veía bien, el olor era el esperado. Tembló mientras cortaba en la oscuridad. Sintió los dedos viscosos y no pudo abrir una de sus manos, su agonía estaba por finalizar.

Oyó los pasos de ella, se aproximaba al estudio, se sintió descubierto. Decidió decírselo de una vez, ya era inevitable.

La mujer entró y vio la mancha roja, era un trozo de papel mal recortado, pegado a una hoja blanca y manchada de pegamento.

— ¿Un corazón? ¿Para quién es eso tan lindo?

—Mamá, ¿cómo se escribe el nombre de mí maestra?

Joseín Moros.

jueves, 7 de enero de 2010

!AHH, LA PRIMERA VEZ! (Poema)

La primera vez resultó un completo fracaso.

La segunda, un fracaso menor.

La tercera vez apenas tuvo misterio.

Y las siguientes, mucho mejor.

Por eso es que ahora entras en la alcoba sonriente,

y siempre sales con cara de satisfacción,

orgullosa de estar a mi lado,

contenta por haber sido paciente,

y yo encantado de hacerte dichosa.

De ahí que nunca debamos fiarnos

de nuestros primeros resultados,

de las decepciones iniciales,

siempre tan frustrantes,

pocas veces esperanzadoras

y nunca venturosas.

Yo animo a todo aquel

que no se atreva de nuevo a intentarlo,

porque tuvo un primer fracaso,

a que lo vuelva a hacer,

una y otra vez,

hasta convertirlo en rutinario.

Ya verá como me lo agradecerá,

y su mujer mucho más,

al comprobar cuanto la ama

por haber aprendido de una vez

a hacer bien la cama.


Pedro Estudillo

martes, 5 de enero de 2010

DESDE SU ATALAYA

Fue un momento glorioso, recordaba.

Había pasado el tiempo, solapándose un día tras otro, y ese hormigueo volvía a ser sentido en su interior como la primera vez.

Sí. La primera vez…

Entró como una exhalación a su habitación, como casi cada día, pues en verdad, los había más relajados, pero no por norma general.

Entró en su castillo dispuesta a meterse de lleno en sus deberes, en sus libros de cuentos e historias.

Su madre ya la apremiaba para que así fuese, y ella no hacía sino obedecer en algo, que por otro lado resultaba sumamente gratificante. Adoraba estar a solas con sus cosas, sus lecturas, sus sueños infantiles y lejanos…

Jamás prestaba atención a la cama de su hermana. Era territorio particular y privado, al igual que la suya era intocable por alguien ajeno a ella misma.

Sin embargo, una mirada fugaz, sin convicción o interés, la hizo verlo.

Era un libro chiquito, delgado, casi escuálido. Lo observó mientras se ponía los calcetines limpios, tras la ducha ultrasónica que se había dado.

Lo miraba desde su particular “atalaya”. Veía sus desgastadas portadas y deseó ver el título. Ella, hacía tiempo que había hecho de la lectura, su mundo paralelo, su universo imaginatorio, donde gravitar en otros mundos era factible y placentero.

“Veinte poemas de amor y una canción desesperada”

Pablo Neruda era su autor, rezaba en una esquinita.

No supo por qué, pero abrirlo para hojearlo, le supuso un estallido de curiosidad, un querer saber de dónde venían esos veinte,(¿justamente?) poemas de amor y el por qué de esa “canción desesperada”.

Volver a casa era ese día, una necesidad vital. Entró rauda en el cuarto y vio a su hermana sentada en el escritorio. Leía ese libro al que ella le adjudicó la personalidad de tímido, porque gastado o viejo, le parecía cruel.

El libro era como ella misma: tímida, reservada, delgada y misteriosa. O así se veía.
-¿Me lo dejarás cuando lo termines?

-¿Vas a leer poesía? Te advierto que no es fácil, que has de tener la mente muy preparada y el corazón muy despierto.

-¿Y no lo tengo?

La hermana sonrió asintiendo.

-Sí, creo que sí podrás leerla. Acabo ya, toma.

Y así fue como por primera vez, sus ojos se preñaron de poesía, su corazón tomó el vuelo, y su mente vagó por terrenos de aguas movedizas, donde caerse era el sueño.

