Desde la butaca en la tercera fila no se perdía detalle alguno. Lo que para algunos era demasiado cerca para Pedro era una distancia perfecta en aquel maravilloso espectáculo operístico. La música aparecía como bocanadas de aire fresco surgiendo desde el suelo hacia los palcos, y era atravesada por las voces de los cantantes como saetas lanzadas a sus oídos.
En un principio no hacía demasiado caso a la interpretación teatral; escuchaba la música y leía la traducción en la pantalla considerando que eso era lo importante, hasta que la principal voz femenina surgió ante él. Fue entonces cuando reparó en la juventud de la cantante; no era de edad madura ni su cuerpo presentaba excesos de los que pensaba eran necesarios para producir esa voz, y dejó de leer la traducción.
Su cuerpo era esbelto y fantásticamente proporcionado, sus manos delgadas movían alguna vez los delgados dedos con una dulzura y ritmo que le llamaron la atención. Se le quedaron clavadas en las retinas escenas en que la artista se llevaba una mano al pecho mientras con la otra hacía un giro como señalando al público de la tercera fila precisamente, siguiendo el movimiento con la cabeza y los ojos dulcemente cerrados, hasta que los abrió mientras cerraba la mano alzando el puño. Y a Pedro se le antojó que le miró a él fijamente.
Fueron segundos sin respirar, mirándola fascinado a los ojos que sentía clavados en sus pupilas, hasta que arrancó de nuevo la música y la bella artista se desplazó hacia el otro lado del escenario. Ya no había puesta en escena; le daba igual el movimiento de los objetos y del resto de personas que variaban la escena, ya que solo tenía ojos para ella.
Aparte de su voz, la música sonaba siguiendo sus movimientos, y no al revés; en una escena en que se descalzaba y se lavaba los pies y las piernas en un virtual riachuelo escuchó el chapoteo del agua y se imaginó esas piernas aireadas y esos pies descalzos acariciando la hierba. Fue el climax de sensación interior; las mejillas de Pedro se ruborizaron, comenzó a sudar y a lagrimear lentamente, el corazón saltaba llevándole casi a la asfixia y aún tardó en reponerse unos minutos; los que faltaban para llegar al final de la representación cuando se dio cuenta que todo el teatro aplaudía entusiasmado menos él.
Se aplaudía mientras los artistas saludaban mirando hacia los palcos y lanzando besos al público en general, pero Pedro no podía; solo podía mirarla, por primera vez sonriente, feliz; recibió un ramo de flores y siguió lanzando besos, posando los labios sobre sus dedos y volviendo a sonreír…
Hasta que cayó definitivamente el telón y tuvo que levantarse. Lentamente, siguiendo la fila de espectadores, llegó a la calle como en una nube, rememorando escenas y voces muy particulares, y de repente se vio parado ante la taquilla del teatro sin saber cómo había llegado hasta allí. Y por fin se le iluminó la cara; se acercó y preguntó si había aún entradas para el día siguiente, ultima representación. Compró la mejor de las que quedaban, un poco ladeada y en la séptima fila, pero la alegría no le cabía en el cuerpo.
Al día siguiente fue uno de los primeros en entrar. Esta vez acudió mucho mas acicalado que el día anterior, notando incluso como se le miraba desde algún palco. Tuvo tiempo para leerse el folleto y entender el tema que se desarrollaba en la obra y los últimos minutos antes de comenzar se le notaba nervioso y respirando profundamente para calmarse, algo que parecía imposible.
Por fin comenzó el espectáculo y para Pedro fue como si fuera la primera vez, con un exceso de entusiasmo asistió a las mismas escenas y de nuevo se le saltaban las lágrimas; incluso se sorprendió de no haber reparado en la espalda descubierta cuando la artista se viste de novia; una espalda perfecta, sin huesos exageradamente picudos, todo eran suaves redondeces y una piel lisa, sin imperfección alguna… Estuvo a punto de reír de placer; su entusiasmo casi le traiciona, así que al terminar fue el primero en levantarse del asiento y aplaudir, lo que hizo que la artista le mirase y sonriera notoriamente llevándose las manos a la boca y lanzándole el primer beso, esta vez con las dos manos; algo muy especial.
