-¡Quieta! Ni se te ocurra moverte… -le susurró él al oído.
Los dedos helados del escalofrío le recorrieron la columna vertebral, y un vértigo extremo se apoderó de la mente de Graciela.
Él encendió un cigarrillo lentamente, mientras disfrutaba del miedo que exudaba su presa. Gotas perladas de sudor empezaban a formarse en sus sienes, y los vellos suaves de su nuca comenzaban a erizarse.
-Ahora vas a abrir la caja con total normalidad, y me vas a dar el dinero. Un solo movimiento extraño… y no contás el cuento…
Graciela no comprendía cómo el ladrón había entrado, ni por qué estaba detrás de ella, ni qué le pasaría… el temor que sentía era tan grande que quería que cediese ya. Por ventura, estaba sola en su local comercial. Sus hijos ya habían salido para la escuela, había pocos clientes rondando en la calle…
Su boca se había secado, no podía pronunciar un solo balbuceo, pero allí estaba tratando de no parecer torpe para no delatar su terror. Abrió la caja registradora y sacó los billetes rápidamente, mientras él continuaba pegado a su oreja susurrándole.
-Buena chica.
El ladrón parecía no tener apuro alguno. Continuaba exhalando el humo con total lentitud, demostrando un dominio excesivamente fuerte. A ella le transpiraban las manos de un modo atroz, tanto que las gotas regaban el piso de madera formando charcos oscuros que paulatinamente iban desapareciendo, absorbidos…
-No hay más dinero- se atrevió a decir ella.
-Shhhhhh! silencio, linda chica. Tengo mucho tiempo…
-Váyase, por favor, en cualquier momento puede entrar alguien. Ya tiene lo que quería…
-¿De verdad, muñeca? Me estás subestimando…
Graciela comprendió que la situación era más grave de lo que aparentaba. Y que aquél no era un loco cualquiera, que estaba en pleno imperio de sus facultades y que además no era un vulgar ladrón. “¡Dios, ayudame!”, rogó en su mente, pero su cabeza ya giraba en un torbellino descontrolado…
Parecía que la cordura se había ausentado, porque sus ideas se agolpaban sin concierto, abrumándola y paralizándola. La habitación giraba alrededor de ella, y en un momento más un telón blanco cayó sobre toda la escena, nublándolo todo, alejándola de aquella realidad.
Cuando recuperó la conciencia, se encontraba en un lugar desconocido. Penumbras, una cortina apenas corrida, silencio, quietud. Una cama antigua con barrotes de hierro, sobre la que se incorporó, acompañada por los crujidos de resortes herrumbrados.
Con un impulso repentino, se levantó de la cama, mirando por la ventana hacia afuera. El día estaba cubierto por nubes grises, cuyas pinceladas asimétricas le conferían una triste belleza. “¿Dónde estoy?” pensó con aflicción, y el temor la invadió nuevamente... Entonces comenzó a recordar al ladrón, a quien nunca le había visto el rostro, pero sí había sentido su voz grabada en susurros a su oído. “¿Qué me pasó, Dios? Estoy viva… ¿y mis hijos? ¿dónde estoy?”. Sin darse cuenta, había hablado en voz alta.
-Tranquila, Graciela. Todo está bien. Estás en mi casa…- Era su vecino Joaquín quien le hablaba. Se acercó a ella y trató de transmitirle calma, de serenarla. –Te cuento…-acercó un sillón y la invitó a sentarse. Notó que ella todavía temblaba.
-Parece que te desmayaste…, caíste sobre una mesita que tenía una lámpara… esa lámpara era sumamente pesada, y se rompió en mil pedazos… Yo lo escuché, fue casi como una explosión… y corrí a ver qué había pasado. Por suerte en ese momento no había tanta gente rondando, no había tanto bullicio en la calle, por eso lo oí... Entré enseguida y te encontré desmayada sobre el piso, rodeada de los pedazos de tu lámpara, pero sin cortaduras.
-¿Lo atraparon?
-¿A quién…? Estabas sola cuando llegué… pensé que te había dado un ataque…
-¡Y no pude verle la cara…! –la voz de Graciela expresaba preocupación. -¿Y si vuelve? Me dijo que no había terminado conmigo, me dijo que tenía mucho tiempo, me dijo… -hablaba atropelladamente.
-Tranquila, tranquila, muñeca…, tranquila, preciosa… -le decía Joaquín con un tono que pretendía ser sedante. ¡ESA VOZ…!, “¡NOOOOO…!!!”, gritó la mente aterrada de Graciela, abriendo sus ojos desmesuradamente, incrédulamente… “¡NO puede ser…!!! ¡¿Me estaré volviendo loca…?!?!”
Patricia.
Ocupaciones de jubilada
Hace 2 meses
5 comentarios:
Excelente...
Amiga, yo siempre he dijo que las mujeres teneis que tener mucho cuidado con los vecinos que os llaman "muñecas"... Es algo de sentido comun...
Je,je,je
Leyendo tu cuento senti como un escalofrio por la espalda...
Magnifico, amiga... Un abrazo
Es terrible descubrir... que el peligro está tan cerca...
Uf... nos vamos superando...
Enhorabuena, amiga querida.
Un beso
Natacha.
Tremendo Patricia.Ya leí este relato(parte negativa de él)en tu blog,y quedé aturullada,hecha trizas al pensar que seguía bajo el mismo techo que su agresor...
Impacta,la verdad.
Me gustó mucho más(logicamente) la del final feliz.
Muy bueno,de nuevo.
Muchos besitos.
Muy bueno querida Patricia!!!
Yo estas cosas de robos...prefiero no pararme a pensar, la verdad...jejeje, es mejor así.
¿Qué será ahora de Graciela?... me dejas en ascuas!!!
Mil besos,mi amiga.
Pilar
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