Déjame llevarte hasta las costas de Morleen cualquier noche de verano. Allí el resplandor fresco de Séstar se refleja en el mar Mercurio, un enorme océano de polvo plateado tan suave y fino que forma olas brillantes y arrastra corales de ámbar bajo sus corrientes más cálidas. Con la luz de Séstar el mar se ve envuelto en mil reflejos multicolores, y las olas que lamen la orilla se funden en espuma de plata al mezclarse con la arena de olor a vainilla y canela.
Morleen vista desde la playa parece acariciar la ladera del acantilado. El pueblo resbala por entre las rocas, formando una cascada anaranjada que contrasta con el color oscuro de la pizarra debido al fulgor del mármol con el que fueron construidas las casitas. Si te fijas bien son pequeños edificios de una planta que se agrupan formando flores doradas por acá y por allá, inundando de luz cada rinconcito del acantilado.
No hay nadie que no se sienta dichoso en Morleen. Al pasear por sus callejuelas descubriremos pequeños puestos de comida y ropa, mercadillos de bisutería y herboristerías donde podremos encontrar extraños objetos y plantas aromáticas traídas de lugares muy lejanos, más allá del mar Mercurio. El aroma cálido y dulce de las cerezanas, doradas y en su punto justo de madurez al alcanzar Agosto, hará la boca agua de aquel que se resista a probar su carne jugosa y pase de largo por los puestos de fruta del parque.
Al anochecer el murmullo de las fiestas inunda cada plazoleta, y las risas y cánticos resuenan por doquier. Todas las noches hay un motivo de celebración para los lugareños, que se reúnen en las tabernas y celebran concursos de baile y de canto. A veces llegan hasta el pueblo las caravanas de los mercaderes, y entonces las tabernas se llenan de malabaristas, hechiceros, alquimistas, juglares y cuentacuentos que intercambian sus servicios a cambio de alojamiento por una noche y algo para llevarse a la boca.
Los niños juguetean con los perrilunos y los lamerocas en la playa, ajenos a las preocupaciones. Sus túnicas de lino fresco y ligero les protegen de la brisa helada, sus risas sinceras e inocentes les hacen inmunes ante las tristezas y sus cuerpos ágiles y sanos les vuelven fuertes ante cualquier peligro.
Sus padres están tranquilos porque saben que Morleen es un lugar seguro. Cuando Séstar aparece tras las montañas, una figura gigante y majestuosa desciende de los cielos y se posa sobre el acantilado, vigilando toda la bahía. Es el Morlón, el tigre alado guardián de su pueblo y de toda la región sureña de Morl. Los Ancestros, (creadores de todo lo que ha sido, es y será) forjaron hace siglos las criaturas mágicas para que cuidasen de cada región de Selene, hechas con plumas de Pegaso, sangre de sirena, piel de grifo y polvo de hadas . El Alsón, cuidador de la zona oeste de Selene llamada Als, sería una serpiente gigantesca de escamas multicolores y ojos de cristal. El Terlón de Terlan, mitad lobo, mitad macho cabrío, vigila las montañas de la región norte de Selene. El Lindrón es el guardián pez-dragón de Lindred, al Este, y surca las olas de polvo gris del Mar Mercurio hasta Lind.
Dicen que los Guardianes nunca abandonan sus tierras, porque de ser así morirían. Con su muerte, además, aquella región que estuviese bajo su protección caería entonces en manos de la oscuridad más terrible, de las desgracias más inimaginables. Es por ello que los habitantes de Morleen adoran a su Tigre Alado, le guardan fiel respeto y cada noche se llenan de alivio al verle descansar sobre el acantilado con el brillo de Séstar arrancando destellos plomizos del pelaje de su lomo.
Si me lo permites, quiero mostrarte el color melocotón del cabello de las Damas. Ellas, las nueve herederas al trono de Morleen, hijas del sumo sacerdote Trántor, aguardan cada ocaso desde sus aposentos reales a que Séstar llegue a lo más alto del cielo. Ningún habitante de Morleen pudo jamás hablar con ellas, puesto que la tradición impide a las muchachas salir de palacio o dirigirse a cualquier persona que no tuviese sangre real.