Esta vez Pedro estaba decidido; salió del teatro y se dirigió a la parte trasera a la espera de la soprano. Decidido pero nervioso esperó durante más de una hora hasta que la vio aparecer. Se quedó quieto, inmóvil y con las manos en los bolsillos que no se atrevió a sacar por no saber qué hacer con ellas. La observó desde apenas veinte metros, vestida de calle con una elegancia que pocas mujeres saben llevar, sus elegantes zapatos no dejaban ver sus hermosos pies, pero la falda dejaba ver la perfección de curvas de sus piernas. Ella saludó a algunas personas y en un giro de cabeza reparó en la presencia de Pedro; lo sonrió y se dirigió hacia él.
—He visto que te ha gustado. –dijo con acento extranjero.
—Sí, bastante. –contestó Pedro disimulando apenas su turbación.
—¿Sabes si está lejos el Hotel Carrión?
—Está muy cerca de aquí, puedo acompañarla si lo desea…
—¡De acuerdo! –y le cogió del brazo, siempre sonriente.
La turbación hizo que no salieran mas palabras de su boca, dieron unos pasos y Pedro pensó que tenía que decir algo, y mientras trataba de elegir frase llegaron a la esquina y apareció un hombre, moreno, alto, elegante que la miró y abrió los brazos. Ella se abalanzo sobre él y se fundieron en un fuerte abrazo. Tras unas palabras en un idioma ilegible ella se acercó a Pedro:
—Gracias, ya no hace falta que me acompañes. –y le dio un beso en la mejilla.
Pedro volvió a meterse las manos en los bolsillos del pantalón y observó a la pareja alejarse abrazados y felices. “¡Que injusta es la vida…”, pensó,”…para un hombre de catorce años!”
Tito Carlos
En un principio no hacía demasiado caso a la interpretación teatral; escuchaba la música y leía la traducción en la pantalla considerando que eso era lo importante, hasta que la principal voz femenina surgió ante él. Fue entonces cuando reparó en la juventud de la cantante; no era de edad madura ni su cuerpo presentaba excesos de los que pensaba eran necesarios para producir esa voz, y dejó de leer la traducción.
Su cuerpo era esbelto y fantásticamente proporcionado, sus manos delgadas movían alguna vez los delgados dedos con una dulzura y ritmo que le llamaron la atención. Se le quedaron clavadas en las retinas escenas en que la artista se llevaba una mano al pecho mientras con la otra hacía un giro como señalando al público de la tercera fila precisamente, siguiendo el movimiento con la cabeza y los ojos dulcemente cerrados, hasta que los abrió mientras cerraba la mano alzando el puño. Y a Pedro se le antojó que le miró a él fijamente.
Fueron segundos sin respirar, mirándola fascinado a los ojos que sentía clavados en sus pupilas, hasta que arrancó de nuevo la música y la bella artista se desplazó hacia el otro lado del escenario. Ya no había puesta en escena; le daba igual el movimiento de los objetos y del resto de personas que variaban la escena, ya que solo tenía ojos para ella.
Aparte de su voz, la música sonaba siguiendo sus movimientos, y no al revés; en una escena en que se descalzaba y se lavaba los pies y las piernas en un virtual riachuelo escuchó el chapoteo del agua y se imaginó esas piernas aireadas y esos pies descalzos acariciando la hierba. Fue el climax de sensación interior; las mejillas de Pedro se ruborizaron, comenzó a sudar y a lagrimear lentamente, el corazón saltaba llevándole casi a la asfixia y aún tardó en reponerse unos minutos; los que faltaban para llegar al final de la representación cuando se dio cuenta que todo el teatro aplaudía entusiasmado menos él.
