Mis rodillas empezaron a temblar de nuevo cuando apareciste hoy tras los cartelones de ofertas en charcutería. Traías el carro lleno, los ojos brillantes y el flequillo revuelto.
Cada viernes por la tarde sucedía lo mismo: llegabas tarareando alguna canción alegre, te adentrabas en el supermercado carro en mano y durante algo más de una hora yo te observaba ir de acá para allá toqueteándolo todo; me recuerdas a veces a un niño travieso que está empezando a conocer el mundo y que disfruta oliendo cada perfume, acariciando cada flor, devorando cada libro que cae en sus manos. Tú te lo pasas en grande perdiéndote en la sección de literatura, te pones cada uno de los auriculares de la sección de música y cada semana te llevas un tipo de café diferente, como si tuvieses la extraña misión de probarlos todos. Adoro cuando alzas una ceja para concentrarte mejor al leer los ingredientes del tomate frito o el precio del agua mineral, y quizá lo que me hizo fijarme en ti la primera vez que viniste fue esa forma de caminar, de moverte, tan elegante. Eres joven (treinta y cinco, quizá… siempre fui mala adivinando edades) pero en ocasiones me recuerdas a esos galanes del cine en blanco y negro… solo que el azul de tus ojos es incapaz de pasar desapercibido ni en el cine de los años de principios de siglo.
Pues bien, me presento. Me llamo Lucía y te adoro. Tengo veintisiete años y creo que no me conoces. Hace dos años yo era una chica inteligente que no creía en amores platónicos ni en cuentos de princesas y dragones, hasta que aquella tarde de otoño se te ocurrió entrar en este supermercado y estropearlo todo. Desde entonces los viernes mi vida gris y monótona se transforma en una especie de cuento mágico en el que tú eres el absoluto y total protagonista, el príncipe a caballo que derrota los dragones de mis miedos e inseguridades y me rescata de la soledad eterna alzándome en sus brazos y sacándome del súper como en la escena final de Oficial y Caballero. Yo, que siempre fui una chica práctica y realista, noto que el corazón se me sale del pecho cuando pasas a mi lado y te huelo, cuando te siento respirar muy cerca.
Recuerdo aquella tarde en que me hablaste directamente y casi dejo caer al suelo un kilo y medio de tomates, torpe y nerviosa. ¿Tú también te acuerdas? Pues esa tonta de cabello oscuro y sonrisa histérica era (soy) yo. La tonta que se ha enamorado de alguien a quien ni siquiera conoce. Vale, ahora puedes reírte o mandarme a paseo, pero yo no he elegido esto. En cierto modo fuiste tú, que no eres consciente de que en alguna parte del planeta podría existir tu media naranja y que quizá esa mujer sería consciente de ello mucho antes que tú…
Pero bueno, sé que en estos tiempos prácticos de internet y sms las locas y las que se enamoran platónicamente (y por supuesto también las que reúnen ambas cualidades) están pasadas de moda… así que no me queda otra que conformarme con tu sonrisa, desde lejos.
Eso sí… si por alguna razón te gustase conocerme y/o estuvieses interesado en conseguir algún ticket de ofertas de 3x2 en la sección de literatura, por favor vuelve el viernes que viene. No cambies de súper… y esta estúpida no huirá presa de la vergüenza más absoluta, aunque le cueste. ¿Hay trato?
Ya está, Ángel (lo sé porque vienes a mi caja a pagar siempre con tarjeta) respira tranquilo y mete las bolsas de la compra en el maletero del coche antes de que se te descongelen los helados.
Por cierto, espero que no te moleste que le diera el cambiazo a una de tus bolsas cuando firmabas el ticket del comprobante de la tarjeta de crédito; necesitaba meter esta carta en algún sitio y acercarte la mano al bolsillo trasero del pantalón creo que ya hubiese sido demasiado, ¿no crees?
Que tengas buena semana, allí donde sea que pases tu tiempo. Lucía.
