El día era realmente caluroso. Sentía resbalar por mi piel las gotas producidas por la transpiración. Sin embargo seguía allí tumbada en la arena, mirando el infinito cielo y a aquellas aves blancas cuyos gorjeos incesantes parecían reclamar mi atención.
Una de ellas se posó sobre la arena, acercándose hasta mí con sus graciosas patas zigzagueantes.
La gaviota paró ante mis piernas con cierta osadía; o eso me pareció. Tras unos instantes de miradas cruzadas, del pico de la gaviota emergió una voz, que lejos de asustarme, me pareció conocida e incluso esperada.
-El secreto está en que dejes de verte limitada, prisionera de un cuerpo carcelario. El secreto, repito, está en saber que la verdadera naturaleza vive con la perfección de un número no escrito, simultáneamente en cualquier lugar del tiempo y el espacio.
Aquellas palabras calaron hondo en mi persona, tanto, que a partir de ese instante, no cejé en el empeño de intentarlo día y noche. Y a pesar de mis esfuerzos, no logré moverme ni un milímetro de aquella postura horizontal en esa playa de ensueño.
-Debes olvidarte de la fe, de creer que puedes hacerlo. La cuestión está en entender cómo se hace, tal como hiciste para volar...
De repente, y sin previo aviso, lo comprendí a la perfección...
-¡Es cierto! ¡Soy una gaviota perfecta y sin limitaciones!
-Claro, Marinel, tan solo tenías que entenderlo.
-Quiero aprender a volar como tú.
-Para volar tan rápido como el pensamiento y a cualquier sitio que exista -dijo-debes empezar por saber que ya has llegado...
Y así comencé mi vuelo…
El barco se alejaba de la costa y yo había elegido este medio de transporte para no llamar la atención de aquel que dejaba en la orilla del mar, y que me había regalado vivencias extraordinarias, poemas de belleza luminosa, compañía mágica e inolvidable…
Aún me parecía escuchar su voz en mis oídos, susurrándome versos que aleteaban alrededor, haciendo a mi piel erizarse.
Jamás intimamos hasta el punto de romper ese mágico, y otrora insospechado encuentro.
Su casa fue guarida para ese halo misterioso que él descubrió en mí al verme aparecer de la nada, subiendo la escarpada ladera hasta su hogar.
No obstante me ofreció cortésmente su mano, y desde ese instante, nuestras esencias se encontraron en un plano más allá de lo cognoscible.
En las noches de tormenta, allá en Isla Negra, nos sentábamos al calor del fuego tomando unos mates, o unos sorbos de vino cálido y subyugador, mientras me narraba historias de su vida pasada de primera mano, a viva voz. Esa voz como adormecida, que acunaba mi ansia por saber y la saciaba.
Nunca preguntó de dónde o cómo había venido. Era como si mucho antes de que yo apareciera, supiese de mi existencia y la esperase.
Se limitaba a contarme, a enseñarme, a hacerme partícipe de sus sueños, dichas y sufrimientos más recónditos. Y yo, escuchaba, me empapaba de él y de esa vida que tanto había ansiado conocer y que por obra del destino y sus misterios, ahora vivía de manera tangible.
Pero todo toca a su fin, y hube de partir, pues viajar en el tiempo y el espacio, reconcome el cuerpo, lo agarrota y entumece hasta endurecerlo tanto que la vejez se puede instalar de forma prematura; y con ella, la tan temida muerte.
Marché una mañana hacia el puerto, acompañada por él.
Al despedirme, sus besos en mis mejillas absorbieron la sal de mis lágrimas. Tomó mis manos y posó en ellas un papel cuidadosamente doblado.
Sentada en el camarote; ya más calmada tras haber derramado una pequeña parte de ese mar que nos habita, estuve preparada para leer aquellas letras.
Amiga, no te mueras.
Yo soy el que cortó las guirnaldas rebeldes
para el lecho selvático fragante a sol y a selva.
El que trajo en los brazos jacintos amarillos.
Y rosas desgarradas. Y amapolas sangrientas.
El que cruzó los brazos por esperarte, ahora.
