Cerró la puerta y un viento huracanado, frío como la cima de la montaña de la que provenía, llegó trayéndole miles de recuerdos que se desdibujaban en violentas imágenes. ¿Cómo explicarte cuando el tiempo se suspende mientras un año, un mes o ciento cuarenta y seis días vuelven a ocurrir, minuto por minuto, en tu memoria?
Tal vez ella no hubiera querido que te contara esta historia. Tal vez hubiera preferido que permaneciera olvidada entre las hojas de un libro que contaba una historia totalmente distinta, que nada tenía que ver con la fría tarde de agosto en que se abrió la puerta que separa el mundo imposible del real.
Se había quedado dormida después de desnudar todas sus dudas frente al espejo y decirse, por última vez, que mañana “empezaría a irse” de aquel lugar. El sueño la condujo hacia un bosque desolado por el que corrió sin mirar atrás, lo más rápido que pudo. Llegó al borde de un abismo profundo, desde el que se podía escuchar un río que cantaba en las madrugadas. Se quedó allí por un momento, escuchando el insondable silencio que hacía eco de la desesperación de su pecho. Miró sus manos que temblaban estirarse en el aire, queriendo tocar la nada. Cerró los ojos para sentir lo que sus palmas sentían: un viento helado que entraba por sus dedos y se mezclaba con su sangre para que ella lo volviera a convertir en aire en el suspiro que dejó flotando en el abismo.
¿Recuerdas? Esa fue la noche en que tú soñabas con un pueblo de calles viejas al que llegabas rodeado de un olor a ciprés mojado… Cansado de un viaje que había durado toda tu vida. Un pueblo que ya conocías. Soñabas con volver a él aunque no te gustara el gris de sus días y de su gente, ni el frío de sus vientos huracanados. ¿Por qué? Te preguntabas entonces… ¿Para qué volver? ¿Tan solo porque ya todo estaba listo? Qué fatal sentimiento te invadió cuando viste las maletas hechas y debías partir, habiéndote arrepentido un segundo antes…
Pero te fuiste. Y lo primero que percibiste al llegar fue el olor a ciprés mojado, que te condujo hacia un pequeño parque en el que te sentaste a ver el agua fluir en la fuente. Esa noche irías a un bar, al pequeño bar que alguna vez conociste, para ver si en la espuma que se formaba en la orilla del dorado mar de una cerveza aparecía la respuesta a tu pregunta: “¿para qué he vuelto?”. Por un impulso que no pudiste contener miraste la palma de tu mano, recordando casi sin querer lo que algunos dicen: que ahí está escrito el destino. Fue así como tu memoria te habló del extraño sueño que tuviste la noche antes de partir: estabas sentado en la barra del pequeño bar y leíste un nombre de mujer en la palma de tu mano. Pensaste que ya era tarde para buscar señales y te fuiste al hotel a dejar tus maletas, en las que se te olvidó empacar la incredulidad.
Mientras tanto ella despertaba del sueño que todas las noches le conducía al filo del abismo. Mañana saltaré… Mañana empezaré a irme de este lugar… Se repetía mientras se vestía para salir a encontrarse con la mitad de la noche. El frío que recorría las palmas de sus manos le obligó a mirarlas. Todavía temblaban, pero de alguna manera se habían acostumbrado a las gélidas noches del páramo. Se habían acostumbrado, como ella… Sin saber cómo.
