ESTAMOS PUBLICANDO AHORA LOS RELATOS DE: GÉNERO: "LIBRE"; TEMA: "EMPECEMOS JUNTOS".

ÓRDEN DE PUBLICACIÓN EN EL LATERAL DEL BLOG. DISFRUTAD DE LA LECTURA, AMIGOS.


miércoles, 28 de abril de 2010

LOS PREMIOS... TODOS JUNTOS.

Queridos Autores,
ya sé que la espera ha sido larga... también mis espacios sin tiempo lo son... Esa es la razón de la demora, por la que os pido, de nuevo, excusas.

Hoy tengo el honor de, de la mano del Príncipe, como siempre, entregar esas tres menciones especiales a los textos publicados sobre el tema: "Empecemos juntos..."

Han sido muy originales y la verdad es que los derroteros que las historias han seguido... Nos dejaron sorprendidos.

Bueno, sin más dilación...

Os ruego un momento de atención,

Los tres ganadores en esta ocasión son:





21 gramos de Alma, por su texto: "A las puertas de tu suerte"

Seo, por su relato: "Electroshock"


y ...


Pedro, por su historia: "Eclipse de corazón".


Este presente, es para vosotros.
Libres de disfrutarlo en la manera que creáis conveniente, eso sí, va cargado de nuestro cariño, admiración y respeto que, desde este hermoso reino, siempre hemos sentido por todos y cada uno de los Autores que nos han regalado tantos momentos...



En breve comenzaremos a publicar los siguiente textos, del tema: "Refranes Populares".

Gracias, una vez más. Sois... Autores Comansi, sin duda.
Un beso.
Emig y Natacha

miércoles, 21 de abril de 2010

A LA ESPERA...

Queridos Autores,
quedamos a la espera de la entrega de las menciones especiales de vuestros textos "Empecemos juntos".



Muchas gracias por participar una vez más, de manera generosa en el Reino Comansi.
Con mucho cariño recibiremos los votos sobre los 12 relatos referentes a este tema, si alguno de vosotros aún no lo ha hecho.
Tras la entrega de las Menciones, comenzaremos a publicar los textos del último tema propuesto: "Refranes populares".
Tras el cual, se irán publicando todos los relatos que lleguen hasta las puertas del castillo, de tema y género libre.
Muchísimas gracias a todos. Sois excepcionales.
Un beso desde Palacio...
Natacha.

sábado, 17 de abril de 2010

YOLANDA

“Al abrir los ojos, podía ver perfectamente las algodonosas nubes que se movían perezosas… Podía notar como el sol calentaba mi rostro.
¿Dónde estaba?
Un silencio atronador me rodeaba… y entonces, me dí cuenta de que no podía recordar…
En mi mano apretaba con fuerza, casi con desesperación, un botón amarillo, que desde luego, no pertenecía a nada que llevase puesto”.

¿Un nuevo estado de consciencia? ¿Una nueva sensación? Una miriada de pequeñas nuevas sensaciones se agolpaban en mi interior y era imposible medirlas, traducirlas. No sé si me sentía feliz en ese taciturno instante… Quizás la mejor palabra que me describía era nuevo. Eso es, me sentía nuevo; pero algo había pasado, algo había vivido que mi mente no llegaba a vislumbrar desde el recuerdo.

Sentí que respiraba más tranquilo; decidí levantarme y cambiar mi rostro de extrañeza por uno más inquisitivo; decidí caminar hasta encontrar algo que me sonara conocido, o bien encontrar una cara amiga; un buen café en algún lugar abierto y lleno de gente. Pero sabía que mi mano derecha llevaba la respuesta firmemente apretada…

Por fin recordé algo. Había alquilado aquella habitación con vistas al mar para relajarme, pero supongo que lo hice en exceso. Miré el botón amarillo otra vez, preguntándome como habría llegado a mí poder.

Salí a la terraza, las nubes y el sol que vi al despertarme parecían moverse de forma diferente, en círculo. Una sensación de mareo me hizo apoyarme en la barandilla. Aquello de sentirme nuevo, era un espejismo. Tenía una resaca de miedo.