El que quebró sus arcos. El que dobló sus flechas.
Me quedé con esas estrofas grabadas en la mente, aquel retazo de unos versos titulados “Amiga no te mueras”, que quedaron prendidos en mi alma para siempre.
Salí al aire, pues como recién estrenada gaviota, necesitaba de la libertad que da el viajar sin miedo y sin impedimentos…
Marinel.
Una de ellas se posó sobre la arena, acercándose hasta mí con sus graciosas patas zigzagueantes.
La gaviota paró ante mis piernas con cierta osadía; o eso me pareció. Tras unos instantes de miradas cruzadas, del pico de la gaviota emergió una voz, que lejos de asustarme, me pareció conocida e incluso esperada.
-El secreto está en que dejes de verte limitada, prisionera de un cuerpo carcelario. El secreto, repito, está en saber que la verdadera naturaleza vive con la perfección de un número no escrito, simultáneamente en cualquier lugar del tiempo y el espacio.
Aquellas palabras calaron hondo en mi persona, tanto, que a partir de ese instante, no cejé en el empeño de intentarlo día y noche. Y a pesar de mis esfuerzos, no logré moverme ni un milímetro de aquella postura horizontal en esa playa de ensueño.
-Debes olvidarte de la fe, de creer que puedes hacerlo. La cuestión está en entender cómo se hace, tal como hiciste para volar...
De repente, y sin previo aviso, lo comprendí a la perfección...
-¡Es cierto! ¡Soy una gaviota perfecta y sin limitaciones!
-Claro, Marinel, tan solo tenías que entenderlo.
-Quiero aprender a volar como tú.
-Para volar tan rápido como el pensamiento y a cualquier sitio que exista -dijo-debes empezar por saber que ya has llegado...
Y así comencé mi vuelo…
El barco se alejaba de la costa y yo había elegido este medio de transporte para no llamar la atención de aquel que dejaba en la orilla del mar, y que me había regalado vivencias extraordinarias, poemas de belleza luminosa, compañía mágica e inolvidable…
Aún me parecía escuchar su voz en mis oídos, susurrándome versos que aleteaban alrededor, haciendo a mi piel erizarse.
Jamás intimamos hasta el punto de romper ese mágico, y otrora insospechado encuentro.
Su casa fue guarida para ese halo misterioso que él descubrió en mí al verme aparecer de la nada, subiendo la escarpada ladera hasta su hogar.
No obstante me ofreció cortésmente su mano, y desde ese instante, nuestras esencias se encontraron en un plano más allá de lo cognoscible.
En las noches de tormenta, allá en Isla Negra, nos sentábamos al calor del fuego tomando unos mates, o unos sorbos de vino cálido y subyugador, mientras me narraba historias de su vida pasada de primera mano, a viva voz. Esa voz como adormecida, que acunaba mi ansia por saber y la saciaba.
Nunca preguntó de dónde o cómo había venido. Era como si mucho antes de que yo apareciera, supiese de mi existencia y la esperase.
Se limitaba a contarme, a enseñarme, a hacerme partícipe de sus sueños, dichas y sufrimientos más recónditos. Y yo, escuchaba, me empapaba de él y de esa vida que tanto había ansiado conocer y que por obra del destino y sus misterios, ahora vivía de manera tangible.
Pero todo toca a su fin, y hube de partir, pues viajar en el tiempo y el espacio, reconcome el cuerpo, lo agarrota y entumece hasta endurecerlo tanto que la vejez se puede instalar de forma prematura; y con ella, la tan temida muerte.
Marché una mañana hacia el puerto, acompañada por él.
Al despedirme, sus besos en mis mejillas absorbieron la sal de mis lágrimas. Tomó mis manos y posó en ellas un papel cuidadosamente doblado.
Sentada en el camarote; ya más calmada tras haber derramado una pequeña parte de ese mar que nos habita, estuve preparada para leer aquellas letras.
Amiga, no te mueras.
Yo soy el que cortó las guirnaldas rebeldes
para el lecho selvático fragante a sol y a selva.
El que trajo en los brazos jacintos amarillos.
