ESTAMOS PUBLICANDO AHORA LOS RELATOS DE: GÉNERO: "LIBRE"; TEMA: "EMPECEMOS JUNTOS".

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domingo, 15 de noviembre de 2009

EL ÁRBOL DE LOS COLGADOS


Agotados de tanto jugar y correr en el patio de una casa de campo, dos niños buscan reposo a la sombra de un árbol que los resguardará del insoportable calor de mediodía. Salpicada de verdores que se esparcen aquí y allá, la tierra se alarga interminablemente bajo un despejado cielo azul. A la distancia se vislumbra una modesta carretera, que es la única vía de acceso a este pueblo mexicano. Cada cinco minutos, de acuerdo a las ociosas estimaciones de Gabriel, los tráilers atraviesan el horizonte y levantan una cortina de oro que forma volutas caprichosas.

Sobre las piernas de Andrés, un perro de nombre Goliat recarga su cabeza y descansa indolente mientras su amo acaricia su pelo lacio con la mano derecha. El perro es un distinguido camarada, el fiel compañero que no lo ha delatado ni abandonado nunca; su lealtad incluso lo salvó de la muerte. Yendo de paseo por La Vereda Prohibida, entre los matorrales una serpiente les salió al paso, preparada para el ataque se irguió amenazadora e hizo sonar un cascabel, mostró unos colmillos agudos y mortales pero “Goliat se arrojó sobre ella, la víbora tuvo miedo y a toda prisa se escondió en un arbusto”.

El lomo del Goliat se contrae y expande al compás de su respiración.

Gabriel se quedó pensativo, un recuerdo frío y oscuro acaparó su memoria y finalmente se resolvió a decir:

-Pues a mí me atemorizan los fantasmas... ¿Has visto fantasmas? –hizo esta pregunta cual si esperase recibir una respuesta satisfactoria que lo librara de parecer un lunático, mas sin esperar a que Andrés replicase cosa alguna, repitió cuanto escuchara en una charla de sobremesa-:

-En la época de la revolución tres bandidos aterrorizaban al pueblo. Dicen los viejos que robaban mujeres y asesinaban niños, todos huían sólo verlos. La última noche quemaron una hacienda

–Gabriel apuntó con su dedo a un muro derruido-, creo que la quemaron porque no les gustaba la gente rica. Un contingente de soldados que seguía sus huellas acudió al lugar cuando ascendió la humareda y dieron alcance a los forajidos. Para que no volvieran a cometer sus fechorías los colgaron de aquella rama.

De repente Goliat bostezó e incorporándose caminó hacia Andrés, quien giró los ojos hacia la sólida rama que sobresalía del árbol -¡Qué tontería! ¿tú cómo sabes todo eso? –deseaba conocer simultáneamente qué relación existía entre aquella historia y los fantasmas. Gabriel no le oyó.
-Fue hace mucho tiempo, mi abuela se lo contó a mi madre y de algún modo debió ser así porque -hizo una larga pausa y continuó-: cuando hay luna llena veo a los colgados, bajo el rumor de las hojas danzan con el viento.

Esto lo sabe Marta, la abuela de Gabriel. Una tarde la anciana tomaba el fresco sentada sobre una silla de mimbre. Entregándose a reflexiones que le producían aflicción, repasaba en su mente el triste funeral de cierta sobrina que falleció en la flor de la vida. A los pies del árbol cavaron una fosa y el ataúd se hundió lenta, muy lentamente: el corazón de Marta se comprimió al caer las paladas de tierra sobre aquel destino truncado que desapareció emitiendo un ruido sordo.

Una semana más tarde, Marta pensaba de nuevo en lo sucedido, y mientras tanto hacía fue sacada de sus cavilaciones al mirar a su sobrina colgando del árbol; unos ojos vidriosos se sumían en el rostro pálido y una melena de cabellos negros relucía bajo el sol, ¡igual que el día en que la encontraron muerta! Marta se puso fría, su sangre latió muy fuerte y harto agitada se paró con trabajos de su silla. La sobrina difunta, si es que era, en efecto, su sobrina, se quitó la soga del cuello, bajó de un salto del árbol y llevando sobre sus labios resecos una mueca de dolor caminó hacia Marta. ¡Ay, la pobre de Marta no podía mover sus piernas bastante rápido! Por un segundo la difunta se detuvo e hizo un gesto para que la siguiera, pero un segundo después reemprendió la marcha. Marta corrió tan rápido como pudo hasta llegar a la casa de su vecina, ¡al fin!, se dijo. Golpeó desesperadamente la puerta, jadeaba, gritaba y suplicaba, ¡ojalá que alguien esté allí! Para cerciorarse de que no era un sueño giró la cabeza detrás de sus hombros: a dos pasos de distancia la difunta extendía sus gélidos brazos para estrecharla, en ese preciso momento Marta oyó una voz conocida que la llamaba por su nombre y la horrible figura desapareció cual una sombra en el viento.

Andrés imaginó tres figuras recortadas en el horizonte a la luz de la luna, después evocó el silbido de la serpiente y al sentir las escamas del reptil subir por su espalda se alejó un poco del árbol.
Una bandada de pájaros barrió el cielo cual una nube de flechas.

-Ellos no pueden hacernos daño–dijo Andrés -. Están muertos.

-Tienes razón –digo Gabriel, destapando una gaseosa-.

Cuando el calor disminuyó, olvidándose de historias extrañas, los dos amigos y Goliat fueron a comprar golosinas.

Carlos (Hiletrados Creativos)

5 comentarios:

Pedro Estudillo dijo...

Una historia aterradora. Quién no ha temido alguna vez a los muertos... Muchos durante toda su vida.
Y muy bien escrita por cierto, te felicito.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Hola Pedro, gracias por el comentario. Lo cierto es que esta historia està inspirada en una que me contò una amiga, que le pasò a su abuela en un lugar lejos de la ciudad. Sòlo quise ampliar un poco los detalles y me representè a la pobre anciana luchando contra los terribles espejismos. Saludos

Autores Reunidos dijo...

Es terrible pensar que alguien fallecido puede querer abrazarnos, perseguirnos...
Un escalofrío me produjeron tus letras.
Un relato realmente aterrador. Yo no me acercaría a ese árbol, jeje.
Gracias por tus letras, amigo.
Un beso,
Natacha.

Marinel dijo...

El miedo a los muertos, a esos seres que marchan involuntariamente y pueden quedar "colgados" en esa especie de mundo paralelo que ni es ni deja de ser...
Mucho yuyu,me dan a mí esos temas,la verdad.
Carlos, sigues escribiendo divinamente,que lo sepas.
Besos.

Pilar dijo...

Uy, Carlos vaya relato terrorífico... Me da pavor solo pensarlo...jejeje
Vaya que prefiero que me atice el sol de lo lindo antes que protejerme bajo ese árbol.
El relato estupendo, de verdad.
Un besito , Carlos.

Pilar