-¿Estás mejor? –Dijo una joven desde la terraza de al lado.
-¿Cómo?
-Que si estás mejor. Sabes…No lo hiciste mal a pesar de tu estado…
-¿Quién eres? ¿Hice? ¿Qué hice? –De repente me avergoncé.
-Yolanda, Yoli si quieres.
-Luís.
-Verás, te ayude a entrar en la habitación y a quitarte la ropa.

De repente, mire el botón amarillo que llevaba en la mano, otra vez.

-Si, es mío, me arrancaste los botones de la blusa al trastabillarte y querer agarrarte a algo, y luego… vaya que si te agarraste –Ella rió
-Lo siento. Me pasaría con la bebida…no lo recuerdo. No sé lo que pasó. Te pagaré la blusa. – Dije atropellada y torpemente.
-No es necesario. No importa…no la usaré más.
Aquellas palabras no me sonaron duras y extrañas hasta unos instantes después.
-Me doy una ducha y vuelvo. No tengo las ideas claras.
-Te espero aquí…-Dijo mirando hacía el mar.
Tras dejar correr el agua fría sobre mi cabeza, intentando recobrar el sentido…regresé, aunque sin recordar el episodio de la cama con Yoli.
-De fin de semana…-Dije… sin saber que decir.
-Algo así. ¿Un último cigarrillo?
-No, por Dios, tengo la boca como una alpargata de esparto. ¿Dejas de fumar?
-No…Voy a morir.
-Joder Yoli…no digas eso. –Dije sorprendido

Ella me sonreía mientras daba profundas caladas a aquel cigarrillo. Quizá por mi estado no me había fijado en su aspecto lo suficiente. Su pelo pelirrojo parecía descuidado, sus ojos hundidos e inyectados en sangre estaban rodeados por unas profundas ojeras... El labio inferior comenzó a temblarle. Su brazo derecho se descolgó inclinando su cuerpo hacia ese lado, mientras perdía el cigarrillo de entre sus dedos…

Se me pasó la resaca al instante. A pesar de estar en un cuarto piso pasé a su habitación por el balcón, eso sí, sin mirar hacia abajo. La recogí de la silla. Su cabeza estaba inclinada hacia un lado, y la baba se le caía. Tenía una expresión grotesca pero placentera.

-¡Qué has tomado Yoli….por Dios…Que has tomado! –Le grité

Ella no me respondía. La tumbé sobre la cama. Su cuerpo, inerte, me sobrecogió. Miré a mí alrededor. Sobre la mesilla había una caja de Diazepan vacía. Cogí el teléfono y dije al recepcionista que llamase al 112, que la mujer de la habitación 420 había tomado una sobredosis.
La senté y comencé a abrir su boca y a meterle los dedos hasta donde pude. Me mordió. Le pegué, le grité y volví a meterle los dedos. Por fin… ella vomitó.

-Eso es Yoli, eso es, tranquila, todo saldrá bien. ¿Por qué has hecho esto? Vamos...este será un nuevo comienzo…ya verás, empecemos juntos, Yoli…empecemos juntos…-Dije sin saber porqué.
El servicio de emergencias tardó cinco minutos en llegar. Le había obligado a moverse por la habitación, como había visto en tantas películas, sin saber si eso funcionaría, pero lo hizo. Ella sobrevivió. Al día siguiente, antes de partir, le envié unas flores al hospital con mi tarjeta, seguía inconsciente según me dijeron, pero fuera de peligro. No supe más de ella. Regresé a mi trabajo y a mi vida, con el orgullo de saber que le había salvado la vida.

Seis meses después, yo estaba en mi oficina…

-¿Luís?
-Sí… ¿Yoli?- Dije sorprendido

El corazón me dio un vuelco. Estaba radiante. No quedaba nada de aquella imagen de mujer suicida que tenía grabada en mi memoria. Ni rastro de ojeras, sus ojos negros brillaban sobre un fondo blanco que deslumbraba, su pelo estaba cuidadosamente peinado en una melena corta redondeada, sus labios estaban perfectamente dibujados, y pintados con carmín de color rojo intenso.