Por eso las Damas son el tesoro mejor guardado de los lugareños, su mayor secreto y misterio. Hay quienes aseguran haber visto sus cabellos de oro, sus bucles delicados resbalando por sus rostros de piel violeta. Dicen que la belleza sin igual de sus princesas es comparable a la de las sirenas del mar Mercurio, a la de las diosas. Otros, a menudo ignorados, aseguran haber escuchado un cántico celestial al pasear cerca del Palacio de Marfil, e incluso se atreven a decir que se trataba de las voces tristes de las Damas que, suplicantes, salen a la terraza de sus aposentos para dedicarle a Séstar sus canciones lastimeras.
Lo que nadie se imagina es que no es la voz de las Damas la que inunda de tristeza los jardines de palacio cada medianoche, sino la voz de sus arpas. Sentadas en un círculo perfecto sobre el mármol naranja, con sus vestidos de seda desparramados por el suelo y sus cabellos de oro ondeando con la brisa, ellas se abandonan al calor cómplice de sus arpas y tocan hasta el amanecer. En sus canciones, susurros agridulces que se mezclan por entre las palmas del jardín, las Damas nos narran historias y cuentos en los que los Guardianes desaparecen de Selene y una docena de dragones oscuros se hacen con el poder de todo lo que existe. A veces también le dedican a Séstar sus canciones más tiernas y dulces, con las que las muchachas se muestran melancólicas y su música se vuelve poesía.
Pero una noche al año, aquella en la que Séstar desaparece tras la negrura de Tierra, las Damas se esconden en lo más profundo de sus jardines y tocan algo diferente. Tumbadas sobre las rocas del mirador, el punto más alto de Morleen desde donde se puede divisar incluso las costas oscuras de Lindred, la voz del arpa le canta a Melana, diosa del Amor. Las princesas unen sus ruegos hasta formar un canon mágico que suplica compañía, cariño, comprensión. Quizá, si consiguiesen enternecer el corazón de la diosa, sus voces sean escuchadas y alguien les permita hacer realidad sus sueños.
Quizá. Todo puede suceder en Selene, ese mundo extraño y misterioso que gracias a un libro yo creé en la Luna y que se me repetía en sueños siendo sólo una niña. Ojalá pudiese darte la mano, cerrar los ojos y poder mostrarte la suavidad del mar Mercurio, el olor de las cerezanas, el resplandor del pelaje del Morlón esta misma noche…
Bea (La rizos)
Morleen vista desde la playa parece acariciar la ladera del acantilado. El pueblo resbala por entre las rocas, formando una cascada anaranjada que contrasta con el color oscuro de la pizarra debido al fulgor del mármol con el que fueron construidas las casitas. Si te fijas bien son pequeños edificios de una planta que se agrupan formando flores doradas por acá y por allá, inundando de luz cada rinconcito del acantilado.
No hay nadie que no se sienta dichoso en Morleen. Al pasear por sus callejuelas descubriremos pequeños puestos de comida y ropa, mercadillos de bisutería y herboristerías donde podremos encontrar extraños objetos y plantas aromáticas traídas de lugares muy lejanos, más allá del mar Mercurio. El aroma cálido y dulce de las cerezanas, doradas y en su punto justo de madurez al alcanzar Agosto, hará la boca agua de aquel que se resista a probar su carne jugosa y pase de largo por los puestos de fruta del parque.
Al anochecer el murmullo de las fiestas inunda cada plazoleta, y las risas y cánticos resuenan por doquier. Todas las noches hay un motivo de celebración para los lugareños, que se reúnen en las tabernas y celebran concursos de baile y de canto. A veces llegan hasta el pueblo las caravanas de los mercaderes, y entonces las tabernas se llenan de malabaristas, hechiceros, alquimistas, juglares y cuentacuentos que intercambian sus servicios a cambio de alojamiento por una noche y algo para llevarse a la boca.