Llegó al bar. Se sentó en la barra y pidió un trago. Sacó un cigarrillo que sostuvo entre sus dedos mientas sus ojos contemplaban el segundero inmóvil de un reloj detenido en el tiempo. Estaba así, quieta, perdida en algún rincón de su mente, con el segundero inmóvil como testigo de sus pensamientos, cuando el sonido del encendedor y la pequeña llama que de repente apareció frente a sus ojos le obligaron a volver a la realidad…
“Gracias” –te dijo… “Pero todavía no pensaba fumarlo…”. Ignorando su altivez le preguntaste su nombre. Ella te miró con sus enormes ojos tristes y sin decir una sola palabra, escribió con sus dedos su nombre en la palma de tu mano…
A menudo te preguntas si viviste o tan solo soñaste todo lo que siguió a ese encuentro… ¿Cuál es la diferencia? Pienso yo… Se amaron de la única forma en que les fue permitido amar: escuchando el susurro de un nombre en el viento, percibiendo el aroma de una mujer que se convertía en aire para poder abrazarte, enviando a las estrellas las palabras que no podías pronunciar, con la esperanza de que ella elevara la mirada al cielo, de vez en cuando…
Así cerró ella esa puerta. En medio del viento huracanado que le trajo tu voz que le contaba de nuevo la historia de los dos: la historia de su viaje hacia el centro de tu pecho, donde vivirá siempre recordándote que el mundo es hermoso porque ella te ama desde el viento entre los árboles y desde la luz de esa estrella que siempre sale antes que las demás, solo para que tus ojos se llenen de cielo y sientas la presencia que ilumina con su amor cada paso que das. Recordándote también que ella navega convertida en barquito de papel, guidada por el color del amanecer que ven tus ojos, que tanto amó…
Un día soñé que se fugaban. Que dejaban atrás el gris de las calles y llegaban a tocar el arco iris a los pies de una cascada. Y entonces lo supe: en este mundo o en cualquier otro, el universo siempre conspirará para que se puedan encontrar…
Isis de la Noche.
Tal vez ella no hubiera querido que te contara esta historia. Tal vez hubiera preferido que permaneciera olvidada entre las hojas de un libro que contaba una historia totalmente distinta, que nada tenía que ver con la fría tarde de agosto en que se abrió la puerta que separa el mundo imposible del real.
Se había quedado dormida después de desnudar todas sus dudas frente al espejo y decirse, por última vez, que mañana “empezaría a irse” de aquel lugar. El sueño la condujo hacia un bosque desolado por el que corrió sin mirar atrás, lo más rápido que pudo. Llegó al borde de un abismo profundo, desde el que se podía escuchar un río que cantaba en las madrugadas. Se quedó allí por un momento, escuchando el insondable silencio que hacía eco de la desesperación de su pecho. Miró sus manos que temblaban estirarse en el aire, queriendo tocar la nada. Cerró los ojos para sentir lo que sus palmas sentían: un viento helado que entraba por sus dedos y se mezclaba con su sangre para que ella lo volviera a convertir en aire en el suspiro que dejó flotando en el abismo.
¿Recuerdas? Esa fue la noche en que tú soñabas con un pueblo de calles viejas al que llegabas rodeado de un olor a ciprés mojado… Cansado de un viaje que había durado toda tu vida. Un pueblo que ya conocías. Soñabas con volver a él aunque no te gustara el gris de sus días y de su gente, ni el frío de sus vientos huracanados. ¿Por qué? Te preguntabas entonces… ¿Para qué volver? ¿Tan solo porque ya todo estaba listo? Qué fatal sentimiento te invadió cuando viste las maletas hechas y debías partir, habiéndote arrepentido un segundo antes…
Pero te fuiste. Y lo primero que percibiste al llegar fue el olor a ciprés mojado, que te condujo hacia un pequeño parque en el que te sentaste a ver el agua fluir en la fuente. Esa noche irías a un bar, al pequeño bar que alguna vez conociste, para ver si en la espuma que se formaba en la orilla del dorado mar de una cerveza aparecía la respuesta a tu pregunta: “¿para qué he vuelto?”. Por un impulso que no pudiste contener miraste la palma de tu mano, recordando casi sin querer lo que algunos dicen: que ahí está escrito el destino. Fue así como tu memoria te habló del extraño sueño que tuviste la noche antes de partir: estabas sentado en la barra del pequeño bar y leíste un nombre de mujer en la palma de tu mano. Pensaste que ya era tarde para buscar señales y te fuiste al hotel a dejar tus maletas, en las que se te olvidó empacar la incredulidad.
Mientras tanto ella despertaba del sueño que todas las noches le conducía al filo del abismo. Mañana saltaré… Mañana empezaré a irme de este lugar… Se repetía mientras se vestía para salir a encontrarse con la mitad de la noche. El frío que recorría las palmas de sus manos le obligó a mirarlas. Todavía temblaban, pero de alguna manera se habían acostumbrado a las gélidas noches del páramo. Se habían acostumbrado, como ella… Sin saber cómo.
