Entonces llegó a mi tierra… y sentí la calidez de su abrazo… pensé que era curioso que llegara, pero todo aquí tiene una razón de ser: viajar y ser vista viajando es una manera de buscar.
Con toda su auténtica personalidad impactó mis sentidos, sobre todo el del tacto del corazón… y es que Austro es así, llega con fuerza y el viento que provoca con sus grandes alas rojizas y doradas, es cálido y me envuelve fácilmente al tiempo que me da sonrisas. Un abrazo de Austro es siempre reconfortante… y no es que el de otros no lo sea, es que Austro tiene la facilidad de aparecer preciso y decir las cosas sin detenimiento alguno… pedir las palabras cuando las nota ausentes, porque el es así, brinda sus palabras para iniciar conversaciones llenas de alegría. Tan acorazado parece su ser pero en realidad es alguien sensible, que busca ser ternurado. Un guiño de Austro siempre es un beso escondido en mi corazón, siempre es una sonrisa contagiada a mi espíritu. Es el viento que impetuoso llega y se detiene calmo a abrigarme, es el que lleva en sí mismo, según el tiempo, la intrepidez y la tranquilidad. Es el que me llama por mi nombre, porque sabe su historia, es mi cómplice en ese secreto.
Te cuento como es Austro, porque cuando llegó comprendí que mi cotidianidad tenía algo especial: en ella se introducían una serie de eventos originados por la historia aquella de los cuatro vientos.
Antes que llegara el viento austral, ya había reencontrado a Euro, el viento que da ternuras en el tiempo, ese que vuela en el azul del cielo y atraviesa el azul de la profundidad marina emergiendo con destellos que salpican mi espíritu. A Euro ya lo conocía, siempre había estado ahí, prodigando amor en palabras… notaba sus alas pero aún no sabía que era él. Euro camina entre silencios, prolongados y llenos de brillitos azulados, a cada paso siembra semillitas de ternura… en cada vuelo, extendiendo sus azuladas alas, sus ojos transparentan el mundo infinito que mira. Él me da miradas en silencio y así me obsequia formas nuevas de pensar y construir de cada conversación que inicia, a él le gusta conversar y contarme lo que vive… en palabras llenas de colores.
Cuando hallé a Zéfiro, no sabía como nombrarle, pero fueron los tesoros que su corazón me regalaba los que iluminaron mi ser para poder llamarlo. Zéfiro es el viento apacible, ese que me llena de paz, el que arremolina miles de pensamientos dentro de sí y los transforma para dar claridad a su alma y serenidad a la mía. Las alas de Zéfiro son tornasoladas y toman un particular color a manera de lo que siente… observa calladamente y su mirada está llena de anhelos. Es el que se pregunta por los sentimientos que ha de vivir y los que habrá que desechar; el que se ocupa de vaciar diariamente la pluma fuente con la escribe y de usar un nuevo trozo de papel que no tenga grafías ya marcadas porque para él cada día es un comienzo… en todos los sentidos. Una palabra de Zéfiro alimenta mi corazón y revive mi habilidad para sorprenderme, porque aún a la distancia su invisibilidad lo hace cercano.
Miro a esos vientos, los que protagonizan la leyenda que dice que desde los cuatro puntos cardinales llegan con sus peculiaridades y sapiensa a nutrir el espíritu de quien los ha llamado. Cuatro vientos… todos alados y provistos de dones especiales, fuertes y tiernos, protectores y anhelantes de ternura.