Los niños juguetean con los perrilunos y los lamerocas en la playa, ajenos a las preocupaciones. Sus túnicas de lino fresco y ligero les protegen de la brisa helada, sus risas sinceras e inocentes les hacen inmunes ante las tristezas y sus cuerpos ágiles y sanos les vuelven fuertes ante cualquier peligro.
Sus padres están tranquilos porque saben que Morleen es un lugar seguro. Cuando Séstar aparece tras las montañas, una figura gigante y majestuosa desciende de los cielos y se posa sobre el acantilado, vigilando toda la bahía. Es el Morlón, el tigre alado guardián de su pueblo y de toda la región sureña de Morl. Los Ancestros, (creadores de todo lo que ha sido, es y será) forjaron hace siglos las criaturas mágicas para que cuidasen de cada región de Selene, hechas con plumas de Pegaso, sangre de sirena, piel de grifo y polvo de hadas . El Alsón, cuidador de la zona oeste de Selene llamada Als, sería una serpiente gigantesca de escamas multicolores y ojos de cristal. El Terlón de Terlan, mitad lobo, mitad macho cabrío, vigila las montañas de la región norte de Selene. El Lindrón es el guardián pez-dragón de Lindred, al Este, y surca las olas de polvo gris del Mar Mercurio hasta Lind.
Dicen que los Guardianes nunca abandonan sus tierras, porque de ser así morirían. Con su muerte, además, aquella región que estuviese bajo su protección caería entonces en manos de la oscuridad más terrible, de las desgracias más inimaginables. Es por ello que los habitantes de Morleen adoran a su Tigre Alado, le guardan fiel respeto y cada noche se llenan de alivio al verle descansar sobre el acantilado con el brillo de Séstar arrancando destellos plomizos del pelaje de su lomo.
Si me lo permites, quiero mostrarte el color melocotón del cabello de las Damas. Ellas, las nueve herederas al trono de Morleen, hijas del sumo sacerdote Trántor, aguardan cada ocaso desde sus aposentos reales a que Séstar llegue a lo más alto del cielo. Ningún habitante de Morleen pudo jamás hablar con ellas, puesto que la tradición impide a las muchachas salir de palacio o dirigirse a cualquier persona que no tuviese sangre real.
Por eso las Damas son el tesoro mejor guardado de los lugareños, su mayor secreto y misterio. Hay quienes aseguran haber visto sus cabellos de oro, sus bucles delicados resbalando por sus rostros de piel violeta. Dicen que la belleza sin igual de sus princesas es comparable a la de las sirenas del mar Mercurio, a la de las diosas. Otros, a menudo ignorados, aseguran haber escuchado un cántico celestial al pasear cerca del Palacio de Marfil, e incluso se atreven a decir que se trataba de las voces tristes de las Damas que, suplicantes, salen a la terraza de sus aposentos para dedicarle a Séstar sus canciones lastimeras.
Lo que nadie se imagina es que no es la voz de las Damas la que inunda de tristeza los jardines de palacio cada medianoche, sino la voz de sus arpas. Sentadas en un círculo perfecto sobre el mármol naranja, con sus vestidos de seda desparramados por el suelo y sus cabellos de oro ondeando con la brisa, ellas se abandonan al calor cómplice de sus arpas y tocan hasta el amanecer. En sus canciones, susurros agridulces que se mezclan por entre las palmas del jardín, las Damas nos narran historias y cuentos en los que los Guardianes desaparecen de Selene y una docena de dragones oscuros se hacen con el poder de todo lo que existe. A veces también le dedican a Séstar sus canciones más tiernas y dulces, con las que las muchachas se muestran melancólicas y su música se vuelve poesía.
