“Antes de morir, yo tengo que conocer París”.
Esto decía siempre Raimundo desde que tuvo uso de razón. Como casi todo el mundo, también él tenía en mente un lugar al que quisiéramos ir, al menos, una vez en la vida.
Los ojos, como dos grandes bolas de cristal multicolor, se le iluminaban a Raimundo con la emoción de mirar el Sena, la torre Eiffel al fondo, acompañada por el paso del autobús que transportaba pasajeros con destino a la Concorde. París siempre había sido su sitio soñado. Ese lugar que cada uno de nosotros tenemos programado ir al menos una vez en la vida, era, para Raimundo, París.
Y allí estaba, atónito, agarrado al brazo de su hijo, rumbo ambos hacia el Arco del Triunfo, la Rue Rivoli o la plaza de la Opera. Quizá subir Montmartre hasta el Sacré Coeur le resultase algo cansado, pero no podía perder semejante ocasión.
Sentado en un café, recordaba Raimundo, emocionado, algunos retazos de su vida, aunque vagamente. La edad y el derroche de su hijo brindando con Burdeos en la mesa 3 de Maxim´s no le acompañaban en sus intentos.
Mucho hubieron de andar padre e hijo antes de volver al hotel; ese que se encuentra en la Place Vendôme y que es una maravilla. Raimundo lo había conseguido.
Una vez vencidos su obsesión y sus anhelos, se sentía sencillamente feliz y todo lo que le rodeaba le resultó maravilloso. Sabía que no lo olvidaría el tiempo que le durara la vida… O si...
Lo que no sabía Raimundo era que su hijo le había regalado aquel viaje aprovechando la última oportunidad que le quedaba.
Tan sólo una semana después de la vuelta, Raimundo precisó de ayuda profesional definitiva. Su hijo se ocupó, del mismo modo que se había estado ocupando los últimos meses de que su padre pudiera llevar una vida digna. Aquel día entró por la puerta una enfermera especializada en el cuidado de enfermos de este tipo.
A Raimundo le gustó su acento francés:
- ¡Ah!, es usted francesa – dijo - ¿Sabe?, antes de morir, yo tengo que conocer París
Rafael Martinez.
Esto decía siempre Raimundo desde que tuvo uso de razón. Como casi todo el mundo, también él tenía en mente un lugar al que quisiéramos ir, al menos, una vez en la vida.
Los ojos, como dos grandes bolas de cristal multicolor, se le iluminaban a Raimundo con la emoción de mirar el Sena, la torre Eiffel al fondo, acompañada por el paso del autobús que transportaba pasajeros con destino a la Concorde. París siempre había sido su sitio soñado. Ese lugar que cada uno de nosotros tenemos programado ir al menos una vez en la vida, era, para Raimundo, París.
Y allí estaba, atónito, agarrado al brazo de su hijo, rumbo ambos hacia el Arco del Triunfo, la Rue Rivoli o la plaza de la Opera. Quizá subir Montmartre hasta el Sacré Coeur le resultase algo cansado, pero no podía perder semejante ocasión.
Sentado en un café, recordaba Raimundo, emocionado, algunos retazos de su vida, aunque vagamente. La edad y el derroche de su hijo brindando con Burdeos en la mesa 3 de Maxim´s no le acompañaban en sus intentos.
Mucho hubieron de andar padre e hijo antes de volver al hotel; ese que se encuentra en la Place Vendôme y que es una maravilla. Raimundo lo había conseguido.
Una vez vencidos su obsesión y sus anhelos, se sentía sencillamente feliz y todo lo que le rodeaba le resultó maravilloso. Sabía que no lo olvidaría el tiempo que le durara la vida… O si...
Lo que no sabía Raimundo era que su hijo le había regalado aquel viaje aprovechando la última oportunidad que le quedaba.
Tan sólo una semana después de la vuelta, Raimundo precisó de ayuda profesional definitiva. Su hijo se ocupó, del mismo modo que se había estado ocupando los últimos meses de que su padre pudiera llevar una vida digna. Aquel día entró por la puerta una enfermera especializada en el cuidado de enfermos de este tipo.
A Raimundo le gustó su acento francés:
- ¡Ah!, es usted francesa – dijo - ¿Sabe?, antes de morir, yo tengo que conocer París
Rafael Martinez.
