Cada mañana al despertar corría impaciente hacía el ordenador en busca de algún comentario, un mensaje... lo que fuese, le daba igual. Era lo primero que hacía cada día, antes de vestirse, de desayunar, a veces incluso antes de orinar; la obsesión le vencía irremediablemente. Su blog era comentado por decenas de personas de las más diversas procedencias y edades, pero a él sólo una de ellas le importaba realmente.
Desde aquel día que la vio por primera vez en su espacio virtual, esa imagen que acompañaba al comentario le cautivó por completo. Su pelo largo y rubio ondeando sobre el hombro desnudo, esa mirada retadora con ojos de hielo chispeantes y unos labios color de miel que parecían ocultar el más arcano de todos los misterios de la creación. Y sus palabras, siempre dulces, siempre insinuantes, como intentando conquistarle, o al menos así le parecían a él... o así quería verlo. Era el ser más perfecto que pudiese ser concebido por este Universo.
Su admiración, su amor, fue en aumento después de escudriñar con una paciencia de relojero cada entrada publicada en el blog de su amada. Era una poeta incansable, apasionada, capaz de extraer versos insuperables de cualquier situación vivida o soñada; su tema preferido: el amor.
Y él no tardó mucho en autoproclamarse protagonista de los delirios de su amante desconocida. Cada poema escrito por aquellas manos que imaginaba deliciosas, se pensaba que iba dirigido hacia él, a tal extremo llegó a seducirle cada palabra que le regalaba en su blog.
Con el tiempo fueron afianzando su confianza; él le devolvía cada visita en el mismo tono excitante, llegando a veces a rozar los límites de lo cuestionable, y ella le correspondía con palabras aterciopeladas y repletas de caricias que le hacían enloquecer más y más. Besos y abrazos dejaron de ser sencillas despedidas inexpresivas para pasar a tomar todo su significado más ardiente y apasionado. Se intercambiaron e-mails, números de teléfono, sus contactos se multiplicaron, transcendiendo de la impersonal pantalla de ordenador hacia la más cercana y peligrosa realidad cotidiana. Les separaba una distancia considerable, pero las promesas de acercamiento se repetían una y otra vez aumentando su desesperación hasta límites inhumanos. Él sabía que estaban condenados a conocerse y amarse de por vida... pero no veía el momento.
Cierto que había algunos inconvenientes, como su matrimonio, sus dos hijos, los trabajos de ambos... en fin, toda una vida por detrás... pero ¡qué caray! El amor podía derribar cualquier obstáculo, ¿acaso no era eso sobre lo que escribían una y otra vez? También había oído hablar infinidad de veces sobre los peligros que podían conllevar las relaciones a través de la Red; el crearse una ilusión inexistente, construir castillos en el aire, etc., pero él sabía que el suyo no era el caso. Era una persona adulta, inteligente, y además, aquella mujer, aquel ser delicioso, llevaba más de un año escribiendo en su bitácora particular unos poemas que hablaban sobre su vida, sobre ella misma, así que debía ser real; ERA REAL.
Pero cada cita que intentaba concertar con su amante escurridiza era a su vez pospuesta por ella; una reunión de trabajo, alguna enfermedad inoportuna, una visita de última hora,... cualquier excusa era válida para retrasar tan esperado momento. Así que llegó la hora en la que el corazón, apunto de estallarle en el pecho, le pidió a gritos que dejase a un lado las palabras y pasase a la acción.
Las broncas en casa, con la familia, habían llegado a tal extremo de crudeza y era tal el infierno que vivía cada minuto sin ella, que poco importaba ya el riesgo que asumía al hacer una maleta y tomar el primer vuelo hacia la ciudad donde vivía el gran amor de su vida.
Se presentó una mañana lluviosa de invierno en el portal de las oficinas donde trabajaba, con el ánimo encendido y el rostro resplandeciente del adolescente que intenta sorprender a su amor de juventud. Fue entonces cuando cayó en la cuenta de que ella no conocía su aspecto; su avatar cibernético correspondía a una imagen abstracta que siempre le había llamado la atención, nada que ver con su rostro. Esta circunstancia aún hizo aumentar más su excitación de amante primerizo, pero no le coartó en absoluto su resolución de lanzarse a sus brazos en cuanto la tuviese delante. Presentía que el momento se acercaba.
Tenía memorizado cada vello de su tez azulada, así que intuía que no le resultaría difícil hallarla. Entró resuelto, aunque nervioso, y comenzó su ansiada búsqueda entre el escaso personal que allí se encontraba. Pero antes de toparse con ese rostro refulgente de sus sueños, fue a encontrar su nombre completo grabado en una pequeña placa de metal junto a una puerta acristalada, tras la cual se percibía el movimiento de una figura femenina. Sin más dilación, la abrió con el corazón desbocado de impaciencia.
