ESTAMOS PUBLICANDO AHORA LOS RELATOS DE: GÉNERO: "LIBRE"; TEMA: "EMPECEMOS JUNTOS".

ÓRDEN DE PUBLICACIÓN EN EL LATERAL DEL BLOG. DISFRUTAD DE LA LECTURA, AMIGOS.


sábado, 31 de enero de 2009

MÁS QUE UN SUEÑO


Era invierno y ella dormía. Al despuntar el alba abrió sus ojos feliz y dichosa porque le esperaba un gran día. Mientas lavaba su cara el agua estaba particularmente tibia, se asomó por la ventana y era inverosímil que estuviera tan tibia ya que afuera nevaba y la nieve todo lo cubría.

Era extraño pero no sentía frío, más bien parecía que era un amanecer de un verano fresco de tiempos pasados, de su infancia olvidada.

Se vistió, tenía muchas cosas que hacer, y hoy era sin lugar a dudas un día muy especial. En su corazón y en su mente solo había lugar para la emoción y la alegría ya que su hermana, su único familiar se casaría. Después de tanto esperar al fin había llegado ese gran día. Ella tenía que decorar el salón con Tulipanes y Margaritas, y había hecho con sus propias manos toda la lencería.

Así que se dispuso a salir para recoger las flores en la caminería.

Mientras caminaba, veía la maravilla de ese tan bello día. Un sol tibio con un brillo especial un color singular un dorado especial que solo le calentaba. Sentía como el aire entibiaba sus mejillas coloreando de rosado su tez tan blanca. Y recordó su vida, recordó su infancia y aunque casi no recordaba a sus padres se sentía muy agradecida.

Y es que era inmensamente feliz, le debía tanto a su hermana, Rally; su hermana quería. Cuanto amor de solo pensar en ella su corazón mas palpitaba.

Pensando en su vida y lo feliz que se sentía desvió su camino y no le importó, era muy temprano y de inmediato regresaría.

Disfruta de esa mañana de invierno que se sentía tibia. Era tan dichosa y afortunada porque Rally le había dejado decorar el salón para su boda.

Le debía tanto, le debía todo hasta había ganado peso luego que conoció a su cuñado y eso era porque gustoso le había empleado en la vieja panadería.

Aunque solo daban unas pocas monedas eso era suficiente para ella y eso lo agradecía, trabajando mucho, ayudando todo el día.

Su cuñado, era muy bondadoso muy cariñoso y amaba profundamente a Sally y eso era suficiente para ella. EL era sin lugar a dudas ese hermano que jamás tendría.

Caminando y caminando llegó a la vieja Capilla y pensó que era una buena señal. Debía agradecer a Dios por tanta dicha.

Entró y sigilosa se sentó a orar y al cerrar los ojos se dispuso a descansar. Había caminado mucho, tanto que salió del pueblo así que solo descansaría por un momento. Mientras oraba vio todo lo que quería, por su mente pasaron las mejores cosas que había hecho toda su vida. De pronto comenzó a sentir que sudaba y como estaba tan cansada se recostó quedándose dormida. Sentía calor, qué maravilla poder sudar sabiendo que hay tanta neblina.

Y soñó una nueva vida junto a su familia, soñó que era otra y realizaba todo lo que quería. Se vio feliz junto a un hombre que le amaba, vio a sus hijos que felices le abrazaban. Y su madre se acercaba llenándola mas de amor ese que tanto deseaba.

Siguió entonces soñando en esa pequeña Capilla como sus sueños se realizaban y lo bien que se sentía. Luego de un rato despertó de aquella hermosa vida, debía regresar y salió de la Capilla.

Sentía calor y se quitó el abrigo que la protegía, comenzó a caminar bajando la colina. Recogió las flores, debía llevarlas pero ya anochecía.

La noche comenzó ahora a tapar el día, caminó mas rápido y llegó al pueblo rebosante de alegría. La noche cálida, con un cielo estrellado, todo tranquilo, todo callado.

Llegó al salón donde todos se reunían era un gran día, era el mejor día. Caminó hasta el centro del salón mientras su hermana la veía complacida. Se acercó para darle las flores cuando vió que estas se disolvían. Había mucha gente, todo el pueblo estaba y aquel calor tibio de todo el día ahora le sofocaba.

Había una pequeña fogata que todo lo calentaba y mientras comprendía recordó lo que soñaba y de nuevo aquella dicha le invadía la mirada. Caminó hacia el fuego y mientras se acercaba mas calor sentía y más sudaba. Ese calor, esa flama era como un imán para su alma. Se acercó cada vez mas y entonces vio su cara, vio su cuerpo que entre llamas se quemaba.

Y comprendió todo y supo así lo que pasaba. Veía su cuerpo arder con hermosas llamaradas, fascinada por el brillo mas se acercaba.

Y allí en medio de la sala mientras se desvanecía, agradeció ese día y lo feliz que se sentía. Todo había sido un sueño, un bello sueño el mejor de todos los días.

Y comprendió el amo mientras desaparecía.

Había sido su mejor sueño, soñó que estaba viva…

Inés Bohórquez

jueves, 29 de enero de 2009

TÍTULO

Dejo mi maleta en el regazo del asiento, y sola, me adelanto entre el gentío que espera para embarcar rumbo a no sé donde.

Me despojo de historias y de vida, lanzando al aire mis zapatos antes de alcanzar la puerta de embarque, cuando alguien me indica que debo de quitarlos para pasar el control.

No quiero nada que me recuerde el ayer, aunque sean unos simples zapatos indefensos.

Y los atónitos ojos de los que me precedieron y de los que hacen una larga cola, siguiendo el reguero de las ilusiones en otros horizontes, expresan una muda pregunta y un gesto atónito y a buen seguro un pensamiento de duda sobre mi salud mental.

Sollozo para adentro, sin lágrima alguna, y vuelvo la mirada hacia la estancia medio vacía en donde yacen mis recuerdos.

Miro hacia atrás por última vez, y las historias bailan pegadas a las laderas de las sillas, y las tristezas cuelgan de las columnas redondas, diciéndome que aunque no les haya sacado billete, me van a acompañar de una u otra forma.

Llego a mi asiento número veintisiete. Y despojada de todo, con la respiración entrecortada me acelero para ser recibida por el hueco que me invita.

Tirito de frío o de calor, porque me atenaza un tremendo nerviosismo y observo la puerta para ver si los fantasmas que dejé en la antesala, me persiguen, como si fueran las balas de la muerte.

Alguien me dice, por favor ¿me deja pasar? y yo me levanto como una autómata, y cierro mucho los ojos para no ver a mis perseguidores.

