¿Un par de días?
No, con eso tampoco bastaría. Sé, que no quedaría satisfecha y necesitaría probablemente una vida más… mucho más tiempo. No obstante; válgame ese período, para meterme dentro de aquellos instantes y saborearlos mucho más. Fueron tantos sentimientos hermosos, que se me hicieron fugaces, como todas las cosas buenas que se nos cruzan en el camino de la vida.
La noche era luminosa, despejada y feliz. O yo la sentía así…
Su oscuridad parecía menos densa que nunca. Sus estrellas, luciérnagas espléndidas, sacadas de los cuentos de hadas que leía en la infancia o que ahora lee mi pequeña.
El arrullo de las voces; que para otros oídos desacostumbrados, pudiera parecer ruido, parecía música poetizada a los míos predispuestos. Las risas me parecían cálidas y melosas, me acariciaban los sentidos haciéndome sentir felicidad. Y tu mano en la mía, era ese barco al que asirme para viajar en el ancho mar, sin sentir que su bravura pudiera volcar mi maderamen.
Si por momentos, tus dedos acariciaban mis cabellos, como tantas otras veces, la seguridad era total.
Estábamos reunidos junto a la mesa, no recuerdo si todos, pero sí muchos de los hermanos, con sus respectivas parejas y criaturitas pululando por doquier.
Yo, te miraba de reojo en más de una ocasión, pues ya te sabíamos voluble. Extremadamente delicada, cual flor que ha tenido su período de esplendor y va cerniéndose sobre sí misma hasta cerrarse.
Sin embargo, tu sonrisa feliz, huidiza, pero feliz, conmovía mi espíritu y hacía volar mi alma.
Notaba la esperanza gravitar en mis entrañas.
La alargada mesa estaba a rebosar de platos apetitosos, de esos que te gustaban desde siempre y los que repentinamente comenzaron a gustarte.
Sobre todo, abundaban los dulces variados, cuya atracción hacia ellos, que siempre tuviste, se había incrementado de forma desmesurada.
Todo para nuestra princesa.
Parecía que el buitre de negro plumaje y ansiosas garras, no planeaba sobre nosotros con pico ceñudo.
Todo era casi perfecto.
Alegría, fue la reina de aquel día memorable. Nos era tan necesaria, que quisimos alargarla, estirarla cual goma elástica para no perderla. Hubiésemos querido congelar esos momentos sin que el tiempo inmisericorde los rozara ni de lejos.
De sobra es sabido que eso es un imposible.
Habíamos paseado por los alrededores. Por la montaña agreste y por entre las casas vecinas, donde los perros ladraban a nuestro paso, como celosos guardianes.
Caminábamos lento ¡Tanto!
Sonreíste en más de una ocasión oyendo mis quejas por los odiosos bichos. Reíste con ganas al verme correr ante una avispa zumbona que me perseguía pícara. Tomamos de aquellas flores silvestres de hojas blancas y brillantes que tanto te gustaban, porque adornaban tu casa al secarse guardando su belleza. Nos perfumamos las tres, con matojos de tomillo y romero que crecía libre en el campo.
Las tres hermanas, las tres jinetes como yo decía siempre. Las tres flores de la misma rama. El amor nos acompañaba y dos de nosotras soñábamos con que esos momentos se hicieran eternos.
Tú nada sabías…
Siempre he pensado que quizá no querías saberlo, que huías de la realidad voluntariamente, por no caer en sus brazos dolorosos y difuminarte con demasiada prontitud.
Peleaste con uñas y dientes para zafarte del destino cruel que te aguardaba escondido tras bambalinas.
Y ese día, calladamente, sería el anterior a la caída en picado.
Por eso lo guardo entre algodones. Lo tengo guarecido de tormentas, en esa cueva que he decorado para él.
La llené de tus cuadros de acuarelas, de tus poemas y escritos, de tus dibujos.
La iluminé de tu espíritu risueño, de tu amor incondicional, de tu esbelta figura.
No pude despojar al cielo de estrellas para colgarlas en esa cueva preparada para ti. No pude, porque desde el momento en que partiste, supe que una estrella más había ocupado su puesto en el collar de la noche constelada…
Marinel
Ocupaciones de jubilada
Hace 2 meses
10 comentarios:
Espero que perdonéis la extensión de este relato y la tristeza que en el se percibe...
No oculto que hablar o escribir de esto,aún me produce dolor y llanto,pero entre los momentos de mi vida que más me gustaría revivir,este es el que siempre gobierna mi corazón, y a ser posible...
Echar el tiempo atrás definitivamente.
Gracias.
Querida Marinel, aunque el dolor se haga patente en el texto, no por ello deja de carecer de belleza.
Recuerda que el mejor equipaje que se pudo llevar la jinete, fue el amor incondicional y el recuerdo de aquellos que tras ella se quedaban.
Besos.
Querida Marinel, la partida siempre nos deja ese sabor amargo.
Pero el recuerdo que tu guardas en tu cuevita, hace que siempre esté contigo, seguro que lo sentirás en muchas ocasiones de tu vida en momentos mas necesitados sentís su presencia etérea, nos están esperando, algún día volveremos a encontrarlos.
Bellísimo relato.
Cariños
María Rosa
Marinel! Precioso, lloré hasta el último punto, pero no por la tristeza, sino porque sentí en él tu nostalgia.
Y mientras esté en tu corazón este instante permanecerá eterno.
Un beso enorme.
Cuando las letras salen de las mismas entrañas, parecen olerse.
Esos momentos inolvidables están anclandos en tu memoria, son intemporales, como el alma que un día pensaste que partió para siempre.
Ya ves que no es así.
Me uno a tu dolor con un beso.
Marinel, vuelves a dejar tu magia en cada frase, detrás de cada coma, de cada punto y seguido, de cada punto y aparte
A mí también me gusta mirar el cielo por la noche y buscar esa estrella brillante, titilante, que me permite recordar momentos, momentos vividos junto a esas personas de las que tenemos impregnado el alma.
Un abrazo
Marinel, bonita, hoy me has hecho soltar un par de lágrimas...porque al leerte me venían mis propios recuerdos y mis ausencias, pero también porque a medida que leía me daba cuenta de que este relato no es ficción.
Siento tu dolor amiga.
Mi cariño en forma de abrazo.
Pilar
Querida Marinel, cuando un relato sale directamente del corazón, las letras adquieren otra dimensión...
Un texto cargado de tristeza, de sentimiento.
Solo puedo darte las gracias por compartirlo y soplar un suave beso, que calme, sino por un instante ese dolor...
Gracias amiga,
Un beso
Natacha.
Amiga, que inmensa pena que a veces no podamos realmente parar el tiempo... Que inmensa pena...
Todos hemos vivido esos momentos que tu has evocado tan bellamente... Momentos tan tristes, como bien dices.
Te envio un fuerte abrazo, Marinel
Bello.. del alma...
Muchas veces, creo yo, la pena y la tristeza son nuestra inspiración en las letras
Cariños
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