-Sabes…”Empecemos juntos”…Es lo último que recuerdo de aquel día. Te parece si empezamos por un café.
-Claro Yoli…encantado. –Dije algo nervioso.
Se cogió a mi brazo… y me tomé el día libre.

Calvarian.

miércoles, 14 de abril de 2010

TERRA AUSTRALIS


Al abrir los ojos, podía ver perfectamente las algodonosas nubes que se movían perezosas…
Podía notar como el sol calentaba mi rostro.
¿Dónde estaba?
Un silencio atronador me rodeaba… y entonces, me dí cuenta de que no podía recordar…
En mi mano apretaba con fuerza, casi con desesperación, un botón amarillo, que desde luego, no pertenecía a nada que llevase puesto”.

¿Un nuevo estado de consciencia? ¿Una nueva sensación? Una miríada de pequeñas nuevas sensaciones se agolpaban en mi interior y era imposible medirlas, traducirlas. No sé si me sentía feliz en ese taciturno instante… Quizás la mejor palabra que me describía era nuevo. Eso es, me sentía nuevo; pero algo había pasado, algo había vivido que mi mente no llegaba a vislumbrar desde el recuerdo.
Sentí que respiraba más tranquilo; decidí levantarme y cambiar mi rostro de extrañeza por uno más inquisitivo; decidí caminar hasta encontrar algo que me sonara conocido, o bien encontrar una cara amiga; un buen café en algún lugar abierto y lleno de gente. Pero sabía que mi mano derecha llevaba la respuesta firmemente apretada…

Todavía experimentaba sensaciones de mareo y confusión mientras me ponía de pie. Tenía vagas imágenes y frases casi completas en mi conciencia. Sólo precisaba tiempo para superar ese estado y terminar de juntar las piezas. Un presentimiento me decía que de tiempo precisamente, no tenía mucho. Noté el suelo de piedra perfectamente lisa hasta donde alcanzaba la vista, el círculo trazado en relieve donde yo había aparecido, y otros dos círculos cerca del mío. Esa era la forma de llegar. Recordaba poco a poco, no tan pronto como deseaba.
En esas otras figuras los botones estaban en rojo. Habían sido perdidos o abandonados por quienes vinieron antes. Los recogí, los metí en un bolsillo de mi pantalón, y abroché el mío a mi camiseta con el alfiler que el propio botón traía. La caminata no fue difícil, el sol no quemaba, no había animales salvajes, ni accidentes del terreno, ni siquiera me sentía sediento o cansado. Las viviendas en el horizonte comenzaban a tomar forma, así como los pensamientos en mi cabeza.


“¿Estás seguro? -Tengo que ir. Algo anda muy mal. – No según los instrumentos. –Los instrumentos no pueden medirlo todo. No tienen presentimientos.-Cierra esa mano, concéntrate y relájate”

Ya estaba tan cerca que escuchaba voces, música, gritos que indicaban celebración, alegría. No me habrían visto todavía, ni me estarían esperando. Mi propia percepción del tiempo era diferente aquí. No sabría decir cuánto había caminado o por cuánto tiempo. Mi botón seguía en amarillo.

“Me alegra informarles que ya hemos superado la fase de experimentación. -¿Cuándo podremos ir? – Cuando ustedes lo dispongan. ¿Cuánto tiempo planean pasar allí?”