El vuelo ya vuela, y con los ojos cerrados como los acordeones de un concierto, hago una plegaria pidiendo al cielo que deje mi condena.

Me vislumbro vacía en un Continente nuevo, con alma nueva, con sentimientos borrados y con la memoria invitada a dejar el hueco de mi cabeza, libre.

Me imagino comenzando a escribir mis sentimientos y mi vida, mientras la azafata me invita a tomar algo, y yo le hago un simple signo de negación.

No reparo en quién está al lado, pero algo llama mi atención; y giro la cabeza encontrando una sonrisa burlona y negra que me dice despacio:

-¿A dónde querías ir?

Y un nudo oscuro con todos los recuerdos se aposenta en mi pecho y se agarra con fuerza mientras susurra:

-¿Por qué deseas abandonarme, si he dedicado mi vida a la tuya?

Y una maraña azul, que escucho es, la tristeza, con tintes en violeta, suena:

-¿Crees que va a ser tan fácil dejarme atrás?

Y ya, despavorida atenazo mis sienes… y corro… y llego a la cabina indicando en voz alta al Comandante que cambie el rumbo de la nave.

Pero nadie hace caso y mis fantasmas se agarran a mi presente… y ya… pierdo el conocimiento.

Con un suspiro aliviado, desperté a mi presente feliz y esperanzado.

Celia Álvarez Fresno

martes, 27 de enero de 2009

UN MUNDO MEJOR


En mi cuarto a media luz con la revista “Pop” en la mano, mi mente se llena de inquietudes. A mis quince años me preocupaba por las cosas que no eran normales para mi edad, pues estas revistas me parecían frívolas y la cola que me estaba tomando me sabía amarga como mis pensamientos en el tercer mundo los pobres... Di un último sorbo y me entregué al sueño rendida.

Aún en mi habitación veía una lucecita que mirándola bien procedía de un ser diminuto con alas. Me miraba como si no necesitara que yo hablara siquiera para comprenderme y me dijo:

—”Soy el hada de tu último pensamiento y este es tan puro y generoso que quiero ayudarte a que se cumpla. Da de beber cola a toda la gente que puedas y esta lleva una fórmula mágica que mata el egoísmo de quien la bebe y le llena a cambio de generosidad. Toma esta botella se llenará mágicamente cada vez que se vacíe para que nunca te quedes sin ella y se la puedas dar a cuanto más gente mejor…”

No me lo podía creer así que cogí la botella de cola y a todo aquel que pasaba por la calle le ofrecía la bebida alegando que era una bebida en promoción y ponía mi sonrisa más encantadora para convencerlos...

¡Funcionaba! Un ejecutivo que se lo acababa de tomar ayudaba a un mendigo que había en la calle le dio dinero y lo invitó a comer con el ¡estaba feliz! el mundo empezaba a cambiar...

Me tiré días recorriendo mundo, repartiendo la bebida de la generosidad, los titulares empezaban a cambiar...: ”Se acabó la crisis, ya no hay pobres, se instaura la clase media...”

En mis viajes llegué a África en un barco cargado de médicos, agricultores, ganaderos y muchos voluntarios que querían enseñarles sus conocimientos para que pudieran ser autosuficientes.

Los jeques árabes repartieron sus riquezas con sus pueblos y no había ya nadie que pasara hambre o necesidad en el mundo, yo misma doné mi ropa de marca y muchas cosas que tenía de sobra, me di cuenta que no necesitaba tanto... Ahora era plenamente feliz porque todos lo eran. Pero...

—¡Clara, levántate ya!

¡Era sólo un sueño! Aún así amanecía con la sonrisa en la boca y una nueva visión de la vida. En la mesita de noche aún seguía el vaso de cola aunque este no tenía magia le di un trago y salí a enfrentarme al mundo a entregar mi generosidad y despojarme del egoísmo.

—Mamá ten esta bolsa de ropa para los pobres...

Se me quedó mirando con cara de “esta no es mi niña” pero no está mal la idea... Siguió a lo suyo y aparcó la bolsa para llevarla más tarde al contenedor de ayuda a los pobres...

Esther


domingo, 25 de enero de 2009

BLANCA Y ARRUGADA NOCHEBUENA

Estoy en esta cama; flotante y acomodada. En medio del profundo sueño en el que me encuentro, escucho de lejos el villancico del canto de los niños. Se que la nieve que cae es tan blanca como mis canas y si estuviese fuera, la brisa cortaría aun más mi piel vieja y arrugada. El ángel me ha dicho, ésta es mi última nochebuena. Anhelo el momento en el que pueda descansar y estar sobre una nube junto a ellos. En medio de un camino de rosas, tigres y querubines; regreso 76 años a mi infancia.

La magia de la navidad está en la puerta; mi amoroso padre dice que ni mi hermana, ni yo, podemos acercarnos al pesebre, el niño está naciendo en medio de un destello de luces y estrellas de dulces y diferentes olores. Ha leído nuestra carta con la huella inocente que deja el aprendizaje de la gramática y la caligrafía. Traerá los regalos que merecen las niñas buenas. Pasó la media noche; ansiosamente corremos hasta el pesebre. Tenemos nuevos juguetes. En el cielo se ven ruidosas chispitas de colores. Todos nos besamos y abrazamos; nuestros padres y vecinos se estrechan con fuerte afecto la mano. Dicen: pronto reunidos, los estábamos esperando.

Mi madre sonríe y dice que antes de jugar con los regalos, debemos darle al niño la bienvenida. Su cálida voz; acompañada de campanas y coros celestiales, entona suavemente el villancico que ahora escucho de boca de los extraños niños:
“amada abuela; ahora duerme en paz y sueña para siempre…”.





Yinna Rincón.

viernes, 23 de enero de 2009

CUANDO EL SUEÑO SE HIZO REALIDAD


Como todas las mañanas, él estaba ahí, en la entrada de mi oficina, frente a la puerta, en un rinconcito, tirado sobre un trozo de goma espuma (1m x 1m) más de eso no era su “pedacito de colchón”

Dormía, apretadito, en posición fetal, su ropa eran retazos.

Tengo que despertarlo, ya que flanqueaba la puerta.

ÉL no me molestaba, de no ser que tenía que entrar, de seguro lo dejaba seguir durmiendo.

Se lo notaba sonreír, ya tenía bastante con esa vida. Después de todo ¿quiÉn era yo, para tener que sacarlo?

El problema era porque no podía entrar.

Sus labios dibujaban una sonrisa. ¿Qué soñaría?, para despertarlo le tocaba suavemente la cabeza, de cabellos negros. ¿Cuánto haría que no se daba un baño? Lo despertaba, él tomaba su “colchón” bajo el brazo, se iba a otro lugar.