Se aplaudía mientras los artistas saludaban mirando hacia los palcos y lanzando besos al público en general, pero Pedro no podía; solo podía mirarla, por primera vez sonriente, feliz; recibió un ramo de flores y siguió lanzando besos, posando los labios sobre sus dedos y volviendo a sonreír…
Hasta que cayó definitivamente el telón y tuvo que levantarse. Lentamente, siguiendo la fila de espectadores, llegó a la calle como en una nube, rememorando escenas y voces muy particulares, y de repente se vio parado ante la taquilla del teatro sin saber cómo había llegado hasta allí. Y por fin se le iluminó la cara; se acercó y preguntó si había aún entradas para el día siguiente, ultima representación. Compró la mejor de las que quedaban, un poco ladeada y en la séptima fila, pero la alegría no le cabía en el cuerpo.
Al día siguiente fue uno de los primeros en entrar. Esta vez acudió mucho mas acicalado que el día anterior, notando incluso como se le miraba desde algún palco. Tuvo tiempo para leerse el folleto y entender el tema que se desarrollaba en la obra y los últimos minutos antes de comenzar se le notaba nervioso y respirando profundamente para calmarse, algo que parecía imposible.
Por fin comenzó el espectáculo y para Pedro fue como si fuera la primera vez, con un exceso de entusiasmo asistió a las mismas escenas y de nuevo se le saltaban las lágrimas; incluso se sorprendió de no haber reparado en la espalda descubierta cuando la artista se viste de novia; una espalda perfecta, sin huesos exageradamente picudos, todo eran suaves redondeces y una piel lisa, sin imperfección alguna… Estuvo a punto de reír de placer; su entusiasmo casi le traiciona, así que al terminar fue el primero en levantarse del asiento y aplaudir, lo que hizo que la artista le mirase y sonriera notoriamente llevándose las manos a la boca y lanzándole el primer beso, esta vez con las dos manos; algo muy especial.
Esta vez Pedro estaba decidido; salió del teatro y se dirigió a la parte trasera a la espera de la soprano. Decidido pero nervioso esperó durante más de una hora hasta que la vio aparecer. Se quedó quieto, inmóvil y con las manos en los bolsillos que no se atrevió a sacar por no saber qué hacer con ellas. La observó desde apenas veinte metros, vestida de calle con una elegancia que pocas mujeres saben llevar, sus elegantes zapatos no dejaban ver sus hermosos pies, pero la falda dejaba ver la perfección de curvas de sus piernas. Ella saludó a algunas personas y en un giro de cabeza reparó en la presencia de Pedro; lo sonrió y se dirigió hacia él.
—He visto que te ha gustado. –dijo con acento extranjero.
—Sí, bastante. –contestó Pedro disimulando apenas su turbación.
—¿Sabes si está lejos el Hotel Carrión?
—Está muy cerca de aquí, puedo acompañarla si lo desea…
—¡De acuerdo! –y le cogió del brazo, siempre sonriente.
La turbación hizo que no salieran mas palabras de su boca, dieron unos pasos y Pedro pensó que tenía que decir algo, y mientras trataba de elegir frase llegaron a la esquina y apareció un hombre, moreno, alto, elegante que la miró y abrió los brazos. Ella se abalanzo sobre él y se fundieron en un fuerte abrazo. Tras unas palabras en un idioma ilegible ella se acercó a Pedro:
—Gracias, ya no hace falta que me acompañes. –y le dio un beso en la mejilla.
Pedro volvió a meterse las manos en los bolsillos del pantalón y observó a la pareja alejarse abrazados y felices. “¡Que injusta es la vida…”, pensó,”…para un hombre de catorce años!”