Mi memoria y mis pasos alcanzaron la zona de viviendas al mismo tiempo. Los dos viajeros bebían y escuchaban música en un jardín.
-¡Doctor, que sorpresa! ¿Quiere unirse a nosotros?
- En realidad es tiempo de que ustedes se unan a mí. – Les mostré los botones en rojo. -¿Ustedes los abandonaron, verdad? Me engañaron. Nunca tuvieron planes de regresar.
_ Lo siento, doctor; pero nuestras donaciones para el proyecto seguro que son una buena disculpa, además del dinero que seguirá recibiendo cada mes mientras viva. Dejamos todo arreglado.
-Sí, lo dejaron todo: la familia, los trabajos, los proyectos, el resto de sus vidas. Este espacio virtual es una terapia de rehabilitación. Cualquier cosa puede ser programada…en función del tratamiento de problemas psicológicos. No se supone que sea una burbuja para escapar del mundo. Sus cuerpos está en estado similar al coma, sus músculos se están atrofiando, pronto sus articulaciones comenzarían a perder parte de su movilidad. ¡Finalmente ustedes serían dos vegetales!
-Ese ya no es nuestro mundo, doc. Ya no tiene nada que ofrecernos. Cuide esos cuerpos el mayor tiempo posible, y sus esfuerzos serán bien recompensados. Incluso un día puede nombrar a un reemplazante y unirse a nosotros. Se lo ha ganado. ¿Desea verse siempre joven? ¿Buen clima garantizado, a menos que elija otra cosa? ¿Diseñar amistades y acompañantes a su medida? Hizo un buen trabajo. – Señaló con un gesto de su brazo derecho los parques, los valles, la laguna, los replicantes que ellos mismos habían creado, paseando y jugando.
-Me temo que yo he crecido entre el dolor. – Les dije.-Me ha enseñado a enfrentar el mundo real y superarme. Ahora no quiero retroceder. Para ustedes pronto será demasiado tarde para regresar. Para es mi es tarde para aceptar ilusiones. Debo retirarme.
Desabroché mi botón. Presioné con fuerza el alfiler. El dolor registrado fue la señal que me hizo regresar, mientras las imágenes de Terra Australis se desvanecían, reemplazadas por las de la camilla, el laboratorio, el mundo real. No era un “hogar, dulce hogar”, pero era el mundo al que estaba acostumbrado.

Jorge Fénix

domingo, 11 de abril de 2010

IRONÍA DE EXISTIR

“Al abrir los ojos, podía ver perfectamente las algodonosas nubes que se movían perezosas…
Podía notar como el sol calentaba mi rostro.

¿Dónde estaba?

Un silencio atronador me rodeaba… y entonces, me dí cuenta de que no podía recordar…
En mi mano apretaba con fuerza, casi con desesperación, un botón amarillo, que desde luego, no pertenecía a nada que llevase puesto”.

¿Un nuevo estado de consciencia? ¿Una nueva sensación? Una miriada de pequeñas nuevas sensaciones se agolpaban en mi interior y era imposible medirlas, traducirlas. No sé si me sentía feliz en ese taciturno instante… Quizás la mejor palabra que me describía era nuevo. Eso es, me sentía nuevo; pero algo había pasado, algo había vivido que mi mente no llegaba a vislumbrar desde el recuerdo.

Sentí que respiraba más tranquilo; decidí levantarme y cambiar mi rostro de extrañeza por uno más inquisitivo; decidí caminar hasta encontrar algo que me sonara conocido, o bien encontrar una cara amiga; un buen café en algún lugar abierto y lleno de gente. Pero sabía que mi mano derecha llevaba la respuesta firmemente apretada…

Decidí acercarme al borde de la terraza en la que me encontraba, y unas mariposas intentaron distraerme, parecían estar igual que yo, desorientadas, polvorientas, pero vivas. Por un instante supe la verdad a través del aleteo que impregnaba una de ellas en mi tímpano, y solo pude sonreír. Todas eran del mismo color amarillo de aquel botón escondido en la palma de mi mano. Fue entonces que retomé los pasos hacia el exterior de aquella terraza en aquel viejo edificio, mientras las tres mariposas me siguieron sin remedio alguno, aterrorizadas por lo que descubriría, y al asomar mi cabeza observé la tierra levantada del camino que no me permitía ver absolutamente nada. El botón amarillo comenzó a vibrar dentro de mi mano y las mariposas parecían esperarlo con ansiedad, al abrir mi puño duramente cerrado, salió volando una hermosa mariposa más, de un color amarillo tan intenso que las demás se opacaban.