Si, te preguntarás ahora que pasa pues solamente he mencionado a tres…
Bóreas, el frío viento del norte… ese que escarcha a su paso lo que toca, el que al vuelo esparce los cristales traslúcidos de los que está hecho su corazón… el que mira y destella el transparente del hielo, de ese cristal que es fuerte y al mismo tiempo frágil… El hielo que permite traslucir un espíritu que algunas veces se confunde entre los juegos de luz a través de él… hielo que a la perseverancia de una gota de agua, puede deslavar en agua misma y ser parte de ella… Ese que congela al tacto y dentro guarda energía cálida para vivir y ofrecer a quien quiera guarecerse dentro… sólo quien así lo quiera. Y yo, quiero un refugio así, escarchado…
Me falta Bóreas y sé que está por algún lugar, observando y esperando el momento preciso para llegar… lo sé porque reencontré a Euro, llamé a Zéfiro y me encontró Austro… lo sé porque falta el punto norte que alimente mi corazón y, dice la leyenda que el viento que con su presencia complete el círculo cardinal es el que abrazará con amor a quien lo llama. Ahora me dirijo al norte… no buscando, sino llamando a Bóreas, transparentando el corazón, para que él pueda verlo…
Ese es mi secreto, cuatro vientos que desde los puntos cardinales envuelven mi espíritu: tengo el silencioso andar de Euro, sus ojos traslúcidos y las grafías de las que artífice hace florecer los más bellos perfumes; siento las palabras emergidas desde el corazón de Zéfiro que entre cortos silencios me dan cercanía y con ellas ternura mi ser; atesoro la fuerza, la calidez y las alegrías del cruce de palabras con Austro y llamo a Bóreas para que me cubra de cristales de hielo.
Los miro. Los tres presentes están frente a mí, en el balcón… estoy por ir a su encuentro… el espectáculo es hermoso… tres vientos que extienden sus alas y que las acomodan a cada paso… tres vientos por ahora, a los que voy a pedir me cubran con sus alas para por un ratito sentirme protegida, de vez en cuando lo necesito… de vez en cuando expreso mi necesidad de ternuras y ellos, llegan cada uno con su peculiaridad… creando viento… siempre están ahí para mí y saben que yo para ellos.
Me voy ahora junto a ellos… los tres me miran y me sonríen… los abrazo y, sin hablar les digo que los quiero y que siempre les prodigaré de mi tiempo para escucharlos. Siento entonces sus alas abrazándome. No digo más, iré a volar con ellos, aprehendiéndolos y amándolos, porque son parte de mi camino construido.
Sonrío, espero que este secreto se cumpla no solo en mí, porque en esta tierra que está llena de posibilidades infinitas, cada ser cuenta con un corazón que se alimenta desde los cuatro puntos cardinales de la existencia. Seguramente un Austro, Zéfiro, Euro o Bóreas, te están buscando… o ya tienes cerca a alguno y aún no lo has nombrado.
AHEO
Con toda su auténtica personalidad impactó mis sentidos, sobre todo el del tacto del corazón… y es que Austro es así, llega con fuerza y el viento que provoca con sus grandes alas rojizas y doradas, es cálido y me envuelve fácilmente al tiempo que me da sonrisas. Un abrazo de Austro es siempre reconfortante… y no es que el de otros no lo sea, es que Austro tiene la facilidad de aparecer preciso y decir las cosas sin detenimiento alguno… pedir las palabras cuando las nota ausentes, porque el es así, brinda sus palabras para iniciar conversaciones llenas de alegría. Tan acorazado parece su ser pero en realidad es alguien sensible, que busca ser ternurado. Un guiño de Austro siempre es un beso escondido en mi corazón, siempre es una sonrisa contagiada a mi espíritu. Es el viento que impetuoso llega y se detiene calmo a abrigarme, es el que lleva en sí mismo, según el tiempo, la intrepidez y la tranquilidad. Es el que me llama por mi nombre, porque sabe su historia, es mi cómplice en ese secreto.
Te cuento como es Austro, porque cuando llegó comprendí que mi cotidianidad tenía algo especial: en ella se introducían una serie de eventos originados por la historia aquella de los cuatro vientos.
Antes que llegara el viento austral, ya había reencontrado a Euro, el viento que da ternuras en el tiempo, ese que vuela en el azul del cielo y atraviesa el azul de la profundidad marina emergiendo con destellos que salpican mi espíritu. A Euro ya lo conocía, siempre había estado ahí, prodigando amor en palabras… notaba sus alas pero aún no sabía que era él. Euro camina entre silencios, prolongados y llenos de brillitos azulados, a cada paso siembra semillitas de ternura… en cada vuelo, extendiendo sus azuladas alas, sus ojos transparentan el mundo infinito que mira. Él me da miradas en silencio y así me obsequia formas nuevas de pensar y construir de cada conversación que inicia, a él le gusta conversar y contarme lo que vive… en palabras llenas de colores.