Pero una noche al año, aquella en la que Séstar desaparece tras la negrura de Tierra, las Damas se esconden en lo más profundo de sus jardines y tocan algo diferente. Tumbadas sobre las rocas del mirador, el punto más alto de Morleen desde donde se puede divisar incluso las costas oscuras de Lindred, la voz del arpa le canta a Melana, diosa del Amor. Las princesas unen sus ruegos hasta formar un canon mágico que suplica compañía, cariño, comprensión. Quizá, si consiguiesen enternecer el corazón de la diosa, sus voces sean escuchadas y alguien les permita hacer realidad sus sueños.
Quizá. Todo puede suceder en Selene, ese mundo extraño y misterioso que gracias a un libro yo creé en la Luna y que se me repetía en sueños siendo sólo una niña. Ojalá pudiese darte la mano, cerrar los ojos y poder mostrarte la suavidad del mar Mercurio, el olor de las cerezanas, el resplandor del pelaje del Morlón esta misma noche…
Bea (La rizos)
12 comentarios:
Parece un lugar magnífico el que relatas,lleno de paz..Ojalá los guardianes no lo abandonen nunca,para que así pueda seguir siendo un paraíso..
besos
Un mundo bastante mágico al que logras transportarnos... gracias por dejarnos entrar a él a través de la puerta abierta por tus palabras...
Guao!!!!!!! qué relato tan maravilloso...... la excelente redacción ha logrado que tu descripción sea tan impecable que he ido saboreando cada olor en el aire mientras dejaba que tus palabras me transporten por cada paisaje, cuyos detalles han sido perfectamente dibujados... Has logrado hacer que evoque tantas imágenes mágicas y multicolores, que solo puedo sacarme el sombrero y felicitarte con todo el corazón... Me ha encantado cómo has creado este mundo, cómo has dado un nombre a cada paisaje y a cada habitante...
Ay.. qué reconfortante sensación es aquella que se queda en el alma cuando se lee algo de tan buena calidad, Bea...
Sencillamente fascinante...
¿No has pensado que podría ser el inicio de un libro?????
un beso, querida... Ha sido un placer leerte!
Muchas gracias a los tres :)
Isis de la noche... me alegro de que te haya gustado. A mí el libro que me inspiraba me fascinó, por eso acabé tan obsesionada que hasta soñaba con ello ;)
UN besote!!!
Por Diossssss! Que imaginación. Has creado todo un mundo. Me río yo de mi Calvarian. Enhorabuena
Besix
Bea, me ha parecido impresionante ese lugar de ensueño...
Morleen, es como debería ser el mundo en general...
Leerlo ha sido transportarme a ese mágico lugar donde entre magia sublime las gentes conviven felices.
Te digo de corazón, que este relato es muy grande,guapa.Me ha encantado desde la primera línea enganchándome al leerlo,hasta el punto de desear que no acabe...
Piensa en hacer una continuación,por favor,y otra y otra...
GENIAL,con mayúsculas.
Besos.
Me has hecho soñar con un mundo maravilloso, lleno de encanto, magia, misterio, nostalgia...
Gracias por mostrarnos tu paraíso, ahora también nos pertenece.
Un beso.
Bea, de nuevo me dejas con la boca abierta, leyendo si poder parar...
Describes maravillosamente y es posible sumergirse junto a ti en todas las sensaciones de ese maravilloso lugar.
No dejes nunca de soñar y por supuesto, de escribir.
Gracias por tus letras nuevamente.
Un beso,
Natacha.
original
iniciativa...
Muy lindo tu relato. Me encantó. Felicitaciones
Me recuerda un mundo llamado Shangrila creo que asi se escribe.
Exclente realato y en verdad quisiera ver lo que cuentas disfrutar de esa maravilla y extasiarme con esos colores...
me encató tu mundo ! Paradisíaco!
un abrazo y bueno disculpa el retraso en el comentario
Plena poesía de los sentidos. Un mundo mágico y hermoso, digno de los sueños más puros.
Impecable redacción, Bea.
Felicitaciones!
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