Llegó al bar. Se sentó en la barra y pidió un trago. Sacó un cigarrillo que sostuvo entre sus dedos mientas sus ojos contemplaban el segundero inmóvil de un reloj detenido en el tiempo. Estaba así, quieta, perdida en algún rincón de su mente, con el segundero inmóvil como testigo de sus pensamientos, cuando el sonido del encendedor y la pequeña llama que de repente apareció frente a sus ojos le obligaron a volver a la realidad…
“Gracias” –te dijo… “Pero todavía no pensaba fumarlo…”. Ignorando su altivez le preguntaste su nombre. Ella te miró con sus enormes ojos tristes y sin decir una sola palabra, escribió con sus dedos su nombre en la palma de tu mano…
A menudo te preguntas si viviste o tan solo soñaste todo lo que siguió a ese encuentro… ¿Cuál es la diferencia? Pienso yo… Se amaron de la única forma en que les fue permitido amar: escuchando el susurro de un nombre en el viento, percibiendo el aroma de una mujer que se convertía en aire para poder abrazarte, enviando a las estrellas las palabras que no podías pronunciar, con la esperanza de que ella elevara la mirada al cielo, de vez en cuando…
Así cerró ella esa puerta. En medio del viento huracanado que le trajo tu voz que le contaba de nuevo la historia de los dos: la historia de su viaje hacia el centro de tu pecho, donde vivirá siempre recordándote que el mundo es hermoso porque ella te ama desde el viento entre los árboles y desde la luz de esa estrella que siempre sale antes que las demás, solo para que tus ojos se llenen de cielo y sientas la presencia que ilumina con su amor cada paso que das. Recordándote también que ella navega convertida en barquito de papel, guidada por el color del amanecer que ven tus ojos, que tanto amó…
Un día soñé que se fugaban. Que dejaban atrás el gris de las calles y llegaban a tocar el arco iris a los pies de una cascada. Y entonces lo supe: en este mundo o en cualquier otro, el universo siempre conspirará para que se puedan encontrar…
Isis de la Noche.
11 comentarios:
Hola, pasando a saludar y tambien para invitarte a que pases y veas mi blog a ver si encuentras algo de tu agrado y si te gusta intercambiemos enlaces, una suerte de fucionar dendritas o algo asi diria yo,je.
Saludos y hasta la proxima.
Isis, tienes la virtud de escribir unos relatos tan hermosos, que te dejan con la miel en los labios.
Precioso sueño-realidad¿?
De cualquier forma, hermoso texto de principio a fin.
Enhorabuena.
Besos.
Que bello sueño Isis, tiene tanta ternura como inspiración.
Y bueno elamor como protagonista en un hermoso sueño que sin duda es la mas bonira realidad.
Gracias por este bello relato mi querida Isis.
Un abrazo y muchas bendiciones para todos!
FELIZ DIA DEL AMOR Y LA AMISTAD PARA TODOS!!!
Sueño y realidad dejan en el destino la misma huella. Tú lo has plasmado como lo hacen los grandes maestros de las letras.
Un relato realmente vibrante y misterioso, enhorabuena.
Besos.
Isis, no le has puesto título y no me extraña; ¿cómo titular a esa mezcla de sueño y realidad? En algún momento parece un amor imposible, enotro un destino irremediable; pero luego, el ciprés y su alegórico significado...
Muy bien narrado y muy bello; me ha gustado mucho.
Besos
Sea sueño o realidad, bonita historia de amor.
Besos
Magnifico cuento que cabalga entre lo fantastico y lo romantico... Enhorabuena, amiga Isis, me encanto tu historia sin nombre.
Recibe un fuerte abrazo, amiga
Preciosísimo, lleno de una magia que envuelve con un halo de misterio y de sentimiento...
Y hermosamente redactado, como no podía ser de otro modo, viniendo de tu parte.
Te felicito, Isis!
Un abrazo.
Me ha encantado, pasaré a menudo por aquí.
Un saludo :-)
Muy bonita historia de amor, si era solo un sueño ,ojalá se hiciera realidad.. Me ha encantado.
besos
Doy las gracias por seguir mi blog y pasaré he leido muy intresante el texto ,seguiré.Saludos
Marina Pastor
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