Para ella, viajar era hacer un examen: probarse en otro entorno, sentirse en otros ojos, oírse en otras voces. De pequeña había llevado la cuenta exacta del número de aviones en los que se había montado, seguía mentalmente cada uno de aquellos trayectos que le habían proporcionado una medida más exacta de lo que era el mundo, le habían demostrado que estamos más cerca unos de otros de lo que pensamos y que somos tan insignificantes que desde allá arriba ni siquiera se ven los seres humanos y, mucho menos, sus inmensos problemas o sus notables logros.
Luego, el número de aviones y trayectos se incrementó de tal manera que le resultó imposible mantener la cuenta y perdió su rastro. Pero seguía sintiéndose igual de nerviosa ante cada desplazamiento, su estómago se agitaba y su ánimo se alteraba. Iba anticipando la ropa que llevaría en el viaje y los días previos calculaba cuidadosamente el tiempo que llevaría lavar y secar dichas prendas para que todo estuviera listo en el momento en que, cuidadosamente dobladas, las metiera en la maleta.
Entonces, la sola idea de introducir en aquel rectángulo sus cosas la ponía de mal humor. Allí no había sitio para nada y siempre tenía que elegir, discriminar entre las cosas, descartar lo más abultado, en definitiva, dejar atrás parte de su mundo. Siempre surgían los ‘por si acasos’, por si llueve, por si hace frío, por si me invitan a cenar, y al final, con una maleta llena de ‘por si acasos’ y agotada por el esfuerzo se sentaba sobre ella para conseguir a presión echar los cierres alrededor de la panzuda valija, primero los de los laterales y luego el cierre central.
Esa noche le resultaba difícil conciliar el sueño. La anticipación de lo que iba a vivir se apoderaba de su cabeza hablándole en otras lenguas, poniéndole ante los ojos de la mente imágenes exóticas traídas por inexplicables premoniciones o, tal vez, sacadas de la portada de alguna revista de viajes. Sentía que hasta su cuerpo se volvía extraño, se desplegaba, y se desenvolvía en nuevas situaciones remotas. Otros ojos la miraban desde otras caras tratando de interpretarla en mentes que procesaban el lenguaje de otra manera y le asignaban calificativos formados con otras letras.
Era una nueva oportunidad. Podía salir del estrecho fichero en el que la habían encasillado los que se movían a su alrededor. Era la ocasión para hacerse de nuevo. Quizás el recorrido del avión desde su salida hasta su llegada fuera como un parto, ahora consciente, en el que por fin tuviera la posibilidad de ser efectivamente lo que era, no lo que los otros habían decidido y, así, acabar con todas aquellas frases como: ‘Te conozco como si te hubiera parido’ que tanto la habían maltratado. Por fin, podría ser diferente y no sentirse amenazada, como cuando no encajaba en aquel mundo estrecho en el que le había tocado vivir. En ese nuevo entorno no estaba obligada a encajar, puesto que siempre podría justificarse a sí misma diciendo que no era de allí, que procedía de otro lugar y que no seguía las mismas pautas que los demás. Su unicidad se aseguraba.
Tras facturar, se sentaba obedientemente en el asiento marcado en su tarjeta de embarque procurando aparentar que era aquella una experiencia normal en su vida a la que no le daba la menor importancia, mientras por dentro sus tensos esquemas se hacían trizas. Miraba por la ventanilla como el suelo se alejaba y ella se elevaba hacia esa nueva vida única y diferente que le esperaba.
El avión finalmente apuntaba su pico a tierra y, tras desplegar los alerones, se posaba en el aeropuerto de destino. Los carteles le recordaban silenciosamente que todo era diferente y ella, con paso firme y mirada altiva, seguía su marcha deseosa de mostrar a los que se tomaran la molestia de mirarla que dominaba la situación y se desenvolvía como pez en el agua.
Y así era, porque al poco tiempo se daba cuenta de que no podía huir de sí misma, de que sus problemas habían viajado con ella, quizás agazapados en los huecos entre los ‘por si acasos’ de su maleta. Al tiempo, sus nuevos amigos, usando otros procesos mentales y otras letras, habían construido los adjetivos necesarios que la introducían, una vez más, en el mismo fichero que ocupaba antes de salir de casa.
Dejó de contar aviones, dejó de deslumbrarse por los escenarios y supo que la vida es en sí el viaje en el que realizar los cambios y, entonces, empezó a viajar por dentro. Había emprendido el viaje de vuelta.