Debía tener 7 o 9 años, más no creo.

Habíamos hecho una especie de trato para éste proceder.

Una mañana conversamos, me contó que siempre tenía el mismo sueño: “Que tenía una linda casa, un jardín adelante, su dormitorio, había otros chicos, hijos de la familia que lo había recogido de la calle, un hermoso parque en el cual jugaba con chicos, era feliz, me querían, alimentaban, me vestían.”

"Ese sueño, me dijo, lo visita todas las noches, desde hace mucho tiempo, es tan claro que parece real", y le permite seguir viviendo durante el día, pidiendo comida o algo para subsistir.

Ahora comprendo el porqué de su sonrisa, mientras duerme.

Era lunes, habíamos tenido un fin de semana de días y noches de calor agobiante.

Cuando llego ésa mañana, está despierto, con los ojos desorbitados, grandes como dos soles, como queriendo escapar de su cara, está como sacado, se mantiene parado sosteniéndose con la barra de la puerta, cuando me ve, comienza a gritar: “Se me fue el sueño, no lo tengo más, desde el viernes que el sueño mió desapareció, se fue, ¿que hago?” estaba desesperado, noté que algo grave estaba pasando, a pesar de la ausencia de su sueño, no podía mantenerse en pié, llamé una ambulancia.

Cuando lo vieron diagnosticaron desnutrición y deshidratación, había que internarlo, no podía dejarlo solo, subí con él en la ambulancia, me senté al lado de la camilla le habían colocado suero, tomé su mano y me la apretó muy fuerte, ya no hablaba.

Un escalofrío pasó por mi cuerpo, yo tenía dos hijos y nunca pensé que podía conmoverme tanto.

Llegamos al hospital, a pesar de que yo lo acompañaba, y quería hacerme cargo, dieron intervención al Juez de menores, por ser un chico de la calle.

Le dieron una cama, un lugar y comenzaron a rehabilitarlo, sus ojos seguían pidiendo el sueño que no llegaba.

Antes de ir a mi oficina y cuando salía, pasaba a ver como estaba, le llevaba algo, para contentarlo, pero el seguía con su cara triste, esperando el sueño que no volvía.

Una de esas mañanas me comuniqué con el Juez para pedirle si antes que lo internaran en un instituto, le permitía pasar las fiestas Navideñas en mi casa. Ya lo había hablado con mi familia y estaban todos de acuerdo.

Con los recaudos del caso, el Juez aceptó mi petición.

El 23 de diciembre le dieron de alta.

Él seguía triste, le conté lo que íbamos hacer antes de que lo internen en un instituto de menores.

El solo quería recuperar su sueño.

Le compré ropa, zapatillas, en el hospital le habían cortado el pelo, parecía otro chico, seguía sin sonreír, me tomó la mano y nos fuimos para casa donde nos estaban esperando.

Bajamos del auto, volvió a tomar mi mano con mucha fuerza, sus ojos parecían más negros todavía.

De pronto, no bien llegamos al patio de casa, una enorme sonrisa se dibujó en su cara y gritó: “¡¡¡¡Por fin, mi sueño volvió, aquí está, no me despierten por favor!!!!

Salió corriendo hacia la calle.

No lo pude alcanzar.

Cuando su sueño se hizo realidad, creyó que estaba soñando y nunca más despertó.

María Rosa

miércoles, 21 de enero de 2009

“FANTASEANDO”

Queridísimo:

Desde que te vi por primera vez he recuperado la capacidad de soñar. Aferrada a esos sueños te escribo con la esperanza de lograr evadirme de esta realidad, sin el entorno de esa monotonía que me ha estado rondando estos últimos años...

¿Sabes todas las bellezas que podríamos vivir juntos si yo pudiera acercarme a ti y decirte que te amo?

¿Sabes qué maravilla sería el poder mirarnos con esa profunda intensidad que hace el tiempo se olvide?...

El tiempo... Cuando comenzaron las clases después del verano te vi, así nomás, fue solo una casualidad. Fue después de varias semanas que tu amado rostro despertó mi curiosidad, tenías una leve sonrisa en tus labios que ocupó mis pensamientos y que el tiempo nunca borrará.

Mi resignada quietud dejó de dormir y mi corazón asustado se fué revelando tratando de salir de esa prisión oscura hecha de superficiales convenciones... Si pudiera abrazarte! Si el tiempo permitiera que tu me descubras! Juntos pasearíamos por los bosques, por las orillas de los ríos, por las colinas onduladas. Reconoceríamos lo infinito en el cielo, en las estrellas, en el volar de las aves. Yo podría bailar descalza entre los árboles implorantes de luz y cuando nos amáramos la eternidad se infiltraría en nuestros cuerpos ya que tu eres la simiente, yo solo la tierra sedienta… pero el tiempo sin ninguna piedad sigue andando y me aleja de ti cada día más.

Por eso escribo todo lo que siento por ti, duende, lo que tu sola presencia ha causado en mi sin que hayamos cruzado una sola palabra, ni siquiera una mirada... No. No es tristeza lo que tengo. Escribir todo lo que mi imaginación loca se ha atrevido a insinuar, solo porque tú pasas todos los días por esta calle frente a mi balcón, me produce una alegría que había olvidado ¿sabes?

¡He vuelto a soñar! ¿Puedes imaginarte mi sorpresa? En silla de ruedas y con casi 80 años puedes comprender tu lo que significa que no solo los recuerdos te acompañan sino que los sueños no te han abandonado y te regalan la libertad de moverte en otro mundo? No.... ¡cómo podrías comprender! Eres muy joven todavía... casi un niño... Dios, ¡qué importa! Deja, sueño, que te siga amando…


Hilda Breer

lunes, 19 de enero de 2009

ESPÉRAME ALLÍ DONDE QUIERA QUE ESTÉS:

Durante muchas noches de mi vida, y principalmente siendo niño, soñaba que volvía a ver a mi padre, que podía volver a hablar con él, que podía preguntarle mis dudas y siempre obtenía sus buenos consejos... todo eso lo vivía en sueños, pero posteriormente lo trasladaba a mi vida, a la vida real.

Pasó el tiempo y el niño se hizo adolescente, y durante mucho tiempo dejó de soñar con aquel que tanto había querido... hasta aquella noche...