Cuando hallé a Zéfiro, no sabía como nombrarle, pero fueron los tesoros que su corazón me regalaba los que iluminaron mi ser para poder llamarlo. Zéfiro es el viento apacible, ese que me llena de paz, el que arremolina miles de pensamientos dentro de sí y los transforma para dar claridad a su alma y serenidad a la mía. Las alas de Zéfiro son tornasoladas y toman un particular color a manera de lo que siente… observa calladamente y su mirada está llena de anhelos. Es el que se pregunta por los sentimientos que ha de vivir y los que habrá que desechar; el que se ocupa de vaciar diariamente la pluma fuente con la escribe y de usar un nuevo trozo de papel que no tenga grafías ya marcadas porque para él cada día es un comienzo… en todos los sentidos. Una palabra de Zéfiro alimenta mi corazón y revive mi habilidad para sorprenderme, porque aún a la distancia su invisibilidad lo hace cercano.
Miro a esos vientos, los que protagonizan la leyenda que dice que desde los cuatro puntos cardinales llegan con sus peculiaridades y sapiensa a nutrir el espíritu de quien los ha llamado. Cuatro vientos… todos alados y provistos de dones especiales, fuertes y tiernos, protectores y anhelantes de ternura.
Si, te preguntarás ahora que pasa pues solamente he mencionado a tres…
Bóreas, el frío viento del norte… ese que escarcha a su paso lo que toca, el que al vuelo esparce los cristales traslúcidos de los que está hecho su corazón… el que mira y destella el transparente del hielo, de ese cristal que es fuerte y al mismo tiempo frágil… El hielo que permite traslucir un espíritu que algunas veces se confunde entre los juegos de luz a través de él… hielo que a la perseverancia de una gota de agua, puede deslavar en agua misma y ser parte de ella… Ese que congela al tacto y dentro guarda energía cálida para vivir y ofrecer a quien quiera guarecerse dentro… sólo quien así lo quiera. Y yo, quiero un refugio así, escarchado…
Me falta Bóreas y sé que está por algún lugar, observando y esperando el momento preciso para llegar… lo sé porque reencontré a Euro, llamé a Zéfiro y me encontró Austro… lo sé porque falta el punto norte que alimente mi corazón y, dice la leyenda que el viento que con su presencia complete el círculo cardinal es el que abrazará con amor a quien lo llama. Ahora me dirijo al norte… no buscando, sino llamando a Bóreas, transparentando el corazón, para que él pueda verlo…
Ese es mi secreto, cuatro vientos que desde los puntos cardinales envuelven mi espíritu: tengo el silencioso andar de Euro, sus ojos traslúcidos y las grafías de las que artífice hace florecer los más bellos perfumes; siento las palabras emergidas desde el corazón de Zéfiro que entre cortos silencios me dan cercanía y con ellas ternura mi ser; atesoro la fuerza, la calidez y las alegrías del cruce de palabras con Austro y llamo a Bóreas para que me cubra de cristales de hielo.
Los miro. Los tres presentes están frente a mí, en el balcón… estoy por ir a su encuentro… el espectáculo es hermoso… tres vientos que extienden sus alas y que las acomodan a cada paso… tres vientos por ahora, a los que voy a pedir me cubran con sus alas para por un ratito sentirme protegida, de vez en cuando lo necesito… de vez en cuando expreso mi necesidad de ternuras y ellos, llegan cada uno con su peculiaridad… creando viento… siempre están ahí para mí y saben que yo para ellos.
Me voy ahora junto a ellos… los tres me miran y me sonríen… los abrazo y, sin hablar les digo que los quiero y que siempre les prodigaré de mi tiempo para escucharlos. Siento entonces sus alas abrazándome. No digo más, iré a volar con ellos, aprehendiéndolos y amándolos, porque son parte de mi camino construido.
Sonrío, espero que este secreto se cumpla no solo en mí, porque en esta tierra que está llena de posibilidades infinitas, cada ser cuenta con un corazón que se alimenta desde los cuatro puntos cardinales de la existencia. Seguramente un Austro, Zéfiro, Euro o Bóreas, te están buscando… o ya tienes cerca a alguno y aún no lo has nombrado.