Tuve miedo, intenté moverme y no podía, mi voz se inmutó y sentí ganas de llorar, pero no me quedaban lágrimas, de repente me hallaba desnudo y era un hombre. Los insectos me observaban y tomaban la decisión, yo sucumbí a la hora de mi muerte, comprendiendo que ya no existía en la dimensión a la que pertenecía, y aunque pude recordar quién era, así como la explosión que me quitó la vida, pero era tarde, mi cuerpo ya no me cubría, viajé a la velocidad de la luz y entré en el cuerpo de una bella mujer, una mujer que lloraba de emoción al enterarse de su primer embarazo.

Yo también lloré porque esa mujer había sido mi hermana, a quien nunca pude perdonar en vida después de tantos años. Sabía que pronto lo iba a olvidar, debía empezar junto a ella, ahora como mi madre… para perdonarla, para amarla y aprender la lección de escuálida vida.

Lady Jerez

martes, 6 de abril de 2010

CLICK

“Al abrir los ojos, podía ver perfectamente las algodonosas nubes que se movían perezosas…
Podía notar como el sol calentaba mi rostro.
¿Dónde estaba?
Un silencio atronador me rodeaba… y entonces, me di cuenta de que no podía recordar…
En mi mano apretaba con fuerza, casi con desesperación, un botón amarillo, que desde luego, no pertenecía a nada que llevase puesto”.

¿Un nuevo estado de consciencia? ¿Una nueva sensación? Una miríada de pequeñas nuevas sensaciones se agolpaban en mi interior y era imposible medirlas, traducirlas. No sé si me sentía feliz en ese taciturno instante… Quizás la mejor palabra que me describía era nuevo. Eso es, me sentía nuevo; pero algo había pasado, algo había vivido que mi mente no llegaba a vislumbrar desde el recuerdo.
Sentí que respiraba más tranquilo; decidí levantarme y cambiar mi rostro de extrañeza por uno más inquisitivo; decidí caminar hasta encontrar algo que me sonara conocido, o bien encontrar una cara amiga; un buen café en algún lugar abierto y lleno de gente. Pero sabía que mi mano derecha llevaba la respuesta firmemente apretada…

... Me quede largo rato mirando aquel botón, dándolo vueltas entre mis dedos, cuando al fin decidí avanzar unos pasos, un torbellino de hojas y arena hicieron que cerrara los ojos cubriéndomelos con los brazos. Cuando conseguí volver a abrir los ojos, estaba rodeada de árboles, hileras de árboles, unos detrás de otros, mire hacia todos los lados,
- “¿Qué esta pasando aquí?”- no lograba entender nada, avance entre los árboles, pisando sobre las hojas secas del suelo, algo en aquel bosque me transmitía paz, de repente, encontré un grupo de árboles, con un “te quiero” pintado entre sus troncos, una punzada de dolor en mi corazón, esto lo conozco, eso forma parte de mi, pero no consigo recordar nada, paso mi mano por los árboles pintados de pintura blanca, intentando que al tocar, algo vuelva a mi cabeza vacía, no lograba recordar nada, mis manos juguetean con el botón en el bolsillo, mientras miro vuelve el aire, al principio suave, acariciando mis mejillas, jugueteando entre los árboles, después mas intenso, levantando las hojas secas del suelo, vuelven a formar un torbellino…

¿Y ahora, donde estoy?

Vuelvo a estar entre árboles, pero esta vez son distintos, estos están dispersos, plantados al azar por la madre naturaleza, un ruido cercano de agua correr hace que desvíe mi vista, al avanzar, una cascada de agua brota entre las rocas, un puente de madera, y grandes rocas con grietas. Pajarillos vuelan de árbol en árbol, cruzo el puente para tocar el agua, esta casi helada, y golpea con fuerza mi mano. Para conseguir que me entrara en calor, metí las manos el los bolsillos, volviendo a tocar aquel botón amarillo.