Soñé con un lugar que conocía, con el bosque donde íbamos a buscar setas. Soñé que me levantaba antes de amanecer, en ese momento en que la noche y el día se besan para despedirse hasta su siguiente encuentro... Hacía frío, mucho frío... veía salir el vaho por mi nariz a cada respiración. Al llegar al bosque me percaté de que no estaba solo, había un señor un poco más abajo haciendo lo mismo que yo me disponía a hacer. No le presté excesiva importancia y seguí mi camino y mi búsqueda. Al acercarme a él le di los buenos días, y al mirarlo para esperar respuesta me quedé petrificado... no podía ser!! era imposible!! Era... era.. era mi padre!!! En aquel momento reconozco que creí estar “vivo” que mi vida era una pesadilla y que aquello realmente era mi vida. Recuerdo el abrazo que nos dimos, pude hasta sentir la fuerza de sus brazos rodeando mi cuerpo, recuerdo los mares d lágrimas que empaparon mi almohada.

Le pregunté que donde se había metido todo aquel tiempo, que por qué no nos había dicho que estaba bien, le pedí que fuéramos corriendo a casa a despertar a mi madre, entonces el cogió mi mano y me dijo:

—Vida, no puede ser... sólo he venido a despedirme de ti... a decirte que mi trabajo aquí ya ha terminado, que no te preocupes por nada, que todo irá bien, que hagas lo que te enseñé, que siempre actúes con el corazón, que no te preocupes por mí, que estaré bien y te prometo que algún día nos volveremos a ver y cuando llegue ese día no nos separaremos jamás... pero no tengas prisa, para que llegue ese día, todavía falta mucho tiempo... Dale un beso a mamá y cuida de ella...

Recuerdo que después de eso me besó la frente, se dio media vuelta y desapareció frente a mis ojos mientras le gritaba “espérame allí donde quiera que estés!!!!” y entonces.... desperté....

Hawkeye

sábado, 17 de enero de 2009

"ALAS"...

Bajó del apabullante metro medio dormida aún. A pesar de la ducha refrescante sus ojos estaban perezosos, vagos, como si no quisiesen volver del mundo de Morfeo, donde el rey de las formas de los sueños, moldeaba la vida de quien se introducía en su reino sin condiciones.

Se apeó con la rutina como compañera fiel, dirigiendo sus pies hasta el puesto de periódicos situado en la estación. La iba invadiendo un extraño desasosiego al compás de sus pasos. Era como si la estuviesen observando. Lo notaba en su piel erizada, en el sentimiento acongojador que se le instalaba en el estómago por momentos.

Paró para sacar las monedas necesarias, dando los buenos días a la señora del kiosco. El rostro de la mujer reparó en el suyo descaradamente sonriéndole con picardía.

-Buenos días joven. Ya queda menos, ¿eh?

-¿Perdón?

-Nada, nada, no te apures, que a todo/as nos ha pasado…

No entendió nada de aquella absurda y breve conversación. Pagó y marchó en dirección a la boca del metro, mientras echaba un vistazo a la portada.

Quedó petrificada en el primer escalón de la escalera.

Allí en primera plana estaba ella. Su foto. Era ella, sin duda. Sus ropas, su cabello, sus ojos, todo. Pero algo le produjo un escalofrió… lloraba…

Se podían ver perfectamente las lágrimas relucientes cayéndole por el rostro apenado.

¿Por qué? ¿Qué le ocurría? ¿Qué hacía ella en las páginas de un periódico?

Sentía el cerebro abotargado en un cúmulo de interrogantes sin respuesta. Decidió leer el artículo que seguía la foto. En el, se comentaba que la chica de la foto había perdido sus alas, que la tristeza se le había apoderado y necesitaba urgentemente la ayuda y colaboración ciudadana. Urgía encontrárselas y devolvérselas, pues sin ellas no podría volar de nuevo. Eso la haría encontrarse imposibilitada para viajar si fronteras, sin ataduras. Con plena libertad de movimientos…

No daba crédito a lo que sus retinas absorbían. No podía creer que esto fuera real. Lo que sucedía, probablemente, no era más que una desastrosa pesadilla.

No se dio cuenta de que permanecía sentada en mitad de la escalera, donde podía molestar interrumpiendo el paso del resto de personas. Hizo ademán de levantarse, cuando una sombra la sobrevoló. Miró sobrecogida, quedándose aún más al ver no una, sino muchas sombras hechas físico volando por encima de su cabeza.

Las gentes volaban con alas preciosas bajo el techo de la estación, en dirección a la salida. Las había de todos los gustos y colores, de todos los tamaños y figuras.

Entonces lo supo: había perdido las suyas en el bosque de las flores azules. Fue a pasearse por aquel entorno que tanto le gustaba, para pasar de allí a las ruinas egipcias, a los restos de las míseras calles de la india, donde los niños jugaban sonrientes. Quiso hacer un recorrido rápido para tener tiempo de descansar en góndola, sobrevolar el océano y pararse en su playa favorita a ver el atardecer verdoso de isla esperanza.

Siempre volaba y volaba sin cortapisas, libre, ufana y feliz. Pero siempre recalaba en aquel bosque azulado donde las flores eran de unas bellas tonalidades azules. Los árboles turquesa, la hierba azul eléctrico. ¡Precioso!, pensó. Y deseó fervientemente extender esas alas que la llevaban a viajar por mundos fantásticos; enredados, reales o no, pero sin fronteras, sin rencores ni odios, sin malvados que hostigaran el entorno…

Alas, alas, alas

Fue como un instante mágico. Una sensación de poder absoluto, de placer ilimitado.

Ahí estaban sus alas extendiéndose en su espalda. Eran de un azul intenso en los extremos e iban degradándose hasta llegar a la conjunción de ellas y su cuerpo, llegando al blanco más impoluto en ese punto.

¡Habían aparecido! ¡Por fin!

Una voz profunda se escuchó en el andén:

-Sólo tenías que desearlas mucho. Sólo debías recordarlas. Sólo necesitabas despertar. Ahora ya puedes volar, y no vuelvas a olvidarlas nunca.

-No lo haré. No podría vivir sin ellas, sin mis viajes, mis mundos, mis gentes. Ellas, me hacen libre. ¿Por qué las olvidé?

- Muy sencillo: dejaste de soñar.

-¿Y cómo pude hacer eso?

- A veces la realidad se nos apodera y rompe los sueños, nos corta las alas, ¿has entendido cómo recuperarlas?

-Nunca volveré a olvidarlas, dijo emprendiendo el vuelo…

Marinel



jueves, 15 de enero de 2009

SÓLO UN SUEÑO

Abro los ojos; de nuevo es el alborotador piar de los gorriones en la ventana el que me extrae del mundo de los sueños para devolverme al de las ilusiones. Al tiempo que me desperezo, pienso en lo alegres que se muestran todos estos pajarillos cada mañana, a juzgar por la algarabía con que me despiertan al amanecer; es como si todos los días celebrasen el nacimiento del sol por primera vez. O por última, quién sabe; quizás ellos lo sientan así y crean que hay motivos bien fundados para recibir cada día como si fuera uno especial; un día más de vida en este maravilloso y mágico lugar del Universo que nos ofrece gratuitamente todo cuanto necesitamos para ser dichosos. Concluyo diciéndome que igual hasta tienen razón.