Y rosas desgarradas. Y amapolas sangrientas.
El que cruzó los brazos por esperarte, ahora.
El que quebró sus arcos. El que dobló sus flechas.
Me quedé con esas estrofas grabadas en la mente, aquel retazo de unos versos titulados “Amiga no te mueras”, que quedaron prendidos en mi alma para siempre.
Salí al aire, pues como recién estrenada gaviota, necesitaba de la libertad que da el viajar sin miedo y sin impedimentos…
Marinel.
16 comentarios:
Precioso Marinel, real como la vida misma. Ante todo me quedo con tú idea casi idéntica a la mía: Tenemos que seguir avanzando para conseguir nuestros sueños, ¿recuerdas lo del pasillo de puertas grandes? pues me ha recordado mucho a esa entrada. Quizá deje de pensar en pasillos, para pensar en espacios abiertos que siempre son más alentadores. Me alegra encontrar gente que piense como yo, me hace sentir menos bicho raro.
Gracias por regalarnos tus letras, y por seguir volando, nunca dejes de volar.
Muchos besos.
Un maravilloso relato, mágico hasta la médula.
Todos tenemos esa gaviota dentro, sólo necesitamos saberlo y echar a volar.
Has vuelto a dar en el clavo, querida Marinel. Tú nunca defraudas.
Un beso.
Marinel, nadie como tu para enseñarnos esos mundos del que tienes las llaves y donde se disfruta de libertad con mayúsculas, vuela siempre así.
Un abrazo
Un texto maravilloso, que imagino que gustas de protagonizar siempre que te es posible...
Bellas letras, como siempre, amiga.
Un beso y gracias,
Natacha.
Querida Marinel, es un relato mágico y bellísimo, que me hace sentir identificada con ciertos momentos propios, y que una suele olvidar. Tenemos todo para echarnos a volar, claro que sí!
Un beso grande.
insustancial
me senti por un momento esa gaviota, perdida un instante, para aprender con todas sus fuerzas a volar... la direccion a seguir es siempre mirar hacia adelante y luchar por conseguir nuestros sueños, tienes una prosa magica... siempre es un placer el leerte
Pues a volar como una gaviota. Si es que no paras...jajaja
Bello relato. Besix
Muy bonito. Algún día volare tan alto que me daré de morros con un avion Buen trabajo.
nunca pense en ser gaviota, pero hoy me has hecho plantearme un poco lo quqe seria ver el mundo desde ahi arriba
un saludo
Me parece volver a leer mi libro de Juan Salvador Gaviota, está todo tan real y tan mágico, tan perfecto.
No podía dejar de leerlo y esas fuerzas de pensar que si te lo proponés lo lográs, me pareció brillante.
Gracias, esta mañana siento más ganas de volar que nunca.
Besos.
Estimada Marinel... No pretenden ser solo un cumplido mis palabras, pues derramas una hermosura casi infinita que embelesa lo profundo del ser, porque lo mencionas entre brotes de metáforas y simbolismos que desde aquí, donde estoy y lo que observo, parecen el triunfo final paralelo a la vivencia de Bastian cuando pronunció el nombre de la Emperatriz infantil...
Un alma adorable... eres.
Emig
Marinel es precioso como expresas el empuje a seguir intentando sin dejarnos caer! es un relato muy bello! un gran beso.
Agradeceros a tod@s de corazón, vuestros comentarios.
No dudé ni por un momento que ser protagonista de Juan Salvador Gaviota y surcar el tiempo y el espacio para llegar a mi poeta favorito, era un deseo que plasmar en este relato.
Sólo uno de mis arrebatos, en el que no pretendo nada más que derramar letras, esperando no aburriros.
Mil gracias.
Mil besos.
hola que bello mensaje : claro que todos somos capaces de volar y conseguir infinitas mas cosas de las que creemos . solo hace falta creer en nuestras capacidades . precioso amiga , saludos y gracias por hacerme volar .
Quien sino Marinel podria ser la protagonista de Juan Salvador Gaviota...
Bellisimo, amiga, e impactante
Un fuerte abrazo
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