Otra vez el aire, torbellinos vuelven a formarse a mi alrededor, cierro los ojos, ansiando un nuevo destino, al abrir los ojos, una muchedumbre de gente salta fervorosamente a mi alrededor, con el brazo levantado, y aunque no se oye el bullicio, se siente la fiesta, la gente que hay a mi alrededor me mira y sonríe, alguien habla desde un balcón y todas las miradas se posan en él, cuando termina de hablar, lanza con cohete, el Pum retumba en el silencio que me rodea, y acto seguido el bullicio comienza a oírse, la gente ríe, salta, lanzan gaseosa fría al aire.

Fuertemente sujeto el botón entre mi mano, hasta hacerme daño, cierro los ojos, todo el bullicio desaparece, estoy en el altar de una iglesia, una fila de niños esperan para tomar su primera comunión, el sacerdote sonríe, ahí estoy yo, con las manos extendidas, esperando como los demás, y sobre mis manos, el botón amarillo…


Cierro la mano, y todo vuelve a cambiar delante de mí, unos padres observan un estanque de patos, mientras que una niña con ricitos morenos, lanza gusanitos, a los patos que se arremolinan a sus pies…

Vuelvo a cerrar mi puño sujetando aquel botón, todo es bastante desconcertante pero al mismo tiempo, da tanta paz, tanta seguridad, tanto… hogar, sabe a casa, huele a casa…

Abro los ojos, estoy recostada sobre una cama, un álbum de fotos, sobre mi pecho, en la portada, una desdentada niña de unos siete años, con una chaqueta de punto amarilla, con enormes botones color amarillo…

Eso si lo recuerdo, todo se agolpa en mi cabeza de repente…

-“mama, ¿Cuándo sea vieja como tu, me acordare de todo?- dijo la niña mientras jugueteaba con los botones de la chaqueta dentro del ojal.
- Ja, Ja, Ja, Cuando seas vieja como yo… un simple botón, te transportara a tus recuerdos, a los sueños, a los eternos momentos, pequeña. Y nada, podrá impedírtelo. Sonríe nena…

-CLICK.


CAMINO.

sábado, 3 de abril de 2010

ECLIPSE DEL CORAZÓN


“Al abrir los ojos, podía ver perfectamente las algodonosas nubes que se movían perezosas…
Podía notar como el sol calentaba mi rostro.
¿Dónde estaba?
Un silencio atronador me rodeaba… y entonces, me di cuenta de que no podía recordar…
En mi mano apretaba con fuerza, casi con desesperación, un botón amarillo, que desde luego, no pertenecía a nada que llevase puesto”.

¿Un nuevo estado de consciencia? ¿Una nueva sensación? Una miríada de pequeñas nuevas sensaciones se agolpaban en mi interior y era imposible medirlas, traducirlas. No sé si me sentía feliz en ese taciturno instante… Quizás la mejor palabra que me describía era nuevo. Eso es, me sentía nuevo; pero algo había pasado, algo había vivido que mi mente no llegaba a vislumbrar desde el recuerdo.

Sentí que respiraba más tranquilo; decidí levantarme y cambiar mi rostro de extrañeza por uno más inquisitivo; decidí caminar hasta encontrar algo que me sonara conocido, o bien encontrar una cara amiga; un buen café en algún lugar abierto y lleno de gente. Pero sabía que mi mano derecha llevaba la respuesta firmemente apretada…

... Poco a poco, mi oído fue haciéndose eco de los sonidos que saturaban el ambiente; voces lejanas, rugido de motores, bocinas impacientes... todos ellos llegaban hasta mí como procedentes de otro mundo, de otra dimensión, y al mismo tiempo se instalaban en mi cerebro con una claridad turbadora, desconocida por mí hasta aquel momento. Parecía que todos mis sentidos se hubiesen agudizado de manera sorprendente. Incluso la mente, a la que recordaba siempre distraída y dispersa, se encontraba en un estado de lucidez inusual, atenta a cualquier estímulo, tanto exterior como interior.

A pesar de la desconcertante incertidumbre que rodeaba tan siniestra situación, sabía con certeza que jamás me había encontrado en un estado de calma y placidez como aquel que estaba viviendo. Contra toda lógica, no me sentía nervioso ni preocupado, aunque sí que sentía curiosidad por las circunstancias que me habían conducido hasta aquel punto... y, sobretodo, por la procedencia del pequeño objeto que aferraba mi mano tenazmente.