Salgo al exterior. Una mañana preciosa; la ardiente esfera del sol ya empieza a emerger de las profundidades del basto océano que se abre ante mis ojos, allá por la difusa línea del horizonte, dándole a las pacíficas nubes ese extraño aspecto de brazas incandescentes que tanta curiosidad me suscitan cuando las observo.
Estiro un poco mis entumecidos músculos admirando la grandeza del paisaje con que el mundo me da la bienvenida, después de haberme refrescado en las tranquilas aguas del riachuelo junto al que habito. La frialdad del agua tensa mis músculos y me templa los nervios, aclara la mente y serena el espíritu. Ya estoy listo para afrontar un nuevo e impredecible día.

El ejercicio me ha abierto el apetito. Salgo al campo a ver lo que me ofrece hoy. En esta época del año se dan una uvas grandes como huevos de codorniz y tan dulces que más bien parecen néctar de los dioses; también encuentro algunas naranjas ya maduras que me tientan con un exuberante aspecto de estar bien repletas de jugoso zumo; después de tantos meses sin probarlas, me rindo ante el estimulante señuelo y cojo un par de ellas.

Tras un desayuno tan nutritivo, lo mejor es dar un buen paseo por el interior del bosque, antes de que la temperatura aumente y ahuyente la refrescante humedad de la noche. Me encanta este intenso olor a tierra mojada con que el rocío impregna el aire que respiro conforme van transcurriendo mis pasos entre la frondosidad de estos árboles. Pinos, robles, hallas, castaños, multitud de diferentes variedades de helechos, todos en su máximo esplendor y en perfecta armonía, conforman un espectáculo de lo más colorido y agradable a todos los sentidos. El alegre canto del ruiseñor, el incesante corretear de las laboriosas ardillas entre las ramas, el ulular de la suave brisa penetrando por cada resquicio de cada árbol, el persistente repiqueteo del pájaro carpintero desde lo más profundo del bosque, un ligero movimiento del algún avisado cervatillo oculto en la espesura, el hipnotizador murmullo del agua saltando sobre las piedras en la ribera del río...; mientras camino, abro al máximo mi instinto primitivo para captar y percibir en toda su pureza el más nimio detalle que la Naturaleza pone al alcance de mis sentidos. Al mismo tiempo, cierro mi mente a todos los pensamientos tóxicos y contaminados que puedan aparecer sin avisar previamente. No permito que nada enturbie esta correspondida relación de amor y respeto existente entre el bosque y yo.

De regreso, me cruzo con algunos vecinos a los que saludo amigablemente; nos tratamos poco, pero sé con seguridad que puedo contar con ellos cuando lo necesite. Por supuesto, también ellos saben que aquí estaré yo siempre que lo precisen. La presencia cercana de congéneres me da seguridad y confianza, sobretodo si no se inmiscuyen en mi intimidad ni intentan apoderarse sin necesidad de mi preciado tiempo.

De nuevo en la serenidad del hogar. Mi amigo el sol se encuentra ya en todo lo alto y calienta que da gusto. Va siendo hora de que me gane el sustento, así que agarro mi primitiva caña de pescar fabricada con madera de fresno y me dirijo al lugar acostumbrado; una gran piedra situada bajo la refrescante sombra de un centenario roble que crece a orillas del río, es el mejor lugar para hacer buenas capturas. De nuevo estas próvidas aguas vuelven a ser generosas conmigo y recompensan mi paciencia con un par de hermosas truchas, suficientes para un buen almuerzo. De regreso a casa me hago también con algunas granadas maduras que me encuentro por el camino. Hoy la comida será de lujo. No puedo olvidar tampoco recoger algo de forraje seco para encender la lumbre con la que cocinar el sabroso pescado.

No hay nada como un merecido descanso para digerir los alimentos ingeridos. La paja seca que cubre el tejado del chozo proporciona una frescura a la estancia que me permite conciliar un breve y reconfortante sueño.

El reparador reposo me ayuda a afrontar lo que resta de día con una mayor vitalidad y un vigor a prueba de bombas. La tarde se presenta cálida y serena, así que me dirijo hacia la cercana playa con paso resuelto y el ánimo desbordado. De camino me aprovisiono de la fruta fresca que me van ofreciendo gratuitamente los árboles que ante mí se presentan; la tarde será larga, y un tentempié nunca viene mal; además, la experiencia me dice que el agua de mar y el contacto de la fina arena bajo mis pies desnudos, forman una combinación perfecta para abrir el estómago a cualquier alimento que se le eche. Cargo también con los utensilios necesarios para fabricar algunos dardos con los que cazar conejos y pequeños venados; me van quedando pocos y, además, me servirá de distracción en esta apacible tarde.

Tumbado sobre la arena, con la piel aún húmeda y cubierta del saludable salitre, reflexiono profundamente contemplando el ancho y despejado cielo, mientras nuestra estrella amiga va tomando su camino de vuelta a casa, perdiendo intensidad y ardor conforme se acerca a las escarpadas cumbres que se levantan al otro lado del mundo, y tras las cuales terminará desapareciendo, cediendo su lugar por unas horas a su hermana menor, la luna. Pero antes de que eso ocurra aún tengo tiempo para pensar en lo afortunado que soy al pertenecer a una tierra que nunca me desampara y que me acoge en su seno desinteresadamente, a cambio sólo de un mínimo respeto y una juiciosa sumisión. Un precio insignificante frente al incomparable regalo de la vida.

Vuelvo a casa justo para presenciar de nuevo el inconmensurable espectáculo del cielo encendido en llamas sobre las altas montañas que se elevan en los confines de la tierra conocida. Por más que se reitere un día tras otro, nunca dejará de fascinarme.

Ceno algo ligero, que no me perturbe el necesario descanso nocturno, a la vez que contemplo la inmensidad del firmamento estrellado. Poco después, me meto en la cama con la mente tranquila y en calma, y el espíritu reposado y feliz dispuesto a sumergirme en un profundo y agradable letargo...

¡DESPIERTA, DESPIERTA! Sólo era un hermoso sueño.