Aquella mujer que le miraba absorta ni por asomo se parecía a la esperada; era bastante mayor, algo rechoncha y de piel morena y grasienta. Cuando él preguntó por el nombre que figuraba en la puerta, sus peores sospechas cobraron vida: era ella.
Incapaz de pronunciar una sola palabra, se dio media vuelta, y fue derecho al aeropuerto. Tras arduas disculpas y complicadas maniobras de persuasión, logró el perdón de su esposa... y su vida continuó en el mismo lugar donde la dejó.
Cada mañana seguía despertando deseoso de comprobar los insinuantes mensajes que recibía de su amada. Y cada mañana, continuaba contestándole con palabras llenas de cariño y promesas de amor eterno.
Esa imagen de pelo rubio y ojos cristalinos jamás pudo borrarla de su pensamiento... la imagen de su amada, de su amor imposible... pero real.
Pedro Estudillo
Desde aquel día que la vio por primera vez en su espacio virtual, esa imagen que acompañaba al comentario le cautivó por completo. Su pelo largo y rubio ondeando sobre el hombro desnudo, esa mirada retadora con ojos de hielo chispeantes y unos labios color de miel que parecían ocultar el más arcano de todos los misterios de la creación. Y sus palabras, siempre dulces, siempre insinuantes, como intentando conquistarle, o al menos así le parecían a él... o así quería verlo. Era el ser más perfecto que pudiese ser concebido por este Universo.
Su admiración, su amor, fue en aumento después de escudriñar con una paciencia de relojero cada entrada publicada en el blog de su amada. Era una poeta incansable, apasionada, capaz de extraer versos insuperables de cualquier situación vivida o soñada; su tema preferido: el amor.
Y él no tardó mucho en autoproclamarse protagonista de los delirios de su amante desconocida. Cada poema escrito por aquellas manos que imaginaba deliciosas, se pensaba que iba dirigido hacia él, a tal extremo llegó a seducirle cada palabra que le regalaba en su blog.
Con el tiempo fueron afianzando su confianza; él le devolvía cada visita en el mismo tono excitante, llegando a veces a rozar los límites de lo cuestionable, y ella le correspondía con palabras aterciopeladas y repletas de caricias que le hacían enloquecer más y más. Besos y abrazos dejaron de ser sencillas despedidas inexpresivas para pasar a tomar todo su significado más ardiente y apasionado. Se intercambiaron e-mails, números de teléfono, sus contactos se multiplicaron, transcendiendo de la impersonal pantalla de ordenador hacia la más cercana y peligrosa realidad cotidiana. Les separaba una distancia considerable, pero las promesas de acercamiento se repetían una y otra vez aumentando su desesperación hasta límites inhumanos. Él sabía que estaban condenados a conocerse y amarse de por vida... pero no veía el momento.
Cierto que había algunos inconvenientes, como su matrimonio, sus dos hijos, los trabajos de ambos... en fin, toda una vida por detrás... pero ¡qué caray! El amor podía derribar cualquier obstáculo, ¿acaso no era eso sobre lo que escribían una y otra vez? También había oído hablar infinidad de veces sobre los peligros que podían conllevar las relaciones a través de la Red; el crearse una ilusión inexistente, construir castillos en el aire, etc., pero él sabía que el suyo no era el caso. Era una persona adulta, inteligente, y además, aquella mujer, aquel ser delicioso, llevaba más de un año escribiendo en su bitácora particular unos poemas que hablaban sobre su vida, sobre ella misma, así que debía ser real; ERA REAL.
Pero cada cita que intentaba concertar con su amante escurridiza era a su vez pospuesta por ella; una reunión de trabajo, alguna enfermedad inoportuna, una visita de última hora,... cualquier excusa era válida para retrasar tan esperado momento. Así que llegó la hora en la que el corazón, apunto de estallarle en el pecho, le pidió a gritos que dejase a un lado las palabras y pasase a la acción.
Las broncas en casa, con la familia, habían llegado a tal extremo de crudeza y era tal el infierno que vivía cada minuto sin ella, que poco importaba ya el riesgo que asumía al hacer una maleta y tomar el primer vuelo hacia la ciudad donde vivía el gran amor de su vida.
Se presentó una mañana lluviosa de invierno en el portal de las oficinas donde trabajaba, con el ánimo encendido y el rostro resplandeciente del adolescente que intenta sorprender a su amor de juventud. Fue entonces cuando cayó en la cuenta de que ella no conocía su aspecto; su avatar cibernético correspondía a una imagen abstracta que siempre le había llamado la atención, nada que ver con su rostro. Esta circunstancia aún hizo aumentar más su excitación de amante primerizo, pero no le coartó en absoluto su resolución de lanzarse a sus brazos en cuanto la tuviese delante. Presentía que el momento se acercaba.