Curiosamente, era ese botón amarillo lo que más me llamaba la atención; algo en mi interior me decía que en él se encontraba la clave de todo aquel sinsentido... Y quizás también otras muchas respuestas concernientes al resto de mi existencia, pasada y futura.

Mis pasos me guiaron en silencio hasta una pequeña cafetería próxima a la playa en la que desperté. Las miradas extrañadas me hicieron pensar en que hasta entonces no había reparado en mi aspecto; en efecto, mi atuendo no parecía el más acorde al lugar o, al menos, difería bastante del que vestían las diferentes personas que allí se encontraban; todas hombres, como yo, exceptuando a la camarera que servía tras la barra, una joven menuda y no muy alta, de cara simpática y sonrisa espontánea; bastante atractiva, a mi parecer, pero sin ser espectacular.
Me acerqué a sus dominios sin reparar en el resto de clientes, que continuaban con sus miradas inquisitivas.

—¿Dónde estoy? —la interrogué.
—¿Cómo dice? —preguntó arrugando la frente y entrecerrando sus preciosos ojillos de gacela.
—Sólo quiero saber dónde me encuentro, eso es todo.
—¿De verdad no sabe usted dónde estamos? —volvió a preguntar con extrañeza.
—Pues ya lo ve; no tengo ni idea.
—Cómo es eso posible. Supongo que habrá llegado hasta aquí de alguna manera.
—También yo lo supongo, pero créame, no lo recuerdo. Tan sólo sé que me he despertado hace un rato tumbado en la arena, nada más.
—Vaya, esto es increíble, nunca me había pasado nada semejante —dijo la camarera mostrando de nuevo su amable dentadura.
—¿Y bien? —le insistí.
—Y, dígame, ¿recuerda usted su nombre, quién es, y todas esas cosas?
—Por favor señorita, sólo quiero saber qué lugar es este, nada más —respondí, intentando no perder la paciencia con su curiosidad—. No creo que le esté pidiendo tanto.
—Perdón, perdón; compréndame, no es una situación usual la suya.
—La entiendo perfectamente, pero ¿puede responderme?
—Claro, claro, no faltaba más.

Lo cierto es que la joven había puesto el dedo en la llaga: ni siquiera lograba recordar mi nombre ni mi procedencia. Hasta entonces lo había pasado por alto, pero cuando ella lo mencionó, me hizo estremecer por primera vez desde que abrí los ojos.
Sus respuestas no aportaron claridad alguna a mi abotargada mente. Todos los nombres que mencionó me sonaron a nuevo, y salí de allí inmerso en una nube de dudas que al fin consiguieron abatir mi ánimo.
Fue entonces cuando me aferré con mayor ímpetu al minúsculo botón que encerraba mi mano derecha; aún pensaba que era el único vínculo que podría transportarme de nuevo a la realidad de mi pasado.
Y justo en el instante en el que dejaba caer todo el peso de mi esperanza sobre aquel objeto amarillo, apareció ante mis ojos la respuesta que buscaba.
Me sonreía apoyada en la baranda que daba al paseo marítimo, a unos escasos metros de donde yo me encontraba. Su cabello moreno le caía graciosamente por la frente, dándole un aire de misterio que la hacía parecer aún más atractiva. Y unos ojos marinos, como nunca los había visto antes, me invitaban insistentemente a acercarme.
Así que no lo dudé un instante y fui hasta ella con curiosidad.

—Al fin te encuentro —fueron sus inquietantes palabras—. ¿Dónde te habías metido?

Me quedé durante un segundo sin palabras, y sin poder dejar de mirarla. Era la mujer más hermosa que había visto en mi vida.
Bajé la mirada hacia la palma de la mano abierta, donde reposaba mansamente el botón amarillo.
Justo el botón que faltaba en la delicada blusa del mismo color que la cubría tan elegantemente.
Lo cogió... y nos fundimos en un intenso abrazo cargado de respuestas.


Pedro Estudillo