20 comentarios:
Como soy una "enchufada" ya tuve el privilegio de leerlo hace tiempo, jajajaja! Así que mi opinión las sabes, hermano, pero para que la sepan todos ahí va: este relato es precioso, pero no es nada comparado con lo que tienes "escondido" por ahí y no sé cómo empujarte para que lo saques de una vez; tal vez nuestros amigos de Relato Comansi me ayuden.
No soy parcial, por mucho que sea mi hermano; lo que escribe es maravilloso, de verdad, no os lo podéis imaginar.
Rafa, besos.
Post.- Yo no me quiero morir, sin ir a Alejandría.
Quería decir que soy parcial y objetiva.
Si es que voy "ciscada" todo el día...!!!!!!!!!
Besos
Jo, qué bonito...y pobre Raimundo!
Consuela saber que sus sueños se hicieron realidad,aunque de inmediato volviesen a ser sueños en su mente aturullada...
Un viaje precioso que se diluyó por momentos en el pensamiento de Raimundo,pero que en algún rincón de su cerebro saldrá a la luz,la misma con la que llaman a esa hermosa ciudad...
Muy bonito, de verdad. Y yo, no soy tu hermana que va con baberito por ahí,jajajaja.
Enhorabuena y besitos para ti y Ana, que está tan orgullosa.
Enternecedor. El giro final es muy bueno, hace que merezca la pena releerlo de nuevo, con una visión diferente.
Mi enhorabuena.
Me ha connovido mucho..
Y pues yo digo lo mismo: tengo que conocer París antes de morir.. además tengo una cita allí.. quién sabe el día, tan solo sé la calle y con quién jeje..
Bello relato..
un abrazo ;)
lobos aullan desde inconmesurables laberintos huecos.
Ana, no te excedas, que luego hay que cumplir con lo que se espera de uno. Muchas gracias, así da gusto mostrar algo.
Muchas gracias, Marinel y Pedro, es buena señal provocar el querer releer algo.
Isis, tu cita llegará y no la olvidarás. Gracias también.
Oenlao, no se puede decir tanto en tan pocas palabras. Un comentario de premio.
Rafa, ¡se siente! Publica y verás que excedes lo que se espera... Yo ya lo sé. Y se te da corte que lo diga en público, pues te aguantas, ¡¡¡jajajaja!!!!!
Besos
Recordar, olvidar y saborear... algunos de los más bellos placeres de la vida, que bien combinados son hermosos...
Raimundo disfrutó y olvidó... Un bello viaje, amigo.
Esperamos contar contigo de nuevo y gracias por este bonito texto.
Enhorabuena.
Un beso, cielo.
Natacha.
Preciosa historia, me ha encantado, pobre Raimundo antes de morir...quería conocer París....y que orgullo de tener un hijo como el que tenía, siempre pendiente de él.
Felicidades por el relato.
LEZ
Hermosas letras...
Con todo amor te bendigo
en la luz que tu eres
Paz&Amor
Isaac
Me gustó mucho el relato, además es bastante fresco e ispirador...
También yo espero ir algún día a París antes de morir...
Besos...
Rafa, me ha gustado cómo elegiste las palabras para narrarnos esta historia.
Desborda sensibilidad y encierra un profundo amor filial.
Un abrazo.
Muchas gracias a todos. Habrá que seguir creando cosas.
qué pena que no recordara el viaje después de hacerlo... pero al menos lo disfrutó por momentos..
perdón por el retraso en leerlo he andado liadilla.. besos
Enternecedor... como lo es la vida en sí cuando los detalles verdaderos nos acompañan en este viaje que nunca sabes donde termina y quizás, para los sueños de muchos, queda inconcluso.
Cada relato es distinto pero hermoso. Esta es otra prueba fehaciente de ello.
Mi enhorabuena.
Emig
Vaya, me he quedado sin palabras...muy conmovedor y tierno tu relato Rafa.
Por otro lado, seguramente algún día Raimundo se acordará de aquel viaje deseado, al final todo viene al recuerdo...
Yo ya he estado en Paris antes de morir:-)
Un abrazo Rafa
Muy bonito. Yo pienso que en la mente quizá olvidó algo, pero en el corazón quedan las sensaciones vividas y seguro cuando transite el camino hacia la muerte, como en una película verá y vivirá de nuevo ese viaje tan maravilloso que hizo.
Un abrazo.
Haydeé :)
Que ternura transmite..a pesar de los triste del destino del Padre.
El hijo, ejemplar.
Muy bonito relato.
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