Sinkuenta
Luego, el número de aviones y trayectos se incrementó de tal manera que le resultó imposible mantener la cuenta y perdió su rastro. Pero seguía sintiéndose igual de nerviosa ante cada desplazamiento, su estómago se agitaba y su ánimo se alteraba. Iba anticipando la ropa que llevaría en el viaje y los días previos calculaba cuidadosamente el tiempo que llevaría lavar y secar dichas prendas para que todo estuviera listo en el momento en que, cuidadosamente dobladas, las metiera en la maleta.
Entonces, la sola idea de introducir en aquel rectángulo sus cosas la ponía de mal humor. Allí no había sitio para nada y siempre tenía que elegir, discriminar entre las cosas, descartar lo más abultado, en definitiva, dejar atrás parte de su mundo. Siempre surgían los ‘por si acasos’, por si llueve, por si hace frío, por si me invitan a cenar, y al final, con una maleta llena de ‘por si acasos’ y agotada por el esfuerzo se sentaba sobre ella para conseguir a presión echar los cierres alrededor de la panzuda valija, primero los de los laterales y luego el cierre central.
Esa noche le resultaba difícil conciliar el sueño. La anticipación de lo que iba a vivir se apoderaba de su cabeza hablándole en otras lenguas, poniéndole ante los ojos de la mente imágenes exóticas traídas por inexplicables premoniciones o, tal vez, sacadas de la portada de alguna revista de viajes. Sentía que hasta su cuerpo se volvía extraño, se desplegaba, y se desenvolvía en nuevas situaciones remotas. Otros ojos la miraban desde otras caras tratando de interpretarla en mentes que procesaban el lenguaje de otra manera y le asignaban calificativos formados con otras letras.
Era una nueva oportunidad. Podía salir del estrecho fichero en el que la habían encasillado los que se movían a su alrededor. Era la ocasión para hacerse de nuevo. Quizás el recorrido del avión desde su salida hasta su llegada fuera como un parto, ahora consciente, en el que por fin tuviera la posibilidad de ser efectivamente lo que era, no lo que los otros habían decidido y, así, acabar con todas aquellas frases como: ‘Te conozco como si te hubiera parido’ que tanto la habían maltratado. Por fin, podría ser diferente y no sentirse amenazada, como cuando no encajaba en aquel mundo estrecho en el que le había tocado vivir. En ese nuevo entorno no estaba obligada a encajar, puesto que siempre podría justificarse a sí misma diciendo que no era de allí, que procedía de otro lugar y que no seguía las mismas pautas que los demás. Su unicidad se aseguraba.
Tras facturar, se sentaba obedientemente en el asiento marcado en su tarjeta de embarque procurando aparentar que era aquella una experiencia normal en su vida a la que no le daba la menor importancia, mientras por dentro sus tensos esquemas se hacían trizas. Miraba por la ventanilla como el suelo se alejaba y ella se elevaba hacia esa nueva vida única y diferente que le esperaba.
El avión finalmente apuntaba su pico a tierra y, tras desplegar los alerones, se posaba en el aeropuerto de destino. Los carteles le recordaban silenciosamente que todo era diferente y ella, con paso firme y mirada altiva, seguía su marcha deseosa de mostrar a los que se tomaran la molestia de mirarla que dominaba la situación y se desenvolvía como pez en el agua.
Y así era, porque al poco tiempo se daba cuenta de que no podía huir de sí misma, de que sus problemas habían viajado con ella, quizás agazapados en los huecos entre los ‘por si acasos’ de su maleta. Al tiempo, sus nuevos amigos, usando otros procesos mentales y otras letras, habían construido los adjetivos necesarios que la introducían, una vez más, en el mismo fichero que ocupaba antes de salir de casa.
Dejó de contar aviones, dejó de deslumbrarse por los escenarios y supo que la vida es en sí el viaje en el que realizar los cambios y, entonces, empezó a viajar por dentro. Había emprendido el viaje de vuelta.
Sinkuenta
15 comentarios:
Alicia, magistral descripción de las huídas absurdas "por fuera". Cuántas veces habremos pensado que marchando lejos, poniendo distancia... olvidaríamos un problema, un amor, un dolor...
Me ha encantado tu manera de "transportar" todos tus asuntos en los huecos de la maleta...
Un viaje al interior, un viaje para crecer, un viaje del que aprender.
Gracias Alicia, por esta nueva maravilla que nos regalas.