AHEO
9 comentarios:
Bellisimo relato, amiga, rebosante de la mitologia clasica por sus cuatros costados. Ah, que inmenso placer descubrir -a estas alturas- que desde el otro lado del Oceano nos llegan las palabras de alguien que nos habla de antiquisimos mitos grecorromanos...
Por el Oceano nos llega a nosotros el Céfiro, ese viento prodigioso que segun los eruditos antiguos tenia la sorpresiva capacidad de dejar preñadas a las yeguas lisboetas (la viejisima Olisippo, del Ulises de la Odisea) cuando las ponían con sus cuartos traseros en direccion al Oceano...
Y salian unos potros que eran rapidisimos en la carrera... Ja,ja,ja...
Un abrazo muy fuerte, amiga trasOceanica.
Un relato precioso. Creo que todos tenemos parte de esos cuatro vientos que nos conforman. De ahí que los necesitemos y busquemos.
Es un lujo leer cosas así, tan brillantes y aleccionadoras.
Un fuerte abrazo.
Me ha gustado tambien mucho el relato de principio a fin, estos temas me apasionan.. Un beso
Los vientos huracanados han dejado sus dones resplandeciendo en tu alma... Y tu pluma los ha descrito maravillosamente!! ;)
Un abrazo..
Vientos que te envuelven luminosos como los Dioses del Olimpo que bajaron hasta la faz de la Tierra y la trastocaron con sus susurros y sus bríos poderosos.
En ti anclaron sus palabras para hacerte describir de manera magistral esos vientos voluptuosos o efímeros,bravos o calmos, pero cargados de una magia sin igual y una ternura desobordante...
Como la tuya misma...
Precioso Haydeé,precioso...
Besos mil.
Haydée, me has dejado flotando... cobijada entre hermosos vientos y brisas de paz.
Plenamente hermoso!
Mi más sincera felicitación!
(sigo obnubilada y feliz por el alto nivel de los escritores. Qué Reino maravilloso!!!)
Algunos de estos vientos nos rozan y apenas si somos conscientes de ello... Dejamos pasar vientos hermosos que nos regalarían tantas cosas bellas...
Un bonito relato, cargado de simbolismos y detalles para reflexionar.
Un texto magnífico.
Gracias cielo.
Natacha.
Bueno Antiqva, en realidad siempre me han gustado los mitos griegos... esta vez quise relatar algunos rasgos de este en particular mezclados con una vivencia personal que efectivamente sucedió cuando apareció un amigo del sur jeje. Encantada de que te haya gustado. Un abrazo amigo.
Sí Pedro, yo creo también que en todos los corazones, esos vientos dejan sus destellos...
Muy halagada por tu comentario.
Un abrazo para tí también.
Esther, si que son apasionantes estos temas, concuerdo contigo... qué bueno que hayas disfrutado el relato, un abrazo :)
Los dones de los vientos resplandecen en mí, tienes razón Isis, los atesoro con toda mi alma. Un abrazo.
Los vientos son tiernos, todos, porque llegan y te abrazan el corazón... y bueno Marinel también hay que ternurarlos no? Un beso.
Eso Patru: el cobijo de lo vientos es lo que me da sonrisas e igual me deja como en las nubes! jeje! Un beso.
Tienes razón Natacha,a veces no nos percatamos de su paso y los dejamos ir, por ello hay que estar atentos con el corazón para abrazarles.Besos.
Gracias a todos por sus plabras, muchos abrazos y besos.
Haydeé :)
Maravilla de maravillas... De princicio a fin, Aheo, describes un movimiento tan particular como propio. Una intimidad desde la metáfora, que no la ficción; y que plasmada como tú lo haces, nos hace abrir más los ojos internos y volver a mirar si efectivamente algo así nos ocurre sin saberlo conscientemente...
Personalmente es una tarea que me supera, porque dejar entrar no es lo mío... sino tarea pendiente creo que siempre. No obstante creo estar aprendiendo, y para mí el camino correcto es el que mi propio yo dicta. Ahí no decide mi habitual forma. Si fuera viento me sentiría en la obligación de describirme como posesivo, aunque desde el alma pudiera ser como es ella: observador pero consciente de serlo.
Un gran abrazo. Maravillosa tú...
Emig
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