Deseó por primera vez hallarse en posición de amar desbocadamente, de llorar a lágrima viva de desamor, de reír con la compañera alegría al saberse correspondida…

Se le despertó la pasión. La pasión por la poesía.

Ese mundo donde las palabras eran música, el decir, era la danza más precisa y bien ejecutada, el sentir, era huracán devastador…

Era niña; más se sintió mujer seducida por algo difícil de comprender, por una manera de expresar enaltecida por los más sublimes sentimientos. Fue la primera vez; y lejos de adormecerse con el paso inexorable de los años, se acrecentó hasta instalarse por completo con la misma pasión fogosa de ese primer instante en el que poesía y mujer se descubrieron.

Marinel

domingo, 3 de enero de 2010

MIL PRIMERAS VECES


Ahora que te observo perdido y distraído con las flores del jardín, me llaman susurrantes con su inconfundible eco, invadiendo mi mente esos recuerdos que quisiera haber retenido en el tiempo a sabiendas, de que no es posible frenar el movimiento de la propia evolución. Y aunque los médicos digan que ya se acerca el final y que pronto dejaré de estar aquí compartiendo como siempre nuestras vidas, sé que pase lo que pase jamás nada ni nadie podrá arrebatarme esos recuerdos, esas imágenes que nítidas a través del tiempo, siempre han formado el elenco de mis momentos felices.

La primera vez que alguien me habló de tu existencia me invadió la felicidad y a la vez el temor; ese temor a no estar a la altura de las expectativas, a no saber cómo actuar, a una responsabilidad inesperada, y en definitiva una vez más, el temor a lo desconocido.

La primera vez que escuché tu llanto, me invadió un torrente de felicidad que hizo que un mar de emociones y sentimientos se desbordara, convirtiéndose en sendos torrentes que se deslizaban por mi rostro; ambos llorábamos al unísono, mientras alguien te depositaba sobre mí para sentir esa primera vez de tenerte entre mis brazos.

La primera vez que mis ojos contemplaron los tuyos supe que la espera había merecido la pena. Fue el momento mágico en que dos vidas quedan unidas la una a la otra más allá de la propia vida; hasta en la eternidad.

La primera vez que me buscaste intentando orientar tus primeros instintos, vencido por tus propios estímulos, me hiciste sentir la persona más especial del universo, y con ello sentir que era la persona más importante en la vida de alguien.

La primera vez que te dormiste en mi regazo, pude sentir tu respiración acompasada y relajada, como nunca antes había sentido.

La primera vez que tu mano se acercó a la mía, y que con tu inmensa fragilidad te agarrabas a mí del mismo modo como te agarrabas a la vida, sentí el mayor estremecimiento de los que hasta el momento pude haber vivido.

La primera vez que tu boca se acercó a mis pechos buscando alimento, me sentí una vez más la persona más feliz del universo. ¡Qué extraña sensación aquella!, ¡qué mágico regalo de la naturaleza!

La primera vez que escuché tu risa los cielos se abrieron para mí mostrándome la más bella melodía jamás escuchada.

La primera vez que enfermaste creí que se me iba la vida; sigo siendo incapaz de verte sufrir.
La primera vez que me llamaste, que de tus labios salieron esas pocas palabras, sentí que el universo dejaba de girar, que todo se detenía por un instante para magnificar aquel primer momento único e irrepetible de nuestras vidas.

Y desde entonces, supe que nos esperaban mil primeras veces más que vivir y a las que aferrarse.

Ahora que estás en el umbral de la puerta de la cocina, con tus cabellos rubios alborotados y con esa sonrisa franca y limpia, vuelves a hacerme feliz en medio de mi angustia. Depositas con sigilo esas amapolas rojas que robaste de nuestro jardín y que sabes que tanto me apasionan; y siento que mi vida aunque se apague y marche seguirá latiendo dentro de tu corazón, porque ambos formamos una sola vida…

Ruth Carlino

viernes, 1 de enero de 2010

2010... Y SUMANDO

Queridos Autores, queridos amigos,

Que 2010 os sea propicio, que no perdáis ningún territorio conquistado, que el amor no os abandone... que la felicidad se instale sobre vuestras cabezas. Sobre todo, que la vida no te obligue a abrirle la puerta a cualquier tipo de maldad...

Desde Comansi, os deseamos un hermoso año nuevo.




¡¡ FELIZ 2010 !!