La Rizos
Cada viernes por la tarde sucedía lo mismo: llegabas tarareando alguna canción alegre, te adentrabas en el supermercado carro en mano y durante algo más de una hora yo te observaba ir de acá para allá toqueteándolo todo; me recuerdas a veces a un niño travieso que está empezando a conocer el mundo y que disfruta oliendo cada perfume, acariciando cada flor, devorando cada libro que cae en sus manos. Tú te lo pasas en grande perdiéndote en la sección de literatura, te pones cada uno de los auriculares de la sección de música y cada semana te llevas un tipo de café diferente, como si tuvieses la extraña misión de probarlos todos. Adoro cuando alzas una ceja para concentrarte mejor al leer los ingredientes del tomate frito o el precio del agua mineral, y quizá lo que me hizo fijarme en ti la primera vez que viniste fue esa forma de caminar, de moverte, tan elegante. Eres joven (treinta y cinco, quizá… siempre fui mala adivinando edades) pero en ocasiones me recuerdas a esos galanes del cine en blanco y negro… solo que el azul de tus ojos es incapaz de pasar desapercibido ni en el cine de los años de principios de siglo.
Pues bien, me presento. Me llamo Lucía y te adoro. Tengo veintisiete años y creo que no me conoces. Hace dos años yo era una chica inteligente que no creía en amores platónicos ni en cuentos de princesas y dragones, hasta que aquella tarde de otoño se te ocurrió entrar en este supermercado y estropearlo todo. Desde entonces los viernes mi vida gris y monótona se transforma en una especie de cuento mágico en el que tú eres el absoluto y total protagonista, el príncipe a caballo que derrota los dragones de mis miedos e inseguridades y me rescata de la soledad eterna alzándome en sus brazos y sacándome del súper como en la escena final de Oficial y Caballero. Yo, que siempre fui una chica práctica y realista, noto que el corazón se me sale del pecho cuando pasas a mi lado y te huelo, cuando te siento respirar muy cerca.
Recuerdo aquella tarde en que me hablaste directamente y casi dejo caer al suelo un kilo y medio de tomates, torpe y nerviosa. ¿Tú también te acuerdas? Pues esa tonta de cabello oscuro y sonrisa histérica era (soy) yo. La tonta que se ha enamorado de alguien a quien ni siquiera conoce. Vale, ahora puedes reírte o mandarme a paseo, pero yo no he elegido esto. En cierto modo fuiste tú, que no eres consciente de que en alguna parte del planeta podría existir tu media naranja y que quizá esa mujer sería consciente de ello mucho antes que tú…
Pero bueno, sé que en estos tiempos prácticos de internet y sms las locas y las que se enamoran platónicamente (y por supuesto también las que reúnen ambas cualidades) están pasadas de moda… así que no me queda otra que conformarme con tu sonrisa, desde lejos.
Eso sí… si por alguna razón te gustase conocerme y/o estuvieses interesado en conseguir algún ticket de ofertas de 3x2 en la sección de literatura, por favor vuelve el viernes que viene. No cambies de súper… y esta estúpida no huirá presa de la vergüenza más absoluta, aunque le cueste. ¿Hay trato?
Ya está, Ángel (lo sé porque vienes a mi caja a pagar siempre con tarjeta) respira tranquilo y mete las bolsas de la compra en el maletero del coche antes de que se te descongelen los helados.
Por cierto, espero que no te moleste que le diera el cambiazo a una de tus bolsas cuando firmabas el ticket del comprobante de la tarjeta de crédito; necesitaba meter esta carta en algún sitio y acercarte la mano al bolsillo trasero del pantalón creo que ya hubiese sido demasiado, ¿no crees?
Que tengas buena semana, allí donde sea que pases tu tiempo. Lucía.
La Rizos
17 comentarios:
Bea, un texto tan fresco, tan cercano.... sencillamente me ha encantado.
Se lee solo, entra como un zumo fresquito en verano. Engancha y no dejas de leer hasta el final.
Me ha gustado muchísimo.
Otra muestra más de lo que puede dar de sí un amor platónico. ¡Madre mía! vuestra imaginación no tiene límites....
Un beso Rizos, y enhorabuena por este escrito.
Natacha.
Bea, me ha gustado mucho tu relato, una forma muy directa de transmitir los sentimientos hacia un amor plátonico... ¿Habrá continuación de esta cita a ciegas?
Encantada de conocerte y un abrazo.
Hola Bea, me he situado perfectamente en ese super.He visto la situación como una espectadora invisible de ese amor que tiene un medio final inesperado.Digo medio, porque nada me gustaría más que saber el final de esta historia actual, de nuestro siglo, de nuestra cotidianidad.
Un encanto, de verdad.
Escribe el final,¡anda!
Besos.
Ah, pasaré a conocerte a tu blog, con tu permiso.