Pedro Estudillo

martes, 13 de enero de 2009

VOCES Y SOLEDADES


El hombre, aquella noche, se había despertado sobresaltado. Una voz, que quien sabe de donde procedía, le había dicho –de súbito- que: “el coronel sigue esperando”. El hombre, algo aturdido, se había alzado a medias en la cama y alargando el brazo había tomado una botella de agua y bebido un par de sorbos. Aquello había terminado de despertarlo. Se sentía intranquilo. A pesar del brusco despertar no era consciente de que antes hubiera estado soñando. Cuando uno se despierta de golpe y está soñando, suele recordar el sueño, pero él no recordaba nada. Todo sugería que bruscamente, sin introducciones previas, alguien se había metido en su mente y le había grabado “a fuego” aquella enigmática frase: “el coronel sigue esperando…”

Desvelado, sin hacer ruido para no despertar a la mujer, el hombre se levantó y se encaminó al salón de la casa. Torpemente comenzó a rebuscar en su desordenada biblioteca. Al cabo de un rato terminó encontrando aquella edición de 1982 de una novela tremendamente sugestiva, que en sus años de joven maduro le había cautivado:

“El coronel –comenzaba aquel libro cuyas páginas amarillentas acusaban ya el paso de los años- destapó el tarro del café y comprobó que no había más que una cucharadita. Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del agua en el piso de tierra, y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la olla hasta cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo de café revueltas con óxido de lata.
Mientras esperaba a que hirviera la infusión, sentado junto a la hornilla de barro cocido en una actitud de confiada e inocente expectativa, el coronel experimentó la sensación de que nacían hongos y lirios venenosos en sus tripas. Era octubre. Una mañana difícil de sortear, aun para un hombre como él que había sobrevivido a tantas mañanas como ésa. Durante cincuenta y seis años –desde cuanto terminó la última guerra civil- el coronel no había hecho nada distinto de esperar. Octubre era una de las pocas cosas que llegaban.

Su esposa levantó el mosquitero cuando lo vio entrar al dormitorio con el café. Esa noche había sufrido una crisis de asma y ahora atravesaba por un estado de sopor. Pero se incorporó para recibir la taza.

-Y tú –dijo.

-Ya tomé –mintió el coronel-. Todavía quedaba una cucharada grande.

En ese momento empezaron los dobles. El coronel se había olvidado del entierro. Mientras su esposa tomaba el café, descolgó la hamaca en un extremo y la enrolló en el otro, detrás de la puerta. La mujer pensó en el muerto.

-Nació en 1922 –dijo-. Exactamente un mes después de nuestro hijo. El siete de abril…”

Cuando terminó de leer las primeras páginas de aquella novela que hablaba de las soledades de un viejo coronel, el hombre –cerrando el libro- cerró también sus ojos. Recostado en la butaca, en la dormivela que acompaña a las madrugadas, intentaba encontrar alguna explicación a aquellas enigmáticas palabras que alguien le había dictado poco antes. Estuvo así durante un tiempo cuya duración le resultaría imposible cuantificar. No fue capaz de encontrar ninguna explicación. Volvió a abrir los ojos un par de horas después cuando escuchó que la mujer, que se había levantado, se acercaba por el pasillo. Mientras la miraba, escuchó como ella, sonriente, le decía:

-Vaya, he tenido un sueño encantador. Me habías hecho un rico café “de puchero”, de esos que ya nadie hace, y me lo habías llevado a la cama. Que bonito detalle, por tu parte. Pero claro, proseguía, solo era un sueño…

El hombre, mientras esbozaba una sonrisa tan complaciente como aturdida a su esposa, sentía –como el viejo coronel de la novela- esa extraña sensación de que algunos animales se estaban desarrollando en sus tripas. Esa voz del más allá, que quien sabe de donde venía y porqué lo hacía, también había sido escuchada por la mujer, si bien ella no había llegado a tomar conciencia clara.

La intranquilidad del hombre ante aquel doble aviso inesperado aumentó en un primer momento. No encontraba ninguna explicación a aquellas palabras, que se habían grabado en su mente utilizando medios que rompían las leyes usuales de la Psicología. Pronto, sin embargo, cuando habían pasado solamente unos minutos, ese sentimiento de temor ante lo desconocido se desvaneció. A través de un golpe de intuición, su mente, al fin, le había brindado una respuesta al enigma. Sentía, en efecto, que su alma le estaba diciendo que tenía que esforzarse por trasladar “a la vida cotidiana”, como en sus años de jóvenes, el amor intenso que sentía por aquella mujer, con la que había terminado, incluso, compartiendo los sueños.

Con los ojos levemente humedecidos, pero feliz, consciente de que tenía que esforzarse por trasladar lo que era obvio a las relaciones diarias, el hombre se levantó de la butaca y se encaminó a la cocina, en donde comenzó a trastear en los cajones de los armarios.

-¿Qué haces? –le dijo ella sorprendida.

-Busco un puchero, cariño, busco un puchero… –respondió él sonriendo.

ANTIQVA

domingo, 11 de enero de 2009

PERDIDA EN MI MENTE

Era la primera vez que experimentaba esa extraña sensación; también fue la primera que pude sentir lo que creo que debe ser eso a lo que llamamos infierno
.
Nunca me hubiese imaginado a mí mismo comportándome de esa manera, y aún hoy no soy capaz de encontrar una explicación racional.

Desperté y miré el reloj; inmediatamente me levanté con el pulso acelerado y dando trompicones me vestí. Sin salir de la habitación eché un vistazo alrededor, confuso. Algo me decía que no debía estar allí en ese momento, pero mis neuronas eran incapaces de transmitir impulsos; me dolía detrás de la cabeza, la noche anterior me estaba pasando factura.

Cogí el móvil y busqué en la agenda para llamar a Ángela, necesitaba verla. Sin embargo no encontré su número, o lo había apuntado mal. La noche anterior había vuelto a nacer y mi estado de ánimo no podía ser mejor, a pesar de que en ese momento me sentía aturdido y desorientado; me dirigí al baño, bajé la cabeza y entre sonrisas vomité hasta vaciarme.

Fui caminando hasta su casa, llamé al timbre un par de veces y al rato sonó una voz cansada que me aseguró hasta la saciedad que allí no vivía Ángela, y que no le sonaba ese nombre de nada. Lo intenté en el piso de arriba, pero más de lo mismo.

Con los nervios ahogándome salí a la acera, miré hacia el edificio y eché un vistazo a ambos lados de la calle; estaba convencido de que tan solo unas horas antes había estado allí, despidiendo a Ángela, abrazándola y besando sus deliciosos labios cuyo recuerdo me quemaba las entrañas; allí, en ese mismo portal la observé mientras cerraba la puerta y me decía adiós con un sensual gesto. No podía creer que me hubiese engañado de esa forma, pero tenía la certeza de que fue en aquel lugar donde me despedí de ella. Mientras trataba de recordar me vino una arcada y estuve a punto de volver a vomitar en medio de la calle.