Tenía memorizado cada vello de su tez azulada, así que intuía que no le resultaría difícil hallarla. Entró resuelto, aunque nervioso, y comenzó su ansiada búsqueda entre el escaso personal que allí se encontraba. Pero antes de toparse con ese rostro refulgente de sus sueños, fue a encontrar su nombre completo grabado en una pequeña placa de metal junto a una puerta acristalada, tras la cual se percibía el movimiento de una figura femenina. Sin más dilación, la abrió con el corazón desbocado de impaciencia.
Aquella mujer que le miraba absorta ni por asomo se parecía a la esperada; era bastante mayor, algo rechoncha y de piel morena y grasienta. Cuando él preguntó por el nombre que figuraba en la puerta, sus peores sospechas cobraron vida: era ella.
Incapaz de pronunciar una sola palabra, se dio media vuelta, y fue derecho al aeropuerto. Tras arduas disculpas y complicadas maniobras de persuasión, logró el perdón de su esposa... y su vida continuó en el mismo lugar donde la dejó.
Cada mañana seguía despertando deseoso de comprobar los insinuantes mensajes que recibía de su amada. Y cada mañana, continuaba contestándole con palabras llenas de cariño y promesas de amor eterno.
Esa imagen de pelo rubio y ojos cristalinos jamás pudo borrarla de su pensamiento... la imagen de su amada, de su amor imposible... pero real.
Pedro Estudillo
12 comentarios:
Uff...que chasco.Pero esa nueva imagen no borra los comentarios y bonitas palabras, a no ser ...que fueran tan falsas como el avatar...jiji.
A pesar de todo, me gusta que se luche por lo que se siente y se quiere....me ha gustado mucho ....me has tenido devorando las palabras hasta el final.
Un besito.
¡Vaya chafón!que decimos aquí...
Y claro, es que ni son todos los que están, ni están todos los que son...
¿Por qué no maquillar una imagen, hasta convertirla en hermosa, aún a riesgo de mentir a quien la percibe así?
Un mundo complicado este de la red, donde no se ve más allá de las letras...
En la mayoría de los casos,los avatares se escogen porque dicen algo de uno mismo, pero no son nosotros, salvo excepciones...
En fin, una historia que bien pudiera ser real,tristemente real...
He de decir, que impresiona la resolución de ese hombre por perseguir su sueño y siga, a pesar de todo, pendiente de esos poemas.
Besos,Pedro.
eso es lo que suele ocurrir en los chats de internet.La gente da una imagen irreal y luego viene el chasco.
C,est la vie.
Besos.
buffffffffffffffff me he quedado como el pobre enamorado, vaya chasco, con razon ella posponia cada encuentro, temia perder el amor de aquel hombre, porque no era la imagen del avatar... me gusta la resolucion de el a pesar de todo, de seguir escudriñando en sus poemas sin mencionarle nada, solo que pienso que en realidad no estaba enamorado de sus letras, si no de su imagen y al ver que no era aquella mujer que soño, prefirio volver a casa junto a su esposa... realmente bueno el relato y cercano y muy real.
Jeje.... Qué emocionante historia Pedro!! la he vivido palabra por palabra ;)
Estas cuestiones son comunes hoy en día ¿no???
Por eso yo he puesto MI PROPIA FOTO EN EL AVATAR... con caballito y todo!!!
jajaja....
besos Pedro!!! Me gustó mucho tu relato ;)
Amigo, "me quito el sombrero..." Que narracion tan trepidante, y tan posible e imposible a la vez.
Me encanto
Un abrazo, amigo
Uff! lo he visto bastante superficial, no el texto si no al hombre, porque estaba totalmente enamorado de una imagen, y desde luego si busca el amor en otra persona y lo encuentra, significa que en su casa, con su esposa, eso ya no existe... Vamos es mi opinión.
ahh la magia de las palabras... me gusto!!! gracias Pedro ;)
Pedro como siempre me sucede, me he leído sin parar este escrito tuyo. Al leerlo te da para hablar de muchas cosas... una de ellas es eso de continuar el sueño de ese amor y que aquel hombre no le mencionó a "esa chica" quien era él, entonces quizá abrió esa oportunidad también para ella de continuar con el sueño (ya imagino lo que pudo haber sentido ella al verse descubierta!!! :S jeje!)
Un abrazo.
Haydeé :)
Ohh, mi Dios!
Qué buen relato, Pedro!!!
Excelente, tan bien narrado, no tengo más que felicitarte sinceramente.
Un abrazo.
Gran relato. Cuantos chascos de estos se habrá llevado el personal desde que apareció internet. Por eso yo pongo en mi avatar mi calva y un puro. Jeje. Es lo que hay
Abrazox
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