Verdaderamente maravilloso, volveré. Vengo del blog de Hawkeye un tío excelente.
hola! muy bonito la verdad y despues tambien el atrevimiento de ella a poner la carta en la bolsa y hacerselo saber... ¡me encanta!
besos
Natacha, fair lady, marinel, kuka, Esther... nunca me había sentido tan arropada y tan a gusto como en este blog. Gracias por vuestras generosas palabras, porque me habeis hecho sonreir en un día bastante duro.
Natacha, me gustan las historias frescas y sencillas, porque me resultan más familiares. Eres un encanto, gracias por tus palabras.
Quizá escriba el final de esta historia tal y como decís, marinel y kuka... aunque, si lo piensas, quien te dice que ese final no esté escrito ya, en algún rincón del planeta?
Un besote para todas/os y muchas gracias.
Interesante y bello relato, donde ni una palabra sobra ni falta. Uno quiere seguir leyendo atentamente para seguir enterandose. El lenguaje es simple y claro, directo,el registro adecuado de una nota dirigida al destinatario y que el lector tiene permitido leer.Continúa muy bien con lo que viene ocurriendo hasta ahora: que cada uno le pone una nota original al tema.
Bea, me ha gustado! Fresco, como dice mi querida Natacha, jovial, realista.
Ofrece una bella invitación a continuar leyendo y a querer saber más... pues la puerta queda abierta a la imaginación del lector.
Un abrazo, Rizos!
auch!....y si resulta que el tipo es casado?...y pues que él es el que le gusta hacer las compras de casa cada semana?..
je je :)
Muy bueno Bea..deja bastante a la imaginación
Muy buena historia. Me recuerda a una similar, pero con la diferencia de que el protagonista era el comprador.
La narrativa es impecable y como dijo alguien, fresca.
Estos amores imposibles, ¿qué se les va a hacer?
Tal como propone fair lady, cabría esperar una continuación.
Jorge Felix, gracias.. Y es cierto eso que dices, cada escritor ve las cosas de una forma diferente, y eso es lo hermoso de la literatura, ¿no crees?
Patrulich, gracias a ti también. Realista, ciertamente, lo es. Viví un amor similar durante varios años, así que no me costó mucho escribirlo. Un besote.
Noche hermosa... pues podría ser, pero joooo no me seas gafe xDD Muchas gracias por comentar :)
Hiletrados: quien sabe si la cosa continuará... No tiene por qué ser imposible, sino un simple comienzo. GRacias.
Bea... muy bueno tu relato!
Me sonrío porque al ser tan cotidiano, al comprar en el súper hoy mismo, lo he recordado y mi imaginación que no necesita detalles ha volado...
Desde tu relato he imaginado como cercana la vivencia del amor platónico en muchas personas. Desde lo simple que es el movimiento continuo de la gente, puede nacer esa semilla que ni se compra ni se vende. A veces me pregunto si está latente...
Un abrazo
Emig
PD. Me he fijado en el súper pero no, la chica de la caja se llama Mariola.
Haces aflorar un montón de recuerdos y pones en limpio los borrones que muchos sentimos. Y los reflejas perfectamente, aunque los cnozco en la situación contraria, es decir, como cliente de aquella estanquera rubia a la que vas a comprar el tabaco y nunca te atreves a decirle nada, o aquella panadera, o aquella farmacéutica de la que ya hablé en su día a algunos.
Tu protagonista es más valiente, pues mete esa carta que nunca nos atrevemos a deslizar.
Incluso cuando un día la panadera me miro a los ojos e, inexperadamente, me dijo "Buenos días muñeco ¿cómo estás?"... pero eso es otra historia.
Buen trabajo, Bea
Buena iniciativa la que toma la protagonista... si todos la tuvieramos existirian menos amores platónicos de eso no tengo duda, me gustó por su realismo, como dice Bowman ¿quién no ha sentido algo en alguna sitación semejante?, me gusto leerte y conocerte, un placer.
Besos.
Me ha gustado mucho. Las historias que he ido leyendo son todas fantásticas!! Un derroche de talento! Un saludo: Alicia
Me ha encantado!! La naturalidad de las palabras, la cotidianidad de la situación y por sobre todo la tenacidad de la protagonista. Una delicia el texto. Felicidades.
Haydeé :)
Precioso, me ha gustado mucho, ojalá haya un final bonito, pasa tanta por los super...y casi nunca nos fijamos en una sonrisa, una mirada....
Saluditos.
LEZ
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