Empecé a caminar sin rumbo con un único pensamiento: ¿por qué me había hecho eso? Poco después me detuve ante otra posibilidad aún más horrible: ¿lo había soñado? Sin embargo era imposible, había bebido pero lo recordaba todo con claridad, esas cosas no se olvidan. Incluso antes de dormir me dije que nunca dejaría escapar a esa chica.

Tenía que encontrarla, aunque la única información que tenía era un supuesto número de teléfono que no encontraba en mi agenda y una dirección en la que a nadie le sonaba el nombre de Ángela.

El primer paso fue sentarme en un banco y recorrer uno a uno todos los números de mi móvil por si lo había apuntado con otro nombre: no hubo suerte; después anduve por todas las calles adyacentes, ampliando posteriormente el círculo de búsqueda. Finalmente volví abatido, con el sol enviando sus últimas luces y los pies destrozados. Una vez en casa me conecté a Internet para buscar en los directorios telefónicos alguna Ángela que viviese por la zona, y de nuevo acabé frustrado.

Pasé toda la noche frente a la pantalla del ordenador pensando qué hacer o cómo buscarla. Al día siguiente era incapaz de centrarme en el trabajo; por la tarde me ausenté sin llamar para dar una explicación; esa noche tampoco dormí.

¿Qué me has hecho Ángela? ¿Por qué deseo tanto a una mujer con la que no sé si estuve en realidad o en mis sueños?

Sólo me había dejado un nombre, un recuerdo y una herida que me estaba consumiendo la vida.

Cada vez tomaba más fuerza la idea de que todo había sido producto de mi imaginación: su cara, su cuerpo, sus labios y hasta su voz; después llegué a desearlo con toda mi alma. No podía olvidarla y su recuerdo me dolía, me quitaba el sueño, el hambre, las fuerzas y la existencia.

En varios días no conseguí dormir más de tres horas. La persona que vivía en mi casa no era yo, sino un fantasma que vagaba sin rumbo de un lado a otro. Trataba de auto convencerme de que todo había sido un sueño; me recriminaba por ser tan estúpido; por haberme obsesionado hasta ese extremo con una mujer inexistente; incluso el pequeño resquicio de sensatez que aún me quedaba no podía creer que el resto de mí estuviese actuando de esa manera.

Ya no sabía si me dolía más asumir la realidad de lo que había ocurrido o el hecho de que hubiese caído en la desesperación hasta tal punto. Me sentía humillado y doblegado por una ilusión que se hizo añicos desde el primer momento.

¿Qué pensaría Freud de todo esto?

Tras varias semanas en las que lentamente iba volviendo a la normalidad, pensaba en aquello y lo veía lejano e imposible. Había vivido un tiempo enajenado por culpa de lo que ya no tenía claro si había sido un dulce delirio o una horrible pesadilla.

El dolor de su recuerdo se volvía más soportable; el recuerdo de una diosa que entró en mi mente como un huracán y trastocó mi vida entera sin piedad; que me hizo subir al cielo por unos instantes para precipitar todo mi ser hasta un infierno oscuro.

Todo había acabado al fin.

Algún tiempo después, una mañana lluviosa, mientras miraba tranquilo las gotas posarse en la ventana, recibí una llamada: era Ángela.

Oscar García

viernes, 9 de enero de 2009

SUEÑOS

Pasaba de las 11:30 de la noche, ya habíamos cenado, una cena familiar, reunión de todos, risas, recuerdos, añoranzas y en un minuto de esos me vino a la mente mis abuelos… sobre todo ella… mi adorada, mi amiga, mi compinche, mi consejera, mi maestra, mi… ABUELA.

Durante muchos, muchísimos años, deseábamos que fuera esa noche, allí donde ellos vivían, nos desplazábamos el día anterior o la misma mañana, y a las 9 de la noche comenzaba la ansiada cena LA CENA DE NOCHEBUENA, día 24 de Diciembre, después el AGINALDO, mi abuelo siempre repetía la misma frase año tras año, frase que a los peques nos hacía gracia y tapábamos la boca con nuestras manos para que no se diera cuenta….BUENO COMO NO SE SI EL AÑO QUE VIENE VIVIRE Y PODRE DAROSLO AQUÍ OS ENTREGO ESTE SOBRE, los nietos nos levantábamos uno a uno a recoger el pequeño sobre blanco con nuestro nombre escrito… GRACIAS ABUELITO y le dábamos un beso, luego tocaba, las nueras y por último los dos hijos.

Con los años, la escena se repetía pero ahora también lo recogían los bisnietos, los nietos/as políticos…

Y ahora… que me gustaría pedir en esa carta a los Reyes Magos… en estas fiestas se suele decir que amor entre los hombre, no más guerras, un mundo donde nadie pase penurias, tópicos y más tópicos ya que todo lo que deseamos sabemos de antemano que no puede ser, pues como se que no podrá ser realidad a mi me encantaría repetir esas noches, los hijos, las nueras, los nietos, los biznietos…. reunidos todos en torno a una mesa ovalada bastante grande, hasta el final de sus días, éramos catorce personas, ahora que han pasado unos años la familia ha aumentado y hubiéramos sido diecinueve , todos alegres, bromeando, mi abuela mi madre y mi tía en la cocina, mi padre, mi tío y mi abuelo en la salita hablando de sus cosas, y nosotros… jugando los 5 primos en el salón, con el paso del tiempo no es que cambiara mucho, pero mis hijos ocuparon mi lugar en el salón para juguetear con mis primos, mi marido a la salita y yo… a la cocina…

Después de la esplendida cena, de la típica bandeja de dulces, turrones de todas las clases, mazapanes, nueces, pastelillos de cabello de ángel (hechos por mi abuela), mantecados y el respectivo sobre del aguinaldo… llamaban a la puerta año tras año… PAPA NOEL, PAPA NOEL, niños salir que preguntan por vosotros, y allí todos, al principio los pequeños con el paso del tiempo salíamos exclusivamente los nietos y biznietos, no importaba la edad que tuvieses, éramos sus nietos y como tal recibíamos el ansiado regalito.

Que emoción, PAPA NOEL sabía nuestros nombres, estábamos embobados, mirando esa larga barba blanca, alguno decía pero si no es de verdad, y los demás apenas oíamos la frase tirábamos de su jersey o de su pantalón para que callara, queríamos nuestro regalo y si lo oía lo mismo no nos lo daba.

Añoro ese día, más que los regalos la ilusión de poder compartirlo con todos, hecho tanto de menos a mis abuelos… sé que es la vida, unos se van y otros llegan, pero… ojala por un día mi sueño se pudiera hacer realidad y estuviéramos todos reunidos como antaño…
Aunque solo sea una vez…, repetiría la experiencia de reunirnos todos en torno a esa mesa, y me empaparía del cariño que nos daban y quizá demostraría mucho más lo que les quiero a todos.