Tito Carlos
20 comentarios:
Yo sí que ta aplaudo a tí, Tito Carlos; bien, bien, bien; me ha encantado!!! Un besazo
Jaja, ha sido genial, ¿a quién no le ha sucedido algo parecido durante la adolescencia? a mí sí, lo confieso. Y seguro que más de una vez, las hormonas son las hormonas.
Recibe también mi aplauso, Tito Carlos.
Un abrazo.
Gracias, Reina, tu aplauso me emociona. Un besazo,
Efectivamente, Pedro, una vecina, una maestra, la madre de un amigo... ¡Menudo fin de la infancia tenemos!
Un abrazo,
Qué historia más bonita de un amor en una edad injusta para muchas cosas...
La has hecho desarrollarse de una manera,que para nada esperaba que fuese un chico de catorce años...
Preciosa.
Felicidades.
Un beso.
La vida es injusta a cualquier edad y más cuando se trata del corazón. Pero recuerda la palabras de Jacinto Benavente: "Las mujeres suelen amar a quien menos lo merecen, y es que ellas prefieren dar limosmas que a dar premios"
Buenísimo tu rtelato me ha dejado nganchada hasta el final¡¡Plas,plas!!mis aplausos para tí.
Besos M.J
jeje, muy bueno... me ha gustado mucho el final... hace que las sensaciones sean completamente distintas que durante el resto de la lectura...
Muchas gracias por tus letras.
Un beso,
Natacha.
gracias , es genial , hasta el final , la incognita se cierne en la escena y te engancha entre las letras , felicidades tito carlos !
QUE GUSTO ES SIEMPRE LEERTE!! TIENES UN DON DE LA PALABRAS JUSTAS, MUY LINDA HISTORIA!
PASÉ A VER SI HABÍAN PUBLICADO EL RELATO DE KUOREMIO Y TE ENCUENTRO A TI UN BESOS!
Preciso relato, Carlos...Y pobre Pedrito!...tan tierno, descubriendo las injustícias del amor a tan temprana edad.
Un beso.
Pilar
Como siempre impecable y solo tengo palabras de elogio para ti, eres una persona maravillosa y un escritor increíble,da gusto leerte te dejo un beso y hasta pronto!!
Gracias Marinel, efectivamente, me baso en un hecho real. Esto nos ha pasado a muchos....
$.M.K.: Sabio Don Jacinto. Su mujer diría otra cosa....
Gracias Maria José. Ya oigo tus palmas...
Natacha, son sensaciones contrapuestas, la música, la voz, la cantante... Gracias por tu halago.
21 gramos de alma: Es la historia de un amor imposible, pero nadie sabía porqué hasta el final. Gracias.
Pensamientos: es un honor competir con Kuoremio, aunque lo tengo crudo si participa ella...
Un abrazo,
Pilar, es mejor así. Un par de golpes como este y a partir de los 18 sabrá elegir. Un beso,
Kuoremio, sabemos que no competimos con las espadas en alto. Te espero en este foro con ansiedad.
Un fuerte beso,
Triste final de un amor imposible de juventud...Seguro que las imágenes de ese día no se le olvidarán a Pedro. Buen relato
Abrazox
Clalvarian, ¡Claro que no se olvidan!, si lo sabré yo...
me da que es autobiografico, un diez por ese giro inesperado al final, me ha dejado boqueando de satisfaccion, un relato muy bien narrado, he podido sentir las sensaciones que describes... un aplauso y es que en la adolescencia se pasan por muchas injusticias
carmina: ¡Claro que es autobiográfico! No en el teatro ni con una actriz de ópera, pero te aseguro que esto nos ha pasado a mas personas de las que te imaginas. ¿A tí, no?
Un beso,
Bello y tierno relato. Me sumo a los otros comentarios, mis aplausos.
Haydeé :)
;(...
Esos primeros flechazos nunca se olvidan ;)
besos..
Gracias AEDO
Gracias ISIS
Un abrazo a ambos,
Excelente!
Te aplaudo, Tito Carlos!
Me ha encantado, sinceramente.
Un abrazo
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