Natacha.
sinkuenta un relato estupendo en el que reflejas todas las inquietudes del viaje y al fin te das cuenta que el gran viaje es la vida,un viaje emocionante en el que hay que disfrutar del paisaje a cada paso..
besitos
Las distancias externas no acortan las distancias internas, esas que hay que vencer para llegar a la conclusión del conocimiento de uno mismo.
Se es como se es, en cualquier lugar, por mucho que se vuele mecanicamente o no, por mucho que se huya de uno mismo, a no ser que por fin cojamos el vuelo adecuado y volemos hacia dentro, como la protagonista...
Me ha encantado este viaje,amiga.
Enhorabuena.
Besos.
Hermosísimo relato, Alicia, lleno de descripciones que me hicieron participar como protagonista.
Un verdadero viaje, con todas las letras es ese 'viaje de vuelta'.
Te felicito, preciosa!
Genial, genial y genial! Me encanta cómo lo has descrito y escrito, me encanta el fondo de todo el viaje (el viaje de vuelta a tu lugar, donde sí encajas, donde eres tu misma...)
Enhorabuena Sinkuenta. Un besazo!
Volver a empezar...! Qué bonito y qué dificil!
Besitos, sinkuenta
Me ha gustado mucho. Eso del encasillamiento es tan, pero tan, pero tan cierto... y lo peor es que acabamos convenciéndonos de que somos lo que otros ven en nosotros.
Por eso, emprender "el viaje de regreso" es tan vivificante, emocionante... necesario. Para descubrir nuestro verdadero ser, detrás de todas nuestras máscaras.
Y solo entonces, poder jugar libremente con la máscara que se nos apetezca ;)
Un exquisito relato.. Ha dejado bellas imágenes latiendo en mi corazón..
Un abrazo, Alicia..
(Y vaya qué comentarios! Todos dejan algo en qué pensar...;)
Nuestra vida va cambiando de a momentos, ahora alcanzamos lo que ya queremos. Mantenemos nuestras almas sintiendo . Al compás de tu corazón voy latiendo .Tu piel tiene sabores diferentes , me gustas en la vida de mi mente, te toco y a veces sin alcanzarte, te alcanzo en milagros tan distantes. Me vuelvo loco sin pasiones, me faltas en mi cama y mis emociones, se desbordan sin límites de encierro . Te quiero con mi alma y sin mi cuerpo .Ya que cuando estoy a tu lado desnudo desde adentro, me envuelves en locuras que yo siento, me alcanzas desde mi ser hasta el firmamento.Te quiero desde adentro.
"Empezó a viajar por dentro", ¡vaya decisión! y es que ir de vuelta a nuestro ser es toda una aventura, en la que encontramos también caminos no transitados o tesoros escondidos... un viaje en donde se es un@ mism@ y no hay máscaras ni nada. Me ha gustado.
Haydeé
Se dice que de todos los viajes se aprende algo,el buscar el lado bonito y saber porque se realiza hace que sea más hermoso y valorar si es o no necesario.
Besos Alicia.
Creo que es en el interior de nuestra alma donde realmente comenzamos nuestro verdadero viaje a la vida...
Me encató este relato es muy descriptivo casi podia sentir lo mismo y estar en ese momento.
Me pareció sin lugar a dudas un relato Fascinante!
les dejo mis saludos y muchas bendicines para todos y hasta el proximo relato !
Hermoso relato Alicia, estoy de acuerdo que el viaje más grande es nuestra propia vida. Queremos escapar siempre por o de algo pero nunca nos paramos a pensar si ese algo somos nosotros mismos, entonces es cuando hay que buscar en el interior, meter lo viejo en una maleta y estrenar lo nuevo.
Un abrazo Alicia
Alicia, te felicito por tu relato (ya sabes que soy tu fan nº 1, :P). Me ha encantado por cómo está escrito y por lo que trasnmites.
Creo que yo ya estoy en el viaje de vuelta.
Un abrazo y sigue escribiendo. ¡No lo dejes!
Conchi
Maravilloso, tierno y que invita a la reflexión más allá de lo mundano.
De entrada me he quedado sin palabras. Tiene sentido desde la esencia que somos y define desde el título, lo que a veces pienso que es nuestro viaje en la vida: volver a casa.
Mi felicitación y admiración.
Un abrazo.
Emig
En efecto, no se puede huir de uno mismo querida Sinkuenta. muy aleccionador escrito.
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