Que bonitos años, que pena… que no los apreciara tanto como lo hago ahora, que pena… hacerse mayor… que pena intentar revivir esos días con los tuyos y que siempre mires a un lado y notes que faltan, por suerte aún están mis padres y yo les inculque a mis hijos lo bonito que es estar con toda la familia, ahora nos reunimos en torno a una mesa rectangular mis padres, mis hermanos, mis hijos, mis sobrinas… y también hay AGUINALDO para los peques, mi padre sigue la tradición, PAPA NOEL deja los regalos sobre el árbol, es lo que mis abuelos nos dejaron… Unión.

Por cierto mi tío hace lo mismo con su familia y el día 25 nos reunimos las dos familias para comer.

Vivir el día a día quizá sea lo que importe y como no… tener la ilusión para compartir con todos sobre todo con los niños de esa bonito día…

EL DIA DE LOS REYES.

Saluditos.

LEZ

miércoles, 7 de enero de 2009

Sorpresa en el Reino.



En Comansi nunca nieva, no porque la nieve sea mala o fea, sino por las flores, por los pequeños animales que habitan su bosque, que no tendrían donde refugiarse… Los nenúfares del príncipe no podrían sobrevivir a tales temperaturas…


Pero esta mañana, Ataulfo, nuestro fiel empleado, ya había recogido todos los envoltorios de los regalos de ayer… y canturreaba una antigua canción de Massiel, “eres” o algo así… cuando, al mirar por la ventana no pudo creer lo que veían sus ojos y subió de dos en dos los escalones que llevan a la torre, donde la princesa estaba despachando algunos asuntos del día…

- ¡Princesa! –dijo casi sin aliento.
- ¿Qué ocurre Ataulfo? Casi estás ahogado… ¿Qué sucede?
- ¡Nieva! Princesa… ¡está nevando!

Sin creer ni una palabra, ella se levantó y miró a través de los cristales emplomados que adornaban la pared redonda de la estancia…

-¡Es cierto!

Bajó corriendo en busca del príncipe que ya estaba a punto de salir por la puerta a ver semejante acontecimiento…

Al salir, la temperatura era la de siempre, incluso el sol lucía con fuerza…
-pero…. ¿Cómo es posib…

No pudo terminar la frase. Un ruido estruendoso sonó sobre sus cabezas y al alzar la vista vieron a todos sus amigos en la terraza sur del castillo. Todos portando nieve de corcho que dejaban caer con grandes sonrisas…

-¡Son los Autores Reunidos! ¡Han venido a la fiesta! ¡Qué sorpresa!


Vamos al Gran Salón, ya está todo preparado.

Y allí estaban…
Ellas, con sus vestidos largos, ellos con traje negro y corbata. Zapatos brillantes y sonrisas blancas…

Ataulfo indica, con su seriedad fingida de siempre, a los príncipes que tomen asiento en sus lugares de honor…

Ambos lo hacen y comienzan a formarse algunas parejas de baile…

Patrulich de la mano de Jorge Fenix, se colocan al fondo, a la derecha. Alicia con Rafael Martínez se sitúan a su lado y seguidos a ellos, Ana con Vegetable man y Jerusalem con Ricardo

Frente a estas cuatro parejas se van colocando, Leznari de la mano de Josef, Isis de la noche con Carlos. Así mismo se acercan sonrientes y haciendo una reverencia se colocan a su lado Bea con Elessar y Fair Lady con Bowman.

Comienza la música y el baile empieza. Ellos rompen el hielo y los demás se animan a bailar.
Esther invita a Antiqva, que reticente, acepta… Pedro con su rostro sonriente, tienta a Marinel que encantada se acerca al centro de la pista…
Parecen flotar juntos Hawkeye con María Rosa, será por las alas… Shanty y Rampy también se animan ahora.
Oscar ha visto a Aheo y decide que esa belleza no puede quedarse parada y con Luismi se acerca que, de camino, invita a Inés

Otros no quieren bailar, Hada luna y Cuando la luna se asoma, contemplan divertidas la escena y comenta con Hilda y la mendalerenda, lo animadas que son estas fiestas.

Jessica no puede resistir la tentación de tomar una copa de champán que hay sobre la mesa y se dirige allí. Ya ha tenido la misma idea la Mary Venusina, que le sirve una, justo a su llegada.

Ataulfo pasa con unos deliciosos canapés… Luisa toma uno de algo de color salmón con una pinta deliciosa. Cerca de ella, Noche hermosa y Sinkuenta charlan animadamente mientras sus pies no pueden evitar seguir el ritmo de la música que acaricia también a Nuria y Reina que bromean sobre lo parecidos que son sus trajes…

Al fondo, los príncipes cogidos de la mano y emocionados, casi no pueden articular palabra. Y expresan ese sentimiento a Yinna Rincón y a Celia que se han acercado…
La música termina y casi con un nudo en la garganta el príncipe anuncia la entrega de las menciones especiales, no sin antes agradecer a todos, la asistencia a la fiesta, tan divertida y agradecer esta sorpresa que todos han preparado para él y su princesa que, como siempre, deja escapar las lágrimas…

Natacha luce espléndida. Sorprendida y agradecida acompaña a Emig deslumbrando con su sonrisa la soberanía de una dama con perfume de flor e inusitada belleza.

En esta ocasión, la decisión ha sido muy complicada. Todos los relatos han aportado buenas vibraciones. Su calidad ha sido muy alta y sus autores tan hermosos como siempre.
Gracias a la ayuda de los que han votado, hemos considerado que los tres, que en esta ocasión merecen una mención especial son…

Todos cesan entonces para escuchar los nombres que el príncipe va a pronunciar…


-Acercaos, por favor.

¡Pedro! (tal como Penélope Cruz, pero con voz de machote) por su relato “La leyenda del tesoro perdido”.

¡Isis de la noche! Por su relato “En el equinoccio”.

y…

¡Sinkuenta! Por su relato “El otro”.


Un aluvión de aplausos acompaña a los tres hasta los príncipes, donde se les entrega esta humilde imagen con todo el cariño, la admiración y la gratitud que éste reino siente por ellos y por el resto de Autores.


Gracias amigos, una vez más, por venir, por bailar, divertiros y ahora a cenar al Gran Comedor para celebrarlo.

Ataulfo recuerda a todos que habrá coches de caballos hasta el puente de madera cuando termine la fiesta…
Muchos besos y hasta la próxima… bella gente…

Emig y Natacha.